Partida Rol por web

Hace mucho, mucho tiempo, luchasteis codo con codo. Os salvasteis la vida innumerables veces y aprendisteis a confiar el uno en el otro. Y ahora que se avecinan tiempos aún más difíciles los antiguos compañeros son siempre lo primero. Ellos son los que han demostrado en incontables ocasiones de qué lado están. Los que saben lo que de verdad importa. Los que os comprenden.

Los únicos a los que confiaríais vuestras vidas.

Poco importaba que el tiempo hubiese fluido durante siglos o segundos. Poco importaba lo que una vez fue o lo que era. Poco importaban la realidad o los sueños. Solo había algo cierto que ni aquel exilio en cuerpo humano podía tan siquiera difuminar y ese algo era Namáire, uno de los pilares que sostenían su confianza. Pero algo le faltaba. Había alguien más que no lograba recordar. Alguien tan profundamente ligado a él como Namáire. Aunque aquel infortunio no podía eclipsar la satisfacción de su encuentro y juntos recordarían... Recordarían aquel lazo que una vez los unió, forjado a base de vivencias, sufrimientos y alegrías, que ni los propios orígenes podían destruir.

-Namáire...- Pronunció la criatura acercándose. -Namáire...- Volvió a decir. - Larga ha sido la espera, pero al fin volvemos a encontrarnos. Finalizó el exilio.- Palabras cargadas de un profundo sentimiento de amistad. - Pero...- Miró a su alrededor. -...¿qué nos falta?. Alguien...alguien a quien no logro recordar. Es como si lo tuviese en la punta de la lengua, pero se resiste a salir. ¿Lo recuerdas? , ¿recuerdas lo que éramos, quienes éramos?-

En toda aquella confusión que provocaba el volver a vivir algo que creías inexistente y que de pronto era más real que cualquier recuerdo de lo que antes suponías era la realidad, habían imágenes que se repetían una y otra vez en su mente, contándole una historia que no necesitaba escuchar para comprender. Y entre aquellas imágenes, casi invariablemente, se encontraba Morchain, aquel Fata de alma perfecta y leal cuyo futuro fue truncada por la desgarradora intervención de corruptos. 

Morchain, mi leal compañero. Por fin vuelvo a verte. ¿No te parece peculiar como uno puede extrañar tan visceralmente a alguien sin siquiera recordarlo? - saludó con una sonrisa a la llamada de su amigo - Fue el caso contigo, tal cual como lo es con aquella sombra que nos atormenta no poder nombrar... Me temo que, como tú, si bien recuerdo bastante, no puedo recordar a quién tanto estimo. 

Su inexpresivo rostro negó durante un instante. -No sé, Namáire. Son trazos fugaces, como sombras .Veo un rostro...humano. Sí, humano, pero turbio. No logro definirlo con seguridad. - Hizo una pausa como si tratase de enfocar mejor lo que sus recuerdos le mostraban. -Veo el rostro de una niña quizás. Tonos azules... ¿será su pelo?...¿sus ojos?..." Sus ojos amarillentos se abrieron de nuevo emanando esa ténue luz antinatural. -Qué te muestran a ti tus recuerdos, mi buena amiga. ¿Algo distinto, quizás?. Estoy confuso...-

Yo... yo veo un humano también. - coincidió - Pero este humano es extraño y sombrío, y oculta su mirada... - dudó un segundo y luego volvió a hablar - No estoy segura que quién veo sea quién buscamos. ¿Que crees tú? Dime más de aquella humana azul.

Se quedó unos instantes pensativo. -No estoy seguro si esos trazos azules pertenecen a los ojos de la niña, o al pelo de aquella joven que los demás reconocen por su canto. Aquella que goza de fama entre los humanos.- Volvió a cerrar los ojos para tratar de indagar aún más en sus recuerdo. - Tal vez no sea a la niña lo que perciba, si no al hombre que oculta su mirada al cual acompaña. Te refieres a él, ¿no es cierto?- Dió un paso hacia Namárie y puso su mano pétrea y rugosa sobre su hombro. - Diría que es aquella niña, pero no podría asegurarlo. Confio en tu instinto más que en el mio. Siempre ha dado buen resultado, en los buenos y en los malos momentos, ¿recuerdas?. De eso no tengo dudas. Trata de recordar, compañera, pues estoy seguro de que tu visión será la correcta...siempre lo ha sido.-
 

Sin embargo, mi querido Morchain, tu perspectiva de las cosas siempre ha resultado ser más alentadora que mis instintos. - dijo sin dudarlo un segundo, poniendo suavemente su mano sobre la de él a manera de caricia. Intentó concentrarse un segundo, aquel recuerdo era importante, no era algo que decidir a la ligera. Y se debía ese esfuerzo tanto a ella como a Morchain. Quizás el celeste blanquecino de los ojos del sombrío hombre le había impactado tanto porque le recordaba el mismo azul del que su compañero hablaba, y solo estaba confundida por lo rápido que pasaban las cosas y lo poco claro de sus recuerdos. 

Debe ser ella, la muchacha de cabellos azules. No, no debe serlo, estoy segura de que lo es. Confío en ti, sé que es ella. - declaró con una sonrisa amable.

-Ella es...- Dijo con seguridad. -Y por fin podremos estar los tres juntos de nuevo.- Sus ojos brillaron con algo más de intensidad. -La guerra Namárie...solo en vostros puedo confiar.- Era difícil detectar expresión en el rostro de aquella criatura, pero para Namárie era algo tan cotidiano como el paso del tiempo, y sabía que se sentía satisfecho y seguro. -Aunque una duda me asalta. ¿Cómo podremos reconocernos entre los humanos?. ¿No crees que deberíamos ser conscientes de la presencia de cada uno de nosotros aún teniendo que fingir que no nos conocemos o que no somos allegados?-

Me alegra que lo menciones, pensaba proponerte lo mismo. Mi nombre como humana es Lera Madison, no temo en decírtelo pues sé que no harás mal uso de él. - le acaricia con el pulgar la mano que aún reposa sobre su hombro, feliz de poder tener cerca una vez más a quien quería más que a ella misma y por quién recorrería cielo e infierno de ser necesario - ¿Me confiarás el tuyo? Prometo tener cuanta discreción sea necesaria según dicten las circunstancias, por difícil que se haga. 

Morchain retrocedió unos pasos. Namárie conocía que la fata no carecía en ocasiones de cierta teatralidad. -Yo soy el que destroza su mente para ocultarla a los demás; a aquellos que solo ven la decadencia y no pueden dislumbrar el fondo. Me ven cayendo, farfullando y babeando.- Dijo gesticulando e imitando movimientos flácidos y errantes. -A veces distraido y en silencio cuando no va a la deriva.- Se plantó casi en posición militar de firmes frente a su compañera. -Los humanos me conocen como Adam Hart- Concluyó con una reverencia como si ante sí tuviese al más selecto público.
 

Divertida, no pudo evitar sino soltar una carcajada ante la histriónica intervención de su compañero, para responder a su reverencia con una igual. Con una sonrisa aún dibujada, suspira. Amigo mío, no me esperaría menos de ti. - confesó - Tus estrategias siempre han sido tan hilarantes como efectivas. ¡Si tan solo yo tuviese las mismas habilidades! Buen par hacemos, ahora que lo dices. Yo y mis paranoias humanas y tú con tu acto de borracho. - remarca riéndose.

Y así como os disteis cuenta de quién os faltaba, en ese mismo instante, una forma comenzó a aparecer delante de vosotros. Al principio parecía simplemente vapor de agua, pero en unos segundos ya había adquirido densidad y, después, color y solidez. Serindë estaba con vosotros.

Los primeros segundos para ella fueron de confusión. Sin embargo algunos de los recuerdos que faltaban comenzaron a completarse, así como los vuestros... Y empezasteis a comprender.

Había sido mucho después de lo que creíais. Ambos habíais abandonado ya el Palacio, y ella ni siquiera sabía de vuestra existencia. Sin embargo en uno de los viajes de Namárie sus caminos se cruzaron, y no hizo falta más que una mirada para comprender.

Serindë era una Fata desencantada. Repudiada por el Bosque, acusada por el Palacio y rechazada por la Linde. No había lugar en Fäe para ella, ni siquiera las Ruinas. Morchain y Namárie, en cambio, sí habían encontrado allí su sitio después de tanto tiempo.

La conexión fue inmediata. Puede que ella viese en ambos Fata la familia que a ella le había faltado, y que ellos vieran la resolución que a veces les faltaba, al no saber muy bien cómo obrar. En cualquier caso lo importante es que de inmediato supieron que podían confiar en ella, y ella en ellos. Que hicieran lo que hicieran, sería juntos. Pues esa era la mejor manera de hacer las cosas.

Un leve vahído hizo que mis ojos parpadeasen con fuerza al sentir que mi consciencia era transportada a otro lugar, arrastrada como si alguien la guiase. Un cosquilleo fluyó, deslizándose desde ella, atravesando mi cerebro y terminando en la punta de mis dedos, mientras tomaba forma en un espacio diferente. 

Los nuevos recuerdos rasgaron mi mente como en un flash, como si poco a poco fuese aprendiendo de nuevo quién era yo misma, obligándome a reconocerme, no sólo como individuo sino también como parte de algo. Había creído que no pertenecía a ningún lugar, pero ahora recordaba que sí había un sitio para mí, junto a los que se habían exiliado como yo, los que tampoco encontraron su sitio entre el resto de Fatas. 

- Oh... - Un suspiro salió de mis labios, vaciando mis pulmones por completo mientras los contemplaba. - Os recuerdo. - Añadí y mi expresión se suavizó al mirar a ambos. Sentí que el peso que había cargado sobre mis hombros podría ser compartido. Ya lo había sido antes. No estaba sola. 

Sonreí.