Partida Rol por web

La respuesta a mi pregunta me coge desprevenido, ni se me había ocurrido que podían ser un regalo de Dracons; por su tono y las siguientes palabras que me dedica sé que he metido la pata hasta el fondo, pero no hay nada que pueda hacer ya para remediarlo, cualquier intento por mi parte solo hará que empeorar la situación.

- Por supuesto que no me molesta. - contesto casi demasiado rápido sin moverme ni un milímetro, veo como saca los útiles de escritura y un libro de historia de la magia, no recuerdo que haya ningún trabajo pendiente, estoy a punto de preguntarle al respecto cuando se detiene y añade unas palabras. Inclino levemente la cabeza en su dirección mientras le contesto - De acuerdo entonces, Elizabethh - alargo un poco su nombre, como saboreando el sonido - aunque no le puedo prometer no volver a los viejos hábitos en algún momento.

Una pequeña inclinación de las comisuras de mis labios hacia arriba, es el único indicativo de que puede que haya hecho una pequeña broma tratando de relajar el ambiente. Me quedo un momento mas observándola para intentar ver que todo está bien, o a lo mejor solo por el simple hecho de observarla, y entonces retiro un poco la silla y me levanto sin hacer ruido.

- Ya es hora de que haga mis 'deberes' sobre quidditch.

Le comento antes de abandonar la mesa momentáneamente para buscar los libros que me ayuden a entender los entresijos de ese deporte. La verdad es que hasta el momento no me había preocupado mucho por el resto de posiciones, dada mi condición física y mis aptitudes mi sitio natural era el de buscador, y en ese puesto solo tienes que preocuparte de dos cosas, coger la snitch antes que tu rival y no ser golpeado por una bludger en el proceso.

Cuando consigo los libros vuelvo a la misma mesa, aunque no hago ningún otro intento de iniciar una conversación con mi acompañante, la vista se me desvía varias veces en su dirección. Por fin después de ojear varias hojas y de encontrar datos de interes, saco yo también mi material de escritura y tomo notas de lo que considero importante.

No terminé de comprender el cruce que había habido entre Helene, Alan y Tracy. Sin embargo confiaba en mi amiga y en que, viniesen por lo que viniesen, sus palabras no estaban cargadas de malas intenciones. De modo que lo dejé pasar. Ya pediría más tarde explicación si se veía que era algo importante.

Luego asentí poco convencido cuando habló sobre los rumores escuchados y cambié un poco mi postura, manteniéndome atento a todo lo demás.

- Yo no creo que quien lo haya hecho haya usado su propia varita. - Expuse entonces. - Si es verdad que ha sido Riddle tiene un séquito lo suficientemente grande como para pedir alguna prestada y que se peleen por dejársela. La que no estaría de más investigar es la de Dracons: quizá sus últimos hechizos puedan aportarnos algo de información. O si no hubiera llegado a actuar, el saber que le hicieron eso pillándolo desprevenido también es algo importante.

Luego asentí de nuevo ante la oferta de Alice. - Puede que tengas razón. - Admití. - Intellego no es mi fuerte. Pero aún así no estaría de más, aunque ya lo hablaremos. Ahora cuéntanos más de los espejos. - Le pedí. - ¿Sabríamos cuándo alguien quiere hablar con nosotros? ¿Qué necesitas para prepararlos? ¿Podemos ayudarte en algo? - Me ofrecí, incluyendo a Tracy automáticamente sin siquiera darme cuenta.

Las primeras palabras de Tracy vinieron impulsadas por la suspicacia, y con la misma fueron recibidas. A pesar de que tardé un par de segundos en comprender por dónde iba cuando lo hice mis ojos se abrieron unos milímetros más antes de que empezase a pensar en las repercusiones de lo que insinuaba.

Aún me encontraba en eso, siguiendo paralelamente su probable línea de pensamiento y posibilidades, cuando ella siguió hablando. Habló de peligro, pero de uno que no habíamos valorado hasta entonces: el de perder la pista de quien había atacado a Dracons. Cuando terminó de hablar asentí con la cabeza y con la mirada, recomponiendo mi postura y preparándome para lo que quiera que propusiera. Y al ver que simplemente empezaba a concentrarse tal y como yo había hecho antes la miré, y mientras ella tenía los ojos cerrados continué observándola. Mi sangre latía con fuerza en mis sienes fruto del esfuerzo por el que yo acababa de pasar, y mi respiración aún sonaba profunda y grave. En mis muñecas y en mis dedos notaba la tensión de quien se sabe en un peligro que no tiene claro de dónde vendrá, que sabe que podría provenir de cualquier lugar.

Y tras repasar un par de veces rápidamente la habitación con la mirada volví a Tracy. Ella continuaba imperturbable, concentrada, y algo me decía que seguiría así al menos largos segundos. Sin querer me fijé en ella, y me pregunté si yo habría tenido la misma expresión un minuto antes, cuando trataba de avivar la magia de mi interior. La misma línea por labios, y la misma tensión en las facciones.

Cuando ella reaccionó de repente no me sobresalté, sino que actué de inmediato, buscando sus ojos y tomando su brazo. No tuve que preguntar para saber que lo que hubiera intentando no había salido como esperaba. Pero al menos estábamos bien. O, mejor dicho, como momentos antes.

- Se lo pediremos a los demás en la reunión de mañana. - Propuse. - Sería mejor hacerlo antes, pero tampoco podemos estar entrando y saliendo constantemente del aula. - Observé, antes de dejarle unos segundos para que se recuperase. Mientras tanto, tranquilo al saber que ella se encontraba bien, caminé hacia la pared y apoyé la espalda en ella. No dejaba de darle vueltas al otro asunto.

- ¿Crees que deberíamos hablarles de lo de Dumbledore? Todos tienen fe ciega en él.

Miré la pila de libros con decepción aparente. Pensé que iba a haber algo más interesante. Tal vez mi imaginación tuviese la culpa de aquello. Eché un último vistazo alrededor, intentando ver algo que me hubiese pasado desapercibido hasta entonces, aunque sin demasiadas expectativas.

Creo que no hay nada. Mi voz no sonaba tan desanimaba como debería después de haber corrido tantos riesgos para no descubrir nada. Es raro, porque alguien vendría aquí por la noche... No debe ser nada bueno si se tomó tantas molestias. Me encogí de hombros y me giré hacia Alice. Parecía estar mirando el desastre que había hecho. Tampoco se notaba tanto, ¿no?

¿Nos vamos? Pregunté, con una sonrisa de disculpa.

Arrugué la nariz, todavía mirando la pila de libros. Detestaba sentir que algo se me escapaba, pero no podíamos seguir allí mucho tiempo más, así que me giré hacia Alan y me encogí de hombros. - Sí, creo que no vamos a sacar nada más aquí... Pero espera un momento...

Coloqué la sábana por encima de la pila como estaba, fijándome en si se tambaleaba al hacerlo, aunque fuese un poquito y una vez la tela estuvo en su lugar extendí la varita hacia el polvo del suelo. - Wingardium leviosa. - Pronuncié con voz clara mientras mi mano se movía haciendo los gestos del hechizo para volver a colocarlo sobre la sábana y dejarlo todo como estaba antes de irnos.

La respiración de Tracy había cambiado lentamente, volviendo a ser el fuerte y estable suspiro que los escondites de incontables escapadas nocturnas parecía volverse mudo. Asintió sin decir nada ante la pregunta en el rostro de Ingo, que claramente esperaba el momento de confirmar que se había recuperado, y permaneció en su lugar mientras el Gryffindor caminaba hacia la pared y se apoyaba sobre ella. Las arrugas de la túnica sobre su brazo también permanecieron en su sitio, en aquel lugar donde la mano de Ingo había aferrado sin preguntas y sin dudas para darle un sostén.

Aquella mano era una de las pocas que podía hacer eso sin ser apartada, sin recibir una mirada brusca y seca. Tracy sabía pedir aceptar y pedir ayuda, a diferencia de muchos otros, y había sido educada en el pragmatismo y la sensatez de una familia preparada para la lucha. Sin embargo, era profundamente orgullosa cuando se trataba de aquellas cosas que sabía que podía controlar o lograr por sí misma, como el recuperarse luego de un esfuerzo como ese.

- Me parece bien - asintió la Gryffindor, con palabras y movimiento de cabeza - Además, mejor antes de hacerlo vemos qué es lo que se dice en la reunión. Y quiénes estén allí, también - agregó, deshaciendo la curva de sus labios hasta dejarlos en una línea plana - Sólo faltaría darle ideas a algún imbécil y que todo se venga a tierra.

En otra persona, quizás el no enunciar en voz alta un nombre podía ser un indicador de su hipocresía, o de su cobardía. Para Tracy, sin embargo, era un detalle devenido inconsciente luego de todos sus años con padres y tíos enseñando. Nunca se sabía quién podía estar escuchando. Sus cejas se fruncieron, arrojando sombras sobre ojos ya oscurecidos, y permaneció unos largos segundos sin hablar, quizás diez o quince.

- No lo sé - admitió, y se acercó a él, bajando más la voz, volviéndola solo para él - No sé ni qué bien ni qué mal podría hacer el exponer esto en abierto. No porque nos vaya a ocasionar problemas, que lo haría sin duda, y quizás hasta empezarían a sospechar de nosotros si es que no pasa algo peor. Es que, si lo comentamos y realmente tenemos algo de razón, pondríamos a Dumbledore sobre aviso al menos a través de Alice Battletower - Tracy permanecía de pie frente a Ingo, mirándolo de frente - Y eso nos impediría el intentar averiguar si tenemos razón o no. ¿No crees?

La Gryffindor lo podía ver claramente, como si fuera una premonición. Los rostros de los demás flotaron como fantasmas enojados durante largos instantes frente a sus ojos, gritando en silencio a través de miradas de decepción, cólera y desprecio, coronadas por dos ojos inteligentes detrás de cristales de medialuna. Tracy movió la cabeza. Quería hablar largamente, pero estaban en abierto y podía escucharlos cualquiera.

- Quizás sea mejor no decir nada por lo pronto, y estar el doble de alerta - ofreció - La única forma en la cual una discusión al respecto no sería un salto de fe es con hechos y pruebas, y todavía no hemos visto ninguno de ambos.

Me sentí tranquilo al ver que Tracy ya se encontraba en condiciones. Y mientras hablaba mis ojos oscuros la siguieron en su movimiento y en sus palabras, recibiendo todas ellas con la misma mente abierta que había aprendido a tener estando cerca de ella. Ponerlo todo en duda era una máxima. Sospechar de todo, una necesidad.

Asentí convencido a lo que ella dijo. Realmente la peor parte era el peligro de espantar la liebre. Que los demás pensaran una u otra cosa era lo de menos, al fin y al cabo, ¿qué iban a hacer? ¿Tratarme como si fuera negro? Sin embargo prevenir a un posible culpable era algo más peligroso. No para nosotros, sino para todos.

- Está bien. - Acepté en voz alta, para dejar constancia de que la decisión estaba tomada. - Silencio sobre eso entonces. - Me reafirmé echando un último vistazo a la habitación. A pesar de saber que un hechizo de Transformaciones habría cambiado las cosas que veíamos no podía evitar buscar algo más, algo que nos diera la clave para seguir tirando del hilo. Sin embargo no tardé en darme por vencido.

- Esta noche no tenemos nada. - Le recordé. - Podemos probar un auris magna desde el aula de al lado. Si alguien viene, al menos podríamos confirmar que se trata de Riddle.

Asentí hacia Ingo y pensé un par de segundos en lo que había leído sobre el hechizo. - Por lo que parece sí que lo sabríamos, ya que al decir el nombre de otro, se puede hablar con él. Aunque no estoy segura de si se oiría la voz en el bolsillo, lo cual podría ser un poco raro. - Arrugué la nariz un instante. - Supongo que tendremos que hacer algunas pruebas cuando los tengamos, hasta que sepamos bien cómo funcionan. Y lo que necesito para el hechizo sólo son los espejos y una Conexión Arcana de cada uno de vosotros. - Añadí, mirando a todos uno a uno con aire tranquilo. - Puede ser pelo o sangre... O algún objeto que esté muy ligado a vosotros.

- Estuve investigando también el tema de las maldiciones para asegurar la discreción de todos. Hay algunas bastante inocuas que no serían complicadas de realizar. - Continué hablando. - Había pensado que en caso de que queramos hacerlo lo mejor sería algo como que se cayera el pelo durante un rato o alguna cosa similar, algo muy visible, pero que no sea dañino. El detonante podría ser cuando el delator se cruzase por primera vez con uno de nosotros después de haber hablado de más. ¿Qué pensáis? - Pregunté finalmente, volviendo a mirarlos a todos.

Eché un vistazo a mi alrededor, tratando de asegurarme de que todo estaba exactamente igual que cuando llegamos y entonces respiré lentamente. - Venga, vámonos de aquí. - Susurré a Alan mientras empezaba a caminar hacia la puerta. Sin embargo antes de salir me giré hacia él para preguntarle algo más. - ¿Crees que deberíamos contárselo a los demás? Al fin y al cabo no hemos descubierto nada... Y  Tracy tal vez se enfadaría si supiera que hemos venido fuera de turno.

Esperé algunos segundos valorando la respuesta de Alice antes de hacer nada. Si de verdad era tan sencillo no tenía sentido valorar ideas como las Piedras de Sueño de Alister. Tras valorar las distintas opciones que ella había dado simplemente me llevé una mano a la cabeza y tiré de un par de cabellos.

- Avisa si necesitas más. - Le dije. Todos sabíamos que con algo así se podían hacer cosas contra alguien, pero pensar en eso era una idiotez. Habíamos decidido confiar. - Y cuenta conmigo para lo que te pueda ayudar, ya sea en las pruebas o en el encantamiento. - Añadí, a pesar de que eso me parecía evidente.

- Yo añadiría que durante ese rato no pudiera mentirnos. - Repuse después con respecto al otro tema. - Si es posible, claro. Así nos evitamos que alguien se vaya de la lengua y luego ponga alguna excusa o se invente el por qué lo ha hecho.

Alan no pudo más que alabar el trabajo de su amiga. Era mucho más de lo que él hubiera podido hacer. Vale, vámonos. concedió, suspirando por no haber encontrado nada. Tal vez había encontrado otro aula porque sospechaba que esta estaba vigilada. Y... creo que deberíamos guardar esto como nuestro pequeño secreto. Una sonrisa pícara cruzó el rostro del Hufflepuff. No queremos tener que aguantar el sermón de Tracy y todo parece estar en su sitio.

Asentí con la cabeza y guardé los cabellos de Ingo cuidadosamente en uno de los bolsillos de mi túnica. - Creo que tardaría demasiado en ser capaz de hacer algo así. - Respondí a sus palabras tras valorarlas unos instantes. - No lo sé a ciencia cierta, pero tal vez varios meses. Y para entonces ya no tendría sentido. A no ser que alguno conozca de antemano una maldición así tendríamos que conformarnos con algo más leve... - Terminé, mirando al resto que se mantenían en silencio. 

Le devolví la sonrisa a Alan de forma automática y pronuncié un hechizo hacia la puerta para pegar después la oreja a ella. - Auris Magna. - Tras escuchar junto a la puerta unos instantes la abrí para salir rápidamente cuando no se oía a nadie. Me fijé en el picaporte, en el que habrían quedado nuestras huellas y lancé un hechizo para poner algo de polvo sobre él. - Wingardium leviosa. 

- Perfecto entonces. ¿Quieres echarme una mano en la biblioteca ahora? - Pregunté en el pasillo junto a la puerta, esperando que Alan saliera también. 

Me llevé una mano a la cabeza y, disimulando una mueca de molestia, seguí el ejemplo de Ingo. Yo era de los que abogaban por la confianza y confiaba plenamente en Alice. No tenía ninguna objeción con el plan y los pelos volvían a crecer. Aquí tienes. Wntr los presentes mis cabellos eran fáciles de identificar. Semicortos y castaños, era el único que tenía el pelo así. Si necesitas ayuda, puedo echarte una mano. Una vez más no tenía ni idea de como iba a ayudarla, pero al menos lo intentaría.

Podría estar bien. Dije, asintiendo a Ingo. No le gustaba la idea del juramento, pero si lo hacían, al menos hacerlo bien. Pero Alice no tardó en negar la idea. Tardaría demasiado en hacerlo, incluso ella. Pues nada, habrá que conformarse con saber que ha tenido que contar algo... Pero creo que deberíamos suavizarlo un poco. Tal vez... No sé, que al que diga algo le aparezca una ancha en la cara o algo así. Es menos humillante que quedarte calvo de repente.

Estaba claro que no me hacía gracia a idea de poder quedarme calvo delante de todos porque me hubiese visto obligado a contar algo. No en vano, era uno de los chicos más guapos del colegio y eso no pasaría desapercibido. No quería armar un escándalo.

Helene arrugó la nariz disconforme con lo que se estaba diciendo, perder el pelo era una pesadilla recurrente para ella y el hecho de sentir la amenaza de vivirla hizo que olvidara por unos segundos cómo se respiraba. Cierto era que para que aquello sucediese debía irse de la lengua algo que iba en contra de su código de honor, pero la idea seguía sin entusiasmarle.

Alan rompió esa línea, sugiriendo algo más fácil de justificar sin acabar en la enfermería.

-Lo que necesites, Alice- omitió opinar sobre la maldición, ofreciéndose con cualquier ayuda.

A diferencia de los chicos, Helene no se llevo la mano a los cabellos para arrancarse ningún pelo ni mechón, aquello era rudo, e impropio de una señorita, incluso para una señorita que no temía pelearse en el campo de Quiddich. Se retocó el peinado dedicándole una mirada a Alice con la que pretendía advertirla de que sus cabellos se los daría en privado.

- Yo no sé hacer nada así. - Dije a Alice, antes de dedicar una mirada a los demás y alzar los dedos, aún con las manos sobre la mesa. - Lo siento.

Luego escuché la oposición de Alan al asunto de la maldición, y una pequeña sonrisa apareció en mi cara. A mi nunca me había preocupado lo humillante que algo así pudiera ser. Al fin y al cabo no es que mi condición social fuese a caer más bajo. Además, me parecía más humillante el hecho de irme de la lengua que el quedarme calvo o que apareciese una mancha en mi cara.

- Lo que sea más fácil. - Sugerí. - De todas formas el pelo se recuperará un rato después, no habrá que esperar a que vuelva a crecer. - Comenté, antes de volver a dirigirme a quien lo había propuesto. - Es así, ¿no?

Recogí los cabellos de Alan y los guardé en un bolsillo diferente, memorizando en cuál tenía cada uno. Después asentí al gesto de Helene, ya se lo pediría a ella en privado, igual que a Charlotte. 

Asentí a las palabras de Ingo. - Sí, sería algo temporal, no perdería nadie el pelo para siempre. Personalmente, me inclino a hacer lo que sea más sencillo, así podrá estar listo antes. ¿Pero entonces estamos de acuerdo en hacerlo? - Pregunté, mirando a todos. 

- Si estamos de acuerdo en todo podríamos marcharnos ya y vernos el día del partido en el despacho del profesor Dumbledore. - Propuse, antes de esperar por si alguno tenía algo más que opinar. Finalmente mis ojos se posaron en Tracy, no sabía si ella preferiría darme su Conexión Arcana en ese momento o en privado.

Miré a mi hermana con una sonrisa, me la imaginaba calva y al imaginarla a ella, lógicamente, me veía a mí misma, lo que no dejaba de ser cómico. No le di pelo mío, podía hacerlo más tarde y cogerlo de mi cepillo en lugar de arrancarme un mechón.

-Por mi está bien, estoy de acuerdo con que es mejor que sea sencillo. Algo que no se pueda evitar ni ocultar es suficiente. Daría igual cual sea el motivo por el que lo ha contado, ya sea porque se haya visto obligado o que haya tenido un momento de debilidad con alguien cercano.  Lo importante es saber que pueden habernos descubierto y quién lo ha contado. En el caso de que sea Tom Riddle, no sabemos quién le ayuda, por tanto cualquier persona a la que se lo contemos puede resultar peligrosa para todos. Aunque sea alguien en quién normalmente confiaríamos. Espero que Dumbledore pueda darnos algo más de información sobre lo que pueden estar haciendo que sea tan importante como para hacerle algo así a un compañero.