Partida Rol por web

Con un gesto de asombro miro la incorporación de Denelloth, al sentarme empiezo a comprender la inquietud de mus compañeros y con movimientos lentos y furtivos comienzo a "ayudar" en las tareas de observación con el arco presto.

Será mejor que nos dividamos en grupos de dos o tres y explorar toda esta zona detenidamente, a ver que encontramos, dije al resto.

¿Alguien se viene conmigo? dije mientras me dirigía con cautela hacia la derecha observando y rastreando todas esas huellas lentamente.

Girion miró a su izquierda al escuchar la voz de Russef. Asintiendo a su propuesta el dunadan se acercó a él y luego miró al bosque en busca de alguna pista.

Era lógico que se dividieran en varios grupos para poder aprovechar el número de personas al máximo y así cubrir más terreno. Pero no debían separarse demasiado los unos de los otros por si algo pasaba poder acudir en ayuda.

Turno 144-7

Eben seguía descansando, y junto a Eliver y a Wulfgar observaba desde el comienzo del claro cómo Girion y Russef caminaron en busca de pistas. Russef iba primero, y Girion le brindaba su apoyo y su aguda vista. Fue precisamente el joven alumno quien vio algo reluciente en el barro. Motas de oro en polvo. Apenas perceptibles, pero no había dudas.

El montaraz Denelloth se encontraba de cuclillas, tocando con suavidad las huellas. Había sido capaz de localizar una docena de huellas diferentes, más que en la anterior ocasión. Había huellas de un par de niños, y algunas eran iguales a las del otro día. Pisadas fuertes, dejando constancia de un extraño baile o ritual.

Eärnil avanzó en solitario por el otro lado, hacia las piedras donde había objetos varios. Un trozo de piel estirada, con agujeros y anillas. Como la de un tambor, quizá. También había palos de un metro de largo, restos de comida. Ragi había rodeado el claro con cuidado, y ahora apareció desde el otro lado y se encontró con Eärnil.

Denelloth se yergue mirando en derredor y suspirando. Parece que no ha sacado nada en claro. Echa una mirada preocupada a Russef, Girion, Eärnil y Ragi. Se acerca al trío que observa en el borde del claro.

-Eben, Wulfgar, vigilad nuestra retaguardia, y estad atentos. No creo que ocurra nada, pero no quiero sorpresas. Sargento, cuéntame qué ha ocurrido desde que partísteis. No ahorres detalles.

Mientras escucha el informe de Eliver, el montaraz no deja de mirar hacia los lindes del claro con la ballesta aún cargada y en las manos.

Al ver el polvo de oro en el barro Girion se lo comunicó a Russef indicándoselo con el dedo sin mediar palabra alguna.Tras esto sufrió vigilando para que nada o nadie les pudiera emboscar o sorprender.

Todo esto era nuevo para el joven. Si bien no era la primera vez que buscaba pistas, sí que era la primera vez que lo hacía a campo abierto. De todas formas todo esto le gustaba y algo dentro de él le parecía estar vivo.

Turno 144-8

La pista hallada por Girion era interesante. No era habitual desperdiciar el oro, y además para los que habían visto el contenido del cofre en Sil Auressë, les resultaba familiar. Y enlazaba de forma definitiva el cofre hallado con este lugar del ritual. Russef miraba con atención los hallazgos del joven, y él también pudo ver más oro en polvo por el barro.

Mientras Eärnil miraba hacia el interior del bosque, Ragi estudiaba los demás objetos. Palos para marcar los pasos, tal vez. Piel estirada con anillas. Podría ser un tambor. La artesanía era de calidad. No era habitual ver remaches metálicos.

Denelloth escuchó el informe de Eliver y miraba las huellas mientras pensaba en opciones.

Eliver, Wulfgar y Eben seguían sin entrar en el claro, vigilando la otra parte.

Pisadas de niños... al verlas Ragi sintió como se le ponía la piel de gallina. No le gustaba aquello. Nada. No entendía qué podían hacer niños en un ritual en el que se trataba de invocar a un ser oscuro.

Intentó alejar esa idea de su mente y concentrarse en lo que estaba viendo. Era extraño que hubieran dejado todo aquello allí; que no se lo hubieran llevado consigo. Palos, una piel... Ragi miró con detalle la madera de las varas, su tamaño, la factura de los remaches del cuero... ¿Qué era aquello? ¿quizá eran piezas de un mismo objeto que se podían ensamblar entre sí? A lo mejor había que meter los palos por las anillas y ponerlos en una posición determinada...

Asentí cuando Girion me señalaba lo que parecia oro en polvo.

Buena vista tiene este joven, pensé mientras observaba mas polvo de oro mezclado sobre el barro.

La pregunta amigo es qué hace este oro aquí, o mejor, qué intentaron hacer, comento en voz alta al tiempo que escucho como otros han visto huellas de niños; el tema se complicaba, más aun cuando no teniamos idea de lo que allí sucedió.

-Denelloth..., comenzó Eliver su informe, -llegamos al caer la noche al primer punto de encuentro, junto a una pared rocosa. En medio de la tormenta, escuchamos ruidos en lo alto. Nos escondimos como pudimos, y pronto vimos a un enorme huargo y un orco con lanza que lo montaba. Detrás había otro. Fue entonces cuando el caballo de Norión se desbocó, y le perdimos la pista. En los ojos del sacerdote vi un miedo irracional, no sé si fue a causa del orco, o era otra cosa. El enemigo dudó entre perseguirlo o no, pero parece que tenían órdenes de no avanzar más al norte. Así que se dieron media vuelta.

Eliver se queda pensativo, tratando de recordar cada detalle. -Dejé a Wulfgar y a otro soldado con un caballo en ese puesto, por si regresaba Norión, y para esperarte. Pensé que lo mejor sería avanzar hasta el bosquecillo para comenzar la exploración. Aquel lugar no parecía seguro.

El sargento se secó la frente. -En estas tierras ha habido huargos y lobos malvados. Pero sólo un gran poder o alianza hace que los orcos de Minhiriath los puedan usar como monturas. No es una buena noticia me temo.

- Sí, es una buena pregunta..acompañada de un para qué y quiénes, claro- añadió el joven a su compañero de búsqueda.

Si bien habían encontrado alguna pista, todas ellas dejaban muchas más incógnitas sin resolver de las que antes tenían y eso no era nada bueno. 

Girion miró de soslayo a Denelloth esperando que éste dijera algo para proseguir con la búsqueda o, de lo contrario, volver a Sil Auressë. Al pensar en ello, recordó a Norión montado en su corcel Viento alejarse de ellos. Lo más seguro que su montura hubiera tomado rumbo a Sil Auressë, con lo que no tenía nada que temer.

-Bien hecho, Eliver. Has tomado buenas decisiones.

Tras escuchar el informe del sargento, Denelloth mira a su alrededor, a los hombres congregados, sin poder disimular una expresión de orgullo y afecto por ellos, por su compromiso y esfuerzo. Hace un gesto alrededor, invitando a todos a acercarse.

-En primer lugar quiero disculparme por no haberme reunido con vosotros antes. Siento una responsabidad por ello, y os aseguro que no volverá a ocurrir.

El montaraz ha adoptado un semblante serio y una postura erguida y relajada.

-Bien, está claro que sin Nórion con nosotros no podremos examinar el claro como quisiéramos, pero hemos venido a cumplir una misión y lo haremos. En primer lugar mantendremos la guardia alta en este lugar. No tocaremos nada, que no se advierta nuestra presencia. Volveremos aquí con Nórion, y si puede ser para asistir a uno de estos rituales, mejor; sólo venimos a informarnos, pero no creo que simplemente visitar este lugar sirva para concretar la amenaza que se cierne sobre la tierra de Cardolan.

Hace una pequeña pausa antes de continuar, mirando a Eärnil y a Eben con gravedad.

-Se impone buscar a Nórion. Eärnil, me temo que deberás hacer uso de tu montura y patrullar una zona amplia en su busca, en dirección a Sil Auressë. Ten en cuenta que tendrás que estar aquí antes del ocaso. También te encomiendo ir al encuentro del soldado que se quedó en la colina donde encontré a Wulfgar; puede que haya vuelto allí o tenga cualquier otra nueva. En cualquier caso, dile que se quede allí, oculto, y si Nórion aparece, que lo escolte hasta aquí. -También tú, Eben, partirás en pos de las huellas de Nórion, en el rango que te permitan tus piernas. No habréis dormido, así que descansad un poco ante de partir.

Denelloth continua hablando, mirando al suelo.

-Yo también lo buscaré. E intentaré averiguar algo más aquí y ahora. En mi anterior visita seguí las huellas que salen en fila del bosquecillo, y me llevaron a varias millas en dirección al Baranduin, hasta desperdigarse entre las granjas y alquerías de la zona.* Pero necesito unos pocos minutos y tranquilidad. Eliver y Wulfgar, volved al límite del claro, por donde entramos, y disponed en la maleza un lugar para ocultaros, no muy juntos, pero tampoco muy alejados. Luego nos uniremos allí y estableceremos rondas de guardia; no queremos que esos jinetes de huargos vengan a hacernos una visita. Esto va para todos, sobre todo intentaremos que no se nos vea. Evitaremos cualquier enfrentamiento, salvo si estamos seguros de que ningún enemigo huirá para contarlo.

Lanza una significativa mirada a todos los presentes para subrayar su advertencia.

-¿Alguien tiene algo que preguntar o añadir? Adelante, quisiera escuchar vuestro parecer. Si no es así, Ragi, Russef, Girion, disponeos armados y alerta en el perímetro del claro, y muy abiertos los ojos.

Denelloth se dirige al centro del claro, mirando al cielo. No parece tenerlas todas consigo; no sabe si frecuentarán este lugar maldito. Busca pájaros.

Eärnil y Eben asienten con la cabeza. Está claro que la presencia de Norión sería una gran ventaja para averiguar más sobre el extraño ritual.

Eliver y Wulfgar comienzan a preparar el escondite a la entrada del claro. Eliver comenta que parece ser que el ritual tiene lugar siempre bajo el manto de la noche, así que no cree que vayan a llegar de día, pero mejor estar preparado.

Denelloth logró reunir a tres aves de la zona, y encomendarles la misión de buscar a Norión por los alrededores, y avisar de cualquier peligro. Curiosamente, tenía que buscar las aves un poco más adentro del bosque. No se acercaban al claro donde se encontraba el monolito por instinto.

Por otro lado, el concepto de llevar mensajes en papel enrollado resultaba completamente ajeno y no fue posible.