Partida Rol por web

El capitán observaba a Theon y a Aaren. Eran hombres valientes y de recursos. Muy útiles para maniobras inesperadas y arriesgadas, sin duda. Pero también hombres de palabra. Hombres de honor.

-Aaren, por mí puedes quedarte. Todos los que cabalgamos hacia el Paso lo hacemos a sabiendas de que muchos morirán. Ponemos nuestra vida y nuestro honor en manos de los que van a nuestro lado. Eso crea un vínculo entre compañeros más fuerte que cualquier juramento, estandarte, bandera o ribete.

Con el dedo señalaba el ribete rojo de su antebrazo.

-Pero a veces necesitamos recordar que luchamos por una causa más grande que nosotros. El futuro de esta tierra se conquistará batalla a batalla, hombre a hombre, día a día en una guerra sin tregua.

Le dio unos golpes a su caballo, y se quedó mirando la ligera armadura que llevaba puesta. Melechtor era un jinete hábil a pesar de su origen marinero. Pero no era tal vez el más idóneo para dirigir una carga de caballería pesada contra un enemigo en formación. –Seguiré pensando en tu propuesta, Theon. Hallaremos el mejor modo de afrontar esa batalla. Ahora, ¿de qué querías hablarme?

Theon se había tomado tiempo para meditar las palabras que iba a pronunciar, no porque hubiese en él espacio para la duda, en tal caso lo había para la reflexión y eso sí ocupaba su mente. Pero lo delicado y trascendente de lo que quería expresar ameritaba buscar el mejor modo de hacerlo.

Sostuvo el ribete rojo en su mano con firmeza, y alzó la mirada hacia quién le acababa de hablar - Será un honor estar a su lado en el combate, pero no solo por vuestra valía como Capitán de estas tropas. Si he de jugarme la vida junto a sus hombres quiero que conozcan porqué lo hago. Ustedes dos son leales a Lord Echorion, y tu Aaren eres un fiel amigo, los considero hombres honorables en quien confiar- miró a los ojos a cada uno de ellos.

- Como antes mencioné, hemos sido enviados por el Comandante Minastir, hijo de Argeleb II, Rey de Arthedain, para explorar los confines del río Baranduin por los movimientos de tropas orcas que preocupan al Príncipe. Era una misión secreta - secreta incluso para tí, amigo -que doy por descontado que seguirá siéndolo por mas que se lo revele en este momento. Hemos recopilado esa información, la cual viaja en manos de Abel hacia el Vado de Sarn y cumplirá su cometido. Pero he decidido quedarme con ustedes, desligándome de la solicitud de Arthedain, porque es lo mas apropiado - dio unos segundos para que digieran lo que acababan de mencionar.

- Mi nombre es Theon Vilarion, de la casa Hallas de Dol Tinareb. Soy uno de los familiares cercanos de Lord Barahir - estudió la reacción de Aelloth y Melechtor, probablemente para Aaren eso fueran palabras huecas pero para los seguidores del heredero de Girithlin no había modo de que pasaran desapercibidas - Sil Auresse está en las tierras de mi familia y es mi deber bregar por el bienestar de esta región, por encima incluso de la voluntad del Rey de Arthedain -

Tomó los ribetes rojos y los puso en su brazo - Ya he cabalgado antes al lado de Lord Echorion, tal vez usted Capitán me recuerde a su lado en la batalla de Metraith el año pasado. Me he formado en la escuela militar de Fornost por algo mas que vocación, los tiempos que sobrevendrán en Dol Tinareb requieren de nobles preparados para hacer frente al enemigo. Adhiero a la visión de Cardolan que lleva el Hir Rochon en su corazón y que sé por vuestra mirada que ustedes también la conocen y adhieren por igual. Señores, están frente a un verdadero aliado, será un honor combatir a su lado por la causa mas justa que un dúnedain pueda tener, el resurgir de su reino- 

Escuché respetuosamente las palabras de Melechtor y respondí brevemente devolviendo su confianza al tiempo que dejaba clara mi postura y compromiso.

Cita:

Cita:

En verdad muchos morirán... asentí pesaroso ...salvo que nuestras estimaciones sobre el contingente Orco hayan errado por mucho...

Entiendo el vinculo que os une, pues es en esencia el mismo que me impulsa a interferir en asuntos que me son del todo ajenos y sobre los que no albergo mas que dudas y desconfianza.

No dudéis por tanto sobre mi lealtad, pues aunque desprovista de juramentos y estandartes, no por ello es más débil que la del resto de nosotros.

Una amenaza se cierne ahora sobre estas tierras y por su naturaleza no debe ser ignorada, ni por hombres, ni por lobos, ni por halcones solitarios...

Tras esta breve intervención, me retiré ligeramente para dejar paso a Theon y atendí con interés a sus sorprendentes revelaciones. Desde que partimos del Vado, había sospechado que una parte e la historia esperaba todavía por ser revelada, pero nunca me importó...los asuntos de los hombres en aquella parte del mundo, siempre me habían resultado lejanos, incomprensibles...aunque poco a poco, a veces contra mi propio interés, me iba empapando en las intrigas que los movían.
cuando Theon terminó de hablar, me puse a su lado y añadí:

Mi lealtad esta ahora con Theon...y mientras él os consideré su aliado, yo también lo haré.

Al tiempo que hablaba, pensaba en que hubiera dicho Thorian en la misma situación y una leve sonrisa acudió a mi rostro mientras me preguntaba que estaría haciendo en aquellos momentos.

-Theon Vilarion de la Casa Hallas

Ante la revelación de Theon, el capitán Melechtor inmediatamente hizo una leve reverencia. –Sabía que eráis algo más que espadas de alquiler, les dijo a los dos. –Vuestras palabras, y sobre todo, vuestros actos os honran y os delatan. Largos años estuve al servicio de Lord Hallas de Dol Tinare. Conocí sus luces y sus sombras, que a los hombres de armas no nos toca juzgar. Su ausencia ha sido un duro golpe para este reino. Su muerte dejó un vacío muy grande.

Suspiró al recordar la amabilidad y el trato cercano que siempre le había mostrado el Hir de Dol Tinare. Pero había sido un hombre extremadademente ambicioso, y astuto hasta el final. Incluso cuando la enfermedad y la vejez le tenían postrado en la cama, su fuerza de voluntad fue tal que empujó a los demás soberanos a unirse y a acabar con la lacra del Señor de la Guerra Dagorhir de una vez por todas.

La historia le juzgará, como a todos, pensó. Porque Melechtor era consciente de que Hallas también había cometido atrocidades durante su largo reinado. En cuanto a su nieto, Lord Barahir físicamente era su viva imagen, pero mucho más cauteloso. No lograba situar a Theon en aquella Casa de Dol Tinare, pero no dudaba de su palabra.

-Fue precisamente Lord Barahir quien me encomendó la misión de ayudar a Sil Auressë. No sabíamos el alcance del peligro, desde luego. Pero nos reunimos con un emisario de la Dama Aylarien. Su nombre era Arkyn, y Agnor le acompañó. También estuvo Aelloth, dijo mirando a uno de sus hombres de confianza aunque antaño habían tenido sus diferencias. -Me tocó a mí hacer las presentaciones, y junto a Lord Barahir escuchar la súplica de auxilio ante una amenaza que parecía poco más que conjeturas y sospechas entonces. El nieto de Hallas tenía dudas y creo que su intención fue la de rechazar a petición, pero fueron las palabras de Agnor, más que las del diplomático, las que le convencieron. Fue entonces cuando apareció Lord Echorion en persona, y se dio forma a un pacto cuyos detalles desconozco. Pero debéis saber que en aquel instante, se habló mucho de futuro. Y en ese futuro, Sil Auressë era una pieza fundamental para las pretensiones de nuestro señor Echorion.

Melechtor miró a Aaren, Aelloth y Theon. –Aelloth sabe lo que aconteció. Agnor tuvo que tomar una decisión difícil y valiente, y antepuso los intereses de Sil Auressë a los suyos. Aceptó la oferta del Príncipe Que Cabalga, y le prestó juramento. Aquello le honra, y viendo ahora la situación, puede que Sil Auressë ahora tenga una esperanza gracias a esa decisión.

Una sonrisa se dibujó en el rostro del capitán, y dijo: –Estabamos escribiendo la historia de este reino, amigos. Lord Echorion solía decir que un guerrero se encuentra a la vez en el futuro y en el pasado, precisamente porque vive el presente con más intensidad que los demás. Reconozco que no entendí lo que quería decir exactamente con aquella frase. Pero ahora lo veo cada vez más claro. Él se está rodeando de los mejores. De hombres que le llevarán hasta el Salón de Trono de Girithlin. Hombres como Agnor, como vosotros Theon y Aaren, como Aelloth, como Lord Barahir y los demás Consejeros. Paso a paso, espada a espada. Sin tregua, el Príncipe cabalga. Y nosotros. Por él, y por ese sueño. O Forven telitha...

–O Forven telitha, repitió Aelloth. Había oído aquella frase de boca de los más alegados a Echorion desde sus años de exilio en Arthedain. Pero por primera vez, sintió la promesa implícita en esas palabras, la invocación de un sueño que podría convertirse en hecho. –Llegará desde el Norte… Lo que dice el Capitán es cierto. Sil Auressë ofrece la clave para los planes futuros del Príncipe. Pero nadie se imaginaba que el Mal atacara con tanta fuerza al hogar de la Dama Ayla. Incluso mandar a treinta jinetes pareció excesivo.

-En efecto -dijo el dúnedain cuando el veterano mencionó que todos debíamos estar en el mismo bando ante los orcos, para luego continuar diciendo- si os importa someramente lo que les pueda acontecer a estas tierras creo que podríais ayudarnos, debo volver con el resto de los míos suponiendo que no me retiene nada aquí... -dijo enarcando una ceja dado que hace unos segundos era su prisionero- si queréis saber más os ruego que me acompañéis, mi capitán estará encantado de tratar con más posibles "aliados" -dijo mencionando esa palabra con cuidado, pues no le habían pasado desapercibidas las recriminaciones a Echorion ni la rápida intervención del hombre barbudo cuando el joven se disponía a decir la verdad- os juro por mis ancestros que no os ocurrirá nada y tendréis libertad total para seguir vuestro camino si es lo que deseáis... -dijo a modo de petición por si servía para ganarse la confianza de alguno de aquellos hombres, pues fuera cuales fueran sus motivaciones, una espada más contra los orcos siempre era bien recibida.

-Hemos cabalgado hasta aquí tan pronto vimos el fulgor de la granja quemada en el horizonte. Creo que eso debe responder a tu pregunta de si nos importan los sucesos de esta tierra. Observó al impetuoso joven que hablaba con acento de Arthedain, y recordó que él también lo había sido años atrás. Y trató de calmar los ánimos. -El juramento que hice a los Señores Aliados me llevó a luchar contra orcos en muchas de las distintas batallas de Minhiriath. No te vi allí, jovenzuelo. Pero parece que te voy a ver en esta nueva batalla que se avecina.

Ofreció su mano a Tarbrand para terminar de limar asperezas. -No entiendo mucho de señores y de reyes. Soy más de luchar y de cumplir las órdenes. Mi compañero Caldrim lleva esos temas, y él tendrá que hablar con los tuyos, Tarbrand. Te pido que le esperes un poco más.

Miró en direcció a Cathael hijo de Caldrim que había subido la cuesta. -¿Le ves ya?, preguntó.

– Lo es -dijo Agnor.

Al ver a Tarbrand con los brazos en alto, rodeado por hombres armados, sintió la urgencia de cabalgar en su ayuda, y la repentina sensación de que él también había caído en un engaño de Caldrim. Fue un relámpago en la mente, nada más, natural entre hombres de acción en tierras peligrosas.

Tarbrand bajó las manos y los hombres guardaron las armas y respiró tranquilo. Pero azuzó a Atreo para descender hasta la posición del grupo con prisa. Esos hombres eran potenciales aliados y había que estrechar lazos de inmediato pero, sobre todo, había que cubrir al buen Tarbrand.

¿Cómo podía haber sido pillado en una emboscada un hombre como él, capaz de esconderse de cualquiera?

– ¡Tranquilos, hombres! –llamó, gritando mientras se acercaba trotando.

El montaraz aceptó la mano que le tendía aquel hombre, y le respondió con igual tono diciéndole:

-Espero que así sea señor... -dijo con la esperanza de que se presentara, pues aún seguía desconociendo su identidad- no hay nada mejor que luchar juntos contra los orcos para aunar a los hombres -expuso esbozando una sonrisa e intentando ver el lado positivo de aquello; tras la misma, se puso un tanto más serio y continuó hablándole- está bien, le esperaré un poco más, pero como dije antes, debo mantener el contacto visual con mi unidad para que no cometan una equivocación, así que... ¿puedo subir a la colina de la que venía para que vean que estoy bien? prometo que no me iré de vuelta sin vuestro "jefe" -dijo mientras pronunciaba la última palabra con un tono un tanto desconcertado, pues no sabía que tipo de organización eran aquellos hombres, si familia, mercenarios o unos simples soldados huidos.

Tarbrand subió la cuesta para poder ver de nuevo su unidad y así tranquilizarlos. Alzó la mano a modo de saludo, y al girarse de nuevo vio aparecer de entre los riscos a cierta distancia a su compañero Agnor. Llegaba desde el norte, y venía acompañado. Detrás de su amigo, iba otro hombre con armadura montado en un caballo pesado de guerra.

Cathael les saludaba con la mano, aunque ya los habían visto y se dirigían hacia ellos.

– ¡Tranquilos, hombres! –llamó Agnor, gritando mientras se acercaba trotando.

Caldrim llegaba detrás del norteño, y sus órdenes fueron escuetas y claras...

-Una banda de orcos se dirige al Norte, hacia la aldea de Sil Auressë. Han arrasado varias granjas, y les persigue una unidad de hombres de Lord Echorion reforzada con guerreros de Sil Auressë, como Agnor aquí...

Respiró hondo y levantó la mano para apoyar sus palabras.

-Creo que nuestro deber y nuestro honor nos llama a unirnos a su lucha, señores.

Miró a sus hombres, y dio algunas palmadas a su caballo Pardo -¡Les enseñaremos a los orcos lo que es la Tormenta de Acero de una carga de los Cruadh-Maraich!

A continuación, les mandó a montar y avanzar todos juntos hacia la unidad de caballería liderada por el Capitán Melechtor.

Theon asintió con agrado ante las palabras de lealtad de su amigo, formaban un gran equipo, y los pasos que habían dado juntos eran solo los primeros de muchos por venir. El Capitán cambió su actitud, sabía que así iba a suceder, aunque su estrecha relación con su tío le sorprendió en alguna medida.

En su mente grabó cada una de las revelaciones entre líneas que se estaban haciendo. Agnor había sido uno de los emisarios de una tal Aylarien, un nombre que le sonaba haber escuchado en la batalla de Metraith, y su compromiso había logrado el apoyo de Echorion, resultaba ser un hombre interesante no solo en el combate. Había un pacto entre Lord Barahir, el Prínicipe Echorion y la Dama Aylarien, aunque desconocía su alcance. Y ambos hombres insistían en que esa aldea era clave para los planes del Hir Rochon, Theon no llegaba a comprender el motivo, repasaba con su mente la geografía del lugar, tal vez planeaba asentar allí su ejército, pero si era así, porque no lo había hecho ya?

- O Forven Telitha... Ignoraba que esa aldea tuviese una importancia clave para el heredero de Girithlin, eso ciertamente puede resultar oportuno para que Dol Tinareb no caiga en manos de estas bestias- puso su mano dentro de su bolso y sacó una carta lacrada con su sello -Son hombres de mi confianza y leales a un gran amigo, les entrego esta carta dirigida a Echorion, les pido que se la hagan llegar cuanto antes, contiene incluso un mensaje del Principe de Arthedain que querrá conocer. Creo que un jinete menos no cambiará el resultado de la batalla que tenemos delante, pero si cambiará la historia de esta aldea que reciba esta carta a tiempo, así como vuestro informe. Si no sobrevivimos, él sabrá que hacer- Theon se jugaba la vida en cada combate, pero nunca perdía de vista que las cosas podían salir mal, y estaba preparado para lo peor en toda circunstancia.

- Agnor se ha mostrado confiado por un Comandante que se asienta en el castillo de Sil Auresse, ustedes han oído hablar de él? Es realmente tan capaz? - preguntó con cierta incredulidad - y de ser así, apoya nuestra causa?-

Al dúnedain le alegró ver como su compañero Agnor aparecía junto al líder de aquellos hombres, y al parecer se había encontrado con ellos anteriormente. Por lo que en cuanto el tal Caldrim terminó de hablar, respondió en tono decidido:

-Es un placer conocerle señor Caldrim y más aún cuando regresáis en compañía de mi amigo Agnor -dijo asintiendo con solemnidad a ambos- en cuanto a los orcos, me alegra oír que pensáis uniros contra su lucha, ciertamente neceistaremos a todos los hombres capaces de portar armas para albergar cierta esperanza de conseguir la victoria. Por ello, y tal como le decía a sus compañeros -dijo refiriéndose a Bakar y a Cathael- nuestro capitán estará encantado de recibirles, por lo que no le hagamos perder más tiempo... -dijo mientras giraba a su caballo en pos de que el resto lo imitara y volvieran a reunirse con los demás.

La reunión fue rápida y Caldrim no perdió ni un minuto en poner al día a sus hombres sobre la situación y las nuevas órdenes. Agnor trotó hasta Tarbrand y comprobó que se encontraba bien.

Con suerte encontraría un momento para hablar con el tal Bakar y descubrir algo de la guerra del Ángulo. Pero aquel no era el momento. No había un instante que perder para reunirse con la unidad de Melechtor.

Melechtor aún seguía conversando con Aelloth, Aaren y Theon cuando de repente vieron llegar desde el Norte a Agnor y a Tarbrand a paso ligero. Junto a ello cabalgaba un grupo de jinetes, seis en total. Algunos iban ataviados con armadura persada, y todos llevaban armas. Incluso dos de los grandes caballos que montaban llevaban armadura.

-Cruaidh Maraich..., dijo Aelloth a su capitán. Pero no era necesario confirmarlo. Melechtor conocía la fama de la unidad de mercenarios conocida como los "Jinetes de Acero". Una de las pocas caballerías pesadas que quedaban en el Note, y la única que no portaba ningún estandarte ni símbolo heráldico.

Melechtor vio cómo se acercaban. -Son un par de caballeros, y un escudero. El resto no son de Cruaidh Maraich. Su cara reflejaba la sorpresa, y trataba de sopesar si era algo bueno o malo. -El grueso de los Jinetes de Acero siguen en Rhudaur, luchando contra el Brazo de Piedra.

En Cardolan, los que se dedicaban al oficio de la guerra debían estar al día de las efímeras alianzas y servidumbres de las tropas. Melechtor se subió al caballo a esperar la llegada de este grupo extraño, aunque más esperanzado que preocupado. Necesitaban más hombres. Saludó a Agnor y a Tarbrand con la cabeza, y se presentó a quien parecía ser el líder. No lo conocía, pero de reojo vio a un tal Bakar. Un hombre fornido y barbudo, y un veterano guerrero con el que había coincido en alguna ocasión, en otro tiempo.

-Saludos, capitán Melechtor. Mi nombre es Caldrim, y con los hombres que cabalgan conmigo he venido a inspeccionar la granja arrasdada que hay un poco más al norte.

Era un hombre curtido en muchas batallas, y su montura era una de las que llevaba armadura. Junto a él estaba Agnor. Hablaba de prisa, impaciente de dejar zanjado cualquier posible discrepancia. -Agnor ya me ha contado que váis detrás de esa banda de orcos, y que son numerosos. Mi sangre me une a estas tierras, y un juramento me une a vuestra causa si es contra los orcos. Así que os repetiré lo que ya le dije a Agnor. Si hay sitio en esta unidad de hombres de Lord Echorion, y estáis dispuestos a compartir la gloria que nos espera, podéis contar conmigo y con los que conmigo cabalgan.

Miró a la unidad de una treintena de hombres. La inmensa mayoría portaba el riberte rojo del Príncipe Desterrado de Girithlin. -Frente a los orcos de Minhiriath, no hay división entre los señores aliados de los distintos feudos, pronunció alzando la voz ligeramente. A algunos las palabras les resultaban familiares. Eran del juramento que pronunciaron los que hace años se unieron a la guerra contra Dagorhir promovida por Hallas de Dol Tinare.

Caldrim invocaba ese juramente ahora para dejar ver que ya lo hizo en su día, y que no procedía cuestionar las lealtades e intereses territoriales o de sucesión cuando enfrente había un enemigo común.