Hallaron el mecanismo oculto. Se trataba de una piedra que al ser girada activaba un sistema de poleas y contrapesos en el interior que terminó levantando la viga. Cuando los tres entraron en el pajar con los caballos era casi de noche ya, pero aún quedaba algo de luz. El interior era incluso más grande de lo que se apreciaba desde fuera, sobre todo porque estaba completamente vacía... Quedaban algunas cajas rotas, pero todas las provisiones habían desaparecido.
Arkyn=> ningún problema
Agnor entró en silencio y observó el espacio. Esto no me gusta, pensó.
-Aelloth ¿es posible que los hombres del Hir Echorion se hayan llevado las provisiones?
Agnor miró con atención, intentando descubrir alguna pista, una huella, algo.
El emisario de Echorion dio vueltas por el almacén, incrédulo, pensativo. -No lo entiendo, dijo finalmente. -Pero todo parece indicar que así fue, Agnor. Grande tiene que haber sido la necesidad para consumir toda esta comida antes de tiempo.
Meneaba la cabeza, y se puso a preparar una pequeña hoguera. Ofreció algo de raciones a sus compañeros, y sacó una bota de vino. -¿Queréis saber algo más de Lord Echorion?, preguntó de repente. Estaba claro que tenía ganas de hablar, ya que antes de que le contestaran ya estaba contándoles cosas acerca del hombre a quien tenían que convencer en breve para que ayude a Sil Auressë.
-Su tío cuidaba de Echorion desde la muerte de sus padres, y mientras éste era un niño. Pero le gustó en exceso el poder que regentaba, y planeó asesinar a su sobrino. Echorion huyó a Arthedain, donde ha pasado una gran parte de su vida. Cada cierto tiempo, su tío envía a algún asesino a matarlo. Y ahora que está en Cardolan, lo hace más a menudo. Incluso ha puesto un precio por su cabeza. También infiltra hombres entre las tropas, para propagar enfermedades en los caballos o para ralentizar de alguna forma la ofensiva de Echorion. Por lo tanto, es comprensible que el joven príncipe sea muy desconfiado con las personas que le rodean. También toma bastante precauciones. Le prueban la comida. Nunca duerme dos noches seguidas en el mismo campamento, y en todos los campamentos hay un pabellón preparado para él. Cosas así...
Edito, post cruzados :)
Un hombre precavido... es lo justo en su posición. Pero solo espero que sea eso, y no un hombre enloquecido por la desconfianza. Sil Auressë no es un enemigo, es una oportunidad. Agnor meditaba sobre ello pero había algo más que le picaba en la nuca, y las palabras de Aelloth sobre enemigos y espías le daban alas para ello.
-Esas provisiones desaparecidas. ¿No es posible que no hayan sido los hombres de Echorion? Sabemos que hay un enemigo oculto.
-No creo que haya sido otro. Todo se ha retirado de forma ordenada, sin romper. Aunque el mecanismo de la puerta es sencillo, no es obvio para los que no lo conozcan. Y además, para rearmarlo se necesita cierta pericia. Pero sobre todo, creo que ha sido una orden de Hir Echorion porque ya estamos en sus dominios, y tiene patrullas por la zona. Transportar una cantidad tan grande de cajas sin llamar la atención me resulta imposible de concebir.
Se queda pensativo. -Puede haber algo más que no sepamos. Igual la comida fue envenedada y tuvo que ser destruida. No lo sé, la verdad. Tengo ganas de averiguarlo. Con un poco de suerte, mañana encontraremos uno de los campamentos, o a algunos hombres de Lord Echorion.
-Muy bien. Confieso que en este refugio me veo tentado a no hacer guardias esta noche y dormir con tranquilidad.
- ¿Créeis que quizás sacaron la comida porque estén preparando algún tipo de ataque? - preguntó mientras contemplaba el lugar. - Ciertamente si Hir Echorion no planeara movilizar a su ejército lejos de sus tierras no necesitaría tantas provisiones. Podría abastecerse cómodamente si se limitara a defender su territorio.
-O quizá se la llevaron para no dejar nada en una huida. Puede haber pasado cualquier cosa. Lo único cierto es que este almacén está vacío y en esta región algo se está moviendo.
-Puede que el ejército de Lord Echorion haya aumentado de tamaño de forma considerable, dijo Aelloth mientras se acomodaba en el saco de dormir. No había convicción en su voz. Más bien estaba preocupado, pero el cansancio al final podía con su preocupación. -Pronto lo sabremos. Pero no es fácil abastecer a una gran hueste de caballeros. Hir Echorion no tiene territorio propio aquí, y además no es una zona de mucho cultivo. Todo lo contrario que el feudo de Dol Caladir, que tiene toda la cuenca de Gwathló.
Poco a poco la respiración de Aelloth se iba haciendo más pesada, hasta que se quedó dormido.
Agnor acomodó los caballos, comió algo y se dispuso a dormir.
Arkyn preparó sus mantas y se acomodó en uno de los rincones de la sala. Aún permaneció despierto, un rato más, contemplando una de las paredes, con la mirada perdida mientras acariciaba las cuerdas del laúd sin llegar a emitir ningún sonido.
Finalmente se quedó dormido.
El día siguiente amaneció con el cielo despejado y soleado. El corto verano del Norte estaba llegando a su fin, pero aún quedaban algunos días como éste. Los tres recogieron sus cosas, y prosiguieron el viaje. Aelloth los guiaba ahora hacia el sureste por la meseta vacía. Pasado mediodía, vieron en la distancia lo que parecía una torre o una granja fortificada. Aelloth dijo conocer el sitio, y aminoró el paso. Pero entonces vio la bandera que ondeaba en lo alto del edificio. Una rosa roja. El símbolo de Dol Caladir.
Aelloth se detuvo, y observó de nuevo. En el puesto de vigía se podían ver ahora algunos soldados de poca estatura pero fuertemente armados. –Mercenarios enanos, espetó Aelloth. –Hmm, el principado de Dol Caladir ha vuelto a ocupar estos puestos fronterizos. Mejor seguimos por el norte. Desconozco cuál es la situación con Dol Caladir y Echorion ahora. Hasta hace poco les compramos la comida a cambio de protección, pero parece que ahora tienen otros recursos. Y los recuerdos de las guerras del año pasado, donde el ejército de Dol Caladir estuvo en el bando contrario, eran aún recientes.
-Estoy de acuerdo. Tomemos un desvío y evitemos encontrarnos con nadie.
Cardolan era un hormiguero de hormigueros en el que de un año a otro cambiaban las alianzas, las migraciones, y los saqueos. O de un mes a otro. Un emisario podía recorrer los caminos durante una semana y al llegar a su destino descubrir que no estaba en casa amiga, o al revés. A Agnor le costaba seguir todo ese oleaje de lealtades cambiantes. La señora de Dol Caladir, antes enemiga, estaba ahora refugiada en Sil Auressë. El que ayer era un aliado hoy podía darte la espalda.
Cada vez estaba más convencido de que el reino necesitaba un líder fuerte, una voz que unificara a todos los barones.
Caminaron en silencio. El terreno irregular hacía imposible avanzar montado. Por la noche, descansaron junto a una pequeña hoguera tapada por piedras para no llamar la atención. Aún les quedaban provisiones para varios días más, pero el desánimo se apoderaba con facilidad de los que viajaban por Cardolan. Granjas abandonadas, restos de refriegas inútiles, recuerdos de guerras mezquinas, rebaños de ovejas salvajes devorados por manadas de lobos… Nada quedaba ya de la grandeza de antaño.
El día siguiente, el terreno resultó más cómodo y podían montar en los caballos. A media tarde, escucharon el sonido de varios cascos impactando contra el suelo. Y poco después, varios jinetes avanzando a galope se asomaron por detrás de una de las colinas a unos tres cientos pasos delante de ellos. Eran cuatro, y el líder llevaba un yelmo nasal y una sobrevesta verde y blanca.
-Son hombres de Echorion, comentó Aelloth. –Pero no los conozco.
Dio unos pasos hacia delante y levantó la mano derecha en forma de saludo. Los jinetes cambiaron de rumbo, y formaron en una especia de cuadrado. Todos tenían lanzas, excepto el que parecía el líder, quien sujetaba un arco compuesto. Se detuvo a unos treinta pasos.
-Éstas son tierras protegidas del Señor Echorion. ¿Qué asuntos os traen aquí?
Aelloth se quedó mirando al hombre. –Me suena ahora tu cara, compañero. Mi nombre es Aelloth, y soy un hombre del señor Echorion. Fui enviado a una misión en el oeste, y ahora regreso con dos representantes de un feudo amigo. Te presento a Agnor y Arkyn, de Sil Auressë.
El sargento sopesó las palabras de Aelloth unos segundos. Después guardó el arco, y bajó del caballo para saludar a Aelloth. Luego se dirigió a los otros dos. –Saludos, mi nombre es Werlard. Soy uno de los sargentos nuevos del ejército de Echorion. Os llevaré al campamento del capitán Melechtor.
Werlard regresó a su caballo, y Aelloth les susurró a sus acompañantes. –Es buena noticia, conozco al capitán Melechtor, es uno de los tres capitanes de Lord Echorion. Las tropas solían distribuirse en campamentos, y nunca sabes en cuál iba a estar el señor en persona. Todos tenían una tienda idéntica para él y para los hombres de su círculo de confianza.