Partida Rol por web

Papa y la Tía Hortensia me habían llevado al Callejón Diagón donde según parecía se compraban todas las cosas para ir al colegio privado internado donde quería la Tía Hortensia que fuera para estudiar magia, fue entretenido pues mi vida en el campo era muy tranquila y ver una calle tan llena de tiendas era nuevo para mi.

La Tía Hortensia era la que iba guiándonos, primero fuimos a una tienda con la fachada en tonos morados claritos que según decía papa vendían libros sobre mágica. Era cierto, no había visto tantas estanterías llenas de libros en mi vida por lo que me quede embelesada bastante tiempo ya que me encantaba leer todo lo que caía en mis manos fuera mágico o no.

Y como no, la vieja tía abuela me cogió de la solapa del cuello del vestido sin mangas que me había comprado para ir al callejón, según ella para aparentar que venía de su familia que en cierto modo eran bastante ricos, y me llevo directamente al mostrador de la tienda donde había un hombre:

-buenos días, mi sobrina nieta empieza el primer año en Hogwarts. Por favor, proporciónenos los libros de primer curso y demás material necesario para que no le falte de nada-dijo la tía, inmediatamente el hombre abrio mucho los ojos al verla y se empezó a mover muy rápido poniendo todo lo que Hortensia había pedido.

En si el pack de libros y el telescopio, que no sabía como íbamos a llevarlo, 39 galeones, 60 sickles y 4 knut, por lo menos la Tía era buena persona y dio 40 galeones diciéndole al dueño de la tienda que se quedara el cambio, ese gesto me gusto y la sonreí a lo que ella retiro la mirada, no le gustaban los niños.

Salimos de la tienda y fuimos un poco más delante a otra tienda con fachada de color morado, tenia cierto toque femenino y en el escaparate había maniquíes, dos de ellos eran los uniformes de Hogwarts, un niño y una niña.

-papa, ¿color gris?-pregunte desanimada, a lo que papa se encogió de hombros, ¿que podía hacer él? igual dentro había mas colores para elegir, por lo que movida por esa esperanza entre incluso antes que la Tía Hortensia.

Desgraciadamente era el único color que había para los uniformes, las túnicas eran de color negro, por lo menos algo positivo, el color negro me parecía elegante.

La mujer que regentaba la tienda, Madame Malkin, saludo enseguida a la tía en cuanto la vio entrar y enseguida empezó a pedir, que iba a decir yo, quien ponía el dinero era ella...:

-tómale medidas Malkin, no quiero perder mucho tiempo. lo esencial para Hogwarts, ya sabes- 

La mujer se me acerco enseguida con un metro de costura y me estiro los brazos, empezó a medirme por todas partes y después fue a la parte de atrás para sacar todo en su talla correcta.

La tía Hortensia pago los 45 galeones que costo todo, ya casi habíamos terminado con lo esencial, solo quedaba ir a la tienda de calderos Potage donde la tía Hortensia volvió a pedir, el caldero de peltre, los frascos y la balanza de latón eran lo más barato del callejón que habíamos comprado, había salido a 6 galeones y 15 sickles.

Faltaba solamente una cosa, la Tía pensó que esto era demasiado personal por lo que me dio 7 galeones y dijo que entrara en una vieja tienda que tenia la fachada negra como el carbón, en el escaparate no había nada y prácticamente no se veía nada ahi dentro por lo que entre algo asustada:

-bue-buenos días- dije al entrar.

En el mostrador había un hombre ya mayor con el pelo totalmente blanco y mirada seria que me miro fijamente a los ojos:

-buenos días-dijo.

-venia a comprar una varita....-dije tímidamente acercándome al mostrador evitando la mirada del señor, mire las estanterías llenas de cajas, algunas pequeñas otras largas, otras grandes.

-¿primer año? ¿Tu apellido, querida?-me pregunto el hombre metiéndose entre las estanterías que estaban más al fondo.

-si, Flowater-conteste.

-con que Flowater, ¿y tu padre?-pregunto el hombre aun buscando y sacando cajitas de las estanterías.

-esta fuera, La tía Hortensia dijo que esto era muy personal y que era una tradición que entrase sola....-explique.

-comprendo, esa Hortensia Flowater, seguirá igual de seria y estirada-dijo sonriendo volviendo al mostrador con unas cuantas cajitas, empezó a sacar varitas de cada una y que me pedía que agitara, algo se rompía algo explotaba y eso era malo, hasta que una de ellas me hizo sentir una gran brisa nocturna y el olor del bosque, salió un pequeño destello azulado con lucecitas como estrellas.

-Ja!, no se lo digas a tu tía pero tu varita desciende de tu abuela, Priscila Flowater...-dijo el señor mayor y añadió-seguro que serás una gran bruja-

Sonreí al señor y le entregue el dinero, él me entrego la caja de la varita y se despidió de mi.

Cuando salí, papa y la tía habían desaparecido aunque volvieron a aparecer entre la muchedumbre con un trasportín que no sabía que llevaba.

Se acercaron lo suficiente a mí pero la tía tapo el trasportín con su capa para que no lo viera a lo que retire la mirada pensando que era cosa suya y no le di más importancia.

Por último, pasamos por una tienda donde varios niños se agolpaban en el escaparate, le sonreí a mi padre y fui a mirar un poco por encima intentando mirar entre los demás, en el escaparate una escoba de mango de caoba que inmediatamente me enamoro y creo que como los demás.

La Tía Hortensia hizo que los chicos se dispersaran y cuando vio la escoba hizo un gesto agridulce pero me golpeo suavemente con su bastón y dijo:

-a dentro, niña-

La mire perpleja y entre a la tienda de escobas sin rechistar:

-una bruja debe tener una escoba y saber volar, necesitamos algo nada ostentoso, una barredora seria lo más acertado-empezó diciendo Tía Hortensia.

-quiero la del escaparate-dije mirándola fijamente señalando la Nimbus 2000 del escaparate.

-tonterías, ni siquiera sabes para que se usa...-dijo la tía Hortensa.

Mire fijamente a papa algo triste y él asintió:

-por favor, no te he pedido nunca nada en mi vida y no te volveré a pedir nada....-volví a decir ahora algo mas desanimada.

-ese tono de voz, está claro que has salido a Priscila....espero que sepas como se usa-dijo tía Hortensia al final, después se acerco al mostrador y dijo:

-envuelva esa Nimbus 2000, mi sobrina nieta jugara Quiddich y mas la vale jugarlo bien-

El dependiente me sonrió, fue a coger la Nimbus del escaparate dejando a los niños que miraban anonadados, la envolvió en papel y me la dio, 75 galeones costaba la escoba nada menos, creo que la tía Hortensia no se enfado por el precio.

Según lleve la cuenta, la Tía Hortensia se había gastado unos 169 galeones, 45 sickles y 2 knut.

Volvimos al caldero chorreante y la tía sofocada puso el trasportín en la mesa:

-ya puedes ver mi regalo, querida- y abrió el trasportín.

De dentro deseando salir había una gata blanca con manchas de colores, me quede asombrada cuando la vi y por instinto la cogí, no pesaba mucho pero lo único que pude decir es:

-¿para mí?-

Papa y la Tía Hortensia asintieron con sonrisas.

Era un gran regalo.

La verdad es que el señor que me acompañó al Callejón Diagon a hacer mis compras para Hogwarts fue muy amable a pesar de no habernos visto nunca. Debió haber sido un buen amigo de papá en el trabajo. Fue él el que me enseñó cómo encontrar este escondido callejón donde los magos compraban todo lo que necesitaban. Antes de ir a ninguna tienda el señor Hart, que así se llamaba, me cambió mis libras por galeones, la moneda que se usaba en el mundo mágico. Luego aprendí que no tenía demasiado comparado con otros niños, pero sería suficiente.

El primer sitio al que fuimos era una tienda muy polvorienta y desordenada. El tendero era un señor ya mayor y al principio daba algo de miedo, pero se me pasó. El hombre vendía varitas mágicas, y me explicó que no vale cualquiera, sino que la varita elige al mago y es muy importante comprar la apropiada. Me dio a probar varias varitas, y algunas de ellas provocaron algún que otro destrozo cuando las probé, pero el hombre no le dio importancia y me dijo que ese tipo de cosas solían ocurrir en su trabajo. Al final, junto al agarrar una de las varitas sentí una de las sensaciones más extrañas que había tenido nunca, y el señor Ollivanders sonrió y me dijo que esa era mi varita. Pagamos y nos fuimos.

Ya con mi varita la siguiente parada fue en una librería donde compramos todos los libros que necesitaría en Hogwarts. Menos mal que tenía la lista que venía incluida en la carta del colegio, porque si no no habría sabido lo que necesitaba. Compramos cada uno de los libros que necesitaba, algunos otros materiales y continuamos nuestro camino hacia una tienda donde compraría toda mi ropa para el colegio. Se trataba de ropa que no tenía nada que ver con la ropa que hubiera llevado jamás. Todo eran capas, sombreros o túnicas, y algunas de ellas supercaras con materiales que no sabía ni que existían... ¡¿Escamas de basilisco?! 

Tras la ropa era el momento de ir a la tienda de artículos para elaborar pociones. Me hacía gracia pensar que había algo de verdad en los cuentos de brujas con calderos, porque tuve que comprarme uno y diferentes ingredientes. ¿Serían las pociones que aprendería a hacer en el colegio iguales que las de los cuentos? Para acabar, no era necesario para el colegio, pero el señor Hart me explicó que la mayoría de los niños compraban algún animal para llevarlo al colegio. Me contó que había sapos, gatos, ratas y varios más. Me contó que las lechuzas son animales muy inteligentes, y que ayudan a los magos repartiendo el correo. Al pasar por la tienda de animales mágicos vi una lechuza marrón con motas que me gustó mucho y la compré para llevarla al colegio. El señor Hart me explicó que si se le enseña bien podría usarla para mandarle correspondencia a mamá durante el curso. Por cierto, mi lechuza se llama Athel.

A pesar de que al principio estaba un poco asustado, gracias al señor Hart ahora tenía algo más de confianza, y a pesar de que apenas sabía cosas sobre el mundo mágico ahora quería descubrir más. Aunque habría un momento para todo, porque ahora estaba muy cansado, así que el señor Hart me acompañó a casa donde podría descansar y hojear algo mis libros antes de que llegara el día en que fuera a Hogwarts.

Espino y pluma de Pavo real, 9.5 pulgadas

En habilidades, en otros, ponte +1 lanzar hechizos (defensa contra las artes oscuras) y primeros auxilios

Rosal y alas de hada, 13 pulgadas

En habilidades, en otros, ponte +1 conocimiento (cuidado criaturas mágica y herbología)

Nogal y pelo de Threstal, 10.5 pulgadas.

En Habilidades, en otros, apuntate +1 a adivinación y DCAO

Las desventajas de ser pobre supongo que comprare la tinta y algunos pergaminos con los 6 galeones que me quedan, jejejeje, tendré que fabricarme una pluma o robársela a una lechuza.

6 galeones, 7 sickles y 19 knut

invierto 6 galeones en tinta y 6 sickles en pergaminos.

En la pestaña equipo, es donde se pone, ya que es más fácil para modificar o agregar en caso de ser necesario

Palisandro y pelo de veela, 12.5 pociones

En las habilidades, en otros, +1 a herbologia

En hacer pociones, en especialidad pociones de amor

Gastado en total: 148 galeones y 4 knut

Dinero restante: 51 galeones 16 sickles y 19 knut

Era un día especial. Los señores McCalish habían dejado colgado el cartelito de "cerrado" tras la ventana de su pastelería y habían usado los polvos flu para viajar a Londres desde Escocia. Aquella mañana la pasaron enseñando a su hija el Callejón Diagon y recordando en voz alta situaciones que Yvaine no escuchaba porque después de cada tienda había otra más fascinante que la anterior. Comieron algo en el Caldero Chorreante y una vez saciados comenzó lo que Yvaine en su cabeza tituló "La Gesta de la Lista": una breve parada en Gringotts y un tedioso recorrido probándose ropa y buscando los materiales especificados en el papel que la futura alumna llevaba arrugado en un bolsillo del pantalón.

-Es diminuta y todo esto pesa más que un pie de gigante-dijo Yvaine contemplando la cajita alargada que sobresalía ligeramente del cargado caldero de peltre. Ollivanders había sido la última tienda por visitar, así lo había dispuesto la señora McCalish para asegurarse de que su hija no estaría distraída con su varita nueva durante el proceso de búsqueda y selección (aunque aquello había contribuido a que a Yvaine se le antojase muchísimo más larga aquella tarde).

-Bueno, nadie puede escoger su varita-razonó el señor McCalish con evidente buen humor.-Es parte de la magia.

-¡Pero es minúscula!-exclamó ella dejando caer los hombros y reclinando la cabeza hacia atrás-¿y si se me pierde?

-Algún día tendrás una funda para la varita pero mientras tanto intenta no perderla-la señora McCalish paseaba con la mirada llena de nostalgia y estaba tan feliz aquel día que no había regañado a Yvaine por preguntarle a la señora Malkin si los bolsillos estaban a prueba de ranas dragón, ni cuando la niña, en Flourish y Blotts había perdido todo el interés por los libros del colegio y la habían encontrado sentada en la escalera con la nariz metida en un libro titulado "Encantamientos para vecinos molestos" con más interés del que había demostrado nunca por un libro.

Llegaron frente a Florean Fortescue y viendo llegar una nueva oleada de recuerdos compartidos Yvaine detuvo a sus padres.

-¿Y si me compro el helado y voy a mirar mascotas?-propuso. Hubo un intercambio de miradas entre sus padres, una especie de sombra de duda que ella iba a aprovechar-está ahí mismo el Emporio de las Lechuzas y ahí tienen gatos y todo eso, solo mirar no voy a pedir nada-aseguró-y vosotros sabréis donde estoy-aunque a veces ese mismo conocimiento era una fuente de preocupaciones para los señores McCalish.-vengaaaaaaaaaaaaaaaa-alargó tanto como pudo la palabra retorciendo la cara en una mueca suplicante que pretendía rebosar de inocencia-ni me compro el helado, ¡me lo tomo después! Así no se me cae y mancho cosas -dejó el tono de la frase caer en agudo para dejarlo en suspensión, una última tentación en aquella negociación para escapar de la supervisión paternal apelando a una responsabilidad que habitualmente era inexistente en su conducta.

Un asentimiento de su padre. Una exclamación de alegría y antes de que el señor McCalish hubiese podido decir "somormujo" tenía entre manos el caldero de peltre y su hija trotaba hacia las tiendas con animales para no darles tiempo a reconsiderar su respuesta.

Apuntate el equipo en la pestaña equipo

Olmo y diente de Runespoor, 11 pulgadas

En habilidades, en otros, apuntate +2 C. DCAO

Mi madre caminaba apurada viendo cada una de las tiendas, y observando los precios.

-Tener un hijo resulta caro- suspiro mi madre mientras lentamente los galeones desaparecían de su bolsa, en su infinita paciencia ella había decido ocuparse de las compras, mi padre, aunque intento fue disuadido con una rotunda negación – Cosa de magos- y con esa simple respuesta se la había caído la ilusión por el piso.

Todo el día había sido divertido comprando los materiales que se requerían y visitando las tiendas, todo un deleite de emociones nuevas, lo único molesto había sido esa parada en la tienda de ropa – Con dos túnicas normales bastara, tendrás que conformarte con una de segunda mano- me dijo mientras pagaba las túnicas y lentamente los galeones se volvían nada.

-Kat- dijo un sujeto al cual no conocía de nada, pero al parecer ella sí – Haciendo compras, ya veo tu hijo pronto entrara al Colegio típico de los Graves siempre prevenidos, he escuchado que tu primo Merton tocará pronto quisiera pedirte unos boletos para mi hija sabes es fanática de su grupo.

Mi madre se mantuvo con una sonrisa frívola – Marcus querido, lo que Merton haga no es de mi incumbencia, tampoco intervendría por unos boletos debido a lo poco que me relaciono con él, si me disculpas debo ver unos libros, permiso- dijo alejándonos del sujeto.

- ¿Quién es Merton? - pregunte curioso.

Mi madre volvió a suspirar como si la pregunta fuera algo pesado – Tu tío en decimo grado creo, nunca he indagado mucho en la rama de la familia de Londres, solo se que es músico y tu jovencito deberías preocuparte por otras cosas.

-Ya se, pero nunca hablas de la familia de este lado, siempre me cuentas del tío abuelo Percival y el abuelo Gondulphus- dije mientras la miraba avanzar.

-Eso es por que vienes de una larga línea de Aurores de Estados Unidos, aunque de este lado al parecer solo nos conocen por Merton- sus labios se endurecieron ante el comentario.

-Entonces ¿por qué no me enviaste Ilvermorny?- pregunte aún más curioso.

- ¿Y dejarte al cuidado de tus abuelos muggles o en manos de Elizabeth, ni lo sueñes terminarías como un niño mimado, mejor cerca donde pueda vigilarte - dijo terminando de comprar algo de tinta y pergaminos.

-Oye ¿No olvidas la pluma o piensas que escribiré con los dedos? – le dije pensando que se había olvidado de las compras.

Su rostro me miro con dureza, pero lentamente se suavizó– Nos ingeniaremos algo, por el momento confórmate con lo que he comprado- un largo suspiro salió de sus labios.

Quizás por la sutileza de mi mente infantil no entendía que 100 galeones de oro no eran prácticamente nada y mi pobre madre hacía lo posible por comprarme lo indispensable.

- ¿Puedo tener una lechuza? -  le pregunte con ojos emocionados, ella con una mirada algo triste miro su monedero casi vacío, acariciándome los cabellos me sonrió con dulzura.

-Hoy no cariño- dijo dándome un cálido beso - Pero si te portas bien prometo enviarte una para navidad-su suave mano me hizo creer que era realmente cierto.

La ultima tienda que visitamos era la mas emocionante de todas, a pesar de su apariencia algo en ella me llamaba la atención, con un letrero donde se Podía leer “Tienda de varitas de Ollivander”.

Entramos al lugar muchos niños entraban y salían con sus padres, la emoción fue apoderándose lentamente, había un cierto misticismo en ese sitio.

-Ah aquí viene otro joven en busca de su destino- dijo el hombre a manera de saludo.

-Sr. Ollivander, hemos venido- dijo mi madre, pero el anciano no la dejo continuar.

-Se a lo que han venido- con movimiento rápido busco entre los estuches y se aproximo a mi con una hermosa varita.

-Adelante- dijo invitándome a tomarla, lo que siguió después fue algo de lo más extraño, papeles revoloteando de manera rara  – No supongo que esa no- dijo mientras devolvía la varita, -Quizás esta Roble y corazón de dragón- no entendía lo que eso significaba pero lo hacía emocionante, nada más la tuve entre mis manos una de las lamparas de la tienda explotó – Definitivamente no- dijo mientras la recuperaba – entonces Nogal y pluma de Fénix- dijo extendiéndome otra varita, el resultado fue insatisfactorio.

-Será posible- dijo buscando una varita de lo más peculiar, al agitarla una sensación de melancolía se apodero de mí, incluso una lagrima se escurrió mientras la sujetaba, sin embargo, nada malo resulto.

-Muy curioso, en especial por el núcleo con la que fue hecha- dijo satisfecho.

- ¿Por qué le ha resultado curioso? - pregunte intrigado por su comentario.

-Pelo de Threstal- dijo con tranquilidad – un material difícil, se dice que solo los que han estado cerca de la muerte pueden verlos, y trabajar con el aun es mas complicado, pero en tus manos no parece tener dificultades, ¿Has estado cerca de la muerte jovencito? - pregunto el viejo poniéndome algo incómodo.

-Yo, supongo- mire mi pierna y aquel viejo recuerdo de la serpiente regreso, luego observe la reacción de mi madre – Puedo probar otra varita no creo que esta sea la mía- le dije en un tono de súplica.

-Jovencito, no es el mago quien escoge a la varita, si no la varita quien escoge al mago- dijo en tono serio, mientras mi madre parecía estar de acuerdo, las últimos galeones del monedero desaparecieron, habiendo culminado con nuestras compras.

-Vamos, anímate un poco, la varita no hace al mago- dijo mi madre consolándome y dando ánimos - ¿Por qué no vas y haces amigos? - dijo dándome las últimas monedas que tenía - esa tienda parece un buen lugar- señalo hacia Sortilegios Weasley.