Partida Rol por web

Eärnil terminó de preparar el caballo con las tinajas de aceite, y demás objetos. Luego miró a sus reclutas. Los cuatro se habían presentado voluntarios en su mayoría, y no podía evitar preguntarse el motivo. Pero realmente daba igual. Ya no había lugar seguro en la contienda que se avecinaba. Tal vez el estratégico Paso de la Loma era un lugar tan bueno como cualquier otro para plantar cara al enemigo, y para desafiar a la muerte y a la oscuridad.

Contaba con dos arqueros, uno veterano que manejaba su arco largo con soltura. Su nombre era Cirian, y había servido en las tropas de Hir Dol Tinare en varias guerras. Ahora era un miliciano más, y tal vez ya en el otoño de su vida. Pero le había dicho a Eärnil que aún podía dar a un conejo a cien yardas de distancia.

A su lado, el otro arquero miliciano cargaba con una ballesta ligera. Era más joven, pero tampoco un chaval. Su nombre era Elebennon, y antes de partir se había despedido de su mujer y dos hijos. Era de constitución robusta, y mirada firme.

Brangon era el nombre del cazador. Los cazadores de Sil Auressë eran precisamente eso: cazadores. Denelloth los había estado adiestrando poco a poco para convertirlos en exploradores del ejército, pero esta guerra había llegado demasiado pronto. Bastaba con mirar su rostro para entender que estaba temeroso. Aún así, cuando habían pedido un cazador para esta misión delicada, no dudó en aceptar. Brangon conocía las tierras alrededor de Sil Auressë, y sabía que el Paso podía convertirse en una ratonera sin salida. Él no tenía familia, y por lo tanto prefería arriesgarse en vez de los otros compañeros que irían con el contingente principal bajo el mando de Khôradur.

El grupo lo completaba Garius. Era un hombre de ascendencia nórdica que había participado en algunas refriegas como mercenario. Ahora estaba esperando ingresar como soldado en el ejército de Sil Auressë, y mientras tanto servía en la milicia. Se manejaba con la lanza, y había visto combate. No era un líder, pero sabía cumplir órdenes.

Y eso era lo que todos esperaban de Eärnil ahora. La primera parada en el viaje hacia la Loma será el cruce de caminos a unas horas en el sur. Allí, un pequeño grupo de exploradores estaban esperando novedades de la aldea y nuevas órdenes, y a su vez les pondrán al día de lo que estaba sucediendo más al sur.

Parecia que tenia un buen grupo e iba a darle buen uso. Les mire a los ojos uno a uno.
Bien, señores, nada de antorchas, mantened un paso lo mas silencioso que podais y las comunicaciones al minimo, la sorpresa es nuestra aliada el silencio es nuestro amigo
Ciria,Garius y Elebannon ireis 100 pasos por detras de Brangon y yo mismo que batiremos el terreno.
Adelate compañeros, haremos que esas bestias inmundas lamenten el dia que decidieron hollar estas tierras con su presencia!

El grupo se puso en marcha en silencio. Eärnil y Brangon iban delante, y los demás a unos cien pasos detrás. Tomaron rumbo sur-sureste. La noche era nublada, pero todo parecía tranquilo. La calma recordaba los momentos previos a una gran tormenta, y no era necesario insistir en la necesidad de guardar silencio.

El primer tramo del viaje transcurrió sin incidencias. Se acercaban a la primera parada, que era el cruce de caminos. Allí esperaban encontrarse con un grupo de tres: un soldado y dos milicianos. Podrían escuchar nuevas de la zona, y tomar alguna decisión antes de seguir hacia el Paso de la Loma más al sur.

Ya quedaba poco para el amanecer cuando Eärnil y Brangon vieron el cruce a lo lejos desde una posición elevada. Pero no veían a nadie. Había un poste marcando el punto en el camino, y una especie de cobertizo rudimentario donde solían montar guardia. Pero no se veía a nadie. El terreno era bastante irregular, así que era posible que estuvieran ocultos detrás de algunas rocas, o en una grieta o quebrada.

La cosa no pintaba bien, todo de masiado tranquilo y muchos escondrijos en esta zona de guerra.
Alto señores!, sacad vuestras armas y disponeos para el combate, hay que hacer salir a los posibles asaltantes sin abandonar nuestra posicion elevada.

Los hombres de Eärnil se reunieron junto al líder, y observaron con atención el rudimentario puesto de control desde la altura. Fue Elebennon el que vio a un hombre escondido entre unas rocas. Había preparado una red de camuflaje, y desde su posición vigilaba el camino. No había visto al grupo de Eärnil.

-Es uno de los nuestros, dijo el ballestero bajando su arma. -Lo conozco. Se llama Holund.

Eärnil oteó los alrededores buscando a los otros hombres apostados, su preparación militar le decía que debía estar alerta en todo momento.

Eärnil y sus hombres se acercaron con cuidado al cruce de caminos. La tensión era palpable, aunque Elebennon había reconocido al hombre que se escondía en el puesto de control como Holund.

El guardia salió de su escondite al reconocer a algunos de los que llegaban. -¿Refuerzos para el Paso?, preguntó mirando a los hombres y al equipo que traían. Holund llevaba un yelmo de cuero, y aún tenía hojas y ramas como camuflaje encima de su armadura. -El enemigo ya se está congregando en el hondo delante de nuestra posición allí, comentó el soldado. -Antes de llegar las primeras luces del día, vi a los murciélagos. Incluso vimos algunos exploradores y algún jinete de huargo. Los orcos estabn llegando cuando me vine aquí a hacer mi turno en el cruce.

Holund miró en dirección al desfiladero. Una hoguera ardía débilmente en el horizonte meridional como señal de la presencia enemiga. -Creo que han llegado más desde entonces, la hoguera la están encendiendo ahora. El sargento Halbered cuenta con sóo ocho hombres en total, y me teme que el enemigo atacará con fuerza. Este cruce ya d anigual, añadió. -Aquí se han visto pasar huargos al norte y nordeste. Están cerrando el cerco, pero nuestra baza es pararlos en el Paso.

No quería pensar qué pasaría si los orcos lograban llegar hasta la amplia meseta donde se encontraban ahora, son ningún obstáculo natural para frenarlos de camino a la aldea, y con todo el ejército de Sil Auressë en otro campo de batalla en el oeste. -Vamos andando, te contesto de camino, sentenció.

Eärnil volvía a sentir la excitación ya casi olvidada en Arthedain. La adrenalina le cosquilleaba en el estómago, una sonrisa maliciosa quería dibujarse en sus labios nerviosos. Se recompuso y ordenó sus ideas, todas le llevaban al aceite y al fuego... pero era necesario hacer un plan, ambicioso y minucioso.-Camaradas, sería necesario disponer de un mapa de situación, si sabemos la situación de sus tropas y su número podemos plantear una mejor estratégia Eärnil sacó su main gauché y se colocó en cuclillas dispuesto a hacer un croquis en el suelo con la información que pudieran aportar los compañeros apostados.

El grupo iba prácticamente corriendo por el llano en dirección a la hoguera del puesto del Paso de la Loma. No había tiempo que perder. Aunque el sol había amanecido con fuerza, cada hora que pasaba les acercaba a la noche. El enemigo había elegido este día para lanzar un ataque brutal y definitivo, y todos tenían en mente que Sil Auressë tal vez no iba a llegar a ver un nuevo amanecer.

En un breve descanso, Holund le guió a Eärnil para hacer un dibujo básico en el suelo.

-El sargento Halbered tendrá más información de las tropas enemigas, dijo mostrando la zona en el mapa donde se estaban reuniendo cuando él partió¹. Luego alzó la vista hacia la hoguera. Aún quedaban varias horas de viaje.

-Allí tenemos que preparar la defensa, dijo el veterano arquero apuntando con el dedo en el largo desfiladero entre las dos mesetas. -El Paso es ancho, tal vez demasiado para que unos pocos puedan frenar con armas el avance de un contingente grande. Pero podemos intentar poner algunas barreras, trampas... Hacer que duden.

En su penoso camino hacía el paso Eärnil cavilaba una plan, no sabía con exactitud con cuantos efectivos disponía mas la idea principal la tenía clara, Bragon aprovecharía sus experiencia como cazador para poner trampas, Elebennon, el más joven sería el más retrasado y marcharía con noticias en el momento de que la defensa cayera, era el que más tenía que perder. Cirian buscaría un buen emplazacimiento para dar caza al mayor número de orcos.Él y Garius estarían preparados con las rocas embadurnadas en aceite, harían descender el fuego sobre esa caterva apestosa. Si sus cálculos eran correctos sólo Elebonnon sobreviviría... "Tulkas, espero que tu bendición esté con nosotros"

Por fin llegaron a la meseta que coronaba el lugar conocido como la Loma. Se trataba de una elevación plana que subía de forma gradual desde el oeste, pero que terminaba en un abrupto corte en el este. La altura era de más de treinta metros desde el suelo, y la pared de roca vertical proporcionaba una excelente defensa natural. Únicamente un paso entre las mesetas adyacentes rompía ese muro. El Paso propiamente dicho era ancho en su apertura, pero luego se estrechaba bastante. Aún así, en todo momento de su recorrido de casi una milla era lo suficientemente ancho para que dos carromatos pudiesen pasar juntos.

Era un lugar castigado por el viento que traía polvo y arena desde el sur. En las proximidades del Paso, los remolinos de aire levantaban grandes nubes de polvo que dificultaban la visibilidad, y ahora hacían una suerte de cortina suspendida en el aire como fondo para la hoguera que ardía en el punto más alto de la meseta. El fuego estaba no muy lejos de unas pocas piedras que marcaban el lugar donde antaño hubo alguna estructura defensiva. Ya ni se recordaba qué feudo había querido fortificar el lugar, y tal vez nadie recordaba qué pasó con ellos. Eran otros tiempos.

A medida que se acercaban al lugar, pudieron escuchar multitud de voces que llegaban desde la parte honda delante de la meseta. Gruñidos como de animales, y gritos de palabras malsonantes. Los orcos habían llegado, y era sin duda una hueste numerosa. Aún no los podían ver, pero ya pudieron sentir su presencia.
 

El sargento vio a Eärnil y a los demás, y rápidamente salió a su encuentro. No era aconsejable acercarse al borde de la meseta, ya que los arqueros orcos estaban a la espera para poder mermar las precarias defensas.

-Bienvenidos al Paso, dijo y esbozó una sonrisa forzada. Tuvo que alzar la voz por el viento del lugar elevado. Halbered era un hombre corpulente, y barbudo. De origen arthedainii, era veterano de varias guerras pero ya se había licenciado para trabajar de carpintero cuando fue convocado nuevamente al servicio. Ahora su rostro reflejaba el desánimo. Le había tocado una defensa imposible.

-Son muchos, y creo que están esperando a más. Nos podían haber aplastado ya, pero salvo alguna flecha y esos malditos murciélagos, el resto de la hueste sigue allí abajo. Esperando.

Encima de sus cabezas, no muy lejos de la gran hoguera, una bandada de media docena de murciélagos gigantes daban vueltas. El Señor de la Guerra que había aterrorizado el centro de Cardolan durante largos años los había usado con frecuencia. Eran criaturas viles que servían al Mal como espías y como mensajeros del miedo.

-Halbered, camarada, ¿sería posible causar algún derrumbamiento que estrechara más aún el paso?. Esos murciélagos me están poniendo nervioso, además se dice que pueden actuar como espías, que comunican todo lo que ven a sus amos... son sólo 6 ¿acabamos con ellos?

-Es una buena idea creo, respondió Halbered sobre lo de estrechar el Paso con algún derrumbamiento. -Hay algunos bloques de piedra de gran tamaño a ambos lados, pero no hemos sido suficientes en número para poder moverlos. Hasta ahora. Con más efectivos, y sobre todo con el caballo que traes y las cuerdas, creo que ahora es una posibilidad.

Un nuevo ánimo y una nueva vitalidad se apoderaban del sargento. Le motivaba la llegada de refuerzos, aún siendo pocos. Sobre todo la posibilidad de hacer algo para complicarle la situación al enemigo.

-Yo me encargo de coordinar los derrumbamientos. Hasta hace poco trabajaba en la obra del castillo.

Cuando Eärnil sacó el tema de los murciélagos, le puso la mano en el hombro a su paisano. -Acabad con esos malditos. Veo que tus hombres traen arcos. Te dejo tres de los míos que tienen también puntería. Encárgate tú.