Partida Rol por web

Fedor siguió al sargento selicano por la calle sur, mientras escuchaba diversos ruidos de combate hacia el Oeste. Esas cosas aun debían estar por ahí. Y muy cerca. Tratando de no romper coherencia de escuadra, ni muy adelantado ni muy atrasado con el resto, el lantanita , recortada en mano, avanzó por la calle elegida por el suboficial.

Apuntando con el arma siguió a sus compañeros, ya no el 15º de Lantan sino a un conglomerado de diversos regimientos de muchas partes del imperio, limpiando la calle, recoveco tras recoveco, mientras volvía la tensión de un próximo encuentro contra otra horda de aquellos seres. Tendrían que estar igualmente preparados y coordinados para lograr el mismo efecto que les permitió barrer al anterior grupo enemigo.

Si podía seguir avanzando sin toparse con ninguna masa de enemigos podría llegar cerca de la estrctura y posicionarse para dar apoyo y lo mejor de todo, enterarse de lo que estaba ocurriendo. A lo lejos podía ver a otro de su extraña comitiva correar a toda prisa. Le serviría de referencia ante posibles emboscadas.

Habíamos obtenido la victoria, es cierto que era una pequeña victoria, pero teníamos que coger lo que teníamos y celebrarlo por lo que era. Quedarse atrás no era una opción, puesto que quedarse en medio de la calle no aseguraba la supervivencia y prefería que la muerte me alcanzase con el revolver en la mano, así que el plan era seguir con los "voluntarios" y el loco de su sargento.

- Vamos bestia, sigamos. ¡A la victoria!.

Nada más adentrarme en una de las calles pude detectar movimiento de tropas imperiales, varios soldados se encontraban delante de mí y mi intuición me decía que el movimiento que sentía en los alrededores también pertenecía a tropas aliadas. Pero estos no eran los que buscaba, algunos los recordaba salir de la mansión hacia no mucho tiempo y se los estaba teniendo en cuenta.

Preparé mi rifle reglamentario y me dispuse a avanzar, me tomé unos segundos para decir la ruta que tomaría, después de eso di mi primer paso en pos de las tropas imperiales por mucho que se me hubiera destinado una misión administrativa no podía confiarme, los movimientos de los soldados que estaba viendo me indicaban claramente la cercanía del enemigo. Así que seguí a la bestia y su jinete, fascinada por lo rudimentario y poco práctico que me parecía un cuerpo de caballería, posiblemente no lo estaba valorando de la forma adecuada por mi desconocimiento en ese campo.

Acusando el cansancio, Arthur bajó un poco la intensidad de su carrera hasta apoyarse en la última pared antes de una ancha calle. El Caballero luchaba cerca, asíq ue tendría que esperar para cruzar. Joder, tenía que dejar el tabaco, le estaba costando la salud.

La ciudad estaba llena de muertos, de uno y otro bando, Arthur echó un vistazo rápido, tal vez tuvieran algo de valor. Tenía que llegar hasta el taller, pero la recuperación táctica de material por el camino no era ningun delito.

El avance siguió sin mayores contratiempos, con los refuerzos de la mansión continuando a buen paso sin encontrar resistencia por el momento, o quizás evitándola de manera intencionada, eso no estaba claro. Mientras tanto el taller seguía abriendo fuego sobre los podridos, aunque parecía que por el momento estos habían dejado de responder al mismo. Algo que seguro que agradecían ahí dentro. 

El vox volvió a responder a las palabras de Anthony, con la voz de aquella mujer extramundana.

-Eeh... recibido. Por aquí estamos acabando de limpiar, los esperamos. Buena suerte.

Por alguna razón, el Sargento que les guiaba les llevaba por éste camino. Era un mundano, por lo que quizás conociera el lugar, o tuviera alguna idea a pesar de no haberla compartido con el resto. De todas formas, a Albius le beneficiaba ir por lugares anchos y con buena visibilidad, pues su arma necesitaba ése espacio, así que continuó detrás del sargento, siempre manteniéndose pegado a la pared y preparado para realizar un cuerpo a tierra y embrazar el bólter pesado. 

- ¿Algún plan en concreto, Sargento? - preguntó mientras iba a su lado. 

Continuaba avanzando con paso firme, calle a calle veía los destrozos del combate, lo normal, cadáveres, escombros las huellas del caballero, entonces fue cuando en ese momento se dió cuenta que el pelotón de voluntarios ya no les seguían. Bueno, no era la primera vez que estaba sólo, de hehco pensaba que podría trabajar mejor así, aunque echaba de menos a su lado a su compañero, "El botas".

Sigamos hacía el sur - dijo tras escuchar el mensaje de radio, entendiendo que no necesitaban refuerzos y se encaminó en la noble tarea de limpiar las calles de fénix. Se giró al soldado que le preguntó sin dejar de avanzar - limpiar las calles de esta ciudad que antaño fue preciosa y digna de... digna de algo guay, yo que se - agitó la cabeza e indicó a los demás que siguieran el avance a buen ritmo.

Volvió a establecer contacto por radio con el taller - Aquí refuerzos, avanzamos a ciegas por la ciudad dirección Sur, si desde su posición ve enemigos por la zona informeme para que los podamos eliminar

Ningún enemigo más se cruza con nosotros mientras avanzamos hacia el sur por las calles de aquella ciudad cuyo nombre desconozco. El Sargento dice que antiguamente era una bella ciudad pero, la verdad, es que no lo veo. No sé si serán los años y años de guerra o si son las hordas de zombies moviéndose por todos lados e intentando destrozar a todo lo que tiene vida pero, de una forma u otra, no le veo mucho encanto.

"¿Como sería mi hermosa Cadia si le hubiese sucedido lo que acá aconteció?"

El solo pensamiento hace que me estremezca pues pocas cosas molestan más que la idea de ver el hogar propio devastado. Cadia ha tenido sus cosas, pero estamos acostumbrados, hemos vivido con ello. Pero lo zombies y la corrupción que acá se palpa es algo que no puede ignorarse ni pasar por alto.

Mis pasos siguen al Sargento, listo para empuñar mi arma con cualquier enemigos que nos topemos mientras hacemos nuestra parte del trabajo.

El sargento selicano parecía emocionado, quizás porque aquel grupo homogéneo respondía mejor a la unidad de infantes selicanos que tuvo en el pasado a su cargo. Aun así aun quedaba mucho por hacer y no había tiempo para euforias prematuras. El artillero lantanita miró a los lados y observó que estaba adelantado. Si una turba de aquellas cosas aparecía repentinamente podía quedar vendido, por ello retrasó su paso y esperó hasta estar a la altura del resto antes de avanzar de nuevo.

También percibió cómo varios soldados iban a hacer su vida, metiéndose por callejones o direcciones distintas a las dadas por el único suboficial de la zona. En el ejército de Lantan la falta de respeto hacia superiores podía ser una constante, ya que a su entender muchas veces estos se la tenían que ganar. No obstante, a diferencia de lo que demostraban otros mundos, la indisciplina no era un defecto lantanita.

Suspiró, esperó a los rezagados y conformando un grupo más compacto avanzó siguiendo las indicaciones del selicano. Aunque les llevara al precipicio. Pero a su entender seguir una coherencia resultaba mejor que hacer la guerra por su cuenta.

- ¿Digna de algo......guay? - se quedó pensando Albius al escuchar la respuesta tan pintoresca del Sargento. Parecía ser que el sargento no tenía excesivas luces, pero valor no le faltaba, que era lo que se le pedía a un sargento en la mayoría de ocasiones, ya estaban los superiores para pensar, en un principio.

- Sí, vaciemos éstas otrora hermosas calles de herejes y abominaciones. Por el Emperador...y por Selica. - contestó, añadiendo en última instancia el mundo de éste Sargento, por deferencia. Su unidad estaba intentando granjear amistades entre el resto de unidades, pues querían un apoyo general del resto de unidades a la presencia de su unidad en los campos de batalla, y Albius estaba intentando poner de su parte.

Arthur se apoyó un instante en la pared. Los malos estaban lejos todavía y parecían entretenidos con el robot gigante. A lo mejor si caía necesitarían un nuevo piloto. O alguien que saqueara cosas chulas. En cualquier caso le valía. Casi podía ver el taller, que era donde se dirigían. Los demás que siguieran a ese sargento loco por el pueblo, él prefería llegar al taller, a lo mejor tenían comunicaciones, pero seguro que era más interesante que defender aquel montón de ruinas sin valor.

Aun no había podido batirme realmente contra el abotargado enemigo, solo un par de disparos contra la turba que nos acometía. Por lo que seguir a este variopinto grupo de unidades, estaba claro que seguir a este sargento era lo mejor que podía hacer por ahora. 

- Si el Emperador quiere, venceremos al enemigo. 

-De acuerdo, Alexander, hacia el oeste. No sé dónde van los milicianos, se suponía que íbamos a echar una mano a los asediados en el taller. Sígueme a través de las ruinas, pero mantente a cubierto.

Y si te sobra un cargador de M36, no te diría que no. En la mansión he quemado varios, a fuerza de abartir a nuestros podridos excompañeros.

Agachado, atravesó las ruinas y luego la calle para dejarse caer contra el muro de la siguiente casa.

Seguí avanzando tras el grupo de soldados, desde mi posición aun no podía ver a ningún enemigo pero podía ver a unos grupos de milicianos los cuales observé, contando su número mentalmente y observando su armamento, esos datos podrían ser requeridos por el sargento por lo que debía memorizarlos o al menos hacer una estimación adecuada. Y pese a mi labor, intenté no perder de vista el resto de mi alrededor puesto que el enemigo podía venir desde cualquier lado aunque no lo viéramos. Eso lo sabía muy bien.

Alexander asiente a las palabras de Paul. El objetivo es liberar el taller para poder juntarse con los que están allí dentro.
-De acuerdo. Vayamos al taller. Algún cargador si que tengo. Al llegar a esa esquina te lo doy.