Partida Rol por web

Cyrus logra llegar junto a Flaviu, saltando a su caballo y atrapando al petimetre. En el forcejeo que se sucede a continuación, el estandarte ducal cae del brazo de Flaviu, y ambos quedan en una pelea a mano desnuda, luchando el uno contra el otro por imponerse, sin posibilidad de esgrimir ningún arma ante la ausencia de un vencedor claro. Cualquier distracción podría dar la oportunidad al otro contrincante para salirse con la suya.

Nuevas tiradas de Fuerza + Pelea. 

Mientras eso ocurre, los dos salvajes guerreros de la guardia personal del duque terminan de despojarse de sus armaduras, y empiezan a gruñir y retorcerse como animales salvajes, mientras su mirada se pierde en la pálida luna...

Cyrus emitió un extraño gruñido salvaje de su garganta mientras miraba con odio incontenible a Flaviu. Aquel noble petimetre era el objetivo de las iras de su Señor, y Cyrus iba a aplastarlo fuera como fuera.

Con los ojos desencajados y la cara desfigurada ligeramente torcida en un ángulo extraño, el leal siervo se abalanzó de nuevo sobre el noble tratando de inmovilizarle para reducirle por completo. Aquel pequeño ser le estaba resultando más escurridizo de lo que hubiera deseado. No podía perder mucho más tiempo, pues debía volver para proteger a los Amos.

Pese a haber intentado embocarnos para masacrarnos por la espalda, y pese a su superioridad numérica, esos cobardes estaban perdiendo la batalla ante nosotros. No sabían dónde se habían metido. Cierto que yo había perdido soldados, valiosos soldados teniendo en cuenta que aún nos quedaba mucho que recorrer, pero era un precio que estaba dispuesto a pagar para que mi familia saliese viva de esta.

La fuerza de la batalla y la cobardía de su ataque habían despertado toda mi ira Basarab y mis gritos, gruñidos y órdenes retronaban como un cielo en tormenta. 

Era el momento de terminar con lo empezado. Un último estoque y estarían acabados. Además, Cyrus había conseguido llegar a Flaviu y sus caballeros lo dejaban desamparado. No parecían leales.

Cuándo empezaron a quitarse las armaduras tras la caída de Flaviu, por un momento creí que se estaban rindiendo, que era una señal al respecto. Sin embargo, sus expresiones no eran las de hombres que se rinden. Mi sospecha se vio confirmada cuando empezaron a gruñir y retorcerse.

- Son monstruos, abominaciones, no son humanos. - pensé mientras me preparaba ante lo que estaba por venir. Deberíamos terminar con ellos ahora, pero no podiamos abandonar la batalla para llegar a ellos o el enemigo aprovecharía el momento.

Paso a paso.

¿Otra vez haciendo lo mismo? No puedes superar a un Krevcheski con una jugada que ya has desvelado. Jojojojojo...

Cyrus era patético. Adelantándose a las intenciones del sirviente, Flaviu espoleó a su flamante corcel para hacerlo avanzar y sacarse del alcance de esas sucias manos de plebeyo.

¡Vamos! ¡Anda!

Quizás aquel feo individuo pasase de largo esta vez, y cayese cómicamente en tierra. En un caso óptimo, hasta se rompería la clavícula, o moriría con el cráneo hendido... bueno, quizás no. Si Cyrus atacaba una y otra vez como un perro amaestrado, es que tenía una mollera bien dura.

¡Muevete, estúpido garañón!

Sintió el impacto del placaje y un ceñir de brazos en torno a su noble torso. El azar es esquivo con la familia Krevcheski, y preocupado en cuestiones de intrigas palaciegas nunca prestó el suficiente cuidado al arte de la equitación.

¡AAAAAAAAGH! ¡QUITÁDMELO! ¡QUITÁDMELO!

La batalla parece favorecer a los Basarab. Los últimos guardias leales a la Casa caen, pero también una decena de salvajes nómadas magyares, de los cuales apenas quedan una veintena y parecen mucho menos predispuestos a cargar que antes.

En la retaguardia del bando ducal las cosas no marchan bien. Flaviu intenta sin éxito controlar a su caballo, perdiendo la espada en el proceso y siendo derribado al barro por el enfervorecido Cyrus que comienza a golpearle una y otra vez. El Krevcheski se está llevando un tremebundo vapuleo, pese a la fortaleza de su sangre pura transilvana y la resistencia de su pesada armadura noble.

Niktu y sus hermanos se disponen a una carga final que romperá por completo la determinación de los magyares, pero entonces comienzan a escucharse monstruosos aullidos inhumanos. No, eso no son lobos. Son seres infinitamente peores: son dos hombres lobo. Por fin los dos Guerreros de Sangre han terminado de transformarse.

Todos los humanos presentes se vuelven locos y reaccionan irracionalmente. La mayoría huyen, unos pocos atacan a los dos hombres lobo, sólo para ser rasgados en trizas, como si estuviesen hechos de papel y no de carne y hueso.

Los Caballeros Basarab aguantan la posición con Niktu a la cabeza, aunque están estremecidos y de repente notan las gargantas secas y rasposas. Nono y Décimo parecen más que dispuestos a luchar, riéndose incluso a carcajadas exultantes por el placer de una lucha salvaje.

Undécimo, Duodécimo, XIII, XIV y XV no parecen tener las cosas tan claras.

La criada Andreea se desmaya y la Dama Svitlana parece dispuesta a dar la vida por proteger a sus dos hijos.

Cyrus gruñó y gritó cuando logró tumbar al noble Krevcheski en el barro. El sirviente no frenó ni un instante y a medida que uno de sus puños golpeaba el otro ya estaba cogiendo impulso para golpear al segundo siguiente.

Parecía un simio salvaje, acuclillado sobre su presa, alzando ambos brazos para aporrear a su rival en el suelo una y otra vez.

En la mente del sirviente no había nada más. Parecía que llevaba las de ganar pero a él no le importaba, seguía y seguía golpeando sin conceder tregua mientras gritaba: - ¡CYRUS APLASTA A LA RATA! -

La bestia ruge atronadoramente, con más fuerza que el sonido de una tormenta de rayos y truenos.

El único que no enmudece ante esto es su compañero, Vidor Casaba, quien también se ha transformado en una rugiente monstruosidad de aspecto bestial:

- Todos los que no tienen sangre pura en sus venas enloquecen de inmediato: huyen, se desmayan, o en unos pocos casos atacan, para ser inmediatamente hechos jirones.

CYRUS:

- Lamentablemente, tu sangre es mezclada, y no es del todo pura, pues tu madre era una humana normal.

- Necesitas tener éxito en una tirada de Valor a secas, en la que no es posible invertir FV.

- Si fallas, te ves obligado a huir, traicionado por tu mitad humana.

Flaviu se estremeció. La visión de ver a alguien convirtiéndose en lobo era familiar desde lo de Farkas. Además, el miedo y las dudas en el mamarracho de Niktu endulzaban y compensaban el temor ante dos licántropos. ¡Lo que no había manera de contrarrestar era el pánico de estar bajo un hombre-mono agitando sus brazos para golpearle una y otra vez!

¡Pfo... pfocorro! ¡Efte pfufnormal me pfa a afefinar!

Escupió un diente, de su otrora impoluta efigie. Algún día dentro de muchos años, una vieja bruja encontraría este campo de batalla y usaría el diente para invocar el fantasma de Flaviu y controlarlo para destruir a sus enemigos. ¡Menudo chasco se iba a llevar cuando comprobase que todo su ritual solo había invocado a un inútil incapaz de salir victorioso de ningún lance! Ni siquiera estaba seguro de a quién pedía ayuda. La tropas del Duque huían ante la visión de los lobos, y los lobos seguramente se lo comerían tras Nono y Décimo y antes de Vikos y Verónika.

Forcejeó.

Intentaba empujarlo de encima suya, pero el guantelete de Flaviu resbaló por la pechera de la vestimenta vieja de sirviente y se estrelló accidentalmente contra el mentón de Cyrus. Flaviu palideció. Acababa de enfurecer a su contrincante todavía más. ¡Se acabó el falso mito del licántropo! Lo que de verdad infunde terror en los corazones de las personas no es el lobo, sino el Cyrus salvaje.

Los monstruos terminaron de transformarse por completo. No había duda alguna de qué eran, y de lo peligrosos que eran. Por otro lado, su aparición había hecho que el resto de soldados y guerreros enemigos huyese o enloqueciese y corriese a su muerte en manos de los hombres lobo. Eso hacía que solo quedasen los dos montruos contra mis hermanastros y contra mí, y que hubiésemos visto de qué eran capaces esas garras y mandíbulas. 

La batalla iba a decidirse ahora entre monstruos.

- Undécimo, duodécimo, conmigo.- ordené con firmeza. Quedaba claro cual era la estrategia habiendo dos enemigos. -Es hora de erradicar perros rabiosos. -les gruñí entre dientes  preparandome para el ataque.

CYRUS:

- Pese a que por tu sangre mezclada no eres una criatura sobrenatural de pleno derecho, estás tan furioso que apenas reaccionas ante la cercana presencia de los dos Hombres Lobo, que, por su parte, se limitan a ignorarte ante la presencia muchísimo más peligrosa de los Caballeros Basarab que se disponen a atacarles.

- Debajo tuyo, Flaviu Krevcheski forcejea débilmente para librarse de tu peso y escapar. Tirada de Fuerza + Pelea.

NIKTU:

- Tirada de Carisma + Armas Cuerpo a Cuerpo.

Cyrus no veía. Sus ojos enrojecidos por la rabia sólo tenían un objetivo, cumplir con las órdenes del Amo Niktu. Levantó ambos puños para seguir golpeando a la rata, tal y como le habían mandado.

FLAVIU:

- Aunque técnicamente estáis enzarzados en una Presa, a efectos prácticos es lo mismo. El que controla la Presa en cada asalto le causa daño contundente al otro, en este caso a puñetazos salvajes. Lamentablemente para Flaviu, por cada puñetazo que le arrea a Cyrus está recibiendo cinco a cambio, pues el siervo de los Basarab parece haberse sumido en un paroxismo frenético y se cree que está aporreando una rata en la cocina de la finca de sus amos.