Partida Rol por web

Clementine asintió, agitando suavemente la mano, quedándose cerca de Kane cuando comenzó a dibujar. Se encogió sobre si misma, y se preguntó por qué había sido ella la que los había atraído a ese lugar. Qué menester guardaba Dios para ella. Qué mensaje oculto. Pensó en Nick, en lo mucho que le hubiera gustado ver aquello. Pensó en Macbeth, y rezó en silencio por encontrarselo recuperado al subir. Suspiró, y revisó su propio esquema. Añadió algunos detalles, con cuidado. 

Cuando Trish volvió a bajar las escaleras se encontró con que todos sus compañeros habían pasado por el arco de piedra hacia la siguiente estancia. Allí, envueltos en esa extraña luz que la inventora ya conocía, estaban esforzándose para lograr hacer distintos dibujos que representasen, con mayor o menor éxito, los frescos de techo y paredes. 

Los dibujos de Axel y Kane resultaban bastante mediocres. Apenas unas cruces con algunas palabras y flechas dibujadas por encima. Los de Cass y Clem, estaban mucho mejor, al menos se veían en ellos algunos rastros distintivos de las personas que representaban, siendo el de la predicadora el más preciso de todos ellos. 

Bentley emitó un ladrido al ver a Trish y se fue hacia ella para rodear sus piernas y regresar con los demás, intentando empujarla para reunirlos a todos.

Macbeth parecía más tranquilo una vez que en la iglesia el dolor iba remitiendo. Aún tenía la mirada perdida de quien no ve lo que tiene delante de sus narices, pero al menos su expresión era de serenidad. 

—Aún no tengo nada, no. Pero estoy moviendo hilos, preguntando a gente. Pronto sabré más. —Suspiró entre dientes, frustrado por la situación—. Creo que a Bentley no le ha pasado nada —respondió, a la espera—. Nunca había visto algo como ese sistema de seguridad. Aparte de letal para los ojos indiscretos, es increíble que la puerta solo se abra con una sangre determinada.

Mientras el hombre hablaba emergió Kane por la apertura. Les dedicó una mirada y una especie de gruñido como todo saludo y se fue hacia la puerta de la iglesia para asomarse al exterior.

Al ver el resultado de su dibujo, Kane frunció el ceño y bufó por lo bajo con molestia. Hizo una bola con él y lo guardó en el bolsillo junto a sus útiles de dibujo. 

—Os espero fuera —dijo, con expresión seria. Ya había visto lo que había que ver y sería de más utilidad vigilando la entrada de la iglesia.

Sus ojos siguieron a la chica en su trayecto a la cripta, despidiéndola apenas con un gruñido, y regresaron a los del herido.

-Tampoco des muchas voces. No quiero que esto trascienda demasiado y algún gilipollas quiera meter la nariz. Con sutileza.

Escuchó sus comentarios.- Ya. Todo esto ronda el rollo místico. La sangre, los símbolos, la agresión a tus ojos...No me gusta, es una puta mierda. Pero que no me guste no quiere decir que no suceda. Me lo tengo que tragar. ¿Qué coño hago yo en una pintura en el techo vete a saber desde cuando? Kane y Clem hablan de profecías. Me toca los huevos si los tuviese. ¿Tú has oído hablar de un viejo llamado Jeff, un tipo tuerto con aire de yonki flipado?

Se mordió con repentina rabia el labio.- ¿Vas recuperando la vista? Déjame que te examine de nuevo.

Apareció entonces el pistolero. Casi no dijo nada, a su estilo sobrio y falsamente hierático. "¿Y qué cojones le pasa a este ahora?" -¿Todo bien allá abajo, Kane? ¿Por qué subes?

Clementine vio cómo Kane arrugaba su dibujo, metiéndolo en el bolsillo, y se encogió ligeramente sobre si misma. Lo vio marcharse, y tragó saliva, aunque comprendiese que pudiera tener sus motivaciones justificadas. Dejaba tras él una estela, de vacío, de separación, que acrecentaba aún más el abismo que parecía haberse abierto entre ambos durante los últimos días. Un abismo que no sabía de dónde había surgido, pero que cada vez era más palpable.

Suspiró. Y volvió a observar el fresco de aquellas paredes luminosas, sintiendo de nuevo que se quedaba sin aliento. Revisó alrededor del altar, y buscó cualquier motivo entre los grupos que se le pudiera haber pasado por alto. Si no veía nada que considerase relevante, iría a ver cómo se encontraba Macbeth. 

Mejores dibujos que el suyo había visto dibujar a sus sobrinos antes del apocalipsis, pero nunca había dicho que la pintura estuviera entre sus habilidades. Su arte era muy distinto, e involucraba la palabra, no los lápices o las acuarelas. Así que, dadas las circunstancias, se sintió orgulloso de sus monigotes mal dibujados y asintió satisfecho. Quizás alguna de sus notas no había cruzado la cabeza del resto e igual servía. Con eso en mente, dobló el papel y se lo guardó en el bolsillo.

Pensé que te quedarías afuera - sonrió al ver a Trish, aliviado de verla ahí. De hecho, quizás demasiado aliviado. Luego de lo tenso que se había puesto mirando su dibujo, le venía bien el foco de luz y alegría que era la chica. - Lamento decepcionarte, pero aquí no hay ninguna pesadilla. Ni siquiera el fantasma de mi abuela. - sonrió de medio lado.

Notando entonces la reacción de Clem a la molestia de Kane, esperó a que este saliera para acercarse a la chica y darle un par de palmadas cariñosas en la espalda - Tranquila, no pasa nada. Lo que sea, ya se le pasará. - la animó, sonriendo.

Al llegar a aquella estancia Trish dedico un momento a observarlo de nuevo todo incluyendo, en aquella ocasión, a sus compañeros. Recibió y acarició a Bentley y con una sonrisa se dejó llevar por él, acercándose al resto, e hizo un gesto con la cabeza para despedirse de Kane.

Al oír las palabras de Axel la muchacha le echó un vistazo a su dibujo.

—Justo al de tu abuela me lo he cruzado al bajar las escaleras —bromeó, antes de completar con otras palabras, apoyando la mano en el hombro del músico—. Se fue porque le daba vergüenza tu dibujo —añadió mientras a ella misma le daba la risa.

Después habló para todos

—Chicos, Macbeth está algo mejor —informó—. Ahora cuando he bajado ya volvía a distinguir al menos algunas sombras. Yo creo que se pondrá bien. —Hizo un gesto hacia el techo—. Y que a lo mejor esa es la lista de los que podemos pasar. ¿Por aquí todos bien? ¿Qué os parece... Esto?

La llegada de la peliazul hizo que Cassandra levantase la cabeza del boceto que estaba acabando, gracias a eso se percató de la brusca salida del pistolero, hecho que le hizo ladear ligeramente la cabeza mientras fruncía un poco el ceño y miraba de soslayo a Clem en busca de un motivo. No lo encontró. Lo que sí que vio fue la tristeza que emanaba de la mujer, cogió aire y... lo soltó despacio cuando vio al violinista acercarse y darle un par de palmadas a modo de reconfortante apoyo. Demasiada atención podía ser tan contraproducente como no ofrecer ninguna.

—Unos mejor que otros —contestó a su hermana, hacía referencia tanto a Kane y su salida, como a Daniel y su aparente ensimismamiento que lo había dejado clavado en el sitio —, como has visto hemos hecho una competición de dibujo y las chicas hemos ganado.

Quiso quitar hierro a su primera frase siguiendo la broma y ondeó su boceto como si saludase con él antes de guardarlo.

—Una alegría que lo de Macbeth se esté pasando, espero que a pesar de no ver las pinturas pueda sacar algo en claro con nuestras copias.

Dudó un momento si subir ya o esperarse, al final acabó ganando el quedarse con Trish y mientras esperaba las reacciones de los demás volvió a dar otra vuelta a la estancia. Acercándose y alejándose de las paredes, tocándolas, sintiendo su textura bajo la palma de su mano, y tratando de encontrar su sombra y poder determinar el origen de la luz*. Temía que sería una perdida de tiempo, pero tampoco parecía haber más que hacer allí abajo.

Por muchos intentos que hizo Cass no logró averiguar de dónde provenía esa extraña luz que llenaba la estancia. No se dibujaba una sombra bajo su mano, ni había zona alguna en la que se atenuase. Simplemente la luz parecía flotar en el lugar, sin tener un origen marcado. Imposible, según la ciencia, pero lo tenían ante sus ojos. 

Daniel se había quedado mudo. El chico paseaba por el lugar, con los ojos en los frescos, memorizando cada posición, estudiando los detalles de las figuras. Parecía que ni siquiera los estaba escuchando en realidad, demasiado enfrascado en lo que veían sus ojos.

Tras aquel gesto de Axel, Clementine se puso en marcha para salir de allí y regresar al piso superior. Bentley se fue tras ella, aunque antes de salir de la sala llevó la mirada hacia los otros y les soltó un ladrido agudo, como animándolos a ir con ellos.

Kane ni siquiera se molestó en frenar sus pasos, ni en responder a Morgana. Emitió un gruñido y sacudió la cabeza mientras continuaba hacia la salida. 

Mientras, Macbeth asentía. 

—Ya, no te preocupes. Sé con quién hablar de estas cosas y qué teclas tocar. Confía en mí.  —Luego hizo una pausa y empezó a mover los dedos con torpeza por delante de sus ojos—. Jeff el Tuerto, sí. He oído hablar de él, pero no lo conozco. Me gustaría charlar con ese tipo alguna vez, por lo que dicen siempre habla de profecías, ¿no?

En ese momento Clem apareció por el hueco del suelo, con Bentley pisándole los talones. 

Cuando Clementine subió a la iglesia se encontró con Macbeth sentado cerca del altar. En ese momento Morgana le estaba examinando los ojos. El derrame seguía ahí y estaban enrojecidos, pero al menos sus pupilas ya empezaban a reaccionar a la linterna de la exmilitar.

—Noto sombras y luces. Creo que está mejorando —dijo el hombre. Un ladrido de Bentley como saludo le hizo dar un respingo—. Joder, qué susto. ¿Dónde estás, chico? Ven aquí.

Agitó la mano en el aire buscando al animal, pero el perro ni caso, estaba pegado a las piernas de Clem.

A Kane no se lo veía por ahí, debía haber salido al exterior.

Morgana no esperaba más de Kane de lo que hizo. El tipo era muy previsible. Pasó de él y dedicó tu atención y tiempo a Macbeth.

-Ahí va un auténtico capullo. Su mierda se huele a una decena de metros de distancia y además lo tiene grabado en la puta frente. Sirve de aviso si te despistas.

"Confía en mí". Esas palabras las había escuchado montones de veces en su vida. Y muchas de ellas acabó traicionada o en el mejor de los casos defraudada. De ahí que tuviese una escasez de confianza y mínimas expectativas de los demás. La gente se empeñaba en recitar esa frase sin pensar en su contenido. Sin aceptar que no podían ni confiar en sí mismos.

Morgana mantuvo los labios pegados. En antiguo profe se ofreció a ayudarles y corría el riesgo de que se le jodiesen los ojos. Eso al menos valía para que ella no le soltase una maldición. Se limitó a asentir -Ese Jeff habla con la polla en la boca, nadie le comprende -eso es lo que pensaba ella -¿No había un puto dios de no se qué coño mitología que era tuerto? O algo así, ¿no? Lo mismo el tipo se cree que su ojo es una maldita bola mágica.

La que faltaba, pensó al ver a Clem- Bien, Macbeth, es buena señal. Date tiempo. -Se giró hacia Clem- Tu amorcito ha salido por la puerta -se cachondeó. En cierta manera estaba de buen humor.- ¿Qué ha pasado ahora, os habéis discutido? Ah, déjame curarte esa mano. Acércate.
 

Después de su infructuosa vuelta por la estancia la buscadora volvió a acercarse donde estaba su hermana, había vuelto a meter las manos en los bolsillos y su rostro estaba a la espera de las palabras o preguntas que pudiesen haber.

Al llegar a la altura de Trish le dio un leve empujón cariñoso con el hombro.

—¿Qué tal por arriba? Vaya fiasco lo de Macbeth, espero que con los bocetos que hemos hecho pueda hacerse una idea y nos pueda decir qué significa todo y qué tiene que ver esa figura de la luna.

Chasqueó la lengua y dejó escapar un suspiro, menos mal que parecía que la ceguera era transitoria.

Clementine echó un vistazo a la planta de la iglesia. Parecía apesadumbrada, acongojada. Y al escuchar cómo Morgana hacía mención a su peculiar modo al hecho de que Kane hubiese salido por la puerta, suspiró, sin añadir nada más. Se acercó hacia ella y Macbeth, observando, con alivio, cómo sus pupilas respondían a la luz. Se rió por lo bajo, al verlo sobresaltarse por el ladrido de Bentley, y cuando lo tuvo cerca, tomó su mano, con delicadeza, posándola sobre la cabeza del animal, entre sus dos orejas. Se sentó a su lado, y frente a Morga, y le mostró la palma herida a la ex-militar.

- Kane se va a marchar.-dijo, sin más, llevándose la mano libre al pecho- No me lo ha dicho. Pero creo que lo va a hacer. Lo veo en su cara... En sus ojos. -indicó, centrando su mirada verde oliva en Morgana- Sé lo que vas a decir. Preferiría... Que no lo hicieras. Por favor.-pidió, apretando momentáneamente los labios, y tragando saliva, antes de mirar hacia Macbeth- ¿Estás mejor? Dijo Trish que ya veías un poco... Gracias a Dios. Me asusté bastante al verte así.-confesó, usando la mano libre para apoyarla sobre su hombro.

La respuesta de Trish resultó en una risa explosiva de Axel, que casi se sintió mal por interrumpir el silencio y aura celestial de aquella iglesia con su estrenduosa risa, aunque no lo hizo realmente. - Eso suena como ella, sí - dijo aún riendo, divertido. De hecho, recordaba que siendo un niño, alguna vez le había regalado dibujos a su abuela y a su madre y, mientras la segunda se había dedicado a intentar adivinar que eran, y él se había acabado enfadando porque no entendía sus dibujos, la primera le había dicho que mejor se buscara otros talentos y él, aún a su corta edad, había acabado riéndose de las tonterías de la señora.

Se alegró de oír qu lo de Macbeth no era permanente. Habría sido jodido que lo fuera, que perdiera la vista por ayudarlos, con lo mucho que debía gustarle leer a alguien como él. Seguro que hoy en día tampoco era muy fácil encontrar libros buenos en braille tampoco.

Ganado por goleada - especificó, una vez ya había visto partir a Clem, ahora sonriendo ante la broma de Cass. ¿La había escuchado bromear antes? No le parecía. De cualquier forma, era bueno ver que estuviera de ánimo.

Este está en trance - señaló con la barbilla a Daniel, que parecía un poco bastante distraído, antes de mirar a las hermanas - Igual tendríamos que irnos ya. No sé si podamos sacar mucho más de aquí, ¿no? - respirando profundo y poniendo los brazos en jarra a la cadera, echó otro vistazo al lugar - No sé. Hasta el perro nos llamaba. - concluyó, volviendo a posar sus ojos en las chicas.

Macbeth asintió a la pregunta de Morgana. 

—Odín, el jefe de los Aesir. Era el dios de la guerra, de la muerte, de la magia y de la poesía. Sacrificó su ojo para acceder a la sabiduría universal. —El antiguo profesor había hablado con ese tono didáctico que adoptaba al explicar cosas, pero después esbozó una leve sonrisa—. Pero no todos los tuertos alcanzan ese conocimiento solo por el hecho de serlo.

Guardó silencio mientras las dos mujeres hablaban de Kane. Seguía con la mirada perdida en el vacío, delatando que aún no veía, pero frunció ligeramente el ceño al escuchar a la predicadora. Sólo emitió un «Hum» por lo bajo al respecto, pero al sentir la mano de Clem en su hombro, llevó la propia para ponerla encima de la de la chica.

—Veo algunas sombras moverse. Creo que está mejorando. En el primer momento sólo veía ese blanco ardiente que lo quemaba todo. Dime, niña. ¿Has podido ver esos dibujos de los que me hablaste?

Bentley aún miraba inquieto hacia las escaleras, como si no comprendiese por qué no habían salido ya todos los humanos de ahí. Pero parecía más tranquilo que cuando había bajado él mismo y terminó por sentarse junto a las piernas de Clementine.

-Acerté. Odín. Pues debe creerse esa mierda y la va esparciendo igual que una puta rata de cloaca.

Que Morgana calificase de esa manera al viejo tuerto no significaba que no valorara la importancia del mismo, de su lenguaje críptico y del aparente hecho de que fue buscando a los actuales componentes del Morris para unirlos a saber para qué demonios.

Le echó un vistazo al corte en la mano de Clem. Vertió un chorro de alcohol, la limpió y comenzó a vendarla- Cualquier herida se te infecta y estás muerta ante la carencia, o escasez, de los malditos antibióticos.

Miró a los ojos de la chica. No dijo nada, de acuerdo, torció la sonrisa en respuesta, divirtiéndose- Aclárate. ¿Qué coño quieres decir con que se va a marchar?

Algo en el tono sombrío y triste de Clem le daba en la nariz que no se refería únicamente a ahora. -El vaquero nos abandona. ¿Para buscar a Jeff?

La voz de Axel hizo que se giarar hacia él.

-No, no estoy en trance, solo que todo esto es tan extraño. Me cuesta aceptarlo. No sé, es algo visceral, inexplicable -dijo sin mirar a nadie, devolviendo la mirada a los frescos-. Mis entrañas me dicen que todo esto es anterior a la propia existencia del hombre, del ser humano. Pero alguien nos soñó. Nos imaginó. Y nos dibujó, aquí, en esta especie de cápsula del tiempo. Reconozco nuestros rostros. Algunos con más claridad que otros. El tuyo, violinista, es el más sumergido en una bruma, como si no hubiera quedado claro que fueras a formar parte de esta ecuación. Y el de Nick, sin embargo, tan nítido a pesar de que haya muerto... Y luego nuestros objetos, como si se tratara de pequeños avatares inexplicables para quien nos dibujara. Mis patines, el ordenador de Cass... son tan... ingenuos, tan básicos y sin embargo reconocibles en su funcionalidad. Nada de todo esto es normal. De hecho me sorprende vuestra poca capacidad para la maravilla o vuestra enorme capacidad para aceptar esto como lo más normal. Esta luz que parece proceder de ningún sitio y de todos, que nuestro amigo no haya podido entrar, cegado repentinamente por una energía que no nos ha afectado, como si estuviéramos llamados a entrar en algún momento, cosa que así ha sido. Y tantas preguntas y ninguna respuesta. No, no es trance. Simplemente estoy flipado. Es más, estoy tentado de pedirle un porro a Trish, fumármelo y ver si eso abre mi mente a algo que no acabo de ver, pero que puedo acariciar -no había broma en su voz y lo que podría haber parecido un chiste no lo era. Quizá el efecto de una droga abriera su mente a una percepción distinta de cuanto le rodeaba.