Partida Rol por web

Sus perseguidores salían ahora a la luz para darles caza, tenían que mover el culo lo antes posible.

-Señor, refiriéndose a Marcus, nos pisan los talones. Evitemos ser atrapados por ellos, hay una gran cantidad de ellos

Seguiría al oficial, pero una mala decisión les haría ser sacrificados.

¡Al fin! Nuestro destino ya estaba al alcance, pero que las tropas inquisitoriales no se lanzaran al combate era una señal. Precisamente como los expertos que eran, si optaban por un curso de acción, sería mejor seguirlos y esperar a que tomaran la iniciativa, lo contrario sería peligroso, especialmente con el enemigo tan cerca.

- Haced lo mismo que ellos.

Ordeno a quien quisiera escuchar, puesto que estaba demostrándose que la mayoría girarían a la izquierda cuando tocaba a la derecha, solo por joder.

Seguí avanzando tras las fuerzas inquisitoriales, no quedaba otra, avanzar hasta la mansión parecía la mejor opción. Tenía las armas preparadas y estaba deseosa de combatir para así hundir mi acero sobre esos horribles engendros, que me hubiera costado tanto hacía unos instantes había hecho que les tuviera más ganas.

Las tropas de Krieg no necesitaban muchas órdenes, todos nos habíamos dado cuenta por igual que seguir a las tropas inquisitoriales era en estos momentos el mejor movimiento. Así que continuamos avanzando en el sepulcral silencio que nos caracterizaba.

Siguieron avanzando, dejando bastante atrás a la horda zombie... Pero aún así, les seguía a lo lejos. Finalmente, en una de las últimas calles cerca de la mansión, el líder de las tropas inquisitoriales alzó el puño para dar el alto, y luego se giró, observando la situación tras su máscara. Tras unos segundos, probablemente valorando las opciones con que contaban, decidió hablar.

-Bueno, llega la parte favorita de todos-dijo, cargado de ironía-ver quien se queda a cubrir la retaguardia. Podemos seguir avanzando, pero esa mole de carne nos va a seguir hasta la mansión, y aún no sabemos como está la cosa ahí arriba. Así que... Tú, tú, tú, tú, tú... y tú-añadió, acompañando esas últimas palabras de su dedo índice, que fue señalando a Korlo, Mallear, el sargento Druso, Marcus Severus, el sargento Lenz y tras una breve vacilación, también a Silvara-venís con nosotros. Al resto, os ha tocado cubrirnos. Sí, lo sé, la guerra es una putada y la vida es injusta. Ganad el tiempo que podáis, y si es posible, salid enteros de aquí. 

-Aunque si os muerden o sus fluidos os alcanzan, puede que prefiráis volaros la tapa de los sesos-añadió la stormtrooper médico, lo que le valió un suspiro por parte del jefe.

-Gracias por esas palabras motivadoras, encanto. En fin, ¿alguna duda? Si no es así, que el Emperador os proteja pipiolos. 

Las tropas inquisitoriales querían internarse en la mansión, con solo algunos fieles soldados imperiales, y dejando al resto conteniendo a la horda, que no cejaba en su empeño a la hora de alcanzarnos. Por una parte entendía su acción táctica, por otra sería necesario que de sobrevivir, le retase a un duelo por el honor de mi compañía. 

- Una buena carga, con lanzas explosivas ... Esta idea queda en el aire, cuando la stormtooper médica nos dice lo que pasa al ser alcanzado por sus fluidos. - Mierda, de mutaciones ...

Me giro hacia mis hombres o lo que queda de ellos. - No seáis mártires, acercaos, disparar y retroceded ... ya habéis oído a la médica, nada de trabarse cuerpo a cuerpo ... si lo véis mal, y es la única opción, cargar con las lanzas explosivas y que el Sagrado Emperador os reciba con toda la gloria y el honor que os merecéis. 

Una enorme horda nos sigue y parece reforzarse a cada paso. En pocos segundos, ya no somos capaces de ver realmente cuantos son y eso significa que, aunque sean más lentos que nosotros, si nos vemos atrapados en algún momento, nos acorralarán hasta acabarnos.

La única opción que queda es que alguien los retrase y los inquisitoriales se encargan de ello. Me designan, entre otros muchos, como quienes les acompañarán. La verdad es que preferiría quedarme a dispararle a la horda para acabar con los que más pueda, pero órdenes son órdenes.

"Solo espero que los que queden consigan algo y no mueran en vano. Sobre todo los Kasrkin, que no somos demasiados y somos valiosos. Que hagan su parte y luego se retiren."

Asiento a las órdenes y me dispongo a seguir a los soldados después de hablarle a mis compañeros de regimiento:

 - "Disparen todo lo que puedan, luego retírense y afiancen una posición si pueden. Atentos a las comunicaciones y hagan que cada tiro cuente. ¡Por el Dios-Emperador!"

Comienzo a seguir al grupo que se me ha designado, sin saber realmente cual será nuestra misión. Nunca ha sido realmente un problema para obedecer y acabar con todo lo que vea, solo espero que la misión desconocida sea realmente importante y valga las pérdidas de quienes dejamos atrás.

Le habían señalado como parte de la avanzadilla y ahora tenía que cumplir, volvió a sacar su pistola laser y siguió la marcha con todos aquellos "elegidos".

- Fuerza y orgullos camaradas..... 

Es lo único que le salió, sabiendo que sería un duro combate y que habría a soldados que no volvería a ver.

Ya casi estábamos llegando a la mansión cuando el hombre al mando de las tropas Inquisitoriales se volvió para hacer una selección, cubrir la retaguardia no era algo que me apasionara y tuve suerte cuando su mano me eligió a mí entre todos los Krieg que nos dirigíamos a la mansión. Aunque siendo quienes eran tal vez dejarlo al azar no había sido una opción.

La advertencia de la médico no fue una novedad, suponía que esas aberraciones tenían que ser contagiosas, ese mal había afectado a una parte considerable de nuestras tropas. Ni siquiera me molesté en envainar mi sable, no albergaba ningún miedo ya que morir por el Emperador era morir llevando la justicia al Universo.

Seguir avanzando había sido la opción que me había tocado y así lo hice, me dirigí hacia la mansión sin mirar atrás, sin contemplar la horda que nos seguía ya que en esos momentos esa no era mi batalla.

Era muy posible que todos los que se quedaran atrás terminarían muertos o infectados, por lo que aunque salieran de esta, posteriormente deberían ser puestos en cuarentena, sino eran exterminados directamente, pero la guerra era así y los poderes ruinosos no iban a dejar pasar sus oportunidades precisamente por simpatía.

- El Emperador protege soldados, recordadlo.

Intento animar a los que se iban a quedar atrás, esperando que su devoción superara el terror al que se iban a enfrentar.

Con aquella decisión tomada, y nadie dispuesto a rebatir a las tropas inquisitoriales, al menos por el momento, el grupo elegido continuó su avance hacia la mansión...

Aquello había sido una puta pesadilla. Ambos estabais destinados en labores de patrulla en aquel infernal pueblo abandonado en tierra de nadie donde habíais ido a parar. Desde hacía unos días, todo había sido una locura. Desde esa defensa de las trincheras donde quedó claro que el otro bando había recibido corrupta ayuda extramundana y tecnología con la que antes no contaba, al intento de contraataque posterior, en el que primero fuisteis frenados por una marea casi inacabable de cadáveres reanimados por viles métodos, y después repelidos por la aparición de algo enorme, obeso y putrefacto que no os atreveríais a describir. 

Y para rematar el Alto Mando había ordenado replegarse a esa fuerza de la que formabais parte a un lugar designado como Punto Fénix. Una colina con un pueblo abandonado y una mansión fortificada, en mitad de la tierra de nadie. ¿Por qué diablos no habíais vuelto a la línea principal de trincheras? No lo sabíais. De todos modos todo parecía ir bien en ese lugar, incluso os habían enviado suministros por vía aérea... Y de repente, muchos soldados empezaron a actuar raro. Cayeron, vomitaron, balbucearon, y finalmente se alzaron como esos condenados no muertos, infectados o lo que fueran, lanzándose sobre sus antiguos compañeros. 

De un modo u otro habíais escapado a la locura de las calles, acabando juntos: un soldado extramundano, de ese lugar llamado Fezzorn, y un miliciano del planeta, cada uno con su correspondiente ayudante. Desde vuestro refugio al otro lado de una larga calle atestada, pudisteis ver como otros tantos se habían logrado refugiar en una serie de naves de almacenaje de grano que habían sido reconvertidas en taller para los vehículos, incapaces de llegar hasta ellos por la horda y el miedo a ser alcanzados, e incapaces de comunicaros con nadie. 

Y allí os encontrabais, tras un sólido muro, acurrucados y escondidos, esperando el rescate o vuestro fin, cuando el cielo cayó sobre vosotros. Empezó con una vibración, sutil al principio, pero que fue ganando en intensidad mientras un ruido agudo empezaba a hacerse notar. En ese sentido probablemente fuerais privilegiados, pues a través de lo que debería haber sido el techo de aquella casa y ahora era un agujero, visteis algo que podría parecer una estrella fugaz... De no ser porque se iba haciendo más grande y acercando a vuestra posición aproximada. 

Y finalmente, cuando comprendisteis que iba a caer en aquel mismo lugar, os agazapasteis esperando vuestro fin. Y llegó el impacto, el fulgor, el estruendo y el infierno volando por todos lados. Pero el muro aguantó. Alabado fuera el Emperador, el muro aguantó y vosotros sobrevivisteis a lo imposible. Pero, ¿qué había caído al otro lado?

Mientras pensabais si asomar, una campana potente empezó a tañir. ¿Qué pintaba allí una campana? De un modo u otro, obtuvisteis respuesta, pues con un ruido de chatarra y metal retorcido siendo apartados violentamente, una figura se alzó a una altura superior que vuestro muro. Una figura robótica, pintada en color rojo y que portaba algunos pendones, y algunos emisores... A través de los que parecía provenir ese tañido. 

Punto Fénix, seguramente llamado así por el resurgir de los muertos…porque otra explicación no podía haber. Por suerte seguían con vida que no era poco. Por lo menos entre todos sumaban cuatro, lo cual podía ser suficiente para sobrevivir hasta encontrar más aliados.

Eh miliciano, ¿alguna idea sobre cuál va a ser nuestro siguiente paso?

Tal y como estaban las cosas, el gigante rojo podía ser buenas o malas noticias ya que la traición se encontraba en cualquier lado. La mejor opción por el momento era seguir atrincherados ocultos donde estaban y ver que hacía el Caballero Imperial.

El enorme soldado se apoya en el muro que, de haber caído sobre ellos, se habría convertido en una lápida por la onda expansiva de lo que parecía una explosión, mientras, lanza un suspiro de alivio. Todavía estaban vivos. Pero el respiro duró poco, unas campanas muy cercanas le hizo fruncir el ceño y girarse a su compañero con mirada interrogativa.

Sin embargo, se encumbra por encima de la inusitadamente sólida estructura, una máquina del emperador de colores rojos, del que caen pendones y otros símbolos imperiales. Levantando tierra y polvo por todas partes. Su sola presencia pese a la distancia es estremecedora, es una obra de ingeniería que el miliciano no había visto en su vida y apenas puede cerrar la boca. Allen agarra con sus manazas su lanzamisiles, cruzándolo sobre el pecho como si pudiera protegerlo y tras unos momentos, vuelve a apoyarse contra el muro.

-Tenemos que reagruparnos. Si esa sagrada máquina empieza a limpiar las calles de herejes- pues pensaba que eran los refuerzos que estaban esperando- podremos llegar hasta una estructura más sólida.- y como acordándose añade- Y por el amor del emperador, ya te he dicho que me puedes llamar Allen. Casi muero media docena de veces en la última semana y seguro que en mi tumba pones “El Miliciano”.

Así que se queda también a la expectativa del siguiente movimiento del Guardián imperial o Caballero imperial, algo así se llamaba.

Alexander asintió ante las explicaciones de Allen.

-Allen sabes que me cuesta usar los nombres, pero confío en no tener que poner "El Miliciano" en tu tumba. De esta salimos fijo. -le dijo con una sonrisa amistosa.

A la primera campana siguió otra, y luego otra acompañada de más sonidos... 

El humo y polvo levantados por el impacto se fue levantando, permitiendo ver más allá, a través de las aberturas... Una auténtica marabunta de zombies rondaba aquí y allá, algunos realmente cerca de vuestra posición, aunque el coloso mecánico también estaba cerca vuestra. Irguiéndose entre las ruinas donde había impactado, la forma colosal de plastiacero y ceramita se erguía sobre dos imponentes piernas. Un enorme artilugio pintado de rojo, con estandartes y enseñas en ellos, y que a través de unos grandes emisores vox soltaba lo que ya quedaba claro que era un himno de combate pregrabado. En sus brazos, por llamarlos de algún modo, se podía observar un cañón de batalla de fuego rápido con una ametralladora pesada acoplada, una espada sierra de proporciones gargantuescas, y en su cuerpo otra ametralladora pesada montada en dirección al frente...

El ingenio mecánico, además del himno, empieza a hablar. O a algo que debe ser hablar, superponiéndose a veces a los acordes y palabras de aquella música. No sabéis qué diablos está diciendo, pero parece todo lo enfadada que una máquina puede estar, lo que sorprendentemente es mucho, y orientar sus armas hacia el grupo de podridos más cercano. 

El combate dio inicio, y en principio para los imperiales (al menos aquellos que resistieron la visión de las hordas zombies) no fue para tanto. Eran lentos, y tanto el fuego proveniente del taller como especialmente la tormenta de destrucción del caballero causaron estragos. Sin embargo pronto comprobaron, con horror, que aquellos muertos animados guardaban alguna sorpresa. Con un movimiento espasmódico alzaron sus rifles o pistolas, y dispararon una auténtica tormenta de láser y proyectiles sólidos. 

Tanto el taller como el robot sufrieron la furia de aquellos impactos. Él solo, en apenas unos segundos, casi había aniquilado una de aquellas hordas no muertas, pero la saturación de fuego se cobró un precio en él. Algunos de los impactos fueron desviados por algún tipo de campo de energía, pero otros lograron alcanzarle. Y parte de ellos lograron causar daños leves... Salvo uno que causó una pequeña detonación en el brazo de la gigantesca espada sierra.