Partida Rol por web

"No", pensó Ragi cuando escuchó las noticias. No sólo había fracasado en su misión, si no que había perdido a su protegida.

"No puede ser, debía estar bien protegida. Tiene que haber alguna explicación." meditó durante un momento, intentando encontrar alguna esperanza que le sirviera para continuar su camino.

En ese momento ya no sabía que hacer, podría buscar algún camino para llegar a la fortaleza y corroborar los hechos, o buscar a la niña entre todos los asaltantes. Creía que la mejor opción sería volver, pero no estaba seguro de querer hacerlo sin ella.

- ¿Hacia dónde los llevaron? - preguntó sombrío mientras meditaba todas las posibilidades.

Pinto sintió compasión por el joven que ahora se enfrentaba por primera vez a los horrores de la guerra. Buscó las palabras para darle ánimos. –Vi cómo metieron a la niña dentro del castillo de Sil Auressë. Allí estará a salvo, y podrán atender a sus heridas. Es el lugar hacia donde deberíamos ir, pero no es posible. Hay otra opción. Al norte, cerca del camino, hemos visto hogueras de un campamento. Están a unas cuatro horas, tal vez menos. No sabemos quiénes son, pero el campamento es grande y bien protegido. Podrían ser simples mercenarios de camino a Sil Auressë. La noticia de la convocatoria habrá llegado a Metraith, y de allí es lógico que acuda gente. Pero también podrían ser hombres de Lord Echorion, el protector de estas tierras. En cualquier caso, es más que probable que sean aliados contra las criaturas malvadas. Y tal vez tengan alguien que sepa de cuidados médicos. Los necesitamos…

- Iré a buscarlos - dijo Ragi sin muchos miramientos. Quería llegar lo antes posible al castillo y sólo podría hacerlo si le acompañaban. - Puedo acercarme de forma sigilosa y observarles antes de llamar su atención. -

Dicho esto preparó sus cosas para partir y salir de nuevo a la locura de fuera. Ahora tenía más responsabilidades y su corazón ardía de rabia. No se rendiría sin luchar.

-De acuerdo, dijo Pinto sin titubear. El estado de los heridos era cada vez más crítico, y no le quedaban muchas opciones. -Trata de averiguar si alguno tiene hierbas o sabe de medicina. Diles que Sil Auressë les compensará.. Y si saben luchar, se necesita ayuda en la aldea, que te acompañen hasta allí.

Sin más despedidas, Ragi abandonó la cueva y comenzó a bajar por el pendiente septentrional de la meseta. Era bastante escarpado, y en mitad de la noche tenía que llevar cuidado para no sufrir un contratiempo potencialmente peligroso. A lo lejos pudo ver las hogueras del campamento como puntos tenues en la noche. Todo parecía tranquilo, así que ajustó su zurrón y comenzó a bajar.

Ragi bajó lentamente por la ladera. No quería encontrase entre los heridos del campamento antes de llegar a su destino y, además, quería ser lo más sigiloso posible... No sabía que podía encontrar allí.

En su descenso iba meditando en todo lo que le había contado Pinto. Esperaba que al llegar a su destino pudiera encontrar alguna cara amiga o, al menos, gente amistosa. En otro caso estaría perdiendo un tiempo precioso que varios de los hombres parecían no tener.

Ragi terminó de bajar con cuidado, y no sin algún susto. Pero finalmente llegó hasta abajo, y comenzó a avanzar hacia el campamento. A medida que se acercaba, vio que se trataba de un grupo de unas quince o veinte personas, con bastantes caballos. Estaban organizados en dos grupos de tienda de campaña, y un total de tres hogueras. Una grande en el centro, y dos más pequeñas a una distancia parecida de la hoguera central a ambos lados. La distribución del campamento denotaba organización, aunque le daba la sensación de que se trataba de dos grupos diferentes unidos por necesidad o circunstancias. Los caballos y las tiendas estaban distanciadas, y apenas había movimiento junto a la hoguera principal.

Lo que sí había eran varios hombres haciendo guardia junto al perímetro en ambas partes del campamento. Sus siluetas se podían ver contra el resplandor del fuego. Iban armados.

Ragi se acercó en silenció, tratando de mantenerse en las sombras y no ser visto. Aún tenía que decidir si podía fiarse de ellos. Trato de encontrar alguna bandera o evidencia que dijera de donde venía cada uno de los grupos, también de escucharles hablar, por si tenían algún acento que le dijera algo. Por último observó sus ropajes, tratando de discernir si eran guerreros acampados o simples campesinos a los que la guerra cogió fuera de sus hogares.

Esperaba que todo la información le ayudase a tomar la decisión de entrar o volver por donde había venido, quizá con alguna medicación que pudiese encontrar entre las tiendas de campaña y que, con suerte, podría aliviar a los heridos del otro campamento.

No se vio ningún estandarte, ni símbolos iguales en los escudos. Tampoco llevaban uniforme, aunque estaban bastante bien equipados y armados para ser simples viajeros o campesinos.

Ragi se movía entre las sombras con cuidado, sin hacer ruido. Su pequeño tamaño y el hecho de no llevar armadura ni mucho equipo jugaba a su favor. Pasó desapercibido entre dos guardias separados por demasiada distancia, y entró en la zona entre el perímetro de los guardias y el campamento propiamente dicho. Afinó el oído por si distinguía alguna palabra o conversación...

Vio pasar a uno de los soldados ataviado con una armadura. Llevaba puesto su yelmo, y Ragi no le distinguía la cara. Parecía algo más bajito que el resto, y estaba hablando con otro hombre rubio. Negó airadamente con la cabeza, y de repente se dio media vuelta dejándolo al otro con la palabra en la boca. ¡Y se dirigía al lugar donde se ocultaba Ragi tras unos arbustos!

Detrás, el otro hombre siguió su camino hacia el campamento de la izquierda. Algunos le saludaban mientras avanzaba. Pero su interlocutor se hallaba ahora escasos metros de Ragi. Dio una patada a unas piedras, y respiró hondo. Después se quitó el yelmo, Ragi pudo verle la cara. ¡Era una mujer! Y estaba hablando sola...

-¡Estúpida! ¡Eres una estúpida, Milriel! ¿Cómo puedo ser tan ingenua?. Era pelirroja, y llevaba el pelo recogido para que no le molestara. Su armadura era de malla con refuerzos en los hombros, y guantes y botas de gran calidad. Se notaba que sabía moverse con la pesada armadura, y seguramente manejaba la espada con soltura.

No obstante, se sentía ofendida por algo. Milriel maldecía su situación, y apretaba con fuerza los puños para controlar sus emociones. -Me ha traído aquí como un trofeo, no tenía intención de dejarme marchar con Hir Rochon. ¡Dioses!

Alzó la vista a las estrellas que parecían haberse apagado esta noche. Y entonces una sensación se apoderó de ella. Bajó la vista, y miró a ambos lados, y se dio cuenta de que los guardias se habían separado demasiado. Todo parecía estar en orden, pero su intuición decía otra cosa... Instintivamente movió su mano hacia la empuñadura de la espada.

Ragi se sintió avergonzado por su metedura de pata. Había considerado obvio que no le podrían ver ni descubrir de ninguna forma, así que se había adentrado en el campamento para descubrir todo lo posible y ahora lo que había descubierto es que no era tan invisible como creía.

"¿Qué puedo hacer?" pensó durante un instante. La muchacha iba a descubrirlo y si lo hacía podría dar la voz de alarma y, con ello, perdería la posibilidad de un encuentro amistoso.

Decidido, consideró que lo mejor era dejarse de ambages y, en voz baja le dijo - Puede parecer que soy un chico tímido, pero simplemente no me gusta entrar en un sitio lleno de gente armada a la vista de todos. ¿Sois amigos de Sil Auressë?- preguntó finalmente mientras observaba sus movimientos.

-¿Q-quién habla?, preguntó la guerrera sobresaltada al escuchar de repente la voz de alguien en la oscuridad. Al ver al joven desarmado y escuchar sus palabras, se tranquilizó y recuperó la compostura. -Me habías asustado, muchacho. ¿Qué haces merodeando solo en la noche? Estas tierras no son seguras ahora...

Miró rápidamente a su alrededor por si había más intrusos. Además, no está bien dejar en mal lugar a los guardias de nuestro campamento.

-¿Sil Auressë? Vienes de la aldea, entonces. Bien. Nuestra ruta nos llevaba hacia allí, pero entonces avistamos varias manadas de huargos y nos detuvimos aquí. ¿Tienes nuevas de lo que está sucediendo allí?

- Me llamo Ragi, aunque no es tiempo de presentaciones - dijo el joven mientras observaba el camino por el que había llegado. Señaló hacía donde estaba el campamento y continúo - Vengo de allí, hay un grupo de gente malherida de la guardia de Sil Auressë. El Sargento Pinto me envió para ver si esté grupo era amistoso y si tenéis hierbas o médicos que pudieran ayudarles. Con los heridos no podrán llegar a la ciudad. Desde luego, seréis recompensados. -

Había jugado sus cartas de manera arriesgada, aunque parecían mercenarios de los que habían llamado desde la ciudad para protegerla, así que esperaba que les ayudaran sin problemas.

- Por mi parte, sólo quiero llegar al castillo y ver que todos están bien. - terminó suspirando.

-De acuerdo, contestó la mujer observando la zona hacia donde había apuntado Ragi. -Mi nombre es Milriel..., dijo y por un momento parecía que iba a añadir algo más a modo de presentación. Pero no lo hizo. -Creo que podemos ayudaros, sí. Ven, no hay tiepo que perder.

Sin decir nada más, se dio media vuelta para comenzar a andar hacia el campamento, dando por supuesto que el joven le seguiría.

-Aquí hay dos grupos diferentes. Unidos por necesidad, y también por algunos objetivos comunes, comentó Milriel en voz baja a modo de aviso mientras pasaban cerca de los caballos. Había muy pocas monturas para todo el campamento. -Te llevaré al líder de los mercenarios, con quien he venido hasta estas tierras desde Metraith. Su nombre es Belegund. Estábamos de camino precisamente a Sil Auressë cuando avistamos las manadas de huargos, y alguna patrulla de orcos. Fue cuando nos encontramos con la otra gente del campamento. Ellos se dirigían al oeste, al Vado de Sarn. Son hombres de Lord Echorion, aunque no lo anuncian abiertamente. 

Cuando ya veían la tienda de Belegund, ligeramente más grande que las demás, ella se detuvo una vez más. -No todos buscamos el oro, Ragi.

Lord Echorion. El Príncipe Exiliado del poderoso feudo de Girithlin en el sur de Cardolan. La historia narra como su propio tío usurpó el poder, y trató de asesinarlo antes de que cumpliera la mayoría de edad. Echorion huyó a Arthedain, donde se ocultó durante largos años. El año pasado regresó para unirse a los Señores Aliados en los últimos coletazos de las guerras contra Dagorhir. Fue nombrado Protector de las tierras de Metraith y alrededores, incluyendo la zona de Sil Auressë. Pero a nadie se le escapa que el objetivo de Echorion es encontrar apoyos y aliados para ocupar el trono de Girithlin. Sus tropas están esperando el momento para ir al sur.

Ragi asintió a su acompañante mientras la seguía y la escuchaba cuidadosamente. Sabía que todo lo que le decía podía ser importante y suponer la salvación para sus compañeros. Además, ahora que se había mostrado no había otra forma de actuar. Robar medicamentos estaba descartado y necesitaban también un médico.

Cuando llegaron frente a una tienda de mayor tamaño, la muchacha le dijo que no todos buscaban el oro. El joven lo comprendía bien, puesto que su motivo actual era encontrar a su protegida y ver que estaba bien.

Esperó a que le dieran paso en la tienda y con un suspiro acompaño a su guía hacia el interior. No sabía que se encontraría ahí dentro, pero fuera lo que fuera, tendría que afrontarlo.

Ragi entró detrás Milriel en la tienda. Allí se encontraron primero con un soldado ataviado con una capa gris pero sin otro identificativo. Al reconocer a Milriel, les permitió el paso hasta situarse delante de quien lideraba al grupo de mercenarios del campamento.

Su nombre era Belegund. Se encontraba sentado, algo inclinado hacia delante. Su aspecto era más cuidado de lo que cabía esperar de un mercenario, sobre todo llamaba la atención su cabello y su barba. También vestía con ropas de calidad, pero la espada que sujetaba en la mano no dejaba lugar a dudas. Era un guerrero.

Belegund no apartaba la mirada de Milriel. Era el hombre con quien ella había estado discutiendo antes, y estaba claro que había mucha tensión entre los dos.

-Belegund, te presento a Ragi, de Sil Auressë, dijo ella. –Ha llegado hasta aquí desde las colinas al sur, entre nosotros y el antiguo castillo. Allí hay un grupo de soldados que fueron atacados por las manadas de huargos, y tienen heridos. Solicitan ayuda.

La guerrera hablaba con franqueza, y con convicción. El tiempo apremiaba.

El capitán mercenario alzó su mano para interrumpir a Milriel, y centró su atención en el joven. Su mirada era penetrante. –Ragi… No me suena tu nombre. Pero conozco a algunos de los que han acudido a prestar sus servicios a Sil Auressë. ¿Quién es el comandante allí? ¿Te suenan los nombres de Belthar, Eärnil, Tarmalion y Russef?

Los nombres de Belthar y Tarmalion no le sonaban a Ragi, aunque tampoco conocía a todos los soldados. Eärnil y Russef habían formado parte del grupo que fue a investigar el monolito.