Partida Rol por web

Al apartar a Curudae, le susurró

-No te engañaré viejo amigo, esto pinta mal. Seguramente volverán a por la niña y lo harán con toda la fuerza que puedan disponer. No estoy seguro, en vista de nuestras fuerzas y defensas, que podamos resistir. Temo por la aldea, ya que sus defensas son mucho más débiles que las nuestras y es posible que la fuerza de las espadas y el valor de nuestros hombres no baste. Tal vez tengamos que tener una reunión de urgencia con los notables de la aldea para plantearles la situación y las medidas a adoptar en caso de ataque. Espero que Agnor y Arkyn tenga éxito en su cometido y hayan conseguido la ayuda de Echorion, o la cosa pintará muy mal para nosotros. Me estoy planteando seriamente, a pesar del riesgo que pueda suponer, enviar un par de jinetes a Echorion para avisarle del peligro, independientemente del éxito o no de la misión de nuestros hombres. Es necesario prevenir al resto de la antigua Cardolan de lo que está pasando, tal vez así también podamos contar con alguna ayuda extra.

Asintió ante las palabras de Khôradur. Deseaba cuidar de Sir, y su lugar estaba aquí, con los heridos. –Es mi amiga…, sentenció. La niña Sir tenía apenas siete años, pero veía cosas que se escapaban a la comprensión humana. –Pasamos algunas tardes charlando en los rincones ocultos de este castillo, o junto al río. Un día me habló de cosas que había visto “en el horizonte”, como lo solía decir. Tiene un don especial. Con palabras de una niña inocente, me habló de una oscuridad que nos envolvería, de cómo el mismísimo sol se oscurecería en el cielo, y de hordas y hordas de criaturas que nos atacarían. No supe actuar, pensaba que se trataba de pesadillas de una niña que había visto demasiadas cosas malas de este mundo, nada más. Ahora... ya no sé qué pensar.

–Me temo que será así, que vendrán desde el oeste o del sur, liderados por su oscuro amo, puede que con una gran hueste, dijo el Senescal en privado a Khôradur mientras escuchaba a Caäniza. -A toda costa, quieren tener a Sir. Los huargos y los murciélagos no presagian nada bueno, eso lo sabemos. Rara vez actúan así si no es como parte de una gran hueste.

Curudae hablaba en susurros, sin apartar la vista de Sir que se encontraba al otro lado de la sala. –Ayla asumió la responsabilidad de protegerla. En Tharbad lo había hecho Lord Danroth, a quien conociste brevemente en la fiesta de la inauguración. Es de la máxima confianza de Ayla, y un hombre más que capaz. ¡Qué bien nos vendría alguno como él ahora aquí! Y aún así, consideraba que aquella niña cuyo nombre real desconocemos no estaba a salvo con él. Así que la envió aquí, con el joven Ragi de acompañante. No sé más, pero por algún motivo el enemigo está dispuesto a todo por tenerla. No se detendrán.

Curudae meditaba sobre las propuestas de Khôradur. –Necesitamos a todos los jinetes y caballos aquí. Ya enviamos a Agnor, Aelloth y Arkyn a hablar con Echorion, y su mensaje era que necesitábamos ayuda. Si han tenido éxito, no tardarán en llegar. Si no han tenido éxito, también regresarán. Solo podemos confiar en que regresen pronto, y con ayuda. Dudo que tengamos tiempo de enviar a otros, y que estos regresen con refuerzos.

-Una reunión de los notables es necesaria, creo. He estado reuniendo hombres influyentes para formar un Consejo, un órgano de representación para la aldea. Desde luego no hay mejor momento para una primera reunión de ese Consejo…

Por último, guardó la carta de Norión. -La aldea necesita recibir las nuevas de lo sucedido aquí, de la batalla con los huargos. Lo último que sabemos es que Norión fue a buscar a Cerveth, y tal vez a Edrec. Fue solo, ya que Girion salió con Otho. Si hay siervos del enemigo entre los miembros de la Academia. Tal vez sea nuestra mejor baza para descifrar este misterio, y puede que el enemigo también lo vea así. Temo por él.

Los dos regresaron momentáneamente con el resto.

-La Academia era el gran sueño de Ayla, dijo Curudae mientras regresaba con Khôradur al centro de la sala. –Ha estado unos días cerrada, faltan alumnos… Todos estamos preocupados por Sir, por Ragi, por Eben. Pero tal vez, en medio de esta oscuridad que nos envuelve, la luz de la esperanza de un futuro mejor deba brillar desde estas aulas. Y hemos de buscar a Cerveth y a Norión. Me puedo encargar con un par de hombres, y también convocar una reunión del Consejo de la aldea para informar de la situación y tomar decisiones que nos atañen a todos, mientras el Lugarteniente organiza la acción militar con el Othrind. La prioridad será encontrar a los que siguen allí fuera, y traerlos sanos y salvos hasta aquí.

El Senescal miró a los presentes, orgulloso de lo que habían luchado y sufrido. Sil Auressë no se rendiría fácilmente.

- En cuanto a tu pregunta Denelloth, Girion regresó. En ese momento, su prioridad era Sir y el secuestro, pero informó a grandes rasgos de lo sucedido en el claro y en la Colina Huarga. Luego se puso a investigar con Norión y con Otho, y ahora ha partido nuevamente, con el mediano, en tu busca Denelloth. Un joven valiente o imprudente, según se mire.

Tras hablar Denelloth recordé que es posible que Ragi y Earnil no estuviesen en el claro.

No recuerdo bien cuanto tiempo hace que abandoné el claro, pero sí recuerdo que avisé a mis compañeros de que si no volvía en unas horas podrían rastrearme. Para ello dejé unos palillos en forma de cruz cada 100 metros al tiempo que seguía a los dos soldados que me llevaron hasta cerca de la cueva donde estaban los demas hombres, huargos y orcos. Recorrí unas 8 o 9 millas desde el claro.

Es posible que hayan ido en mi busca. Si es así están en serio peligro si los descubren.

Tambien recuerdo que antes, mientras realizaban el ritual en el claro, hablaban en lenguas extrañas y desconocidas para mí. Sí recuerdo como mencionaban una palabra muchas veces; BARZUM. No sé,... podría ser un nombre o cualquier cosa, expuse por si a alguien le resultaba conocida esa palabra.

-Entonces, ¿el joven Girion sigue ahí fuera? ¿Con el mediano?- Pareció querer erguirse, pero enseguida abandonó tal pretensión. -Muy imprudente, Curudae.- El montaraz pareció pensar para sí, como mordiéndose la lengua, aunque al final añadió: -Sabe defenderse, según vi cuando encontramos a Otho; pero creí que no se le expondría a misiones arriesgadas. Y si, como dice Russef, Eärnil y Ragi han seguido su rastro, puede incluso que se encuentren.

Denelloth esbozó una sonrisa sin alegría. Se limitó a masajear su pierna, lamentando su condición actual. Se le veía exhausto.

-¿Qué sabéis de ese mediano? ¿Alguien le había visto antes?- no lanzó la pregunta a nadie en particular. -Russef, había muchas fuerzas congregadas en esa cueva de la que hablas?

Khôradur escuchó las palabras de Curudae con atención

-Coincido contigo, reúne a los notables y busca a Nórion. Te proporcionaré a un par de soldados por si necesitáis protección en la academia

Al volver junto a sus hombres, Curudae explicó lo que se haría y Russef comenzó a hablar de nuevo, pero las nuevas que aportó intranquilizaron aún más a Khôradur, pero se mostró sereno.

-Espero que al ver el peligro Ragi y Eärnil hayan tomado la decisión de volver a Sil Auressë, pero será complicado poder ir a buscarlos y encontrarlos. Temo que estemos más rodeados de lo que nos pensamos y que una búsqueda implique la pérdida de más hombres, pero si no nos arriesgamos, la pérdida sería mayor, no sólo de hombres, sino también de nuestros principios, nuestro honor y nuestro valor.

-Denelloth, se hizo lo que creímos oportuno, no enviamos a nadie a la ligera, y si hubiésemos sabido que la situación era tan complicada a lo mejor se hubiese tomado otra decisión, pero Sir y Caäniza habían desaparecido y usamos de todos nuestros recursos para encontrarlas y daros aviso.

-El mediano casi fue asesinado por quienes secuestraron a Sir, le usaron para robarle la ropa y usarla para sacar a Sir de la aldea disfrazada, cosa que consiguieron.

-Esto es lo que vamos a hacer, vosotros dos -señala a Denelloth y a Russef- vais a descansar, hasta que el resto de miembros de la Othrind se reúnan con nosotros y les informéis con todos los detalles de lo sucedido, luego os dejaremos para que os sigáis reponiendo mientras seguimos la reunión en otro lugar. Si vamos a tener que luchar, quiero que estéis recuperados y en plena forma cuanto antes, vuestras espadas serán muy necesarias. Curudae, tú reúne a los notables y busca a Nórion y a Cerveth.

Se acercó a Caäniza

-Cuida de Sir, y dice algo o ves a alguien actuando de forma sospechosa avísanos. Dejaré unos cuantos guardias para que vigilen

Denelloth se limitó a asentir a la palabras de Khôradur con expresión triste y fatigada. Luego se recostó un poco más, buscando una postura cómoda colocando la capa como almohada. Allí quedó en silencio, medio de lado, sin cerrar los ojos pero sin levantar la mirada, hundido bajo la manta que lo cubría.

El calor del carbón quemado rodeó la pierna estirada de Denelloth. Previamente, Ionell había colocado los juncos huecos de arpsusar hasta envolver toda la extremidad. Por momentos, el calor resultaba sofocante, pero la propia compresa de juncos protegía la extremidad dañada de quemaduras.

-Descansa un poco, Denelloth, le dijo Ionell después al acompañar al montaraz de nuevo hasta su camilla. –En unas horas tenemos que repetir, para que los músculos y tendones terminen de unirse, y luego te aplicaré un vendaje. Te vas a recuperar, añadió y se quedó mirando a la niña Sir. Parecía que estaba inmersa en otra pesadilla, tal vez producida por la fiebre.

-El cuerpo de la niña se aferra a la vida, pero su mente… No lo entiendo, su espíritu no tiene la vitalidad que he visto en otros de su edad. Es como si estuviera cansada.

-Te lo agradezco, Ionell.

Denelloth respiraba pesadamente, mirando al techo. Recibía los pacientes cuidados del maestro como si fuera parte de una promesa, pero estaba claro para ambos que el montaraz no era el mejor de los enfermos y soportaba con dificultad el tratamiento. Había dormido algo, aunque no tenía muy claro en qué momento del día estaban, y no quería preguntárselo a Ionell. Sentía la cabeza pesada y el pensamiento algo abotargado.

-Es una niña especial, Ionell. Es... no sé describirlo, es como si otra persona hablase a través de ella. A veces habla como un verdadero sabio de tiempos pasados, otras es una niña de lo más alegre. Espero que hagas un buen trabajo; cuando la vi desfallecida, al pie de la muralla, francamente pensé que estaba muerta. Tal vez su espíritu necesite cuidados, aparte de su cuerpo.

Se dispuso a descansar lo mejor posible. La verdad es que el tratamiento con los juncos era un alivio, pero no podía dejar de especular con lo que podría pasarles a Ragi, Eärnil, Girion y el pequeño Otho. Sentía la responsabilidad sobre todo por los dos primeros, y los dos últimos le despertaban una emotiva simpatía; habían salido a buscarlo. ¿Y qué estaría ocurriendo en el Othrind?

-Haré lo que esté en mi mano, dijo Ionell. -Te dejo descansar, añadió y salió por la puerta dejando a Denelloth a solas con Sir.

El montaraz apoyó la espalda en unos los bancos de madera de la Academia. No encontraba una postura cómoda para dormir, pero al menos podía descansar el cuerpo agotado. El dolor le acompañaba, pero lograba mantener la respiración regular. Tenía los ojos entreabiertos, y volvió a mirar a la niña que seguía en un profundo sueño agitado, presa del shock. De tanto en tanto, su cuerpo se movía con alguna convulsión leve. Tenía las manos juntas, unidas. Se aferraba a su propio camisón con las dos manos, con fuerza. Los nudillos estaban casi blancos y apretaba el puño...

¿Qué lleva en su mano?

Había algo. Un objeto pequeño. Denelloth se incorporó ligeramente. En la penumbra de la sala, notó un resplandor leve. Miró mejor, y vio que eran una piedra pulida. Nada especial para una niña joven. Y la luz era tan solo el tenue brillo de una veta de mineral.

Volvió a cerrar los ojos, necesitaba descansar. Veía flashes del monolito, del claro, luego el combate con Raku, la persecución, los huargos... Y Sir. Todo el tiempo había llevado esa piedra, cuando Denelloth tenía cogida su mano la guardaba en la otra. Cuando los huargos casi acabaron con su vida, ella seguía aferrándose a esa piedra... Y ahora, cuando su espírutu vagaba por mundos más allá de éste.

Cerraba los ojos y veía imágenes que no le ayudaban a descansar, y procuró apartarlas de su mente. Pero por alguna razón la piedra de Sir seguía ante sus ojos cerrados, no conseguía dejarla a un lado, ocupaba toda su atención. Intentó concentrarse, intentar recordar el día que conoció a la niña, en la feria del Día de Ioënde. ¿Llevaba ya esa piedra? ¿De dónde la habría sacado? ¿Por qué se aferraba a ella de tal manera? ¿Resultaría de alguna manera un amuleto curativo, o sería perjudicial para ella? Deseó intentensamente que la niña se recuperase, o recuperase la consciencia; había tantas cosas que quería preguntarle... Pero tuvo que esperar pacientemente, lo más cómodo posible pero ya sin perder de vista las evoluciones de la pequeña Sir y su enigmática piedra.

Denelloth vio ahora algo mejor el amuleto. Tenía un agujero para pasar una cuerda, y en la feria de Ioënde le vio con una cuerda de cuero. Aunque esa cuerda ya no la tenía, ésta había dejado una marca en su cuello hace poco. En algún momento de las terribles acometidas de los huargos, se habrá soltado.

El montaraz se concentró en la pieda. No era especialmente bonita, pero sí poco habitual. Una piedra pulida con forma en "L", con vetas de tono plata que parecían cambiar de intensidad. Sí, parpadeaban ligeramente. Denelloth había sentido el poder de los encantamientos en distintos lugares y de distintas formas. Lo había sentido en el refugio de Bar Irlossiel, luego en el bosque con Ayla. Y en el monolito. Había magia que curaba, que te hacía olvidar, que te amenazaba o quería hacer algún daño. Algún tipo de encantamiento había en esa piedra, y la propia niña la estaba usando. O intentaba hacerlo. Era parte activa, como si usara un poder que tenía y lo enfocaba en esa extraña piedra. Cuando sus labios susurraban algo, la luz parecía aumentar su intensidad.

La niña murmuraba algo. Denelloth intentó descifrar las palabras con pocas esperanzas de entender nada. Sir resultaba cada vez más peculiar. ¿De dónde habría sacado eso? ¿De dónde procedía ella misma, en realidad? Ragi dijo... No dijo gran cosa, en verdad. Vienen de Tharbad, y la pequeña parece de la más noble estirpe.

El montaraz se revolvió inquieto en su jergón, pero no perdía de vista la piedra que asomaba entre las manitas de Sir. Denelloth tenía la tendencia habitual de desconfiar de los artilugios mágicos, como ocurría en general. Cierto es que él mismo tenía buenas aptitudes para percibir y canalizar la energía que fluye por el Mundo, y que entre los Faradrim Aran se potencian y educan esas cualidades; pero manipular la Esencia de la creación es algo muy distinto. Es jugar con fuego, reflexionó. La magia era sin duda una fuerza poderosa, pero peligrosa. Pensó de nuevo en el monolito, en Norion, en Ragi y los demás.

¿Qué estará pasando en el Othrind?

Denelloth trató de ordenar sus ideas. De alguna forma, la niña estaba ahora más allá del alcance del montaraz, y de todos. No hallaba la forma de ayudarla, ni confortarla. Se sentía impotente, y también cansado. Necesitaba recuperar fuerzas. Los brebajes de Ionell estaban haciendo su efecto, y los párpados empezaban a pesarle. Se acomodó como pudo junto a la niña, sin dejar de mirar la extraña piedra...

Y cerró los ojos.
 

Denelloth cerró los ojos, y su cuerpo agotado por fin pudo descansar. Pero su mente seguía activa, tratando de asimilar todo lo vivido en tan poco tiempo. En su agotamiento, estaba tal vez más cerca de sus emociones, que solía tener bien guardadas en lo más profundo de su ser. Pudo sentir la desesperación y el miedo de Sir, su lucha por superar el trauma que había sufrido, su lucha interna. También volvió a ver fugazmente al monolito, y al anciano de los ojos brillantes.

Sintió el gélido viento del norte en su cara. Primero, su mente racional le decía que seguía tumbado en la sala de la Academia, descansando de sus heridas. Pero lo que sentía su corazón, sus manos y su rostro era el frío y la nieve. El tacto bajo sus pies, el paisaje del eterno yermo cubierto de nieve. Por un lado, resultó alivio para su pierna después de los tratamientos con el fuego. La nieve le invitaba a tumbarse, a dormir rodeado de su gélido abrazo.

Entonces oyó algo. El aullido de un lobo en la distancia. Lobos, como los que casi habían acabado con Sir. Y seguía sintiendo las emociones de ella en esta visión. De alguna forma, ella era capaz de proyectar sus emociones hacia este extraño lugar. De repente, escuchó unas extrañas palabras, pronunciadas por una voz que podría ser la de Sir.

Un Guardián está siempre comprometido. Es esclavo de su sueño, y libre en sus pasos.

Y vio algo. Una sombra, una silueta de un hombre alto y fuerte, con el pelo blanco ondeando. Llevaba armadura, y una extraña espada. Parecía un elfo. ¡Un elfo blanco! Estaba de espaldas, y sujetaba algo en su mano…