Partida Rol por web

El joven dúnedain, por si no tuvo suficiente con fallar su estocada, apenas tuvo tiempo de girarse cuando un lanzazo le impactó en el lateral del rostro. Afortunadamente tenía esa zona protegida por el casco pero eso no impidió que la cabeza se llevara un grandísimo golpe, apenas tuvo unos segundos en los que se tambaleó hacia atrás mientras notaba como todo se ponía negro y cayó pesadamente de espaldas, sin tener tiempo de hacer ni decir nada más.

Aquella batalla había acabado para él, ahora su destino dependía de la habilidad de Agnor ...

Agnor corrió hasta los orcos y poco antes de llegar vio con espanto cómo Tarbrand era alcanzado en la cabeza para a continuación caer redondo. No sabía si estaba muerto y no había tiempo de averiguarlo. El lancero se encaró hacia él y Agnor apretó los dientes, aprovechó la carrera y protegíendose firmemente con el escudo se lanzó contra el orco. El bendito escudo con el emblema familiar, y con la gran espada apoyada en su borde y encarada hacia el enemigo. Con suerte evitaría el lanzazo, e impactaría al orco con todo su peso y clavando el filo.

-¡SÍ! ¡OTRO! -gritó.

Turno 4

Agnor se defendió del ataque de la lanza escondiéndose tras el escudo de su familia, y siguió embistiendo al explorador orco. Entonces el trasgo comprendió que el norteño no se iba a detener ante la débil amenaza de su lanza, pero ya era tarde. La espada de Agnor le alcanzó cuando intentaba echarse a un lado, y le atestó un fuerte golpe en la espalda.

El orco vociferó algo, y trataba de defenderse como podía. Su optimismo y valentía iniciales se estaban esfumando a cada golpe de espada que sufría.

La maniobra había funcionado tal y como Agnor pretendía. Era joven y todavía tenía mucho que aprender, pero algo sabía ya de la guerra y el combate. El orco había perdido la posición de ventaja y había sido herido. Agnor no iba a dejar pasar la oportunidad, así que abrió el brazo del escudo dejándose equilibrar por su peso, y aprovechó esa potencia añadida para descargar un golpe demoledor con la gran espada.

Turno 5

Agnor golpeó con todas sus fuerzas, y aunque el orco pudo esquivar el primer golpe, no pudo hacer nada contra el segundo que llegó de abajo arriba y le impactó en el costado levantándolo del suelo. Cayó con fuerza a unos tres metros, y sangraba del costado. Había perdido el conocimiento.

El orco de mayor tamaño se limpiaba la cara ensangrentada. Necesitaba despejarse para luchar contra el humano.

La criatura salió volando del tremendo golpe. Agnor no quiso regalarse tiempo para el orgullo. No era su estilo. No cuando la vida pende de un hilo. Se giró enseguida, dio dos zancadas firmes, levantó la espada por encima de su cabeza, y en diagonal descargó un golpe absolutamente brutal. Las clases de esgrima en el viejo castillo demostraban su eficacia.
 

Turno 5

Agnor actuaba casi por instinto. Su siguiente golpe fue para el orco que quedaba en pie, y el impacto en el abdomen le hizo doblar de doblar y caer al suelo, también inconsciente. No lo partió en dos porque llevaba una pesada cota de malla que evitó que la hoja penetrara más profundamente. Pero la fuerza del golpe, y las heridas sufridas antes, fueron demasiado para el orco.

Al ver que el orco se caía, rápidamente Agnor se giró para ver cómo estaba Tarbrand. Pero entonces un ruido llamó su atención. El murciélago voló en círculos alrededor los combatientes, y viendo la situación optó por huir dirección al bosque. Lejos de los humanos y sus arcos y espadas, y lejos de los orcos y de sus grilletes y de sus amos.

Agnor se acercó a Tarbrand. El dúnadan respiraba, y aparentemente no estaba sangrando ni presentaba heridas graves. El norteño respiró aliviado. El yelmo metálico debajo de su capucha estaba abollado, pero le había salvado la vida. Se lo quitó con cuidado para asegurarse de que no tenía partido el cráneo. Volvería en sí, pero podría tardar… Y quedarse en el camino con dos cadáveres orcos igual no era la mejor idea.

Había que actuar rápido. Una vez se aseguro de que Tarbrand parecía estable, lo tomó por las axilas y tiró de él sacándolo del camino, para llevarlo a la espesura. Lo apoyó en un árbol y volvió corriendo al camino. Se acercó al orco que había embestido con el escudo y comprobó su estado. Era importante mantenerlo con vida para poder interrogarlo... por mucho que le desagradara la idea. Lo llevó junto a Tarbrand, volvió al camino, y sin remordimientos, con la daga, acabó con la vida que le quedara al segundo orco. Cargó con el cadáver que quedaba hasta Tarbrand, procurando no dejar armas o restos en el camino.

Resopló al acabar. Era momento de atar y amordazar al orco. Y despertar a Tarbrand.

Agnor despejó el camino, y paró la pequeña hemorragia que tenía el orco en su costado lo mejor que pudo. Seguía inconsciente cuando lo ató y lo amordazó, y todo parecía indicar que tardaría también horas en despertarse. Así que solamente quedaba esperar.

Pasaron un par de horas, cuando de repente Agnor escuchó algo. Dos o tres personas se estaban moviendo en el bosque, al otro lado del camino. Estaban forrajeando o buscando algo, y hablaban entre ellos. No eran orcos, sino humanos. Quizá esclavos, por la vestimenta y por las cadenas. Agnor pudo escuchar algunas frases que lo confirmaban.

-Sigue buscando, necesitamos esas hierbas... Y la comida para los bueys...  ¿O quieres que nos hagan tirar a nosotros las máquinas de asedio?... Aún me escuecen los últimos latigazos...

No había demasiado peligro de ser descubierto, ya que se encontraban al otro lado del camino. Una voz contestaba a las dos anteriores, definitivamente eran tres personas:

-No me importa buscar la Muerte del Pantano, o Seregmor, o los venenos que los amos nos digan. Pero no entraré más allí, los espíritus de los muertos moran en aquel pantano. Y si nos alcanzan, lo que nos espera es peor que la peor de las muertes y torturas.

¡Esclavos! ¡Esclavos del enemigo oscuro! Pobres almas en pena en cuerpos castigados. Agnor sintió la obligación de liberarlos, algo que además podría proporcionar importante información sobre las fuerzas orcas. Se acercó al linde del camino y observó unos segundos antes de decidirse a mostrarse. No quería asustar a esa gente y que salieran huyendo. Por fin, se decidió y llamó con voz amable.

-¡Eh! ¡Aquí! ¡Un amigo! ¡Eh!

Levantó las manos con ánimo conciliador.

El más corpulento de los tres esclavos, de mediana edad, fue el primero en ver a Agnor. Soltó la cesta que llevaba y se incorporó a toda prisa del suelo donde había estado buscando entre la maleza alguna de las hierbas que le habían pedido los amos. -¿Q-Quién eres?, balbuceó confundido mirando a un lado y al otro en la espesura. Los otros dos, una mujer y un joven de aspecto malnutrido, estaban más asustados si cabía y se miraban.

-Huye, o te capturarán los orcos y acabarás como nosotros, le dijo el hombre al recién llegado, tratando de avisarle del peligro que corría por estar tan cerca del campamento.

Agnor dio un paso adelante, todavía con las manos en alto.

-Los últimos orcos que pasaron por este camino murieron por la espada. Y otros lo harán muy pronto, lo garantizo. Venid y ocultaos conmigo. No estoy solo. Os liberaré de las cadenas y podréis comer algo. Nadie merece el castigo de servir a un orco.

Hizo un gesto como invitando a pasar entre la espesura hacia el "campamento" donde estaba esperando Tarbrand.

-¿Liberarnos?, preguntó el hombre incrédulo. La expresión de su cara cambió, y gesticuló a sus compañeros para que le siguiesen. -Los orcos son muchos, señor, dijo mientras avanzaba por la espesura hacia el lugar indicado por el norteño. Al ver al dúnadan herido, los otros dos se pusieron rápidamente a mirar si podían ayudarle. El más fuerte se dirigió de nuevo a Agnor: -Hay casi un centenar. Están preparando máquinas de asedio. Quieren llegar a un paso que hay a unas diez millas al noroeste, y establecer allí su base para un ataque contra una aldea. Se lo oí decir.

Luego miró a su alrededor. -No debemos quedarnos aquí, amigo. Mejor nos reunimos con tus compañeros, y nos alejamos de este sitio antes de que lleguen a buscarnos. Podemos llevar al herido, ¿no?, preguntó a los otros esclavos que asintieron con la cabeza.

Agnor escuchó atentamente, asintiendo, y luego habló mientras estudiaba las cadenas de los cautivos por si había manera de liberarlos.

-Mi nombre es Agnor. Mi compañero herido, Tarbrand, y yo solo somos una avanzadilla de exploración y estamos buscando ese campamento orco. Si podéis decirnos lo que necesitamos nuestra misión se acabará ahora mismo y podremos volver, todos, para informar a nuestros compañeros. Somos una tropa de caballería y no estamos de paso. Venimos a destruirlos. Yo, Tarbrand y nuestros hombres os necesitamos tanto como vosotros a nosotros. Y así también evitaré tener que cargar con esa escoria -dijo esto último señalando al orco amordazado.
 

-Conozco la distribución de los orcos, y cómo protegen su campamento. Y conozco el terreno. Antes vivía no muy lejos de aquí. Os ayudaremos, dijo y ofreció su mano a Agnor. -Mi nombre dejé de usarlo hace tiempo, cuando fui capturado. Estas cadenas, dijo levantando la pierna que arrastraba una pesada cadena oxidada, te despojan de todo lo que eres. De todo lo que fuimos.

No hay forma de romper las cadenas sin herramientas, al menos un yunque y un martillo. Se trata de un único aro de hierro forjado alrededor de la pierna y de la mano, con una cadena colgando de cada uno. Pero no tienen cierre, han golpeado los clavos ardiendo hasta deformarlos y no se puede abrir. Solamente queda romper llegado el momento. Les permiten moverse y cargar con peso.

Agnor registra rápidamente a los orcos, y encuentra unas notas escritas en un papel en el bolsillo del orco que llevaba el murciélago. Tarbrand está volviendo en sí por fin, y abre los ojos. Todo le da vueltas aún, pero puede sentarse e incluso caminar si se apoya en alguien.

Por un momento Tarbrand pensó que al despertar se encontraría en las Estancias de Mandos, pero afortunadamente aquello no se parecía en nada a las historias que había oído sobre aquellos salones, lo que le reconfortó bastante, no quería morir aún, todavía sentía que le quedaban muchas cosas por hacer antes de que llegara su final ...

Poco a poco, fue recuperando su visión aunque se quedó en su sitió, ya que todo seguía dándole vueltas a su alrededor. De esta forma dirigió su mirada al que había sido su salvador, Agnor, y se sorprendió al ver que había rescatado o encontrado a otros humanos que parecían ser esclavos.

Cuando su amigo comprobó que se recuperaba le explicó todo lo que había pasado durante su inconsciencia y aunque tenía la cabeza un poco ida aún, lo entendió sin problemas y le dijo haciendo un esfuerzo:

- Muchas ... gracias Agnor - dijo de forma entrecortada dejando su cabeza quieta sobre el tronco para no marearse - te debo mi vida amigo ... y estaré eternamente en deuda contigo - decía mientras cerraba los ojos y volvía a hacer una pausa larga como para coger fuerzas para luego volver a entreabrirlos - creo que lo mejor sería ... poner los orcos ocultos lejos del camino y volver lo antes posible ... estoy seguro de que para cuando lo hagáis estaré mejor ... y podremos volver todos al campamento - dijo con repetidas pausas, y volvió a cerrarlos como intentando descansar.

Agnor se agachó para darle agua a Tarbrand, y ofreció sus raciones a los esclavos para que comieran algo.

-Eso es lo que necesitamos saber. Por desgracia ahora no podemos hacer nada con esas cadenas. Si hay una pequeña forja cerca, será en el campamento de los orcos, así que vuestra libertad depende de su destrucción -comentó mientras miraba las notas encontradas en el orco. Quizá hubiera información relevante-. Armaos con sus armas, si lo deseáis.

Estaba de acuerdo con Tarbrand. Lo mejor sería ocultar los cuerpos de los orcos y volver junto a Melechtor con los esclavos. Pero antes de acabar con el orco inconsciente convenía saber qué decían esas notas. Quizá hubiera que interrogarlo.

-Puedo moverme con las cadenas, señor Agnor. Aunque ardemos de deseo de liberarnos de ellas, podemos tenerlas un poco más. Y podemos llevar a ese desgraciado trasgo también. Es uno de los favoritos de los capitanes Uruk, lo llaman "Zograus", que es algo así como cuidador de aves creo.

Miró a su alrededor algo asustado. -No tardarán en venir por aquí las patrullas. Debemos marcharnos ya, señores.