Partida Rol por web

-Si no hay rumores tal vez sea el primer movimiento para algo mas importante. Igualmente sera necesario recabar información o poner en aviso a las aldeas y pueblos cercanos, a la larga podría ser beneficioso y mas si necesitamos ayuda en el futuro.

Medito las palabras de Arkyn

-Bien pensado, es una posibilidad y justificaría un movimiento tan torpe, aunque tal vez el ataque provenga de otra u otras direcciones, de ahí que haya ordenado patrullas alrededor de Sil Auressë. Todo esto me huele mal, el ataque a nuestra caravana y a la casa de Broud....no tardaran en venir a por nosotros.

-Curudae, amigo mio, necesitaremos almacenar lo indispensable en el castillo por si vienen horas oscuras, y tal vez sea hora de hablar con nuestro....invitado, al no ser que quieras preguntar alguna cosa a Arkyn o él tenga algo mas que decir -afirmo mirando al muchacho.

De acuerdo, iré, dije

Dejaré la visita a los herreros enanos para otro dia,... si es que consigo verlo, digo sonriendo al guardia.

Me retiro junto a Earnil a revisar mis armas y descansar un rato hasta la hora señalada.

El bardo negó con la cabeza mientras esperaba pacientemente cualquier pregunta adicional que quisieran hacerle.

-Pues si Curudae no quiere formular ninguna pregunta, puedes retirarte -afirmo antes de mirar a Curudaep por si quiere decir algo.

Arkyn asintió con la cabeza y salió de la habitación.

-No tengo más preguntas que formular, dijo Curudae y le despidió a Arkyn. El bardo había hecho un largo viaje por las tierras de alrededor, y había regresado con una información valiosa a la par que preocupante. 

Cuando Arkyn salía por la puerta, el Senescal convocó a Aelloth, el emisario de Echorion, el Hir Girithlin.

Al llegar al patio veo a todos reunidos. Busco con la mirada y al ver a Ragi me acerco a él -"Buenas compañero, ¿preparado para una misión fuera de la tutela de la escuela?"- y me quedo situado a su lado esperando a lo que tenga que venir.

Estoy plantado de pié, con la lanza a mi derecha también de pié y el escudo colgado a mi espalda. cuando veo acercarse a Denelloth, sonrío y le devuelvo el saludo con el mismo gesto de la cabeza.

Escucho con atención y digo -"Puedes contar conmigo  para lo que necesites, estoy presto para partir"- a la vez que digo estas palabras, levanto la lanza y hago un gesto hacia arriba, para mostrarla en mi mano.

Denelloth lanzó una última mirada a los hombres, satisfecho del entusiasmo de la mayoría de ellos (Ragi parecía pensativo y Wulfgar se había limitado a asentir muy serio), y giró sobre sus talones para dirigirse al encuentro de Khôradur. Quería informarle de sus decisiones y recordarle la necesidad del apoyo de un sargento. Sin embargo, sabría que estaría muy ocupado, así que decidió revisar sus escasos pertrechos antes de esperar pacientemente ante la puerta del Lugarteniente a que tuviese un instante libre, repasando mentalmente sus planes. En cualquier caso, al ocaso estaría esperando a Nórion, y la partida estaría formada y en marcha antes de que empezase a oscurecer.

- Siempre listo, eh? - Le dice a Eben con una mueca. Después de la marcha de Denelloth todo parece decidido. - Bueno, yo voy a preparar mis cosas y a descansar un poco, que parece que vamos a estar toda la noche en vela. - Dice, despidiéndose de los demás mientras el pequeño grupo se deshace. - Aunque antes pasaré por la cocina, que con tanto ajetreo no he comido nada. - Añade, sintiendo de pronto el hambre en su estómago.

Tras un pequeño bocado Ragi se dirige a su habitación, intentando mantener el creciente nerviosismo a raya con actividad. Así, dedica la mañana a preparar su exiguo equipaje: ropa y comida. Ha cogido algo de fruta y frutos secos de la cocina, que mete en su mochila. Después elige la ropa que se va a poner: algo que le abrigue en parte del frío nocturno pero que sea cómodo. Busca la ropa más oscura que puede encontrar - Bueno, con esto y la capa por encima deberá bastar. - concluye. Comprueba finalmente que su espada corta, el arco y las flechas estén en buenas condiciones, ayudando con un poco de aceite donde es necesario. Al final decide incluir la cuerda y las ganzúas en el equipaje. Cuando ya no encuentra nada más que hacer se da cuenta de que se acerca la hora de comer. - Quizá pueda encontrar a Sir y comer con ella. - se dice. Y se dirige ver si ve a la pequeña entre los alumnos de la academia que terminan sus lecciones matinales.

Tomo un sorbo de vino

-Esto se está complicado Curudae, a ver que nos dice Aelloth, pero me estoy planteando seriamente llegar a algún tipo de acuerdo con Erchorion. Es posible que necesitemos de sus fuerzas, aunque eso podría tener como consecuencia que Sil Auressë entre en el conflicto que tiene con su tío.

Curudae seguía sentado en su sillón, con la mirada perdida en un punto lejano. Su cara denotaba cansancio. -Echorion tiene legitimidad para el trono de Girithlin. Y ha actuado con honor. No obstante le pierde su ímpetu. Quiere acabar la guerra contra su tío con una carga gloriosa liderando a sus caballeros. Pero aprende rápido. Ya no es ese joven inocente que fue sacado de Barad Girithin bajo el manto de la noche y llevado en secreto hasta Fornost.

El Senescal bebió un largo sorbo de su vino, y sonrió. -El tablero lo tenemos delante. De nuevo se están moviendo las fichas. No me gusta la idea de comprometernos con Echorion, pero de las opciones que tenemos, es la que menos mala me resulta. Ahora bien, ¿qué le podemos ofrecer? Además de devolverle a Aelloth, claro. Parece que tiene en gran estima a este tal Aelloth.

-A mi tampoco me gusta, es preferible mantenernos neutrales, pero si estamos ante un gran mal, pocas opciones tenemos. Aún no somos lo suficientemente fuertes para afrontar según que retos por nosotros mismos. No se que podemos ofrecer, Echorion tendrá que fijar el precio, aunque también te diré que no olvido que nos envió a un espía y pienso utilizarlo en las posibles negocianes, si al final se producen.

El montaraz asintió con la cabeza mientras los del grupo terminaban de preparar sus cosas para partir. Estaban listos para enfrentarse a lo desconocido. Se dirigió a Eärnil pero elevó su voz ronca para que le escuchen todos.  –Tengo que informar al Lugarteniente Khôradur antes de partir, y también nos acompañará uno de los sargentos del ejército. Reuniros al norte de la aldea, y cuando estéis todos, podéis partir sin mí para aprovechar las horas de luz. Os alcanzaré lo antes posible. Eärnil, te encomiendo la tarea de explorar a cierta distancia por delante del resto. Intentaremos evitar los peligros hasta llegar a nuestro destino. En el grupo viajaremos diez personas. Iremos ligeros, y con dos caballos. Eärnil, te pido que permitas que uno de los que nos acompañará pueda montar en tu caballo mientras estás en la avanzadilla, para no retrasar al grupo. Su nombre es Norión. Nos vemos pronto.

Sin esperar respuesta, el montaraz se dio media vuelta y se alejó en dirección al castillo.

Aelloth entró en la Sala de la Asamblea. A pesar de su aspecto algo desarreglado, su paso es firme y su mirada alta. Khôradur no puede evitar recordar cómo él se encontraba en su misma situación después de la Batalla de Metraith. Vencido pero no derrotado, invitado y a la vez prisionero. La forma de enfrentarse a una situación así decía mucho de un hombre. Y Aelloth era más soldado que emisario o espía, de eso no había duda. Aunque tampoco no había duda de que sus actos habían sido, como poco, reprochables. Había acudido en secreto a la Fiesta de la Academia, actuando como un espía de Echorion, y había sido desenmascarado. No era de familia noble, pero poseía cierta autoridad. Un fiel escudero, o un hombre de confianza del joven príncipe Echorion.

Se quedó de pie, con las manos juntas detrás de su espalda, mirando a Khôradur y Curudae con cierto desafío en sus ojos, pero sereno y tranquilo. No estaba solo, ya que lucía abiertamente el emblema de Echorion: el escudo anterior de Girithlin.

El Jefe de Guardia Walec le había acompañado desde la celda hasta la Sala, y se quedó junto a la puerta. Preguntó con la mirada si quedarse o salir fuera. Detrás de él, apareció la figura sombría de Denelloth. Buscó con la mirada a Khôradur, vio a Aelloth, y se quedó esperando paciente.

Arkyn se metió en la bañera llena de agua caliente y la espuma de jabón le envolvía. La guapa camarera pelirroja Lairin le había preparado el baño, y por fin pudo descansar. Recordaba a Lairin de las Tierras de Bree, de las fiestas, de las caravanas donde solía ofrecer sus servicios a los hombres… Pero Sil Auressë era el lugar para las segundas oportunidades. Aquí todos tenían un pasado, pero no se les juzgaba por lo que habían sido o lo que habían hecho, sino por lo que podían hacer ahora. Todos tenían una historia que contar, y quizá el laúd del bardo sirva para dejar constancia de ello, de la misma forma que los libros que escribía Norión.

Pero los pensamientos de Arkyn se alejaban de la bella Lairin hacia el rostro angelical de Caäniza, y hoy, de forma irremediable, hacia la granja destrozada de Broud. El olor de los cadáveres quemados, la destrucción completa de los orcos para no dejar huellas. Khôradur sospechaba que Sil Auressë podría ser atacado. Los orcos actuaban así empujados por un líder fuerte. O por temor a un gran poder. En las posadas se escuchaban susurros sobre la inminente llegada de una nueva Oscuridad. Rumores malintencionados o simplemente fruto del aburrimiento, delirios de locos y borrachos… Era difícil saberlo.

Adhellin tardó en abrir la puerta de su taller. Tenía cara de sueño, iba despeinado, con la camisa desabrochada y olía a alcohol de la fiesta de la noche anterior que al parecer se le había alargada hasta el día siguiente.

-Ah, Norión. ¡y también Girion! Pasad, pasad, decía mientras se frotaba los ojos.

Se echó a un lado, y en un momento de lucidez, comprendió que Norión había acudido a él por algo importante. Del altillo donde dormía el artista bajaron dos mujeres jóvenes, también despeinadas, con apenas algo de ropa interior y sujetando sus vestidos en las manos. Girion reconocía a una como Lairin, la guapa camarera pelirroja de la posada con la que a menudo soñaban los chicos de la Academia. Adhellin se despidió de las dos con sendos besos y un largo suspiro al verlas salir por la puerta trasera de su taller. Luego se dio la vuelta con una sonrisa apenas disimulada. –Espero que sea importante, amigo Norión.

Hago un gesto a Walec y a Denelloth para que ambos se queden en la reunión. Acto seguido miro a Aelloth a los ojos, respondiendo a su desafío, pero con cierta amabilidad, ambos somos soldados y tenemos más cosas en común que diferencias.

-Saludos Aelloth, por favor, siéntate, ¿una copa de vino? -le pregunto mientras le ofrezco una copa-

-Te encuentras aquí porque queremos hablar contigo sobre ciertos hechos un tanto preocupantes que nos conciernen.

Denelloth se queda de pie junto a la puerta, al lado de Wallec. El montaraz, de carácter por lo general tranquilo, está visiblemente impaciente por despachar con el Lugarteniente Khôradur y partir a su misión. Sin embargo, no conoce al tal Aelloth, y tiene curiosidad por saber más sobre él.