Partida Rol por web

- Hola Ruseff- contestó en bajo el joven a su compañero.

- He encontrado a los que han hecho el ruido. Eran dos de los nuestros, concretamente Eben y Berl, que se dirigían al castillo- le dijo a su compañero mientras se acercaba-. Me ha dicho Eben que Wulfgar ha sido herido y no cree que haya sobrevivido...- el joven hizo una pausa. No le gustaba que un hombre libre cayera por culpa del maligno, pero era a lo que se exponían si deseaban erradicar el mal.

- Sí, volvamos con los demás- le dijo Girion-. Debemos continuar el viaje, máxime sabiendo que el enemigo está cerca. Lo que no estoy seguro es de cruzar el bosque, pues si es el mismo por el que han venido Elben y Berl quizás nos demos de bruces con el enemigo...podemos preguntarle a ellos (Eben y Berl) para salir de dudas. Acabo de dejarles atrás, aunque es mejor que no le comentemos qué hacemos aquí ni con quien estamos...quizás no sea tan buena idea hablar con ellos...

-Creo que Denelloth mencionó a Eben. Conoce la Cabaña, y creo que Denelloth esperaba encontrarse con él allí. Lo que tú digas Girion, o vamos ya a la Cabaña o vamos detrás de ellos dos para preguntarles.

- Un momento...¿has dicho la cabaña?- entonces es cuando Girion se dió cuenta y su tono de voz cambió. Salió corriendo hacia el lado de Eben y llamó a este casi en un grito.

- ¡Eben, espera!- dijo a a carrera el joven mientras se acercaba al montaráz

Al alcanzarle tomó resuello y luego le preguntó.

- ¿Venís de la cabaña de montaraces? ¿Es allí donde habéis tenido ese encuentro con el enemigo? Si es así, llévanos a mí y a Russef hasta ella por el camino más corto. Denelloth y otros se dirigen hacia allí. Debemos advertirles de que no vayan...¡rápido!

Griron estaba intranquilo. Lo que creía que era un encuentro casual parecía que se convertiría en algo crucial.

- ¡ A estas alturas la cabaña estará ya perdida ! - protestó Eben - Hay un verdadero ejercito que se está acercando, creo que los del castillo no son conscientes de lo que se avecina. - Eben dudaba - Todo el que vaya hacia la cabaña está condenado.

- Wulfgar quedó en la cabaña, dio su vida para que yo pudiera informar al castillo. Había un grupo de unos diez orcos que actuaban como avanzadilla. Wulfgar no puedo concretar qué había más allá, pero nombró un número indeterminado de estandartes... eso es mucha gente ya que cada estandarte debe represetar al menos un pelotón.

- A estas horas el grupo inicial debe haber llegado a la cabaña. Se ha de avisar al castillo de lo que les viene encima, pero no podemos dejar solos a Denelloth y su grupo.

Por un momento Eben miró a Berl

- El castillo no puede estar muy lejos ¿podrías llegar tú solo mientras yo guío a mis compañeros?

Berl asintió. -El arroyo no está lejos, dijo indicando con la mano la dirección aproximada. Los ruidos de los enemigos se habían escuchado desde el otro lado.

-Una vez allí, el castillo está cerca. Tú vete con ellos, allí no os seré de ayuda. Bastante has hecho ya por mí, Eben. Te debo la vida.

- ¡¡Vamos, no hay tiempo que perder!! ¡¡No sabéis lo importante que es llegar a tiempo!!...no lo podéis imaginar...

La mente del joven rememoró los momentos vividos hacía tan solo unas horas recordando palabras clave de conversaciones que perdurarían en su mente, tanto por su importancia como por sus interlocutores.

Eben se despidió de Berl con un gesto y señaló a sus compañeros el camino a seguir hasta la cabaña, moviendose inmediatamente después. Recorría el mismo camino que había hecho anteriormente, pero ahora en sentido contrario. Se sentía aliviado a medias, necesitaba llegar a tiempo para salvar a Wulfgar, ahora tenía la oportunidad.

Muy poco después de haber iniciado el camino, llegaron a donde Eben había rescatado a Berl. Señaló al huargo abatido.

- Esto no es más que una avanzadilla, pero vamos directos a la boca del lobo. Hay que avanzar ligeros pero con precaución.

Continúo guiando a sus compañeros hacia la cabaña.

Girion miró el huargo abatido y un escalofrío le recorrió la espalda. Era una bestia tremenda y peligrosa y si Eben creía que era una avanzadilla debían darse prisa en encontrar y dar con sus compañeros.

El joven se centró en Eben y asintió a la advertencia del montaraz. A partir de ahora estaría atento de todo lo que aconteciera en su derredor, siempre atento de actuar y preparado para disparar una flecha si lo situación lo requiriera.

Los tres avanzaron en dirección a la cabaña. Eben conocía el camino, y confiaban en llegar al lugar antes que el resto del grupo, o más o menos a la vez.

El cielo comenzaba a aclarar poco a poco. Los ruidos de los enemigos parecían alejarse. Aún quedaban unas horas para el amanecer cuando llegaron al linde de una zona más frondosa de árboles. La cabaña se encontraba al subir la cuesta de la colina que ahora tenían delante.

Entonces, escucharon un golpe. Luego otro. Y después el ruido llenó la noche. Tambores...

La hueste orca marchaba hacia la aldea. Se les oía a distancia, y la cabaña no se encontraba en su paso. No los veían, pero los golpes de los tambores de guerra avisaban de su avance. Y se podía ver como varios de los árboles más altos se movían al paso de algunas criaturas enormes.

Eben se desplazó sigilosamente hasta la cabaña intentando ver en su interior.

- ¡ Wulfgar ! Soy Eben. - medio susurraba medio hablaba - ¡ No dispares ! Vengo con amigos...

Girion siguió a Eben con cuidado dejándole un par de metros. Pese a tener en la vista la cabaña, los sentidos en los tambores y los pensamientos en sus compañeros, tenía mucho cuidado de donde pisaba pues sabía que la discrección era necesaria en este momento tan delicado.

No se escuchó ninguna respuesta desde la cabaña. Eben avanzó con cuidado hacia el lugar, y unos pasos detrás estaba Girion. Russef se mantuvo más alejado, pendiente del bosque y de los ruidos de la hueste orca. Aunque parecían estar lejos, nunca se sabía. Unos exploradores separados del grueso de las tropas les podían causar problemas.

A medida que Eben y Girion se acercaban, vieron en el suelo restos de algún combate. Aún estaban a unos cincuenta pasos de la cabaña, y se acercaban a la parte trasera y por lo tanto no veían la puerta. En el suelo había alguna flecha rota, y manchas de sangre.

Me quedaré escondido entre estos arboles. A la menor señal de peligro os avisaré imitando el trino de un pájaro tres veces; tened cuidado y mantened los ojos abiertos.

Despues de advertir a mis compañeros me detengo un instante examinando esos restos de sangre y las flechas rotas para intentar averiguar de quienes son- Hecho esto, busco un buen escondite donde tenga una buena panoramica tanto de la cabaña como del camino de acceso a ella.

Giron avanzó cauteloso detrás de Eben. Mientras avanzaban el joven pudo observar restos de una liza, con flechas y signos de pelea por doquier. Eso no era nada bueno y esperaba que no hubieran llegado demasiado tarde para ayudar a sus compañeros.

Sin embargo la quietud y el silencio de aquella cabaña no traía buenas esperanzas. El joven ya con sus armas preparadas en sus manos por si algo les atacara, esperó que ese silencio no fuera funesto.

Eben avanzaba a la vanguardia del grupo. Iba alerta, pero teniendo en cuenta los gritos que había hecho consideraba que la sorpresa la había perdido y posiblemente se la podrían dar a él.

Llevaba el arco y las flechas preparadas mientras observaba a su alrededor.

Eben fue el primero en llegar hasta la cabaña, y se asomó con cuidado para ver la parte delantera. Detrás iba Girion. Allí vieron a Wulfgar junto a la puerta. El guerrero nórdico estaba sentado en el suelo, con las piernas abiertas, apoyándose en la pared de madera. Un gran charco de sangre se había formado a su alrededor, y tenía dos flechas clavadas en su pecho. Había más flechas por el suelo. No obstante, Wulfgar seguía con vida, y abrió los ojos y movió la cabeza en dirección a los recién llegados. Le costaba fijar su mirada, y respiraba con dificultad.

La puerta de la cabaña estaba cerrada. Delante de la cabaña había un cadáver de un explorador orco, pero todo parecía indicar que ya se habían ido.

-Or-orcos … fu-fuera...de a-aquí... lejos, dijo y una sonrisa apareció en su pálido rostro. Cada vez estaba más en el mundo de los espíritus que en este mundo. Allí, junto a sus antepasados, podría contar cómo había luchado hasta su último aliento. –B-bum… Bum…, imitaba el ruido de los tambores hasta que tuvo que parar a escupir sangre.

Russef buscaba entre los árboles a pie de la colina donde se hallaba la cabaña. La oscuridad hacía que los ruidos se multiplicaban, y parecían rodearle. Estaba algo desorientado, y ante la duda prefería no adentrarse más en el bosque.

Volvió a mirar las flechas. Eran de orcos, de eso no había duda. Vio una extraña sustancia verdosa en las puntas dentadas.