Partida Rol por web

Tiberiu mete la cabeza entre los pliegues de las faldas de la Dama Radovina, arrebujándose allí. No es miedo, sino sueño, el sueño de un niño pequeño golpeado por un sinfín de acontecimientos emocionantes y que no está nada acostumbrado a no descansar diez horas seguidas.

DECIMA CAMPANADA. NOCHE DEL CINCO AL SEIS DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

Muevo el baúl detrás de la puerta, y busco sábanas en el armario y las coloco dentro del baúl.

- Tiberu, sé que tienes sueño, pero métete dentro del baúl, ¿de acuerdo? Y si quieres cierras los ojitos un poco y descansas. 

Le acaricié la mejilla con la mano y le sonreí. Le ayudé a meterse dentro del baúl y después salí de la habitación.

- Lindor, te he oído. No vas a cometer la imprudencia de salir a la calle. ¿Acaso quieres poner en peligro tu vida? No sabes lo que puede haber ahí fuera, ni lo poderoso que puede ser. Lo mejor será que te ocultes en mi habitación, debajo de la cama o en el armario. Deja que los adultos nos ocupemos de esto.

Hice un gesto con la mano ordenando que entrase a mi habitación.

Abrió. Esperó. Nada.

La respiración que se obligó a retener salió de golpe mientras sus labios temblaron ligeramente y su alma pareció recomponerse, o eso quería pensar. No había peligro, incluso la tormenta había desaparecido con a misma rapidez con la que comenzó, y la presencia...

"No la siento. ¿Significa que se ha ido? ¿Está muerto o su sed de sangre se ha calmado?", las opciones eran varias pero sin una clara respuesta prefirió la cautela. Miró a su alrededor mientras entornaba la puerta que daba a las estancias y, cuando no percibió peligro, se encaminó hacia la poterna, otra vez. Estaba tal cual la había dejado, con las misma dificultad para salir del castillo, pero aún así seguía siendo una salida. Poco después regresó, con calma; y aún con el temor apaciguado debía permanecer alertas.

Ya en su habitación volvió a cerrar minuciosamente la puerta que daba al exterior para acto seguido regresar al pasillo e informar.

Había cierta serenidad en el rostro de la joven Dubieta cuando se unió a los presentes, pero no veía a su retoño. Alzó una ceja a modo de pregunta hacia su prima, no era posible pasar por alto que no se encontraba con ella. Sí lo hacía Lindor, así como Tomescu custodiando la otra puerta.

- La puerta es segura, así como el exterior, en esa zona -Especificó para seguidamente captar las reacciones de los presentes-. La tormenta ha cesado, y la opresión junto a ella. No obstante... No hay seguridad tras esa puerta, y no voy a ponerte en un peligro innecesario -Obviamente se refería a su guarda personal-. Bien podrías salir por la otra y con cautela comprobar que ésta -Señaló la que a poca distancia se hallaba- es una salida segura. No sé si el cese de la tormenta es un buen augurio o...

Dejó la duda en el aire.

Tiberiu, con aire de estar más dormido que despierto, asiente y se introduce en el baúl.

En cualquier otra ocasión aquello sería el inicio de una fantástica aventura.

Hoy queda dormido apenas apoya la cabeza contra el fondo.

DAMA RADOVINA:

- Las ventanas son estrechas aspilleras por las que no cabe ni siquiera Tiberiu.

- Crees que el armario podríais moverlo entre todos con un esfuerzo concentrado.

Por un momento dudo, no es algo que se vea comúnmente en el rostro de Tomescu, pero cuando le dicen que deje de proteger a quien lleva tantos años apegado le cuesta un poco, pero finalmente accedo a sus deseos.

-Si mi señora, como ordenéis- me incorporo de donde estaba sentado y tras una última mirada a la puerta, salgo por la otra puerta con el hacha siempre en ristre- si no vuelvo en una hora temed lo peor, pues nada me podría retener lejos de mi señora salvo la muerte.

Me despido de ella con un asentimiento sentido, no se si serán mis últimas palabras, pero no se me ocurre ninguna mejor.

- El guardia Tomescu revisa rápidamente su armadura, enarbola su gran hacha a dos manos, y sale al Patio del Castillo dispuesto a todo.

- Poco después, el Guardia Tomescu retorna al corredor de las Estancias de Invitados.

El guardia hasta que no cruza los ojos con su Dama no deja escapar el aire, que sin saber, retenía. Todo parece en orden aquí dentro, así que sin más preámbulos, pongo al día a las señoras.

-Todo está más tranquilo ahí fuera. La presencia no está, hay unos guardias que pueden que hayan visto hacia donde se dirigían, estaban asustados, no creo que mi presencia les tranquilizara- indico mi hacha  con la mirada-.

Me voy hacia la puerta y pongo las manos sobre los muebles apuntalados, esperando la orden para quitarlos.

Tardó menos de lo esperado y aún así parecía una eternidad, pero trajo consigo buenas y esperanzadoras noticias. Era cierto, ya no sentía aquella entidad sobrecogedora con la capacidad de amedrentar incluso a los más aguerridos. El Rey Tumulario, como poco, se había alejado brindándoles así la oportunidad de salir. En principio, si la situación se ponía aún peor, el ala de invitados les ofrecería resguardo y un par de salidas apropiadas.

Asintió. Era momento de salir al exterior y evaluar daños, riesgos, posibilidades... Miró al joven Lindor.

- Estarás bajo mi protección -No iba a ceder ni un ápice, como si tenía que pedirle a Tomescu que lo sujetara del brazo hasta que apareciera Durius. Así lo dejaba claro su mirada directa hacia su guardia, una petición muda sin posibilidad de réplica.

Seguidamente fue en busca de su pequeño quien se encontraba ajeno a todo haciendo del baúl una cama improvisada.

- Despierta, hijo -Acarició su rostro con suavidad pero con intención de espabilarl al pequeño-. Saldremos al patio, y probablemente hacia el Salón Principal. No te separes de mí. No te sueltes de mi mano. Lo que pasó antes no volverá a suceder.

Ya en la entrada se dispusieron a salir al exterior. Inhaló una bocanada de aire y con ello el arrojo que había estado junto a ella en los momentos más difíciles impidiendo que las nefastas circunstancias la paralizaran.

El Guardia Tomescu fue y volvió para comprobar si sus miedos aún eran fundamentados o solo producto de su cobardía. Yo no tengo miedo, quizás porque soy demasiado pequeño para entender realmente o quizás porque entiendo que la extraña presencia ha desaparecido por algún motivo. Tal como indican o se ha ido o ha muerto. En cualquiera de los casos ya no es una amenaza.

La Dama Dubieta me deja en claro que debo obedecer sus órdenes y no soy quien para negarme, por lo que asiento obediente a ello. En este momento se planea a salir con nosotros y eso es precisamente lo que quiero hacer. Puede que alguien necesite de nuestra ayuda y estar encerrado ahí de nada nos servirá.

Me apresto para salir junto con ellos, más nervioso de lo que quiero expresar y mucho más de lo que quisiera estar.

Asentí con la cabeza.

- Pero me parecería mejor salir por la otra puerta, y mantener esta cerrada, o al contrario al menos, para que solo haya una forma de entrar, y podamos atrancar la última puerta para protegernos. También deberíamos buscar un lugar para escondernos y mantenernos bastante tiempo. Sinceramente no confío en que ese ente haya desaparecido.

Escuchó atenta las sugerencias expuestas por su prima a las que, al terminar, comentó.

- La otra puerta sólo se cierra por dentro, quedaría abierta igualmente. Como mucho podemos evitar exponernos directamente, bordear hasta el patio -Esa si era una opción práctica para salir por la puerta situada en su estancia-. Éste es un buen lugar, al menos que conozca. Dos entradas, una cerca de la poterna... A largo plazo, que Dios no quiera, necesitaríamos alimentos que sólo en la cocina o salón principal podemos hallar. Desconozco otros buenos emplazamientos, y menos aún que estén exentos de peligro.  

Estoy un poco confundido, no se si quitar la barricada o no. Las dos damas están discutiendo los pros y los contras de dejarla atrancada desde dentro. Así que con la paciencia militar de años de servicio espero tranquilamente a que se me de la orden de despejar la puerta o no.

- La Dama Dubieta sale al Patio del Castillo.

Abracé a Tiberu y hablé directamente a Tomescu.

- Deberías seguir a tu señora, yo me quedaré aquí con los niños, es muy tarde y deberían descansar. No creo que quieras que le pase nada en tu ausencia, así que date prisa.

Cogí en brazos a Tiberu y lo llevé a mi habitación. Lo metí entre las sábanas y lo tapé con cariño. 

- Niño. Miré a Lindor. - ¿Qué piensas hacer? ¿Vienes conmigo o vas con mi prima?