Partida Rol por web

-Mi señor Echorion me envió porque llegaron a sus oídos que Sil Auressë estaba organizando una fiesta, y que habían invitado a muchos de los nobles del territorio para discutir algunos temas. Teniendo en cuenta que es el príncipe legítimo de Girithlin, y protector de estas tierras entre Dol Tinare y Dol Caladir, según se acordó en la Asamblea de Metraith, le pareció muy descortés no invitarlo.

Aelloth sonrió. -Finalmente resultó ser una simple inauguración de la Academia sin mayor interés que un concurso de poesía. Aunque entre el público hallé el motivo por el cual creo que mi señor no fue invitado. La Dama Ayla le ha dado su protección a la Dama Finduilas, enemiga de Lord Echorion. Ya no tiene importancia, pero simplemente constatar que no fui enviado como espía sino en representación de mi señor.

El enviado de Hir Girithlin comenzó a andar hacia Walec para que le acompañe a su celda. -Se avecinan tiempos difíciles. Creemos que Sil Auressë y las fuerzas leales de Girithlin pueden beneficiarse de una colaboración, dijo antes de irse.

-Tal vez si te hubieses presentado como tal no te hubiésemos tomado como espía, pero bueno, es cosa del pasado. Tu señor no ha de preocuparse de Finduilas. Es una mera invitada en Sil Auressë.

Tras escuchar las últimas palabras de Aelloth, sonrío.

Por eso te enviamos de vuelta -pienso para mí- pero los orcos desbarataron nuestro planes. Eso hora de comenzar a forjar alianzas.

En cuanto sale de la habitación me dirijo a mis compañeros

-Esto cada vez me gusta menos. Dos señores de orcos, uno al este y otro al oeste, guaridas de orcos en Minhiriath. Las fuerzas de la oscuridad se están moviendo para algo. -Miro el mapa- En base a lo que sabemos es fácil de deducir. El "Señor de la Guerra" ha caído y pueden usar las fuerzas que sobrevivieron a su caída. Si nos borran del mapa tendrán un control de las regiones centrales y septentrionales de Cardolan y podrán cercar a Arthedain desde el sur y poner en peligro al resto de principados y baronías que aún perduran.

Miro a mis compañeros

-Cuando enviamos a Aelloth nuestra intención fue la de crear una Alianza con Echorion. Creo que va siendo hora de volver a intentarlo, en vista de las circunstancias. Tal vez podríamos enviarle un mensaje explicándole lo que sabemos. Lo que nos amenaza a nosotros le amenaza a él, y no disponemos de tropas suficientes para afrontar esta amenaza. Necesitamos su ayuda, aunque me preocupa el precio que tengamos que pagar para conseguirla.

-Denelloth, nos volveremos a reunir en una hora con los sargentos y Walec. Curudae, aunque será una reunión militar puedes estar presente. Es hora de informar a nuestros hombres de lo que se nos viene encima y comenzar a organizarnos. En cuanto acabe la reunión Denelloth podrás partir a cumplir tu misión.

El montaraz está sumido en silenciosas reflexiones mientras Aelloth y Walec abandonan la sala. Responde al Lugarteniente con un simple "Así será" y se dispone a abandonar la sala y esperar pacientemente (sería más justo decir que domina a duras penas su inquietud por la partida de su grupo sin él) a la última reunión antes de partir.

Observo la inquietud de Denelloth e intento calmarlo

-Tranquilo Denelloth. Una hora puede parecer mucho pero hay cosas que deberías saber. No estuviste presente cuando Arkyn nos informó de sus descubrimientos y podrían ser importantes de cara a vuestra misión. Es una hora de retraso, sí, pero necesaria. En cuanto acabemos, tú y tus hombres partiréis. Tal vez de esta reunión salgan iniciativas o sugerencias que te puedan ayudar. Algunos de los sargentos han servido en Cardolan y gozan de una amplia experiencia que podría serte útil.

Me quedo en silencio unos segundos

-Aprovecha este tiempo para ultimar los preparativos.

Llamo a uno de los soldados

-Avisa a Walec y a todos los sargentos que se presenten ante mí en una hora. Quiero un informe completo de los voluntarios y de cuales de ellos podrían estar listos para misiones de reconocimiento. Que esos voluntarios estén listos para una misión de reconocimiento para partir en cuanto acabe la reunión. Y que los sargentos también estén listos, ya que alguno de ellos encabezará esa misión.

Curudae se levantó de su asiento y comenzó a caminar por la sala, impaciente. Sus pasos denotaban nerviosismo, y sujetaba en su mano su amuleto de suerte: una ficha blanca de ajedrez. Un peón. Lo volvió a guardar, y miró a Khôradur. Estaba agitado, y con cara muy seria.  

-Algo se está moviendo. Creo que tu análisis es correcto. Nos tenemos que preparar para lo peor, y el tiempo corre en nuestra contra, de nuevo. Además no entiendo lo de señor en el oeste. Al oeste está el río Baranduin, luego tierras de Arthedain o de los elfos. No hay lugar para alguien así, salvo que esté muy oculto ante nuestros ojos y ante los de otros. En cuanto a este "amo en el este", apostaría el oro de la tesorería que no es otro que Khathog. Ese maldito lleva años y años enfrentándose a Ayla. Es como si un vínculo invisible uniera los destinos de los dos, o así me dio entender Ayla.

Iba a llenar su copa, pero se quedó pensativo mirando la jarra de vino. Y la volvió a depositar en la mesa. –Nos queda mucho trabajo por delante. La convocatoria ha sido un éxito, y hay muchos reclutas nuevos. Pero no están preparados. Necesitarás de todos tus sargentos de confianza para adiestrarlos y organizarlos. Tus próximos días van a ser de trabajo duro sin descanso organizando el ejército desde aquí, con tu Círculo de Consejeros. Los soldados veteranos tendrán que preparar a los recién llegados. Faltarán armas y armaduras. Hablaré con los enanos para que doblen sus esfuerzos en la forja, pero poco más puedo aportar en ese terreno. Ha llegado tu hora, Senescal Khôradur. Demasiado pronto hemos escuchado el eco de los tambores de guerra. Demasiado pronto hemos de prepararnos para salir al campo de batalla. Ahora, al acabar este primer verano, la primera cosecha… Es el sino de aquéllos que buscan la paz. La guerra siempre les llega antes de lo deseado, porque realmente nunca la han deseado.

Poco a poco, el Senescal recupera el control y parece vencer el desánimo.

-Pero nos hemos preparado lo mejor posible para hacer frente al desafío que representa este reino perdido, y estos tiempos tan aciagos. Por desgracia aún quedan restos del Mal en Minhiriath, y a la Batalla de Metraith le seguirán otras más pequeñas antes de que podamos hacer frente a un tablero libre de títeres de Angmar. La alianza con Echorion es ya una necesidad. Para ambos, creo. Su destino se unirá al de Sil Auressë. Pero así iba a ser siempre. Estamos en medio de esa contienda entre Echorion y su tío. Ahora ha surgido un imprevisto. Una amenaza oscura. Necesitamos retomar el plan de enviar a Aelloth de vuelta, y con un mensaje. Pero estoy pensando en una cosa… ¿Y si enviamos a alguien para tratar con Echorion y llevar ese mensaje? Quiero que nuestros oídos y ojos estén presentes en el campamento de Echorion cuando les llegue el mensaje. Alguien que pueda representarnos y defender nuestros intereses, y ayudar a tender ese puente.

Denelloth se detiene bajo el marco de la puerta ante la apelación de Khôradur. Vuelve a cerrarla, escuchando y asintiendo a las palabras del Lugarteniente mientras Curudae comienza a rondar por la habiación. -Bien me vendría un puñado de buenos consejos... En este momento se hace notoria la preocupación que angustia al Faradan Aran ante su misión, las difíciles circunstancias a las que se enfrentarán, la responsabilidad sobre las vidas de otros...

Cuando Curudae comienza a hablar la agitación es evidente en él. Hacia el final de sus palabras estaba claro que seguía teniendo una mente lúcida y pragmática. Denelloth aguardó unos instantes a que el Senescal terminase su parlamento antes de plantear su dudas.

-Permitidme que piense en voz alta, por ver si podéis ayudarme a aclarar mis ideas. Estoy seguro -levanta la mirada hacia Curudae- de que se avecinan tiempos duros y muchos trabajos para Khôradur, en los que estoy seguro de que muchos nos veremos envueltos sin mostrar flaqueza. Continúa hablando mientras mira hacia la mesa: -De parlamentos y diplomacias poco sé y poco puedo ayudar en ese sentido; no sé qué señores son amigos y cuales enemigos. Me preocupa mucho más esa mención del espía a un señor de orcos al oeste, como a vos, maese Curudae. El bosquecillo que debo explorar está al oeste... ¿Creéis que puede haber alguna vinculación? No quisiera encontrarme con... Apenas seremos una decena... Se apoya en el respaldo de la silla y levanta la vista. -No obstante, creo importante vigilar lo que allí ocurra. Sin embargo, no podemos asegurar que se realice un ritual esta misma noche. Ni sabemos con qué o quién nos encontraremos allí. Quisiera cuestionaros a ambos al respecto: ¿consideráis que debemos actuar violentamente contra lo que nos encontremos, o limitarnos a observar e informar?

Personalmente creo mejor la segunda opción; que la cautela y la información sobre el enemigo nunca han sobrado en conflicto ninguno, que yo sepa.

Me parece que sólo deberíamos recurrir a la violencia si el golpe que podamos asestar es certero y definitivo, pues no deberían hacerse públicas nuestras pesquisas: mejor que nadie nos vea, y si nos ve, que no pueda contarlo. En todo caso, el sacerdote Nórion es el más indicado para definir la amenaza a la que nos enfrentamos, y a su criterio fío mi última decisión. Si él dice que podemos enfrentrnos con ciertas garantías de éxito a sea lo que sea lo que nos enfrentamos, así lo haremos; pero no deseo arriesgar las vidas de los hombres confiados a mi mando de forma imprudente.

Y se inclina sobre la jarra de vino, rellenando su copa y dando un largo trago.

Escucho atentamente a Curudae y a Denelloth asientiendo de tanto en tanto con la cabeza

-Tienes razón Curudae, demasiado pronto se presenta la guerra, y como siempre cuando menos se la espera y pillándo a las buenas gentes desprevenidas, por mucho que se intente en estar listos para lo que pueda pasar. Aún no tenemos listos a los reclutas, pero listos o no me temo que tendremos que hacer uso de ellos, al menos de aquellos que gocen de cierta experiencia militar. Como bien me sugieres, pienso contar con los sargentos para que tengan listos a los reclutas cuanto antes -relleno mi copa y tomo un sorbo- Respecto a lo de Aelloth, coincido contigo, así además nos aseguramos de que llegue sano y salvo. Se podría enviar una pequeña comitiva de paz e invitar a Echorion a que venga para negociar una posible alianza. Lo que temo -me quedo en silencio unos segundo contemplando mi copa de vino-, lo que temo es que esta posible alianza sea usada por su tío para realizar alguna acción contra nosotros, cosa que hará, o que incluso el tal Khathog haga lo mismo aliándose con su tío o los clanes de Saralainn, si es que no lo ha hecho ya. Tendremos que ser cautos y mover sabiamente las piezas de este tablero que se está formando ante nuestros ojos.

-Denelloth, como líder de la misión, confío en tu buen criterio. Estoy seguro que harás lo correcto. Coincido contigo en que lo mejor es observar e informar, pero si ves que se produce una situación de peligro, que se realizará algún tipo de ritual que nos pueda poner en peligro y tienes los medios para evitarlo, no dudes en hacerlo. Pide consejo a Norión, aunque no lo conozco creo que te podrá guiar en esta situación.

Denelloth asiente.

-Estoy deseando oír esas nuevas que trajo Arkyn
 

-Resumiendo muy brevemente -cojo un mapa y le señalo- parece ser que una banda de orcos atacaron y destruyeron una granja, al sur de Sil Auressë. Allí vivía Broud, se instaló con su familia al acabar la guerra. Presumiblemente están muertos. Si te fijas el ataque no ha sido al azar, la granja permitía controlar lo que sucedía en Minhiriath y los complejos de cavernas de las Tierras Altas, aunque no tiene mucho sentido que nos ataquen, poniéndonos en alerta. Tal vez lo hayan hecho para despistar y atacar desde otro lado aprovechando la distracción, es algo que tenemos que averiguar. -Miro a Denelloth- El enemigo ha comenzado a moverse y ha puesto sus ojos en nosotros.

El montaraz se inclina sobre el mapa, curioso, y lo observa durante un rato, mientras Khôradur le explica lo que sabe. La granja no está demasiado lejos, desde luego mucho menos de lo que a Denelloth le gustaría. -Crees que esto puede ser tan grave como para aplazar nuestra misión al Claro del Ritual? Desde luego suena preocupante. Has pensado ya en alguna acción a tomar?

-No, seguirás con lo planeado, tu misión es de vital importancia. Enviaré a alguien al sur a explorar las ruinas de la granja y sus alrededores. Si Arkyn no va contigo le pedirá que vaya con este grupo para que los guíe. También enviaré a alguien a la zona del ataque de la caravana, y ya que estamos al norte, para evitar posibles sorpresas, pero todo dependerá de lo que nos informen los sargentos sobre el reclutamiento de tropas. Y no hemos de olvidar que alguien tendrá que acompañar a Aelloth y hablar en nuestro nombre a Erchorion. En la reunión, y según nos informen los sargentos, concretaremos más lo que hemos de hacer.

Denelloth tamborilea con los dedos apoyado sobre el mapa.

-Está bien. La verdad -añade, estirándose- es que estoy deseando que lleguen esos sargentos y reunirme con mi partida, que ya ha salido hace un rato.

Estoy tomando un sorbo de vino cuando escucho las palabras de Denelloth, ante lo cual casi me atraganto

-¿¿Tu partida ha salido ya???, ¡pero si aún no hemos acabado de concretar la operación! -afirmo alzando la voz, ante lo cual guardo unos segundos de silencio antes de proseguir- Denelloth, no pienso interferir en como lleves a cabo las operaciones, pero sí me permitiré expresar mi desacuerdo llegado el momento, algo que espero que todos, independientemente del rango, lo hagáis llegado el momento. Aunque tu misión es importante y apremiante, que tu grupo parta antes sin tí, su capitán, me parece algo precipitado, y más sin tener toda la información sobre la misión, por lo que podría ser perjudicial para el desarrollo de la misma. -me quedo en silencio unos segundos- Adelantaré la reunión, que se haga cuanto antes y así podrás salir de inmediato tras tus hombres.

Salgo y aviso a un soldado

-Avisa a Walec y a los sargentos, la reunión que estaba prevista para dentro de una hora se adelanta, la haremos ahora mismo. Que vengan de inmediato.

-Sí, será mejor hacerlo cuanto antes.
 

Curudae observa con interés el intercambio de palabras entre Khôradur y Denelloth. Luego procede a dar órdenes a Walec para que busque a los sargentos presentes y los traiga de inmediato.

-En cuanto a Arkyn..., comenzó Curudae dirigiéndose a Khôradur. Denelloth seguía presente, y Curudae le miró y asintió con la cabeza. El montaraz era sin duda de la confianza de Khôradur, y no era el momento de secretos. -Ese bardo puede proporcionar un gran servicio para nuestro feudo. Como espía, como diplomático, como emisario. Pero dudo que pueda aportar mucho en la granja destruida. Salvo la ubicación, que ya nos la ha dicho. Mas es un hombre que ha tratado tanto con grandes señores de Cardolan como con los campesinos y soldados en las posadas, no llama la atención, tiene experiencia y talento, y... no sé, podría sernos de utilidad en el asunto que tenemos entre manos con Aelloth y Echorion. No se me ocurre mejor persona para esa tarea. Soy más bien desconfiado y precavido, así que le pedí a la Dama Ayla que hablara con él antes de partir. Fue la noche de la fiesta de la Academia. 

Se quedó en silencio, mirando a Khôradur. Confiaba en no forzar la situación hasta resultarle incómodo al Lugarteniente. Luego se sentó en su sillón, y dijo: -Si te parece, podemos pedirle a Arkyn que acompañe a Aelloth. Y si estás más tranquilo, puedes elegir a un tercero que viaje con ellos, de tu confianza. Más de tres sería llamar demasiado la atención.

Pienso durante unos segundos con detenimiento las palabras de Curudae.

-Me parece bien, así no llamarán la atención, que Arkyn parta con Aelloth, pero antes volveremos a hablar con Aelloth para aclarar un poco las cosas.

Mientras espero a que llegue todo el mundo camino nervioso por la sala.

-Espero que no tarden mucho, el tiempo corre

Graves y enjundiosos son los parlamentos entre los dos líderes de Sil Auressë, y el montaraz Denelloth no puede evitar alegrarse secretamente de no tener que verse obligado a regir un territorio y dirigir los destinos de los hombres que en él pasan sus vidas. En realidad, le cuesta no pensar en los hombres que han partido delante de él. La inquietud de Khôradur ante la apresurada maniobra es la suya. Ojalá los sargentos no se demoren mucho...
 

Walec regresó con los sargentos disponibles. Eliver era el sargento que ahora lideraba la expedición de Denelloth así que no pudo acudir. Otros como Halbered y Faelimir estaban de patrulla, y Parthil no había llegado aún del campo de entrenamiento de los reclutas, aunque igual se incorporaba después.

El veterano Gaerel se puso a la derecha de Khôradur, y a partir de allí los demás sargentos formaron un semicírculo improvisado. A su izquierda estaba Pinto de las Tierras Brunas. Luego Agnor, un caballero de Dol Tinereb. A su lado Ethlor, el primo de Eliver y buen espadachín. Y por último, cerrando el grupo de cinco sargentos estaba Leaniach, de Rhovanion. Era un veterano de la guerra del Ángulo y que solía capitanear las patrullas.

No estaban todos, pero con Walec, Denelloth, Khôradur y cinco sargentos se podía considerar que el Othrind, el Círculo de Consejeros del Lugarteniente, estaba reunido por primera vez. Othrind... recibía otros nombres en otros lugares y en otras lenguas. Pero al final el cometido era el mismo. Un grupo de asesores para temas militares. Un Consejo de Guerra.

Todos estaban pendientes de Khôradur, y en los rostros se reflejaba la tensión del momento.