Partida Rol por web

[HLdCN] La puerta de Fäe

Noche 0: Lo que la Realidad esconde

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25/01/2015, 23:04
Andy McGregor

Un día de perros. Sería una buena descripción, de no ser porque la mayoría de perros del barrio vivían a cuerpo de rey y su existencia sería fácilmente envidiable por un tipo como yo. Sea como fuere, se auguraba un nuevo despido, quizá a la mañana siguiente. En esta ocasión se trataba de una lavandería. Era un trabajo que no entrañaba grandes misterios, pero había tiempos de espera, entre el proceso del lavado y el planchado, por ejemplo, y los tiempos de espera me perdían.

Mientras la transportadora acercaba los bultos de ropa para planchar, mi mente divagaba ociosa. Y, con sólo distraerme un poco, ya conseguía marchar de aquel lugar y comenzar a explorar rincones más interesantes. En aquella ocasión, mi mente había salido de la tienda y se había detenido en la conversación que una muchacha mantenía por teléfono. Nada interesante, así que siguió deambulando por las calles hasta que se dio de bruces con una pelea en un callejón. Se diría que unos delincuentes estaban siendo retenidos y detenidos por unos policías, el espectáculo era de película, uno de ellos intentó escapar, pero apareció otro policía que lo detuvo con un golpe en la cara... un golpe bastante más fuerte de los que me estaba dando mi compañero de trabajo para que volviera en mí.

Cuando me quise dar cuenta, tenía ante mí la cara asustada de Jimmy gritándome cosas, mientras mi mente regresaba a mi cuerpo como abducida y recuperando la consciencia de mi entorno como si regresara de las profundidades de un pozo. Cuando conseguí estar al cien por cien allí, sólo alcancé a responder. - Estoy bien, Jimmy, es sólo que... - Y me interrumpió una voz, o más bien un ladrido, que no era la de Jimmy, era la de Peter, el encargadillo de la lavandería. - ¿Es sólo que qué? Me tienes hasta aquí, Andy. Me da igual si te medicas, te drogas o si estás mal de la cabeza, pero te aseguro que mañana hablaré con el señor Cornelly para que eche a la puta calle. ¡Es la última vez que te duermes con los ojos abiertos mientras la ropa se acumula en tu puesto! - Estaba realmente cabreado. El resto del día lo pasé limpiando el cuarto de la caldera.

Era una experiencia conocida. Y es que, cada vez que tenía ocasión mi mente viajaba por ahí, como si buscara algo. Últimamente pasaba cada vez más a menudo. Muchas veces, como aquel día, sin proponérmelo. Algo me llamaba y me estiraba hacia otro lugar.

Cuando salí del trabajo, como de costumbre, bajé al metro y me metí en los aseos, sin echar el pestillo. Entonces, como hacía cada tarde, dejé a mi mente ir a casa. No tardaba más de diez segundos en llegar allí y, luego, el salto era instantáneo. Pero aquella noche, algo volvió a distraer mi mente y ésta viajó hasta Nueva York, a mil millas de distancia. Deambuló por calles que no había visto ni en sueños y se plantó ante una boca de metro mucho más pintoresca que la que había usado para llegar a ese aseo que me servía de cobertura para mis desplazamientos. Chamber Street. Ni idea, pero de alguna manera, sentí unas ganas locas de estar allí. Aquel lugar me llamaba como nunca antes hubiera sentido. Así que salté.

El frío newyorkino golpeó mi rostro con furia y encontré mis deportivas hundiéndose en nieve sucia. No dudé y bajé a la estación. Lo que vi allí me dejó sin palabras. A cada paso que daba, una alegría interior me impulsaba con más fuerza a dar el siguiente. La sonrisa de mi cara y mi mirada absorta poco cambiaron al descubrir allí a aquella gente desconocida, por un lado, pero que sentí como mis iguales al mismo tiempo.

- Hola. - Dije, con una bobalicona sonrisa.

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26/01/2015, 00:51
Alana McRae

Era el momento perfecto para salir de casa, el teatro estaría casi vacío y podría ensayar sin que nadie me molestara. Mi compañera de piso no me echaría en falta, ya que estaba entretenida contemplando la carísima manicura que se había hecho para las fotos de su nuevo book. ¿En serio pensaba que en las fotos se apreciarían sus uñas?

Me dirigí al perchero de la entrada y me puse mi viejo abrigo marrón de paño, que descansaba junto al carísimo de gabán de piel de Megan. A veces era un asco vivir con una niña rica pero, al menos, el alquiler era simbólico. Me calé el gorro beige de lana hasta las cejas y lo completé con un par de guantes sin dedos y una larga bufanda. Comprobé que el guion estuviera en mi gigantesco bolso y, tras despedirme de Meg, salí a la calle.

El aire frío del mes de enero en Nueva York, me golpeó en la cara y me obligó a acurrucarme más en mi abrigo, tendría que comprarme algo más adecuado para aquel clima tan desagradable. Comencé a caminar en dirección al teatro, mientras andaba esquivando gente pensé en la parte del guion que llevaba más floja. Había sido un golpe de suerte que la actriz principal se rompiera el tobillo esquiando y que yo fuera la sustituta. Ese era mi momento de destacar, sería fantástico para los créditos de mis estudios de artes escénicas. Al estar allí con una beca no contaba con los recursos de algunos compañeros que, como Megan, podían gastarse verdaderos dinerales en actualizar sus book. Mandaban sus fotos a todas las agencias y, en ocasiones, hasta pagaban por meterlas en sus archivos. Mi mejor opción era el Shakespeare Teatre, un grupo pequeño pero que contaba con un teatro fijo donde siempre representaban sus obras. Llevaba ya un tiempo con ellos pero, de momento, no había hecho más que papeles sin importancia. Siempre tenían la misma protagonista, una actriz con aspiraciones a diva que ya pasaba de los 40 y que sobreactuaba una barbaridad. El director se negaba a ver que era ridículo que hiciera algunos papeles, pero había salido en algunas películas de serie B de los años noventa y la consideraban un reclamo. De hecho verla como Julieta fue bastante triste, ya que más parecía su madre que otra cosa. Sin embargo ahora sería diferente, yo sería Titania, la reina de las hadas en El sueño de una noche de Verano. Ese era mi papel soñado, desde niña siempre me había encantado y estaba dispuesta a ser la mejor Titania de la historia.

Continué caminando sin darme cuenta de que me había desviado de la ruta correcta hacia el teatro. Ya me había pasado en varias ocasiones, como si algo me guiara en otra dirección y siempre lo ignoraba. Sin embargo en esta ocasión cuando me di cuenta estaba en la entrada del metro de Chambers Street. Mi intención era darme la vuelta y llegar al teatro, pero no lo hice. Por algún motivo sabía que debía estar allí, aunque más que saberlo era como una necesidad. Sin meditarlo demasiado bajé las escaleras que se dirigían al andén que, por lo sucio que estaba, debía llevar años sin usarse. No entendía el motivo por el que sentía que debía de estar allí, solo sabía que era lo que debía de hacer, igual que lo demás.

-Hola.- Saludé mientras me quitaba el gorro de lana que protegía mi larga melena castaño-rojiza. -¿Sabe alguien el motivo de que estemos todos aquí?- Sonreí avergonzada cuando me di cuenta de que me había lanzado a preguntar sin que nadie se presentara. En realidad solo me sentía cómoda en el escenario, cuando me bajaba me costaba bastante relacionarme.

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26/01/2015, 01:17
Zaira Castleworld

Zaira había bajado del avión con prisas y caminaba por los pasillos del aeropuerto, guiándose de las señales que indicaban donde se encontraba la salida. Todavía se preguntaba qué hacía allí. Era la primera vez que visitaba Nueva York y todo había sucedido tan repentinamente... Llevaba días teniendo una sensación extraña. Había empezado como un pequeño ahogo y una corazonada. Aquella mañana tenía un examen y había estudiado mucho para conseguir aprobarlo, pero de camino al aula, aquella sensación se fue haciendo más y más grande, hasta casi convertirse en un cosquilleo que recorría todo su cuerpo. 

Tenía que ir a algún sitio y no sabía a dónde. Se dejó llevar por aquella especie de llamada, que ni ella misma comprendía, y cogiendo el coche se dirigió al aeropuerto. Allí compró un billete para el primer avión que salía hacia Nueva York.

Tras unas cuantas horas de vuelo, Zaira bajó del avión y enseguida se dio cuenta del error que había cometido. Con sus prisas, llevaba tan sólo un abrigo de lana azul, insuficiente para el frío que hacía en la gran ciudad. Se arrebujó en él y, finalmente, consiguió encontrar la salida de aquel enorme aeropuerto. 

Buscó un taxi y le pidió que la llevara al centro de la ciudad. Mientras recorrían las calles, miraba embelesada los enormes edificios y las avenidas abarrotadas de gente. Le pidió al taxista que la dejara junto a un bulevard y se apeó para recorrer a pie las calles nevadas. Se metió en una tienda y compró un abrigo polar de color blanco que vio en uno de sus escaparates. También compró unos guantes de lana y una enorme bufanda de color rosa. 

Salió de la tienda con una sonrisa. Se encontraba mucho mejor, aunque aquella sensación se iba haciendo cada vez más persistente. 

Mientras caminaba por una de aquellas calles abarrotadas de gente, su smartphone empezó a sonar. Lo sacó del bolso y una mueca se formó en sus labios al ver que se trataba de su madre. Ya debía haberse enterado de su "huida" de la universidad y debía estar preocupada. Pero Zaira no tenía ganas de hablar con ella. Seguro que empezaba a insistirle para que volviera y cuando quería se podía poner muy pesada. También le hablaría de su hermana y rompería a llorar, otra vez. 

Silenció el teléfono y volvió a guardarlo en su bolso. Se detuvo en medio de la calle y miró a uno y otro lado. Se sentía perdida, no sabía dónde estaba ni a dónde se dirigía, pero sabía la dirección que debía tomar. Nunca le había pasado nada parecido y sentía mucha curiosidad por el resultado de aquella locura. Se mordió el labio, nerviosa y emocionada, y siguió caminando. 

Zaira había perdido la sensación del tiempo. No sabía cuánto llevaba caminando, cuando de repente sintió un cosquilleo recorrer todo su cuerpo. Se detuvo y volvió su mirada, clavándola en una estación de metro. Chambers Street. ¿Era allí donde tenía que ir? Tengo que averiguar qué está ocurriendo. Se dijo y, respirando profundamente, empezó a bajar por una escalera que tenía la pinta de estar bastante abandonada. Se detuvo tras haber bajado unos cuantos escalones y se giró de nuevo. No, no quería ir allí, debía haber algún error. ¿Por qué iba a tener esa necesidad de meterse en una estación que tenía toda la pinta de estar abandonada? Empezó a subir de nuevo los escalones, con la intención de alejarse de aquel lugar, cuando el cosquilleo volvió a hacerse persistente e incluso bastante incómodo. 

Vio que bajaba más gente y enarcó una ceja. Quizás no estaba tan abandonado como parecía. Suspiró y decidió finalmente bajar por aquellas escaleras. Había visto que bajaban más chicas, no creía que fuera a pasarle nada por seguir aquella extraña llamada. Joder, si he venido desde Oxford, ahora no me voy a rajar.

Finalmente llegó a un sótano y de alguna manera supo que había llegado a donde tenía que llegar. Miró a su alrededor, toda aquella gente estaba por lo mismo. 

Escuchó a una joven de cabellos castaños y de rostro suave, preguntando si sabían por qué estaban allí. La miró a los ojos y negó con la cabeza.

- Yo acabo de llegar y la verdad, no tengo ni idea - . Le dijo y se encogió de hombros. - Por cierto, me llamo Zaira - . Se presentó y una suave sonrisa se dibujó en sus labios.

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26/01/2015, 05:59
Kammy Phillips

Un hombre de aspecto nauseabundo se acercó a la chica que se le hacía familia y la llamó por su nombre. Aunque no conocía mucho la banda, sí que había escuchado de ellos antes. Era uno de los grupos favoritos de... - Stewart - dijo en voz baja mientras sus ojos tornasolados comenzaban a oscurecerse poco a poco. A pesar de esto, Kammy trató de controlarse y de no pensar más en ello, acción por la cual sus ojos retornaron al estado incierto que siempre les acompañaba.

Hace tantos años que usaba los lentes de contacto que había olvidado esto de ellos, pero ahora que se sentía particularmente inestable, no podía dejar de divagar entre sus emociones. A pesar de eso, el comentario sobre Narnia le sacó una sonrisa y miró de soslayo al joven que lo había dicho. Sus ojos se aclaraban tomando un color rosa más amable y miró al chico aún sonriente - Tienes una gran imaginación, ¿No crees? - dudaba su acercarse o no, no sabía qué tan receptivo podría ser a su extraña mirada. No quería pasar por eso otra vez, no ahora que se sentía en un lugar familiar para ella.

Se acercó despacio a él, dudando si hacerlo o no y le dijo con voz suave y dubitativa - Soy... Soy Kammy - el color rosa de sus ojos desaparecía mientras regresaba a ese mar incierto que representaba su mirada habitual.

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26/01/2015, 10:39
Anya Bennet

El camino que tenía ante mi no tenía un destino claro pero mi corazón me decía que mi lugar estaba allí. Me despedí de mi familia argumentando la necesidad de un descanso laboral para partir siguiendo mi intuición. Tras coger varios trenes al fin llegué a mi destino, Chambers Street.

Sin saber bien la razón descendí las escaleras del metro, percatándome de la ausencia del personal. Mis pies bajaban rápido los escalones, demasiado entusiasmada por las sensaciones que me habían llevado hasta allí, entrando en calor pese al ambiente frío de las fechas.

Una vez abajo vi a más de una decena de personas, la mayoría jóvenes, esperando nadie sabe que. Algunos hablaban entre sí aunque la mayoría optaban por una espera silenciosa. Por primera vez desde que salí de casa la inquietud se apoderó de mi, haciendo que me preguntara si no había cometido un error al venir aquí, si no me había dejado llevar por una especie de fantasma, un sentimiento generado por mi cerebro para dar explicaciones a mis preguntas. Indecisa esperé en una esquina, observando al resto de asistentes, buscando una vez más respuestas.

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26/01/2015, 13:06
Allegra Blue

La sonrisa de Allegra se intensificó ante la respuesta de la joven de cabellos morados (Kammy) a su broma. No pudo evitar dedicarle una pequeña mirada cómplice al ver sus piercings. La mirada que dedicas a alguien con quien a simple vista compartes algo, aunque sea tan sencillo como ver el mismo libro que estás leyendo en su mano, llevar tatuajes o teñirse el pelo de un color distinto. Le gustaba ese tono de tinte morado, una vez habían estado haciendo pruebas en el grupo para incorporar a una teclista y estuvieron a punto de coger a una chica que lo llevaba parecido, aunque Reddie nunca estuvo muy convencida y finalmente se quedó en nada. 

Los ojos de la mujer iban contemplando a los que llegaban. La inocente broma del muchacho de ojos claros (Thomas) la hizo soltar una breve risa, pero no llegó a responderle. Tenía sentimientos enfrentados en su interior. Por un lado le parecía extraño que tantas personas tan distintas entre sí se reunieran en un andén de metro abandonado. Por otro sentía que así era como debía ser y que todos estaban en su lugar. 

Allegra enarcó ambas cejas con diversión al ver a un hombre que parecía estar puesto hasta las cejas (Adam) acercarse a ella y reconocerla. Alzó ambas manos con las palmas hacia fuera y soltó una carcajada. - Culpable. - Dijo con buen humor antes de subirse las gafas de sol y dejárselas sobre la cabeza a modo de diadema. - Si quieres luego te firmo un autógrafo en el pecho. - Bromeó, antes de fijar su mirada en el resto de gente que iba llegando desgranándose poco a poco en el andén. Podía escuchar muchos acentos diferentes a pesar de que todos hablasen en inglés y eso le resultaba aún más curioso. ¿Desde dónde habría llegado toda esa gente? 

Se sobresaltó al ver un hombre caer por las escaleras y una chica llegar trastabillando, pero no le pareció que ninguno se hubiese hecho daño, así que posó su mirada en el hombre de aspecto desaliñado (Shawn) y le dedicó una abierta sonrisa. - No estoy segura de qué es lo que pasa... Pero sí, es aquí. O eso creo.

Miró hacia las escaleras. No dejaba de llegar gente y cada vez eran más los que se acumulaban en el andén. Suponía que muchos estarían haciéndose las mismas preguntas que ella, pues sentía en su interior la certeza de que todos estaban allí por lo mismo. Pero una vez habían llegado hasta allí... ¿Qué venía a continuación?

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26/01/2015, 13:56
Misty Holes

Misty llevaba una ropa que habría sido la comidilla del pueblo en el que había nacido, al norte de Escocia. El abrigo que llevaba combinaba todos los colores que se pudieran imaginar con formas de lo más inverosímil. Llevaba unos gruesos calcetines a rayas con los colores del arcoiris que le subían más allá de la rodilla y se perdían allá donde empezaba el abrigo. Esos calcetines no conjuntaban nada con sus botas de pelo de color rosa. En realidad, nada de lo que llevaba conjuntaba. Para coronarlo, llevaba sobre su cabeza un gorro que imitaba a un panda con una orejeras tan largas que llegaban hasta más allá de su cintura acabando en unas garras que hacían las veces de manopla, donde se podían meter las manos para tenerlas calientes.

En su pequeño pueblo de Escocia la habrían mirado mal por la calle, pero se encontraba en Nueva York, era diferente. Allí podía vestir como quisiera que solo captaría la mirada de una o dos personas a lo sumo, aunque la verdad, tampoco le importaba demasiado lo que la gente pensase de ella.

Andaba con expresión ausente y paso irregular, deteniéndose cada dos por tres para observar cosas que consideraba interesantes, que era básicamente casi cualquier cosa. Tarareaba la canción de Dominique mientras avanzaba y, de vez en cuando, incluso se permitía dar algunos pasos de baile en medio de la calle. No tenía prisa, pero nunca llegó a dar un paso atrás en su incansable marcha. Se detenía, bailaba, observaba, pero nunca retrocedía. Tal vez otros tuvieran prisa por llegar, pero ella veía el tiempo de otra manera y sentir el aire frío acariciando su rostro era suficiente para que se sintiera feliz. No había prisa. Estar encerrada tantos años habían hecho que valorase aún más los simples placeres de la vida que la mayoría se habían empeñado en ignorar.

De vez en cuando se acordaba de aquel lugar, lleno de médicos, enfermeros, camisas de fuerza y medicamentos que la calmaban y la dejaban en un estado apático, sin emociones, sin vida. Aquella solitaria habitación blanca e insípida y aquellas caras llenas de fingida cordialidad que le preguntaban como se encontraban... Un escalofrío le recorría el cuerpo le recorría el cuerpo cuando rememoraba aquella época.

Tras meses de viaje, llegó un punto en el que se dio cuenta de que estaba llegando. Una sonrisa apareció en su ausente rostro, pero ni siquiera entonces se apresuró. Siguió tarareando la canción, algo más fuerte que antes, y avanzando con su paso musical e irregular. Las respuestas llegarían, llegar antes o después no iba a cambiar nada, aunque eso no significaba que no estuviera ansiosa.

Antes de bajar, se dio la vuelta y observó la calle. Inspiró el aire de la contaminada ciudad como si se encontrase en medio de un bosque salvaje antes penetró en el subsuelo silbando su alegre canción. Llegaba de las últimas, lo sabía, pero tampoco le importaba. El orden de los factores no altera el producto.

Miró con curiosidad infinita reflejada en su rostro a los demás presentes. Hola! Saludó, visiblemente animada. Me llamo Misty. Escuchó la pregunta de la mujer rubia (Alana), y sonrió. Las respuestas llegarán cuando tengan que llegar, ¿para qué perder el tiempo pensando en ellas? El tono de la joven era bastante fantasioso, como el de una niña hablando de la última película de Disney.

Antes incluso de terminar de hablar, miró alrededor. Se encontraban en una estación aparentemente abandonada. Tenía su encanto. ¿No es fascinante?

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26/01/2015, 17:03
Jane Wild

Cuando la campana sonó, di un respingo, sobresaltándome en la silla. Vi la sonrisa de mi compañera de pupitre, ante mi reacción. Saqué un poco la lengua para responderla, y comencé a recoger el cuaderno y el libro de matemáticas. El examen que nos había puesto la profesora para el día siguiente era muy difícil, y temía que no me fuera a dar tiempo a preparármelo. Ciertamente, había pasado últimamente de los estudios. Demasiado.

—Nos vemos mañana— me despedí de mi amiga, sonriendo—. Quizá, te llame esta noche, después de los dibujos para preguntarte unas cosas sobre el examen, ¿vale?

Con un gesto efusivo de la mano, me colgué la mochila a la espalda, y salí de la clase, pensando en lo guay que estaría jugar hoy con la nieve. Me pregunté si mamá me dejaría hacer ángeles en la nieve, y un muñeco grande, con una zanahoria por nariz, y una bufanda vieja para que no pasara frío.

Salí del colegio junto al resto de la marabunta de alumnos, y caminé, algo distraída, dando un paso tras otro, sin percatarme de la dirección. Sinceramente, no me apetecía mucho llegar a casa tan temprano, y encontrarme con mamá, y que me comenzara a preguntar sobre las sesiones. Primero, porque el mismo señor me había dicho que no podía hablar con nadie de ello, y, segundo, porque no me gustaba hablar de esas cosas con mamá. Tenía que soportar su mirada preocupada, y su ceño fruncido de manera continua, como si estuviera enferma, o loca.

Seguí caminando, sacando la lengua para comerme los copos grandes que caían sobre la ciudad, y, observé algún escaparate con pegatinas enormes donde anunciaban la bajada de precios típica. Suspiré, y arrugué la nariz. Pronto iría a comprar ropa con mi madre. Siempre íbamos en enero, y a comienzos de verano. No fallaba.

Cuando despegué la nariz del cristal, y me fijé a mi alrededor, y vi el bosque de piernas oscuras que me rodeaba, me di cuenta de que me había equivocado de calle.

Sentí una presión en el pecho, y un poco de pánico, pero no me asusté como para llorar, como me pasó un día en el centro comercial. Podía soportarlo. Además, aquel camino me gustaba. Notaba que mi pecho iba por delante, como si me tirara una cuerda invisible, aunque me la imaginaba dorada.

Sorteé el mar de piernas echándome a un lado de la calle, alzando la cabeza, y mirando los rostros apáticos de quienes no sentían mi presencia. Me apartaba cada vez que veía que la otra persona no lo hacía.

Gente silenciosa, gente inquieta, gente preocupada, gente sonriente, gente pesimista, gente de todas las clases fue con la que tropecé toda aquella tarde mientras mi corazón me guiaba entre los copos que caían. Cada latido era un paso.

Fue, entonces, cuando lo vi. El metro. Una boca de metro hambrienta, esperando engullirme sin piedad. Entera. Pestañeé varia veces, y miré por encima de mi hombro, como si esperara una confirmación de alguien. Si mis pasos me habían dirigido allí, debía de entrar.

Suspirando, di un paso tras otro, bajando los escalones, escuchando el sonido que hacían mis botas en el suelo helado y húmedo.

Tragué saliva con dificultad cuando vi a todas las personas allí reunidas. Aguardaban a que el tren viniera, me imaginé, por lo que me quedé quieta, pegada a la pared, mientras contemplaba el arco iris de sus cabellos, y los gestos de sus manos, y escuchaba los comentarios que se decían, y las risas que sus gargantas proferían.

Me rasqué la nariz, al tiempo que miraba hacia la oscuridad del túnel, preguntándome si el tren tardaría mucho en llegar. 

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26/01/2015, 19:17
Adam Hart

-Deeh pfruta madrre tiaa- contestó a Allegra, ante su propuesta. Probablemente en su estado, no supo distinguir el tono bromista de aquella intención. Comenzó a desabrocharse la camisa  para que pudiese firmar, perdido en un balanceo caótico que le hizo olvidar el equilibrio cayendo. Casi a ras del suelo de lo que era un inevitable trompazo, apareció instantaneamente en su posición incial. Con una mano sobre la cadera y gesto de daño. Un segundo después pudo oirse un golpe contra el suelo, sin haber nada en él. -Aaaahh jodfre...- Comenzó a reirse con una carcajada que enrojeció su rostro y por momentos pareció faltarle el aire. Poco a poco fue recuperando el resuello, y con el rostro tapado por la melena que se le había venido a la cara se giró y miró al fondo del tunel. -Drueno, ¿no pasaaaa por aquri el ¡PUTO! -única palabra que se le entendió con trasparencia cristalina- pren de los frojones?- Resopló levantando momentaneamente algunos pelos que tapaban su boca.

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26/01/2015, 20:15
Lyman F. Gale

Día. Hora. Tiempo atmosférico o cronológico. Eran conceptos que hacía mucho que no importaban, que Lyman Frank Gale había dejado de prestar atención a ellos. Tanto en sus pensamientos como en su mente en blanco, no tenían cabida. Todo era una continua unidad indivisible. Cada segundo igual que el anterior. No metafórica sino literalmente.

El frío invernal lo alcanzaba de forma tenue, lo suficiente para no mudar sus ideas. Los rigores del invierno llegaban tan solo lo que permitieran los muros de su erigida fortaleza. El territorio que había reclamado para sí. El aire no era ni más ni menos sofocante que en verano.

En cuanto Nueva york, la ciudad que nunca duerme, él no compartía sus oraciones, ni sus anhelos. No era parte del organismo, no participaba de los latidos de la ciudad, no transportaba ni repartía sus energías, ni su actividad frenética a sus distintas células que la movían. No, porque la ciudad tampoco lo integraba, lo había repudiado, se había desprendido de él, como piel muerta. Y como piel muerta que era, ni dormía ni estaba despierto. Tan solo existía, descomponiéndose lentamente.

En esa suspensión, el pasado era un viejo enemigo vencido y olvidado, y el presente como un tren que ni avanzaba ni retrocedía dando tumbos en un circuito cerrado en un túnel. Sin destinación.

Pero, de pronto. Repentinamente como un primer rayo en una noche de tormenta.

Algo rompió la oscuridad.

Era la señal. El cometa que anunciaba el profeta y marcaba un antes y un después con el que recordar la historia.

Llevaba más tiempo que nadie atendiendo y esperando su llamada. Siguiendo su estela. Posiblemente desde la cuna. Más consciente que la mayoría de sus compañeros. Hacía demasiado que esperaba.

Era un canto de sirena, que había emergido de la nada como un martilleo creciente y constante, del que no cobrabas consciencia hasta que cesó. Y cuando lo hizo, uno se daba cuenta hasta qué punto ahogaba tus sentidos. No escuchabas, no veías, y no comías. Entonces, como una oreja taponada que se despresiona, de golpe: todo fue relax. Podías sentir alivio. Sentías que respirabas, como si hubieses vivido demasiado bajo el agua.

Chambers Street. Donde terminaron sus pasos, donde emergió con su rostro pálido y sus ropas oscuras, viejas y desgastadas. Vistiendo sencillo, con pantalones grises que hubo algún momento en que fueron negros, y una sudadera pasada de época, Lyman se movía tranquilamente entre la multitud, observando uno a uno como se reunían sus hermanos y hermanas. Escrutándolos tras sus gafas de sol que velan su mirada. Sin hablar con nadie. Sin relacionarse más que con sus pensamientos.

Si alguien reparó en él, no sabría decir si ya estaba cuando llegaron, o en qué momento había pasado a ser otro más.

Había llegado al portal. Al origen de aquella emisión ininterrumpida. Y allí, aquella voz asfixiante: cesó. Con las manos en los bolsillos caminando a pasos erráticos fue dibujando una sonrisa que desconocía, que creía perdida. Y sintió una sensación desdeñada, olvidada por la obligación. La euforia y el éxtasis. Creciente como un aullido de dolor o un jadeo placentero. Como si su vida recién empezara, pero en vez de un llanto como el del recién nacido, empezó a reírse.

Con una risa estridente, desinhibida, feliz.

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26/01/2015, 20:18
Anastasia Bubois

La infantil, pero natural, sonrisa de Anastasia se acentuó, deformándola hasta tornarla artificial y perder su significado, pasando de un reflejo de su ánimo a un gesto de confirmación, una amable carta de presentación hacia la chica arco iris – Sí, sí que lo es Mistý.- respondió con acento francés mal disimulado –  Fascinanté y familiaj.  – se atrevió a interpretar el sentimiento que la invadía.

- Raramente familiar – concretó para sí misma dirigiendo su mirada de pequeños puntos centelleantes sobre un iris liliáceo oscurecido a los rostros de todos los presentes, incluso ladeó la cabeza alguna vez para encontrar el ángulo adecuado que le revelaba los rasgos faciales de aquellas personas, de todas excepto la chica que le recordaba a Allegra Blue, a la cual le avergonzaba mirar con descaro.

-Si parece un ganso y grazna como un ganso… - se dijo a sí misma la tercera vez que sus pupilas se posaron en el rabillo del ojo para analizar a la peliazul, permitiéndose llegar a la conclusión de que efectivamente pisaba el mismo suelo que Tempi Color. Aunque el gótico colocado colaboró en gran parte a formar esa conclusión.

- Rgramente familaj – se enclaustró en el mismo pensamiento deteniéndose en los ojos rosados de la chica que compartía su pasión por los tintes morados, y durante unos segundos se perdió a sí misma en esos ojos, tan cambiantes, tan hipnotizantes; ¿Cuántos colores existirían en ellos? ¿Cuando volverían a cambiar?

Se perdió tan solo unos segundos, aquellos que la calma previa a la tempestad le habían concedido, y como si le hubiesen echado un cubo de agua fría en medio de un sueño llegó a sus oídos una risa que a ella le pareció histérica, desmedida; una risa que golpeó en sus sienes y que la obligó a clavar su mirada en su emisor con la frente ligeramente arrugada, reflejando la suplica de que se detuviera y con la amenaza de que más le valía hacerlo.

 

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26/01/2015, 20:27
Shawn D. Williams

No podía haberse equivocado, las personas que iban entrando destacaban en alguna forma o tenían rasgos que las delataba. Se confirmó cuando todas ellas fueron hablando y poco a poco respondieron a la duda que se había planteado en las distintas conversaciones. 

Fue como si Shawn se hubiera quitado un gran peso de encima, después de tanto tiempo... 

Su expresión se suavizó y asintió lentamente mientras bajaba la mirada y resoplaba de puro alivio. -¿Os habíais reunido antes alguno de vosotros? -preguntó levantando la cabeza de nuevo, intercalando la mirada entre aquellas mujeres que de una manera u otra habían seguido el hilo de la conversación. -Hace mucho tiempo que buscaba estar con vosotras, bueno, en esta estación quiero decir. Pero no sé por qué. 

Shawn se mordió el labio y fue recuperando la actitud propia en él. Su seguridad y su energía no se habían ido, solo había estado deprimido durante algún tiempo. Hasta hoy, esto arreglaba todos sus males.

Más fueron llegando, personas que también tenían un brillo especial en su mirada. Shawn se preguntó si todas tendrían habilidades sobrenaturales al igual que él. Se moría de ganas por saber más de ese lugar.

-¿Te imaginas que llega un tren? -dije sonriendo al tipo borracho.

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26/01/2015, 20:31
Samuel Nabody

Pegado a la pared, casi deseando fundirse con la suciedad que cubría las baldosas, Samuel permanecía con la cabeza agachada, sorprendido y embelesado con el desparpajo que demostraban esos desconocidos entre sí. ¿Cómo tenían esa facilidad para hablar -y tontear- entre ellos? Él siquiera tenía redaños como para dirigirse a sus compañeros de trabajo, como para hacerlo ahora.

Abrazándose, buscando aislarse de todos y de todo, miró a las sombras que se extendían más allá del andén, deseando que algo cambiara.

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26/01/2015, 21:27
Mr. Ink - Hundo Freneza

El ruido que salia de los escalones de la estación, precedían a las pisadas de Hundo; un hombre vestido con un gran abrigo marrón en cuyos hombros en vez de caspa había nieve y con un gorro de lana tapando sus orejas pero no sus ojos, los cuales estaban atentos a las paginas del libro que estaba leyendo. Como todo escritor tenia costumbre de leer al menos un par de horas al día y ahora mismo era el momento perfecto, pues se guiaba por pura intuición no por su afán de llegar a alguna parte.

Cuando bajo el ultimo escalón, las botas de goma chirriaron en la estación y fue la señal para terminar la ultima pagina de: El Gran Espectáculo Secreto; de uno de sus autores inspiradores, y echar un vistazo a donde le habían llegado su instinto. Una estación de metro llena de vida, con caras demasiado hermosas y parcos en palabras.

-Vaya.-Comento tras cerrar el libro, guardarlo en uno de los anchos bolsillos de su abrigo y empezar a caminar hacia el gentío.-Supongo que todos venimos a lo mismo.-Dijo aun caminando a paso seguro y desabrochándose los gruesos botones.-Se ve que la temperatura aquí es distinta.-Aclaro mientras mostraba un chaleco gris que ocultaba una camisa blanca con el cuello de la camisa demasiado alto para poder ocultar ese molesto tatuaje que nunca quiso.-Soy Hundo Freneza, encantado. Aunque alguno tal vez pueda conocerme por Mr.Ink.-Ser un escritor te hacia tener una cara publica, pero no siempre te encontrabas con tu publico, por lo que no esperaba ser conocido, así que simplemente metió sus manos en los bolsillos de su pantalón de pana marrón y espero a que alguien respondiera su cordialidad.

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26/01/2015, 21:44
Narrador

Como gotas cayendo por la acción de una gravedad errática. Como gatos encontrándose en casa después de llegar por caminos distintos. Así, como gatos y como gotas, comenzasteis a reuniros. Pasaron varios minutos desde que llegó el primero hasta que lo hizo el último, y durante ese tiempo el olor a herrumbre fue penetrando en vuestras fosas nasales y empapando vuestra frente por la cara interna del cráneo. Aquel lugar estaba viejo. Viejo y desgastado. Y sería imposible pensar que tuviera más que ofreceros de no ser por esa continua sensación de vuestro pecho, de vuestra piel, de vuestra alma. Esa certeza de que todos compartíais algo más que ese sitio en ese momento.

Sería difícil decir cuando empezó a escucharse la voz. Las conversaciones entre unos y otros habían comenzado y, de repente, estaba ahí, como si llevase todo el tiempo cantando.

Se trataba de una voz femenina, casi de cría, que os llegaba alta y clara como si la megafonía del lugar estuviera amplificándola con una calidad que sabíais imposible. Sus palabras parecían provenir de todas partes, y penetraban en vuestros oídos y vuestra piel, erizándola, haciéndoos conscientes de que no os encontrabais solos. De que más adelante, en algún lugar del túnel, una niña estaba cantando para vosotros.

[color=#666666]¿Vas a venir al árbol dónde vi
a un hombre ahorcado
que a tres hizo morir?
[/color]

[color=#666666]Cosas extrañas pasan al anochecer
en el árbol del ahorcado te veré.
[/color]

 

Sería difícil saber quién de todos los que erais echó a andar primero, o si lo hizo llevado por la preocupación, la curiosidad, o un canto de sirena que ahora oía por primera vez. Lo que sí es seguro es que la sensación de que aquellas vías estaban completamente inutilizadas era común a todos, y con ello el peligro de que un tren llegase era inexistente. La bajada del andén fue sencilla: apenas era un salto de un metro y había un par de lugares con escaleras. Y después sólo quedaba caminar siguiendo esa voz constante, esa que sabíais que sería la siguiente parada de vuestro camino.

[color=#888888]¿Vas a venir al árbol donde vi
a un muerto pedir
a su amada huir?
[/color]

[color=#888888]Cosas extrañas pasan al anochecer
en el árbol del ahorcado te veré.
[/color]

 

A pesar de lo que pudiera parecer tuvisteis que caminar varios minutos. Sin embargo, durante ese tiempo no hubo ninguna duda: ese era el camino. Poco a poco, conforme avanzabais, el lugar parecía aún más desolado. Ya no era sólo suciedad, sino podredumbre en las paredes y pequeños charcos oscuros cada vez más frecuentes en el suelo. Ante vuestros ojos el aire parecía hacerse más denso, y cuanto más cerca estabais menos presente era el frío de la calle.

[color=#AAAAAA]¿Vas a venir al árbol donde vi
un sueño en el qué
ser libre junto a ti?
[/color]

[color=#AAAAAA]Cosas extrañas pasan al anochecer
en el árbol del ahorcado te veré.
[/color]

 

Fue tras doblar una esquina del trayecto que al fin la visteis. Ninguno estaba preparado para esa imagen: ¿quién podría estarlo? Delante de vosotros, a apenas cinco metros, un enorme árbol emergía del suelo. Era grande, robusto, y sus ramas se contorsionaban y acumulaban al llegar al techo y las paredes. Pero no fue eso lo que os quitó la respiración.

De una de las ramas más altas colgaba una chica de apenas doce años suspendida por una cuerda que iba directamente a su cuello. Su mirada estaba fija en el suelo mientras sus labios se movían con suavidad, lentamente, dejando que cada sílaba escapara de ellos como si fuera la última. Sobre ella rama y cuerda se mecían lentamente, en un continuo balanceo que seguía el ritmo de sus palabras.

[color=#AAAAAA]Cosas extrañas pasan al anochecer
en el árbol del ahorcado te veré.
[/color]

 

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26/01/2015, 21:45
Niña

A pesar de que el balanceo de la niña parecía cada vez más débil, su voz seguía llegándoos exactamente al mismo volumen que un rato atrás, cuando aún os encontrabais en el andén. Sus cabellos eran rubios con un par de mechas rojas, como las de esas crías que intentan demostrar así una independencia aún no adquirida. Ni siquiera era una adolescente. Iba vestida con una chaqueta de color azul oscuro, y bajo ella una camiseta negra con un dibujo blanco. Sin embargo, lo que más llamaba la atención eran sus botas. De aspecto militar, eran capaces de transmitir todo el movimiento de su cuerpo, ese tétrico y macabro vaivén en que parecía hallarse sumida. En el suelo, bajo el lugar donde pendían sus pies, había una mochila que debía de ser suya.

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26/01/2015, 22:19
Samuel Nabody

El callado y tímido Samuel había avanzado en compañía de varios de esos desconocidos, siguiendo su sombra, arropándose en el invisible abrazo que ofrecían loas grupos numerosos. Aunque ya iba haciendo menos frío que en la calle, aún tenía el cuello del abrigo subido, mostrando apenas su rostro pálido y enfermizo. Dejó escapar un atisbo de tos a medida que seguía al grupo, soltando una ahogada exclamación cuando pisó torpemente uno de los charcos y se mojó zapato, calcetín y pantalón. Eso seguro que le causaba un resfriado al día siguiente.

Distraído como estaba con sacudir la pierna como si de un perro se tratara, no vio el gigantesco árbol hasta que no se topó con él practicamente de bruces. Su mente, mucho menos ágil y avispada que las de los presentes, tardó en comprender qué estaba viendo, y por qué aquello estaba fuera de sitio. Era como ver un cubito de hielo en una hoguera, como ver a una bailarina de ballet en la arena de un circo romano. Era la niña, que parecía tan ajena al terrible destino que había sufrido como si no estuviera allí. Como si el estar pendida de su frágil cuello de una cuerda no significara nada para ella. Pero sí para Samuel.

Corriendo encorvado hacia la pared, se apoyó en la herrumbre que devoraba la escena y vomitó el contenido de su estómago con un desagradable sonido.

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26/01/2015, 22:30
Ivanna

Ivanna escuchó aquella voz a lo lejos, como el canto de una sirena que la llamaba, irresistible, hermoso, ineludible. Sin a penas pensarlo, saltó a las vias del tren, y corrió, buscando el origen de la canción que resonaba a través del túnel del metro. Corrió, sin casi acordarse de respirar, y lo que vio ante ella le produjo un estremecimiento. 

Miró al árbol. Aquello era imposible, pero a la vez tan maravilloso... Se fijó en la pequeña que colgaba de una de las ramas, pendiendo de una cuerda que rodeaba su cuello, despiadada y peligrosa, y aún así, incapaz de ahogar su canto. Su propia cabeza se movía, inconsciente, siguiendo el vaivén de su pequeño cuerpo, mientras sus labios empezaron a moverse, primero en silencio, paladeando las sílabas de una melodía desconocida. Un susurro fue abriéndose paso en su garganta, poco a poco, mientras asimilaba la melodía de aquella canción que horadaba en su ser, como un purgante, haciendo que sus ojos se humedeciesen gradualmente, hasta derramar lágrimas sobre sus mejillas.

Finalmente, su voz, fue cobrando volumen, una vez conocedora de la melodía. Bajo el cuerpo tambaleante de aquella infante extraña y ahorcada, Ivanna comenzó a cantar, temblorosa, feliz hasta un punto casi enfermizo, con los ojos cerrados y la cara mojada en llanto, totalmente obnubilada, abstraida, maravillada. Sobrecogida, se agarraba las manos sobre el pecho, e inclinaba la cabeza hacia atrás, como si quisiera alcanzar con su canción un punto más alto.

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26/01/2015, 22:37
Shawn D. Williams

No sabría decir si la canción lo estaba asustando o solo poniendo más nervioso de la cuenta, pero desde luego aquella letra no era para dar saltos de alegría.

Shawn quedó horrorizado con la visión del árbol y la niña, fue demasiado para él. Al principio avanzó hacia él lentamente, llevándose la mano a la boca como si no acabase de creer que algo tan terrible pudiera haber sucedido en los túneles del metro. No pasó mucho hasta que corrió al socorro de la pequeña. 

No se movía, pero estaba cantando. Aun así alguna tenía que hacer, no podía simplemente permanecer como un mero espectador frente al árbol. Algo le pedía que se echará atrás y observase, que había algo extraño y en cierta manera malvado en aquella figura.

Dejó atrás aquellas advertencias y continuó, su humanidad le gritaba que la ayudase de alguna manera. Trató de alcanzar sus pies para levantarlos tanto como pudiera, no soportaba verla colgada. -¡Eh! -gritó en dirección al grupo deseando que lo siguieran para socorrer a la niña.

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26/01/2015, 22:49
Anastasia Bubois

La voz de sibila se filtro en Anastasia, no únicamente en cráneo, en su cerebro, en su mens más interna, sino en cada particula de ella, tomando el control de ella, moviéndola como la muñeca de trapo que llevaba años siendo, guiándola una vez a donde ya debía haber llegado.

Anastasia avanzó, pausadamente, con calma, temiendo romper la suavidad de la voz con sonido de sus pasos. Se adentró en el túnel con el corazón palpitante, hirviendo de puro amor a una melodía y a la caricia de esta. Caminó con los ojos cerrados, respirando aquella voz embriagadora, hasta que algo en ella la llevó a detenerse y ver, no simplemente mirar, ver y grabar en ella la belleza que se desplegaba ante sus ojos.

El árbol enjaulado en ese túnel, extenso, digno, cubriendo el techo ovalado de una estación muerta con vida. Le pareció poético.

Su sonrisa primeriza volvió a sus labios y sus ojos cayeron en la pequeña que se balanceaba de su propio cuello, impasible por ese juego peligroso, radiante en su canción.

Oyó la voz de una mujer unirse al cántico y ese mismo deseo se apoderó de ella, y, sin embargo, guardó silencio, entrelazó las manos y observó. Sintiendo como su esencia era absorbida por completo por el vaivén de las botas que danzaban en el aire, sus rodillas dejaron de sostenerla y cayó sobre ellas.