Partida Rol por web

Arkyn niega con la cabeza a la pregunta de Norión y deja de hablar al ver acercarse a Caäniza.

- Hola Äni, ¿qué tal el día? - pregunta el bardo mientras le hace una seña para que ocupe una silla vacía de la mesa. Con una sonrisa coge su copa y la choca suavemente contra la que lleva la joven a modo de brindis y de saludo. - La verdad es que me muero de hambre y tengo ganas de una buena fiesta. Hace mucho que no toco para un público tan numeroso.

Hola Arkyn, como ves ayudando con lo que puedo, y se le oyen rugir las tripas, pues tanto tocar comida le había abierto el apetito, y todo tiene una pinta.. mmm coge un trozo de tostada con algo encima parecido a un canapé y con la boca aun llena se acerca la copa para que le ayude a tragar.

Estas cosas se sabe cuando empiezan, pero nunca cuando terminan, y tomó asiento para disfrutar un rato de l a compañía de sus amigos.

Los cuatro comparten un rato agradable en la mesa, pero se está haciendo tarde y Caäniza debe regresar al trabajo. Adhellin y Norión tienen alguna tarea más antes de prepararse para el evento, y Arkyn también parece tener algo pendiente de hacer antes de que comience el acto.

Después de la charla durante el rato de sobremesa el bardo se pone en pie y mira hacia la puerta.

- Bueno, os veré en el festival. Tengo que hacer algo antes de que comience - comenta mientras hace un gesto con la cabeza a modo de saludo y sale del edificio.

Arkyn sale del recinto del castillo y baja por el camino hasta la aldea. Se pone su capa multicolor en la casa de Adhellin, y se prepara para deleitar al público. Al salir de la casa taller, le ve Curudae y se le acerca. Arkyn, que oportuno... Estaba a punto de subir a avisar a la Dama Aylarien. Quédate aquí, en esta sala, y antes de que comience la fiesta podrás conocerla.

El Senescal le indica a Arkyn que se quede a final del pasillo en la planta baja de la Casa del Comercio. El bardo se encuentra de nuevo delante del cuadro que vio el primer día. El escudo de Sil Auressë. "Sikil Kaluva Tielyanna", reza la inscripción.

La luz de la sala es tenue, y la tarde está ya avanzada. Arkyn se encuentra de espaldas a Ayla quien avanza con pasos silenciosos. El bardo está mirando el cuadro... Sikil Kaluva Tielyanna

Su postura denota relajación, saber estar, tranquilidad. Pero su atuendo es extraño. Lleva una capa multicolor con varios parches. No es muy alto, mide poco más de 1,70 metros, de constitución fuerte. El pelo largo está bien cuidado, y no se ven armas. Carga con un bonito laúd, y los dedos parecen estar bailando con cierto nerviosismo en la caja. Pero es sólo en apariencia. Ayla había visto suficientes actuaciones musicales como para detectar que los movimientos de los dedos del bardo coincidían con el baile de los mismos sobre las cuerdas del instrumento. Observando el perfil de su rostro, Ayla no puede más que reconocer una extraordinaria y rara belleza de sus facciones. No es joven ya, pero la edad le otorgado carácter y experiencia.

Pues nada, si eso luego nos reencontramos, dicho esto, se levanta y se dirige a la cocina, muchas cosas se habían echo y muchas estaban por hacer, así que se se sumergió en ella para esforzarse en todo lo que le fueran pidiendo, esperando que llegara el momento de escuchar las actuaciones, y los demás eventos.

- Vayan, vayan...- les dice mientras termina su bebida. Había comido demasiado, se sentia somnoliento, pero se esforzó en ponerse de pie y acompañar a Adhellin en los últimos detalles antes de la entrega de los diplomas. Se llevó la silla por delante al levantarse, golpeándola con la rodilla sana, y maldijo por lo bajo... lo que faltaba, que me duelan las dos.

Arkyn asiente a las palabras de Curudae y permanece junto al cuadro observándolo de reojo de vez en cuando.

Me extraña que la dama Aylarien vaya a pasarse por aquí a estas horas, con el inicio de la fiesta tan cercano, pero no creo que Curudae se haya inventado todo esto para retenerme aquí y que no cumpla mi compromiso con mi actuación.

El bardo comenzó a pasear de un lado a otro a la espera de conocer por fin a una mujer tan misteriosa.

Si al final no viene Curudae tendrá que darme explicaciones. Pero apuesto a que son imaginaciones mías.

-Vamos, Girion, no te quedes parado que todavía tenemos que recoger el comedor... Y cambiar de ropa para estar presentables en la inauguración...

La voz de Tarosh, y el golpe que le dio en el hombro, le sacaron de sus pensamientos a Girion. Tarosh era más o menos de la edad de Girion, y los dos solían estar algo apartados de los grupos que se habían ido formando entre los alumnos tan diferentes. Los maestros hacían un buen trabajo mezclando actividades y clases, pero al final todos cargan con su historia y sus circunstancias. Pero también muchos buscaban apoyo, y esperanza. En un día tan señalado, una parte de los alumnos habían recibido la visita de sus familiares. Habían empezado antes su turno en la cocina, y ahora estaban pasando un tiempo con los familiares a los que llevaban meses sin ver. Tarosh no esperaba a nadie.

Y Girion... Su padre había llegado, pero era un hombre ocupado. Nada nuevo. Esta noche le volverá a ver. Quizá para distraerlo, la maestra Edrec le había pedido que trabaje en pareja con la nueva alumna, Caäniza, que era su primer día en la Academia. La primera impresión que le había causado no fue del todo buena. Estaba sucia, mugrienta casi. Cabello descuidado. Ropa harapienta, aunque escondía algunos objetos bonitos. Quizá robados. Le interesaban las plantas curativas. También tenía un hurón, que en un primer momento Girion había pensado que era una rata. Parecía una niña, pero una vez había hablado con ella, se dio cuenta de que era mayor de lo que aparentaba. Y allí estaba el tema. Caäniza hablaba mucho, y Girion no podía evitar reconocer que le ayudaba a desconectar de ... todo lo demás. Le gustaba pasar el rato con la chica nueva.

Ahora la estaba observando. Se había sentado con el maestro Adhellin, el encuadernador. Y con el ayudante de Adhellin, un hombre extraño con aspecto lúgubre. Y el bardo que iba a actuar esta noche. Este bardo era el que había acompañado a Caäniza hasta Sil Auressë. No le quitaba el ojo de encima a la niña, y Girion se alegró al verlo salir del comedor. Caäniza se incorporaba para volver al trabajo y buscaba con la mirada a Girion...

- Sikil Kaluva Tielyanna Maese Arkyn, soy la Dama Aylarien. Bienvenido a nuestro hogar. Me alegra que hayáis venido a Sil Aüresse.

La Dama Aylarien sonríe mientras avanza desde el centro de la sala y se coloca junto a Arkyn observando el cuadro.

- Hoy es la gran fiesta de inauguración de la Academia, pero aún tenemos un rato para hablar.  Sil Aüresse era un sueño, mi sueño de devolverle a los hombres todo lo que me han dado. Un lugar hecho para sus lugareños, y no para sus nobles. Aquí no soy más importante que el panadero o el posadero, pese a que mi Lugarteniente y mi Senescal insisten en que en ocasiones la gente necesite una “guía”. Y eso es lo que busco ser ahora, ser su guía en el camino de la esperanza, y ayudarles a sanar las heridas que las guerras han causado en esta Tierra. Ahora somos una comunidad pequeña para lo que me gustaría abarcar y tenemos muchas cosas por hacer, pero ya somos mucho más de lo que podríamos imaginar hace poco tiempo.

Intentamos que todos los habitantes tengan sus necesidades básicas cubiertas para que puedan centrarse en desarrollar todo su potencial y servir mejor al resto de personas. Intentamos que la luz haga desaparecer la oscuridad de sus corazones...

Aylarien se da la vuelta y camina hacia una mesa ofreciendo a Arkyn que se siente, mientras sirve dos copas de vino.

- Querría preguntaros ¿qué queréis ser vos?

Girion estaba ausente. Nuevamente tenía que recoger la mesa llena de suciedad y mugre que los demás había dejado tirada. ¡Recoger la mesa! ¡¿Desde cuándo un noble dunadan tiene que recoger la mesa?! Me la pagará, juro que me las pagará. Pensó Girion mientras recogía sin que por fuera se le notara nada de lo que pensaba.

A lo lejos vio a Caäniza y le guiñó un ojo. La pequeña le caía bien. Era todo lo contrario que él, quizás por eso la tenía en gracia. Eso o que nadie parecía saber de su existencia. Quizás también él tuviese la culpa.

Esta noche hablaría con él. Sabía que debía ser paciente y dejar que su autodisciplina venciera a su ira. Sabía hacerlo. Era muy bueno en ello, como en casi todo lo que se proponía. pero él nunca se lo ponía fácil.

- Tarosh, ¿me has visto parar?- le inquirió a su amigo sin dejar de hacer cosas-. Lo que no vas a conseguir es que lo haga mal, pues ya sabes que si no está del gusto de Intorin, tendremos que volver a limpiar todo- le recordó-. Acuerdate de mis palabras mi olvidadizo amigo, siempre que hagas algo asegúrate de hacerlo bien para solo tener que hacerlo una vez.

- Quizás Caäniza quiera ayudarnos...así tal vez pueda conseguir algo de comida para su pequeño amigo- dijo mirando a la muchacha y volviendo a guiñarle el ojo.

No pudo evitar esbozar una sonrisa cuando Norión tropezó y puso esa cara maldiciendo dios sabe a quien. Entonces se quedo un momento observando como Girion recogía y le dio la sensación de que no le gustaba mucho eso de usar las manos en una labor, primero le pareció raro lo del ojo, luego a la segunda tuvo claro que el pobre padecía algún tipo de calambre que le hacía hacer aquel... tic. Pobrecito, bueno no parece que le duela.

Tú tranquilo, que tengo sobras de sobras. Luego se giró sobre sus pies para dar la espalda al que le había requerido para ser ayudado y siguió con la labor que le había encomendado.

Arkyn se quedó mirando con curiosidad la entrada de la elfa sin decir una palabra, aunque acertó a hacer una reverencia a modo de saludo.

Continuó escuchando, atentamente y en silencio, sin interrumpir, concentrado en cada palabra de la dama Ayla. Cuando ésta terminó de hablar, la miró fijamente y dijo:

- ¿Qué quiero ser? Bueno, es una pregunta muy compleja - contestó mientras pensaba la mejor manera de responder. - Quizás la mejor respuesta es que no lo sé. Por lo general tu raza se toma ese tipo de cosas de una manera muy filosófica pero es normal, tenéis mucho tiempo para desarrollar un concepto como ese. Pero los humanos no podemos permitirnos ese lujo y, algunos más que otros, nos movemos por impulsos. Hoy quiero esto. Mañana aquello. La mayor parte de las veces son metas pequeñas que, al conseguirlas, desarrollan el deseo de culminar otras.

Arkyn deja de hablar por un instante y vuelve a centrarse en la conversación.

- Perdonadme, no acostumbro a hablar de temas tan trascendentales con tan poco tiempo para prepararme - comenta sonriendo. - Permitidme salir de este atolladero postergando mi respuesta y cambiando sutilmente de tema. Decíais antes que vuestro sueño era devolverle a los hombres todo lo que os habían dado... - continua mientras centra su mirada en la de la elfa. - ¿Qué os ha dado mi pueblo?

Girion se encogió de hombros y siguió con su tarea. No le gustaba, pero sabía que tenía que hacerla para no desentonar ni montar espectáculo alguno. Se recordó no ser tan cercano con la chiquilla, aunque le caía bien, cosa rara entre la gente con la que convivía en Sil Auressë.

Miró a Tarosh para ver cómo llevaba la tarea y para ver el resultado de lo que había hecho. No quería que le llamaran la atención por algo que él no había hecho. 

De vez en cuando levantaba la cabeza para ver lo que rondaba por ahí y para ver lo que hacía Caäniza.

-¿Me has llamado "olvidadizo"?, preguntó Tarosh incrédulo. Se quedó mirando a Girion un rato, para finalmente sonreír. Incluso en un día tan difícil para él, había sitio para una sonrisa. Aunque dudaba de que el joven noble fuera capaz de entender su sacrificio diario, durante largos años, de memorizar y aprender conocimientos que algún día... tal vez... algún día...

Tarosh observaba el resultado del trabajo de los tres, y se mostraba satisfecho.

-Vamos Caäniza, ayúdanos a mover esta mesa, y luego te ayudamos en ese lado, pronto podremos salir de aquí.

 Tarosh no entendía aún el propósito de la presencia de Caäniza en la Academia, pero por lo que había escuchado, tenía que ver con las plantas o algo que no era una amenaza para sus propósitos. Pero no estaba de más estar con un ojo puesto en la recién llegada.

Norión y Adhellin salen del comedor y cruzan el patio. Les queda por terminar algunos pergaminos, y prepararse para el evento de esta noche. Aunque van a estar en un segundo plano.

-Esta noche acudirá gente importante aquí, ¿sabes?, comenta Adhellin. -Estarán la Dama, Khôradur y Curudae claro. Pero también nobles de la zona, algunos porque tienen hijos en la Academia o están pensando en traerlos. Otros para saber qué se está haciendo aquí. Algunos de los secretos que alberga Sil Auressë saldrán inevitablemente a la luz esta noche.

-Ya que van a salir a la luz de todos modos, porque no me comentas a que te refieres con "secretos"?- le responde casi de inmediato. Las personas que nombró las conocía de nombre, aunque nada sabía de los otros nobles de los que hablaba. No le gustaban las reuniones sociales, ya estaba bastante harto de todo lo vivido en el día, pero sabía claramente que era una oportunidad de conocer gente influyente y eso le hacía recordar viejos tiempos en que los frecuentaba.

-Qué niña más extraña, dice Tarosh mientras observa a Caäniza quien sigue con sus quehaceres. -Parece que no quiere relacionarse con nadie y eso que acaba de llegar, aunque bueno, no soy el más indicado para hablar de eso.

Un extraño brillo aparece en los ojos del joven. Girion recuerda de repente que Tarosh recibe instrucción algo especial, en las artes arcanas. Incluso de mano de la propia Dama Aylarien. Un poderoso don. Y muy peligroso...

La maestra Edrec entra en el comedor. El aspecto exótico de la sureña, su piel morena, sus trenzas... Siempre le recuerdan a Girion el puerto de Umbar, que visitó en alguna ocasión a bordo de uno de los barcos fletados por su padre. La maestra busca con la mirada a Girion y a Tarosh, y les hace señas para que se acerquen.