Partida Rol por web

Me despierto, sobresaltada. ¿Qué estaba ocurriendo ahora? Aquel día había sido aciago, convulso... ¿Es que los sobresaltos no iban a acabar nunca? Levantándome despacio para no despertar a Veronika, decido ir a mirar qué ocurre, procurando no alejarme demasiado de mis aposentos, pues no quería perderlos de vista por miedo a lo que pudiera pasarle a mi hija sola. 

Veronika y Svitlana, cuando volvisteis a vuestra habitación, hicisteis una oración y cada una se acostó en su cama.
Si quieres seguir con la escena lo podéis hacer en Conversaciones Mantenidas en Secreto.
Cualquier duda, en charla general. :)

La niña, consciente del grito y de la marcha de su madre en su duermevela solo pudo pensar en esconderse. Observó la habitación sin perder de vista la puerta. Sentía el palpitar de los latidos de su corazón en las sienes mientras dudaba si moverse o no. Su madre no estaba y se encontraba sola...sola en medio de la oscuridad.

                                                                       "Sola" 

Abrazó a su muñeca de madera, acariciándole la tela del vestido como si con eso intentase serenarse, pero era una niña nerviosa. Acabó escondiéndose bajo la cama dejando su infantil mente en blanco, nada había más que el brillo carmesí que se le había antojado hasta floral por un segundo en el suelo del salón del Duque. Sangre de su sangre. 

- Al fin acaba la noche, y no puede ser de mejor manera que en los aposentos de mi amada - el Caballero se acerca a Dubieta para poder hablar en susurros con ésta, y la invita a ir a sus aposentos - ¿quieres que vayamos mejor a mi dormitorio? - tras el nerviosismo y la tensión de los acontecimientos, el joven anhelaba el roce de la mujer -  no sé si has tenido tiempo de hablar con tu prima, yo no, o de tomar alguna decisión en lugar de dejarnos llevar, pero creo que va siendo momento de aprender de nuestros 'vecinos', y ésta noche ha sido bastante esclarecedora - con aquellas palabras, entreabrió la puerta - dejemos que Tomescu se encargue de Tiberiu...

SCHAAR DVY:

- Tras hablar con Dubieta, ella volvió a su habitación y tú te quedaste durmiendo en el dormitorio que compartes con Tomescu, que esta noche monta guardia en el pasillo.

- Cuando se producen los "gritos en la noche" estás profundamente dormido. Te agitas en sueños, pero no llegas a despertarte.

- Zort Dravescu regresa a la habitación de los Dravescu.

- Svitlana Basarab sale de los aposentos de los Basarab. Observa que ante la puerta de los aposentos Szantovich hay un guardia, pero no hay ninguno ante la de los Basarab.

Seis guardias de la Casa acompañaron a los Basarab. Svitlana supone que su destino ha debido de ser amargo.

Ve a Zort Dravescu, el nuevo ayudante del Chambelán Otto, regresando desde el patio a su habitación. Si él regresa... tal vez los gritos fueran una falsa alarma.

- Svitlana está ahora en el pasillo, no ha salido aún al patio.

Zort camina con paso rápido, agitado, helado por el frío de afuera. Pero eso ahora no importaba, mucho estaba ocurriendo, mucho estaba en juego en aquel momento.

- Mi Señora, tiene usted conocimeintos de medicina acaso? Mi hijo Zuyla ha sufrido un grave ataque!

Dijo al pasar, casi sin frenar, solo quería volver a la habitación, junto a Zuyla.

ZUYLA DRAVESCU:

- Ya te encuentras mejor.

- Te cuesta confesártelo a ti mismo, pero crees que tienes miedo.

- Conoces de primera mano el horror de lo sobrenatural, y el sufrimiento que causa.

SENESCAL STOLNIC:

- Terminas de vestirte y sales de tus aposentos.

- Pasas de tus aposentos al Salón Principal.

Veo, con rostro serio, cómo se aproxima el ayudante del Chambelán Otto hacia mí. Asustada, le escucho. Asiento con gesto grave y preocupado. No quisiera dejar a mi hija sola, sin protección, pero ¿cómo iba a negarle el auxilio a alguien en una situación tan grave? Era mi deber como cristiana.

Llevadme con él, y contadme qué ha ocurrido

- Por aquí, sigame! No se bien que ocurrió. Luego de sacar el cuerpo de... No hacía falta mencionar la dolorosa reciente pérdida de Giorgina, así que decidió no nombrarla. Luego de ello Zuyla comenzó a descomponerse en la capilla. Después pareció mejorar antes de dormir. Pero recién cuando me levanté porque creí oir un grito de afuera, me encuentro con que Zuyla estaba ahogándose en su propio vómito!

Entró a la habitación junto con Svitlana.

- La Dama Svitlana Basarab entra en la habitación de los Dravescu acompañada de Zort Dravescu.

- El Caballero Zuyla está en su cama, boca abajo y tosiendo. Parece que ha expulsado el vómito de sus pulmones.

NOTA SOBRE EL DECORO:

- En realidad resulta muy impropio y poco decoroso que una dama noble entre en el dormitorio de un caballero si no va acompañada de sirvientas o de un pariente varón.

Había escuchado unos gritos extraños en el castillo y se levantó. No sabía qué ocurría pero no le daba muy buena espina todo aquello, estaba siendo una noche demasiado silenciosa para ser un castillo en el que, recientemente, habían asesinado a un guardia delante de la mayoría de huéspedes. 

A la tenue luz de la vela se irguió y dirigió la mirada a su querido hijo que dormía como un ángel, acarició de nuevo su cabello y lo arropó pues, al moverse solía destaparse y no quería que su dulce y pequeño Tiberiu cogiese frío.

Se dispuso a abrir la puerta con delicadeza y miró a Tomescu, se preguntaba si él sabría algo de aquellos gritos.

- Buenas noches, Tomescu - mostró una leve sonrisa, había sido algo dura con él - he escuchado unos gritos en el castillo, parecían desaparecer hacia el este... ¿Sabe algo al respecto?

Zuyla consiguió tirarse sobre la cama, respirando entrecortadamente. El esfuerzo por vomitar todo aquello, todo ese limo amarillento de sus propios pulmones, lo había dejado exahusto. Perlas de sudor poblaban su frente desnuda, cayendo desde los surcos de sus cicatrices.

Ni siquiera el tormento sufrido a manos de los magyares cuando le arrancaron parte del cuero cabelludo se le antojaba tan insoportable como lo que acababa de experimentar.

Cuando parecía que lograría sobrevivir a la experiencia, su padre regresó junto con la dama Svitlana Basarab. Zuyla se sorprendió cuando al girarse, vio a la acompañante de su padre.

Dis... disculpadme, mi señora, pero temo que no estoy en condiciones de levantarme... articuló cansado, dirigiendo una inquisitiva mirada a Zort. ¿Le traía a aquella dama noble en lugar de al maestro Maserrak?

En ése momento, antes de abrir la puerta, un tenue sonido capta la atención de Dubieta. Algo había golpeado contra el suelo a sus pies, y cuando bajó la vista, pudo ver que había una carta allí abajo. No estaba muy segura de dónde había salido, aunque lo más probable es que la tuviese ella y no se hubiese dado cuenta hasta ahora. Al echarle un ojo, la dama encontró lo siguiente.

Zort sonrió a ver que Zuyla respiraba aún. Se acercó rápidamente a la cama y le sirvió un vaso de agua.

- Tranquilo hijo, Maserrak viene en camino, han corrido a buscarlo. La señora Svitlana se ha ofrecido a ayudarnos. Bebe!

Tomescu agradeció haber vuelto a su posición antes de que su señora le requiriese. No habría soportado volver a enfurecerla por segunda vez en una misma noche. Se cuadró con aire marcial cuando ella abrió la puerta. Aunque no tenía todas las respuestas.

- Mi señora, lamento que os hayan despertado, espero que el joven señor siga descansando. - Una vez hecho el comentario pertinente para intentar aplacar la ira de Dubieta, fue al grano. - He escuchado los gritos también, provenían del patio, pero cuando he llegado no había nada extraño, así que he vuelto a mi posición lo más rápido posible.

Durante un momento, dudó sobre si continuar hablando o no, pero prefería dar demasiada información que arriesgarse a quedarse corto por intentar no importunar más a su señora.

- Los gritos parecían ser de alguno de los lacayos del Caballero Durius de Slobozia, aunque no he podido verlo. Se alejaban hacia el este, pero sin vuestro permiso no he querido alejarme más.

Dicho esto, el guardia volvió a su postura firme, sin mirar a los ojos de Dubieta. Esperaba no haberla ofendido por desplazarse hasta el patio para investigar el origen del ruido. Pero mantenía su gesto estoico, no era digno intentar dar pena demostrando arrepentimiento.