Partida Rol por web

Los hombres del ejército escucharon las palabras del hirgon, y aunque no hubo ni vítores ni aplausos, sí se pudo ver la determinación y la firmeza en todos ellos. Seguían allí, protegiendo lo que más querían y plantándole cara al enemigo. Habían confiado en Khôradur, y habían logrado superar las largas horas del Oscurecimiento. Le iban a seguir para retomar en el campo de batalla la esperanza de un nuevo amanecer, incluso si aquel futuro fuera para otros.

Después vieron cómo el Lugarteniente se reunía con sus hombres para discutir la estrategia. En aquel momento, muchos aprovecharon para descansar un poco y prepararse así para estar preparados para lo que iba a pasar después, fuese lo que fuese.

-Puede que ahora el enemigo esté más débil, opinó Eliver. -La luz nos da una ventaja, y veo a los hombres dispuestos a llevar la batalla hacia el enemigos. Ahora mismo estamos desplazados de nuestra posición inicial, y a nuestras espaldas ya no hay camino de retirada hacia el castillo, sino la barrera del río. Si nos quedamos parados, la lucha será cuando lo decidan los orcos, en la oscuridad, y sin escapatoria. Y seguramente, contra una hueste enemiga el doble de grande que ahora con la llegada de sus refuerzos.

El sargento expresaba libremente su opinión, pero obviamente acataría la orden que le diera el hirgon.

-Yo también atacaría con todo ahora, dijo Parthil pero añadió: -sin duda lo haría si tuvieramos más caballería, o soldados. Pero no los tenemos. Lo que tenemos es milicia. La leva nos ha dado un gran resultado defensivo. Están bien adiestrados para ese propósito, si se me permite decirlo, comentó recordando la parte fundamental que había tenido en la preparación de las gentes de Sil Auressë para proteger la aldea en caso de necesidad. -Pero conozco sus carencias. El adiestramiento ha sido únicamente defensivo. No están preparados para una guerra ofensiva, para maniobrar en medio de la contienda buscando una ventaja táctica, o para sacrificar unos pocos por el bien de muchos. No son soldados. Eso nos deja con muy pocos efectivos capaces de hacer un ataque coordinado. Y lanzar a todos los hombres de la leva a una carga descontrolada puede convertirse en una auténtica masacre.

-Contamos con mi unidad de caballería, y los guardias de Walec, y un buen grupo de soldados profesionales, argumentó Leaniach. -¿Son suficientes para derrotar al enemigo ahora? No lo sé, pero no creo que tengamos mejor ocasión de intentarlo. Si nos han de derrotar, si hemos de perecer bajo el eclipse, prefiero que sea cargando contra los orcos y matando todos los que podamos. Los dejaríamos debilitados, y la aldea tal vez sobreviva. Sil Auressë tal vez sobreviva.

-Si aguantamos aquí, ganamos tiempo para la aldea. Y para el castillo. Si aguantamos hasta la noche, el enemigo será más numeroso. Pero no se irán de aquí hasta habernos derrotado. Cada hora, cada minuto que pase les perjudica más a ellos. Si finalmente nos derrotan aquí esta noche, puede que sea demasiado tarde para ellos para arrasar la aldea y el castillo antes del nuevo amanecer. Además, ¿qué nuevas hay del castillo? Tal vez haya una alternativa distinta a cargar con todo o esperar en una mala posición como ésta.

La opinión de otro de los jóvenes sargentos de Sil Auressë hizo reflexionar a muchos. Faelimir hablaba con sensatez, y puso sobre la mesa el objetivo inicial del ejército aquí desplegado: ganar tiempo y detener el avance de la hueste oscura. No habían marchado a plantar cara al enemigo con la idea de poder derrotarlos. Y aunque ahora parecía que esa posibilidad existía, una victoria en una batalla tal vez podía suponer una derrota en la guerra.

-Si se me permite, comenzó Barendil. No era uno de los sargentos, pero su experiencia en las contiendas de Cardolan era incuestionable, y se sabía que era uno de los hombres de confianza de Lord Echorion. Dio unos pasos al frente, y se apoyó en un árbol. Aún le dolía la espalda de la pelea anterior contra los trolls. Precisamente empezó hablando de aquellas criaturas. -Los trolls que hemos visto son sin duda restos de las legiones del Señor de la Guerra Dagorhir. Como una plaga, sigue habiendo algunos por las tierras de Minhiriath. Fue precisamente Dagorhir quien trajo un grupo numeroso de esos trolls desde Angmar hasta el corazón de Cardolan en los años de la Gran Plaga. Allí fundaron su base, allí se criaron y se hicieron fuertes.

Barendil recordó las guerras de los Señores Aliados, y lo difícil que resultó derrotar finalmente a Dagorhir. Al final fue derrotado, pero el daño que había hecho para Cardolan era tal vez irreparable. Y aún quedaban restos de sus ejércitos, aunque cada vez menos.

-Estos trolls no son tan grandes como los que habitan en las cavernas más allá de los reinos de los dúnedain. No obstante no tienen la debilidad de convertirse en piedra por la luz del sol. No les gusta, les puede perjudicar en algo. Pero no los mata. Son un enemigo temible y rezo a los valar para que pronto llegue el día que muera el último de esas bestias que aún queda en Cardolan. Según nos informaron los exploradores, el enemigo contaba con una media docena o tal vez uno o dos más.

Apuntó con el dedo hacia el lugar donde yacían los cuerpos de los que habían muerto por espada de Khôradur, la suya y la de Walec. -Allí está el martillo de la hueste oscura. Hemos derrotado una de sus principales armas. Pero puede que tenga más. Antes de comenzar la batalla, encomendamos la misión de llevar alguna paloma al castillo. Si han tenido éxito, o si han logrado poner en marcha el artilugio de señales de luz... Tal vez podamos coordinarnos con el resto de las defensas. Pero ahora los orcos se han posicionado de otra forma.

Se quedó pensando unos segundos. -Propongo una maniobra de distracción. Un ataque en falso de la caballería por ejemplo. Causar cierta confusión entre los orcos, y desplazar a la milicia para posicionarnos de una forma que tengamos la ruta de la retirada hacia el castillo despejada. Si logramos provocar a los orcos a que nos ataquen, la milicia cumplirá su función. Si no, pues estaremos mejor situados para una posible retirada cuando lleguen los refuerzos de los orcos. También creo que deberíamos enviar a un explorador que avance un poco hacia el castillo, para ver si hay alguna señal o humo o algo.

-Podemos mover a la caballería para crear una distracción, y después avanzar con el bloque de los guardias, propuso Walec y cogió una piedra del suelo y la puso sobre la mesa. -Como una roca que marque el punto de apoyo. La milicia podría pivotar sobre ese punto y manteniendo la línea defensiva girar hasta posicionarnos de nuevo entre el castillo y el enemigo. Si los orcos deciden cargar, podemos luchar en ventaja.
 

Khôradur meditaba las palabras de sus hombres. En ellas veía sabiduría y la experiencia de los años, o el ardor y  el ímpetu de la juventud, pero en todas sensatez e inteligencia. Todos tenían parte de razón. Al final, tras escuchar a sus hombres, se quedó pensativo y habló.

-Todos tenéis parte de razón, podemos aguantar aquí y tal vez incluso derrotar a las huestes enemigas en cuanto el sol alumbre en su plenitud esas horas que le faltan antes de partir hacia la noche. Pero también puede ser un paso para una derrota definitiva. Tampoco sabemos nada del castillo, ni de la aldea...nada.

Calló unos segundos antes de continuar.

-El sol es nuestra principal fuerza, y la de ellos el número, pero hasta el momento hemos salido victoriosos, pero no debemos confiarnos. Así que haremos esto, pero sin bajar la guardia en ningún momento. No podemos quedarnos quietos y esperando, hemos de actuar. Moveremos la caballería como distracción, junto con un grupo de soldados, algunos bien entrenados, otros levas, pero los suficientes para llamar la atención, pero que no queden desprotegidos, y nos desplazaremos para intentar ganar la posición del camino al castillo. Allí aguantaremos hasta obtener nuevas buenas, ya sea por exploradores, palomas o señales luminosas, y para que la caballería y los hombres se reúnan con nosotros.

Miró a sus hombres.

-Si todo estuviese perdido atacaremos con todo a la hueste oscura, caeremos ellos o nosotros, pero será una lucha final digna de nuestra valentía y determinación. Si no es así miraremos que camino a tomar, pero mi idea principal es que, si la información que nos llega no hace cambiar mi opinión, atacarles en cuanto ganemos esa posición de retirada. Luego partiremos hacia el castillo. Tal vez, si llegamos allí, y aún queda un castillo y una aldea dónde refugianos, podamos aguantar toda la noche, y al día siguiente contraatacar. Dudo que puedan disponer de un eclipse para volver a ocultar el sol.

Se incorporó y miró a sus hombres.

-¿Opiniones?.

-Es una maniobra algo arriesgada, pero puede funcionar, opinó Barendil convencido de la propuesta. -Los jinetes de Leaniach y otro grupo de soldados y milicianos, por ejemplo dos milicianos por cada soldado... Y en el centro Walec posicionaría a los guardias y el grueso de la milicia se movería detrás a la posición elegida.

Barendil estaba pensando en voz alta, y en su mente visualizaba la táctica a seguir.

Walec era otro de los que había defendido una acción de este tipo. -Mis guardias formarán por el otro lado de la hueste, y entre Leaniach y los guardias, creo que logramos hacer una distracción importante.

Era la auténtica prueba de fuego para la unidad mejor equipada del ejército de Sil Auressë.

-Leaniach, ¿cómo lo ves?

-Dadme mi lanza, mi caballo y mis hombres. Y abriremos en canal a esa banda de trasgos. Un golpe de puñal a las entrañas, rápido y letal, pero retiramos la hoja rápidamente y nos retiramos a la posición nueva. ¿Quién me acompañará liderando a los hombres a pie?

-Lo haré yo, sentenció Eliver.

Se hizo un breve silencio. La decisión estaba tomada, y aunque la carga de la responsabilidad pesaba sobre todos ellos, al mismo tiempo creían firmemente que era la mejor opción para recuperar la iniciativa en aquella contienda.

Leaniach y Eliver en el grupo de distracción.
Walec en el centro con sus guardias.
Barendil con la retaguardia y arqueros, principalmente milicia.
El resto se iban a mover a la posición marcada por Walec, liderados por Khoradur, Parthil y Faelimir.

Quedaba por ultimar algunos detalles del plan. Los dos exploradores que ya habían aportado información de la hueste orca ya se dirigían en dirección al castillo para obtener información de lo que sucedía allí.

Khôradur asintió ante las palabras de Barendil y sonrió ante la voluntad y arrojo de sus hombres

-Que quede claro, en cuanto alcancemos la posición que nos permita la retirada, si fuese menester, aguantaremos lo que haga falta hasta que podáis reuniros con nosotros. No pienso dejaros atrás, y si es necesario cargaremos con todo contra esos monstruos. Tal vez sea algo desesperado, tal vez una locura, pero tal vez consigamos así la victoria.

La mirada de hierro de Khôradur indicaba que hablaba en serio, prefería quedarse y luchar hasta la muerte antes que abandonar a nadie. No por orgullo, no por honor, sino por el simple hecho de que todos, indistintamente del rango que ostentasen, eran hermanos en la batalla, y no se dejaba a un hermano atrás.

-A sus puestos, empezaremos ya y que los Valar nos guíen y protejan. ¡Buena suerte!

No había tiempo para tácticas elaboradas. No obstante, aprovecharon para definir rápidamente las unidades que iban a participar. Para el ataque liderado por Leaniach y por Eliver necesitaban a los soldados y milicianos que mejor estaban, así los heridos de cualquier gravedad se quedaban en el grupo principal.

Leaniach contaba con 6 jinetes (1 herido va con el grupo principal)
Eliver lideraría a 15 soldados a pie, acompañados por 30 milicianos. Un total de 45 hombres.
Walec comandaría a sus 30 guardias
El resto eran 15 soldados, 91 milicianos y los heridos, más los sargentos restantes, Khôradur y Barendil.

El plan era sencillo. Eliver cargaría por el flanco derecho, pero sin penetrar en las tropas enemigas. El objetivo era simplemente obligarles a pivotar para recibir el ataque. Leaniach les apoyaría por el flanco. Una vez comenzado el ataque, Walec iba a dirigir la unidad de guardias al espacio libre a la derecha de la hueste orca, es decir, hacia la izquierda desde la posición de los hombres de Sil Auressë. Su misión era buscar una posición defensiva estática y servir de escudo para la maniobra del grueso del ejército que se iban a mover inmediatamente después. En aquel momento, si Leanich y Eliver se quedaban aislados, tal vez era necesario cargar contra los orcos. En caso contrario, las posiciones defensivas del ejército de Sil Auressë habrían mejorado considerablemente al estar ahora en la estrecha meseta con la posibilidad de una retirada hacia la aldea.

La hora había llegado. Khôradur se puso al frente del grueso y dio las instrucciones oportunas. Hizo un gesto con la cabeza a modo de despedida a Leaniach y a Eliver.

Espero volveros a ver, que los Valar protejan

Era la parte que menos le gustaba de un combate, enviar a sus hombres a un destino incierto, pero en ocasiones no quedaba otra.

Esperó a que comenzasen la maniobra de distracción, y llegado el momento alzó su mano e hizo el gesto de avanzar.

Khôradur tomó la posición de mando al frente del grueso de la tropa de Sil Auressë. A su lado tenía a los sargentos Faelimir y Parthil, cada uno al mando de aproxidamente mitad de aquella gran unidad. Un poco más lejos, Barendil controlaba la retaguardia y daba instrucciones a los arqueros. Y un poco más adelantado, Walec esperaba su momento para mover con su guardia de la aldea.

Los orcos no habían reaccionado a la reorganización de las tropas defensoras. Además, habían intentado llevarlo a cabo con cierto disimulo. No obstante, no perdían detalle. El gran Uruk Zaboht vigilaba a los suyos, y su figura se alzaba varias cabezas por encima del resto igual que la de Khôradur. Zaboht centraba su atención en los guardias de Walec y en el corsario, y tardó en reaccionar cuando comenzó la carga la unidad de Eliver.

Los orcos estaban tensos y agitados. El miedo a Zaboth y a Gothdush habían logrado contenerlos, pero bajo la luz del sol y con los humanos casi al alcance de sus lanzas y de sus cimitarras, cualquier provocación podía desencadenar una reacción a gran escala.

¡Y así sucedió! La visión de la unidad de Eliver cargando en diagonal hacia la hueste orca. Un centenar de trasgos rompieron la formación y gritaron como animales salvajes y comenzaron a correr hacia ellos.

Eliver condujo a sus hombres hacia los orcos, confiando en causar una distracción suficiente para permitir las maniobras posteriores. La reacción de los orcos le tomó por sorpresa, pues casi la mitad del ejército salió corriendo a recibirlos.

-¡TOMAD POSICIÓN! ¡LANZAS! ¡SOLDADOS EN EL CENTRO, PROTEGED LOS FLANCOS!, gritó y comenzó la batalla.

Los orcos volvieron a subestimar a los hombres de Sil Auressë. Las filas de lanzas aguantaron, y los soldados bien adiestrados y mejor equipados comenzaron a matar a los trasgos sin ceder un metro de terreno. Los gritos de dolor y de muerte se escucharon por el campo de batalla, y estaba claro que era cuestión de poco tiempo para que Zaboht replegara a los orcos que habían caído en la trampa.

Entonces, Leaniach alcanzó la posición en el flanco de los orcos dispersos y separados de la hueste principal.