Partida Rol por web

- Estoy bien, estaba con Eärnil vigilando un claro cuando vimos el ejercito enemigo acercándose. Al final acabamos en lados opuestos del mismo y tuvimos que escapar cada uno por su cuenta. - respondió Ragi - Durante la huida me encontré con un grupo que me contó lo de Sir y casi atravieso el ejercito enemigo para llegar aquí. -

Sabía que había más cosas para contar, pero estaba deseando ver a su protegida. Tenía poco tiempo así que agradeció a Ionell y a Caäniza el cuidado a la niña y entró a la sala. Le alegró que le dijeran que estaba bien, aunque inconsciente. Pero tenía que verla.

El maestro sonrió ante el cambio que mostraba el joven. Hace nada era un muchacho rebelde a quien no parecía preocuparle nada ni nadie, excepto su protegida. Ahora, hablaba como uno más de los defensores de Sil Auressë. En realidad, lo era. Todos los hombres, mujeres e incluso niños de la aldea estaban haciendo lo posible para sobrevivir a la terrible amenazaba que se cernía sobre ellos.

-Fue terrible presenciar la lucha contra los huargos aquí mismo, a las puertas del castillo. Denelloth y los demás habían logrado rescatar a la niña y traerla de vuelta, pero les perseguían esas bestias inmundas. Khôradur lideró a los milicianos y lograron vencer y ahuyentarlos, pero sus fauces la habían…

No pudo terminar la frase. El doloroso recuerdo aún era reciente. Le acompañó en silencio hasta la puerta, y le dejó entrar solo. Buscó con la mirada a Caäniza, pero entonces recordó que ella había salido a buscar algunas hierbas.

Ragi entró con cuidado en la sala, y en la penumbra pudo ver por fin a Sir. La pequeña descansaba en una cama elevada, y varias mantas la tapaban. Aún así, se le notaba fría. Su piel era más pálida de lo normal, y parecía resplandecer. Sus ojos estaban cerrados, pero se movían cada cierto tiempo. Su boca entreabierta también se movió un poco, casi imperceptible. Pero lo suficiente para confirmar que seguía con vida.

En su mano izquierda sujetaba un caballo de madera finamente tallada.

Ragi lo recordaba. El origen de ese juguete fue un misterio. Un día había aparecido, sin más. Después de estar ella ausente una noche entera, sin que nunca diera explicaciones de qué le había pasado. Ragi se había alegrado tanto de verla de nuevo que no insistió. Además, fue cuando la Dama Ayla había recibido visitas secretas de las que se hablaba en susurros, sin que nadie supiera la verdad. Tal vez, de algún modo, Sir también había sido invitada a esas reuniones secretas. La niña siempre había sido un misterio, y ahora era el objetivo de la hueste oscura que se dirigía hacia Sil Auressë.

Ragi se acercó con cuidado a la niña y le cogió la mano. Se sentía culpable por no haber podido estar con ella para protegerla.

- Perdóname - le dijo, sabiendo que no le escucharía. No podía permanecer mucho tiempo allí, tenía que terminar de montar el aparato, y además no podía atenderla puesto que no sabía demasiado de los cuidados que podía requerir pero, en ese momento, comprendió que ayudaría en todo lo posible para que Sir permaneciera segura.

Tenía que ayudar en la defensa de la fortaleza.

Beso la frente de su protegida y se dirigió hacia donde estaban preparando el artilugio.

La mano de la niña era pequeña y delicada cuando la cogió Ragi. No obstante, cuando le habló, notó como Sir movió un poco los dedos. Era apenas percebtible, pero lo notó. Y Ragi sintió una extraña paz en su corazón, como si ella de algún modo le estuviera hablando, o al menos comunicándose con él.

Sus labios se movían... Pero no se escuchaba ningún sonido.

-(B)-(e)-(n)...

Podía ser cualquier cosa, pero es lo que le parecía a Ragi que decía. Y luego se quedó tranquila, descansando.

Ragi le besó la frente, y estaba listo para salir de la Academia...

Ragi se sorprendió por la reacción de Sir pero sabía que debía ser un acto reflejo. Miró una última vez hacía atrás y atravesó la puerta para reunirse con Milriel. Tenía que hacer lo posible por mantener ese castillo a salvo.

Ragi salió del cuarto de Sir y cruzó la sala hasta llegar al pasillo que conducía a la puerta de salida. Entonces, al fondo del corredor vio algo moverse en la penumbra. Dos personas: una mujer y un muchacho joven. Iban andando hacia la zona de las salas de lectura, hablando en susurros. Tal vez de temas importantes y secretos, o tal vez por el cambiente sombrío que reinaba ahora en el castillo.

No fue hasta que doblaron la esquina que Ragi reconoció al joven. Era Tarosh, un compañero de la Academia. Algo tímido y reservado, pero que había recibido instrucción especial y clases privadas con la mismísima Dama Aylarien. Y Sir le había acompañado. Ahora él parecía otro. Más maduro, más poderoso. Como si el peso de la responsabilidad y la gravedad de la situación le hubiesen moldeado hasta dejar atrás al niño que fue. Le sorprendió ver el cambio en tan poco tiempo, pero entonces se dio cuenta que otros veían seguramente en Ragi ese mismo cambio. Lo notaba en la forma en la que los guardias, los maestros y los otros se dirigían a él. Con respeto, con seriedad. De igual a igual. En poco tiempo, habían pasado muchas cosas. Ya no era el niño de las calles de Tharbad que no encajaba en las clases de la Academia. Ahora era un defensor de Sil Auressë, y confiaban en él. En sus manos yacía la responsabilidad de armar el artilugio para coordinar las acciones de los hombres del campamento de Belegund de la aldea y del ejército liderado por Khôradur. Nada menos.

Entró en la torre de homenja a la reunión.

-La situación es ésta, dijo Gaerel a Milriel y a Ragi. –Tenemos esas dos palomas mensajeras, y tenemos el artilugio de los enanos. Si Ragi consigue subirlo a lo alto de la torre principal, y ponerlo en marcha, entonces tendremos una forma de enviar mensajes tanto al puesto de mando de Khôradur como al campamento de los mercenarios de Metraith.

La voz del veterano sargento denotaba tensión, pero también determinación de luchar hasta el final.

-Nuestra prioridad es romper el cerco de los huargos. En este momento, los aldeanos no pueden ser evacuados aquí por esa amenaza. Además, tenemos a varios de nuestros hombres heridos en el campamento, añadió refiriéndose al grupo lidearado por el sargento Pinto.

-Lord Khôradur sabe lo del artilugio. Pero necesitamos avisarle de la clave para el código de los mensajes, y de nuestro plan de ataque. Belegund no sabae nada. Hemos de enviarles un mensaje con una paloma a cada uno.

Apuntó con el dedo en distintos puntos del mapa desplegado encima de la mesa de madera.

-Nos falta el código, y la aldea no sabrá leer nuestros mensajes.

-Puede que haya una solución para eso, intervino Gaerel. -El Senescal Curudae preparó una hoja de claves. Era una propuesta, y no dio tiempo a terminar los aparatos, y el comandante Khôradur no lo conoce tampoco. Pero el Senescal está en la aldea. Si ve señales de luz desde el castillo, seguramente intentará leerlas y confío en que intuirá que usamos su propuesta.

-Otro problema es el tiempo. No disponemos de mucho. No sé si podemos esperar a enviar las palomas hasta tener el artilugio en marcha. Me temo que no, y que debemos arriesgarnos. Si falla, y no podemos usar las señales, será un ataque menos coordinado. Pero hemos de hacerlo ya. Preparar y enviar las dos cartas con el código y el plan, y confiar en que las palomas lleguen a su destino. Mientras tanto, Ragi intenta preparar el artilugio. ¿Qué opinas?, preguntó la guerrera a Ragi quien había estado escuchando los planes.

- Lo haré lo mejor que pueda. - dijo Ragi respondiendo a Milriel. Sabía que tenía que terminar esto para conseguir comunicarse con los ejércitos más lejanos aunque, por desgracia, le preocupaba que toda la responsabilidad cayera sobre él. Necesitaban contar con un plan adicional pero no se le ocurría nada que pudiera aportar a la estrategia de comunicación. -Esta comunicación será unidireccional. Ellos no podrán comunicarse con nosotros. - terminó al fin mientras cogía las piezas del artilugio para montarlas en donde pudiera ser visible.

- ¿Cómo creéis que podremos solucionarlo? ¿Quizá añadiendo un código sonoro? Sería más lento que el visual, pero nos podría dar cierta ventaja saber la posición de nuestras tropas en el frente. Seguro que cuentan con algún cuerno de batalla o algún tambor que puedan hacer sonar por encima del sonido del combate.

-Belegund cuenta con algún cuerno, sí. Sería útil para coordinarnos, aunque lo más importante es saber el momento en que van a atacar para nosotros hacer lo propio desde el castillo. Así rompemos el cerco, y permitimos a los aldeanos evacuar hasta aquí, y los heridos que hay en el campamento de Belegund.

Miró a Gaerel. -Nosotros seremos la bisagra. La unión entre la aldea, los hombres de Belegund, y el puesto de mando de Khôradur. Desde esta posición elevada, y con el artilugio, podemos avisarles usando un código sencillo. Pero como dice Ragi, ellos no pueden respondernos del mismo modo.

-Otra opción son las banderas y los estandartes, comentó el sargento. -En la aldea debe haber varios, y podríamos pedirles a los mercenarios de Belegund que preparen también algunos. Para que puedan solicitar auxilio o pedir refuerzos, o indicarnos alguna otra cosa. Pero una vez comenzado el combate, es difícil mantener la organización. El objetivo principal es avisarles del plan, y poder coordinar el primer ataque sin que el enemigo se percate de ello.

Ragi tenía una idea clara de cómo montar el complejo artilugio. Necesitaba algunos tubos adicionales para poder preparar el fuego a cierta distancia de la "boca" del dispositivo. La colocación de los espejos era clave para poder dirigir la luz, y luego con los cristales tintados se podía seleccionar el mensaje desde abajo sin tener que estar colgado en el poste en lo alto de la torre.

Lo que no tenía claro era cómo subir el poste y el artilugio. La torre de homenaje se estaba construyendo sobre la base de un castillo antiguo que se había quedado en ruinas. Las plantas a partir de la tercera hasta la quinta, que era la última, no estaban listas. Los andamios, si mal no recordaba, solamente subían hasta la cuarta planta, y desde el nivel del suelo aquello parecía todo menos seguro.

- Deberíamos subir una cuerda y, una vez puestos en una buena posición, bajarla haciendo una polea para poder levantar los materiales sin tanto problema. No quiero que acaben en el suelo destrozados - dijo Ragi pensativo. Él tendría que subir por necesidad, así que se ató el arnés que llevaban los trabajadores y se dispuso a subir pero en el último momento pensó en algo y le dijo a sus acompañantes.

- Hasta el cuarto piso esta chupado, pero después... deberemos subir con cautela. Unas escarpias de escalador podrían ayudarnos a evitar una caída mortal. - Estaba decidido a terminar con su cometido para proteger el castillo y no lo podría hacer si se le quebraba la cabeza al caer desde lo alto de la torre.

-Me parece buena idea lo de la polea, dijo Gaerel con gesto de aprobación. –Es más, los obreros deben tener poleas guardadas, de las nuevas que prepararon los constructores.

El sargento recordaba algunos avances en las técnicas de construcción. Fueron idea de los arquitectos, y los carpinteros habían ayudado a prepararlos. Habían permitido avanzar más rápido en la obra, y ahora podían servir para ayudar en su defensa. Entre los avances, había poleas móviles y ligeras, que se podían combinar. Pero para esta tarea podrían ser de ayuda.

-¡Qué traigan una pequeña polea! Y unas escarpias de los que se usan para fijar los bloques de piedra. Te servirán. ¡Buena suerte Ragi!

Acto seguido, Gaerel se puso a preparar los mensajes para las palomas. Las aves debían partir de inmediato.

Ragi salió de la sala del Consejo Militar, también conocido como “Othrind”, y siguió las indicaciones para subir por las escalaeras de una de las torres circulares en las que se apoyaba la parte central de la torre de homenaje. Subió hasta la tercera planta, y una vez arriba terminó de ajustarse el arnés, no sin antes dejar con cuidado en el suelo las piezas del valioso artilugio enano. Le habían dicho que no tardarían en subirle el resto de las cosas que había pedido.

Mientras tanto, observaba el castillo desde dentro. Sus arcos, la mampostería, las vigas… Lo estaban construyendo sobre las ruinas de otro anterior. Cuatro torres circulars que una vez terminadas se iban a alzar hacia el cielo, y que junto a la parte central formaban un todo.

En las paredes se podían ver uniones de piedra antigua con la nueva. Aún quedaa mucho por hacer para que el ambicioso plan se convirtiera en una realidad. Por ahora, la construcción había llegado solamente a la tercera planta. De aquí tenían que subir por los andamios interiores hasta la quinta, y una vez allí…

Ragi escuchó ruidos en las escaleras.

Milriel subió con su pesada armadura y cargando una polea y más objetos. A su lado, había un niño de unos diez años portando una caja de madera. –Herramientas, clavos, martillo, dijo Milriel tratando de recuperar el aliento. Estaba claro que había subido deprisa. –Ya te puedes ir, joven, le dijo al chaval que dejó las cosas en el suelo y bajó rápidamente por las escaleras de caracol.

-Ya salen las palomas, Ragi. El sargento Gaerel me ha dado la hoja de códigos para … esa cosa, y subiré contigo. Miró los andamios que subían y subían, y vio el cielo asomarse por los agujeros de la estructura.

-En marcha…