Partida Rol por web

Dubieta se dirigió a la Capilla.

PASADA LA SEPTIMA CAMPANADA. UNA HORA TRAS EL OCASO.

NOCHE DEL CINCO AL SEIS DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.
 

- Dama Radovina llega casi sin aliento al pasillo de las habitaciones del ala de invitados del Castillo, el ala Oeste.

RADOVINA:

- ¿Y si no existiera un futuro más allá de esta oscura noche? ¿Por qué de repente se ha vuelto más difusa la línea que separa el ahora del mañana?

- Tienes las ropas mojadas y tienes frío. Estás ante la puerta de tu antigua habitación de soltera.

Busco si hay algún sirviente en los alrededores, parece que no hay nadie, así que entro en la habitación. Busco algo de abrigo y me quito las ropas mojadas rápidamente.

Esta sensación no me gusta nada... Parece que esta noche será un punto de inflexión entre el pasado y el futuro... Si conseguimos ganar tendremos un futuro... Si no... Seguramente perezcamos todos.

Un escalofrío me recorre el cuerpo, a medio camino entre el frío que siente mi cuerpo y el frío que ha embargado mi mente con tan oscuros pensamientos.

- Dama Dubieta y Lindor llegan empapados al pasillo del ala de invitados del Castillo.

- El pequeño Tiberiu se soltó de la mano de su madre y se quedó atrás en el último momento.

- Los dos escuchan cerrarse la puerta de la antigua habitación de Dama Radovina.

- Tiberiu llega en ese momento al pasillo, algo asustado, al tiempo que resuena un trueno extraño en el exterior. ¿Acaso ha sonado como si una lápida se resquebrajara? No, en absoluto, ha sido un rayo normal y corriente.

Entreabro la puerta y asomo la cabeza. Veo a Tiberu asustado, ¿habrá sido por el rayo? Espero que no haya pasado nada.

- Tiberu, corazón, ven aquí. ¿Qué te ocurre? ¿Te han asustado los rayos?

Abro un poco la puerta para dejarle pasar a la estancia y termino de vestirme. Me acerco a él y le abrazo. 

- ¡Estás empapado! Lo mejor será que te quitemos esa ropa mojada, o pillarás un resfriado y tu madre se preocupará.

- El Guardia ducal Hakir llega en ese momento al pasillo del Ala de Invitados. Ve enseguida a las Damas Dubieta y Radovina, al pequeño Tiberiu y al joven Paje Lindor (el protegido de Durius Tremere).

DUBIETA:

- Ha sido un breve momento, en cuanto te has dado cuenta y te has dado la vuelta para ir a buscarle, Tiberiu ya estaba entrando en el resguardado pasillo, apenas iluminado por unas pocas antorchas en soportes de pared.

En un instante perdió a su pequeño. Se soltó de su mano y quedó atrás bajo la lluvia. ¿Por qué lo había hecho? Cuando fue en su busca el niño estaba entrando.

- ¡Tiberiu! -dijo con enfado-. Que no vuelva a suceder. Si te digo que no te separes doy por hecho que eres lo suficientemente mayor para entenderlo.

Extendió su mano. No había réplica alguna sobre lo que debía hacer y no. Cogió su mano con firmeza, pero no con fuerza. Era una enfatización de lo que había sucedido y nunca debería volver a suceder. No añadió más que una mirada severa pues sabía que extenderse sería inútil y lo importante eran conceptos breves y cortos para su edad.

- Descansaremos.

Fue entonces cuando se fijó con más detalle en el joven Lindor y el guardia con el que se encontraron momentos antes.

.

-¡Mamá! -grita el pequeño, el rostro desencajado por el horror, humedecido por la lluvia-, ¡mamá...!

El niño tropieza, levantándose de nuevo. Toma la mano que extiende su madre.

-Viene -dice Tiberiu, temblando-. Viene.

- De repente llega corriendo Tomescu al resguardado pasillo del Ala de Invitados. Parece que llega con el corazón en la boca, su rostro blanco como el de un cadáver...

- Se había rezagado bajo la lluvia helada. - Le dije a la Dama Dubieta. Me dispuse a salir nuevamente, cuando oí al pequeño decir aquello. Luego miré extrañado al chiquillo. - ¿Quién viene? - Le pregunté. De joven aprendí que bestias y niños presienten la llegada del peligro antes que aquellos que hemos dejado la inocencia atrás hace mucho. Quizá no fuera más que paparruchas infantiles, pero en el estado de excitación en el que me encontraba, creí que no debería pasar por alto algo así sin ver qué quería decir el niño.

Entonces, de repente irrumpe el guardia Tomescu.

Me giro hacia él, con la lanza en la mano y preparando una guardia marcial, alertado por el estrépito de su entrada. Mis nervios estaban a flor de piel.

- ¿Qué sucede?

Pego la espalda contra la puerta y miro hacia todos lados, veo que están nuestras señoras con los niños. La mandíbula me tiembla ligeramente y mis ojos están completamente fuera de órbita. Que mala suerte, al final parece que no saldremos de esta.

- Tenemos que atrancar esta puerta- busco algo para hacer una barricada. Mesas para apuntalar, candelabros para evitar que se abran, aunque lo que está ahí fuera tiene la fuerza de un ariete, haremos lo que podamos- señoras, corred, corred y esconderos- si veo que dudan o lo que sea, les grito por primera vez en mi vida- ¡NO HAY TIEMPO! algo se ha levantado de su sueño eterno. Os daremos todo el tiempo posible.

Les dedico una última mirada sentida, a mi dama y al pequeño señor, una mirada de despedida. Me pongo a apilar cosas en la puerta. Dios sabe que no soy un hombre miedoso, pero disimulo mi temblor cogiendo cosas.

- ¡Maldición! - Pensé contrariado por que se echara encima el enemigo tan rápido.

- ¡ATRANCAD PUERTAS Y VENTANAS, RÁPIDO! - Vociferé hacia la gente que se había quedado atónita tras la irrupción del guardia.

- ¿Y los demás soldados? ¿Y el Chambelán? ¿Alguien lo protege? - Pregunté a Tomescu después de acercarme a él y conseguir que su mirada se centrase en mí, tras un leve zarandeo.

HAKIR:

- Incluso mientras le preguntas a Tomescu, intuyes la funesta verdad: La moral de la Guardia Ducal está tan quebrada por los acontecimientos recientes desde la desastrosa doble boda en la que todo empezó a torcerse de verdad, que dudas que fueran capaces de combatir, ni siquiera para salvaguardar sus propias vidas.

No hizo falta la respuesta. Mirando a los ojos del guardia comprendí lo funesto de todo aquello.

Si íbamos a morir, no lo haría yo como una rata, encerrado con las mujeres y los niños. Si íbamos a morir, habría que buscar la forma de hacerlo con honor.

- Déjame salir. - Le ordené a Tomescu. - Refugia a todos en una habitación donde no haya más que una salida y defiende ésta con tu vida. Si resistimos hasta el alba, tú serás el héroe que habrá salvaguardado las vidas de los inocentes. Si no lo hacemos, muere con honor, Tomescu.

Y tras decir esto, salí hacia el patio. Armas en mano.