Partida Rol por web

El territorio del que os ha hablado la Dama Ayla se encuentra a unos pocos días de viaje de aquí, hacia el río Brandivino. Lo conocéis quizá como Tiramarth, su nombre de antaño. Pero desde ahora y para siempre será conocido con Sil Auressë, el “Amanecer de la Luz”. Porque luz es lo que vamos a traer a estos tiempos oscuros. Luz y esperanza. Sé que algunos de vosotros tenéis o habéis tenido granjas allí. Os obligaron a abandonar aquellas tierras las guerras, el Señor de la Guerra, los lobos, la Plaga y otras epidemias… Otros quieren empezar de nuevo en un lugar, en unas tierras seguras y protegidas. Ahora se abre una gran oportunidad, vuestra gran oportunidad. Se construirán molinos, un castillo, un pueblo entero desde sus ruinas… Hay acres y acres de tierras de cultivo y pastos para las ovejas. También necesitaremos personas capaces para nuestras tropas, para nuestras tiendas, nuestros talleres. Es hora de dar el paso, tener el valor de luchar por un sueño.

El discurso de Curudae, en Metraith, el 7 de Narwain de 1644

Uno tras otro iban entrando en el interior de la torre de homenaje, el edificio principal del castillo en construcción. Se trataba de una estructura de base cuadrada, de cinco plantas de altura con una torre circular en cada esquina, aunque solamente las primeras plantas estaban terminadas, y solamente en parte. Por todas partes se pudo ver andamios y trabajos interrumpidos por la ofensiva que había sufrido. Además de la torre de homenaje, dentro de los muros del castillo había algunos barracones y un edificio nuevo que hacía las veces de la Academia, el orgullo de la Dama Aylarien, la fundadora de la aldea. Aunque en este momento, la Academia hacía las veces de una Casa de la Curación.

Al subir por unas escaleras, y pasando por pasillos más acabados de piedras enlucidas, se llegaba a una sala sin ventanas y protegida por puertas dobles reforzadas. Era la Sala de Othrind, el Círculo de Guerra de Sil Auressë. En el centro había una mesa hexagonal donde había desplegado un gran mapa de Cardolan, así como otros mapas enrollados, y planos y pergaminos. La sala estaba iluminada por varias lámparas, y había sillas formando un semicírculo. Tres sillas eran más grandes que el resto, y cada una diferente entre sí. Eran las del Lugarteniente Khôradur, el Senescal Curudae y la Dama Aylarien. En algunas mesas auxiliares había comida y bebida.

Entraron en total catorce personas. Dos estaban heridos: una niña y un hombre de negocios de Tharbad llamado Gildûr, que era uno de los benefactores de Sil Auressë, y contaban con personas que los acompañaban. Gildûr con dos hombres armados, el anciano Berephar y su nieta Eren. Ellos trajeron también varios cofres de gran peso que fueron depositados en la sala de reuniones. De otra parte, la niña inconsciente tenía a su lado al maestro Ionell y a la curandera Caäniza, que además revisó las heridas de los demás, les aplicó vendajes y les ofreció brebajes reconstituyentes. También entró una mujer misteriosa, de cabello oscuro y noble porte. Era la Dama Finduilas, la otrora princesa del feudo de Dol Caladir. A su lado se encontraba ahora un joven estudiante llamado Tarosh, y no muy lejos el arquitecto Carumirë, ataviado con ropas elegantes y con cara de circunstancias.

Fuera de los muros, la batalla seguía. Belegund lideraba a los hombres en su contienda contra los huargos, esperando el momento para entrar en el castillo.

Los últimos en entrar fueron el sargento Gaerel y el Senescal Curudae, quien tomó la palabra.

-Veo a amigos de siempre y a nuevos… Por si no todos me conocéis, soy Curudae, el Senescal de este lugar. De este sueño que ahora se ve amenazado por la oscuridad.

Se limpió el sudor de la frente y se ajustó la armadura de cuero y el cinto de armas. Era un hombre de mediana edad, de baja estatura y con algo de sobrepeso. No tenía un porte imponente, ni una voz poderosa. No obstante, ejercía la autoridad que le había confiado la Dama Aylarien, la fundadora de Sil Auressë.

-El enemigo nos acecha desde muchos frentes. Es un ataque coordinado, donde el oscurecimiento del Sol ha marcado el inicio. Buscan nuestra aniquilación, y buscan capturar a una niña cuya importancia está fuera de toda duda, aún desconociendo los detalles.

Su mirada se fijó en la pequeña niña de tez pálida que estaba tumbada en una camilla, lista para ser trasladada de nuevo. Un hombre mayor y una joven cuidaban de ella en cada momento. Parecía estar inconsciente y gravemente herida.

-El tiempo apremia, pero entiendo que son muchas las cuestiones que hay que tratar, y muchas las preguntas. Os presento a dirgon Gaerel, dijo indicando a un guerrero veterano con un parche en el ojo. –El lugarten… el Comandante Khoradur le eligió como su segundo al mando, y es el responsable de coordinar las defensas de este castillo.

-La situación es grave, señores, confirmó el dirgon. –El enemigo ha enviado una hueste aquí, en el Oeste. Y otra ha llegado hasta el Paso. Cuando se unan en un punto por aquí, comenzará seguramente el ataque final contra el castillo.

Su mano repasaba las posiciones en el mapa sobre la mesa.

-Mientras la manadas de huargos evitan cualquier intento de escape. El hirgon Khôradur partió con prácticamente todo el ejército para hacer frente al enemigo en el oeste, para llevar la iniciativa y la guerra hasta ellos. Y para dar una oportunidad a un reducido grupo de exploradores cuya vital misión es altamente peligrosa y … secreta.

Añadió lo último mirando a Curudae y a los demás.

-Carumirë es el arquitecto jefe de la construcción de este castillo. Conoce mejor que nadie sus entresijos, dijo Curudae presentando al elegante dúnadan de cabello rubio. El maestro Ionell y Caäniza están atendiendo a Sir, que es como se llama la niña. Luego tenemos al señor Gildûr de Tharbad, y su séquito si no me equivoco, añadió mirando al anciano, a la joven y a los dos hombres de armas.

-La Dama Finduilas, cuyos conocimientos en esta hora oscura pueden sernos de gran ayuda. Además, junto a Ragi de la Academia, ella fue escogida por Khôradur para una tarea de máxima importancia. Y Tarosh, otro joven de nuestra escuela, dijo finalmente.

-El destino ha querido que en este momento crítico, nos encontremos aquí reunidos con el futuro de muchos en nuestras manos.

La Dama Finduilas se hallaba apartada del centro de la sala, con la mirada perdida en un punto distante. No se había quitado la capucha, y seguía concentrada sin pronunciar palabra de momento.

-¿Me está diciendo que el castillo no tiene defensas?, preguntó incrédulo el arquitecto. Había visto partir, bajo el mando de Khôradur, a un contingente del ejército desde la aldea la noche anterior, pero nunca pensó que era la práctica totalidad de las tropas.

-¿Hay nuevas de la batalla en el oeste?, preguntó el hombre de negocios, aún tumbado y sudoroso. Estaba visiblemente débil, pero con gran fuerza de voluntad participó en la reunión. –Y… ¿dónde está G—Girion?, preguntó preocupado por su hijo.

Gaerel miró a Gildûr, y dijo: -Girion ha actuado con valor, durante toda esta contienda y fue elegido para formar parte de aquella misión secreta.

Sobre la pregunta de noticias desde el frente, comentó:

-Gracias a Ragi, hemos podido enviarles mensajes a las tropas en el oeste. Tanto con el artilugio de luz de los enanos, como mediante palomas mensajeras. Pero no tienen forma de enviarnos respuesta. Lo único que sé es que cuando miro al oeste desde las murallas, no veo al enemigo aún a nuestras puertas. Por lo tanto, confío en que Khôradur ha resistido un poco más.

Ragi agradeció a Caäniza sus atenciones y el brebaje que le suministraba. Sir seguía inconsciente a su lado así que se dedicó a atender lo que decían en la sala. El joven estaba visiblemente preocupado por todo lo que estaba sucediendo.

No creía que pudiera intervenir para decir nada pero agradeció a Gaerel que señalara su trabajo con las luces. La perdida de su protectora no había sido, esperaba, en balde.

- ¿Qué podemos hacer?-preguntó esperando que les indicará la misión para la que habían sido convocados.

El recluta no era muy diestro en estrategia o, por lo menos, no se consideraba así pero haría cualquier cosa por ayudar a detener el ataque y mantener a su protegida a salvo.

Milzarâk iba a ataviado con una armadura y un casco corsarios. No era normal ver Corsarios tan al norte y lejos del mar. Se le notaba algo intranquilo encerrado entre cuatro paredes y no dejaba de lanzar miradas a Eren que estaba cuidando a Gildûr.

El dolor del hombro le había remitido gracias a los brebajes Caäniza y se encontraba de nuevo con fuerzas.

- Ahora que mis protegidos están a salvo tras los muros de este castillo, mi sitio esta ahí fuera junto a los hombres que luchan contra esas malditas bestias.

Lo que realmente deseaba era ir al encuentro de Khôradur, pero no se fiaba de dejar el castillo a Eren en un castillo rodeado de huargos.

- Si no tenéis inconveniente saldré a ayudar a Belegund y sus hombres.

Una vez puesto a seguro a Gildûr tras la protección de los muros del castillo, Anael aprecía un poco más relajado. Aun así el hombre no paraba de mirar a uno y otro lado, como si algo pareciera que le molestaba o que había hecho mal, o una combinación de ambas cosas.

Realmente estaba intranquilo por girion, a quien había venido a proteger por expresa petición de Gildûr y en cuanto llegó se encontró con que el muchacho había salido en una misión y nadie quería decirlo "la dirección" por la que se había marchado.

Además se juntaba el hecho de que no pintaba nada en aquel lugar lleno de sabios y nobles. En definitiva si Anael estaba ahí era por cuidar y proteger de Gildûr.

Sin ánimo de querer entender si quiera de querer escuchar lo que allí se debatía, Anael se embozó nuevamente en su capa y volvió a parecer el viejo que vagaba por las inmediaciones del castillo.

Solo levantó la vista cuando Milzarâk se levantó y decidió salir. Anael se fijó como miraba a la muchacha, Eren, y sonrió. Aun así se preguntó si contaba con el beneplácito de Gildûr o si gozaba de la suficiente autonomía como para decidir dónde ir sin tener el permiso de su señor. 

Anael no lo dio más vueltas, miró nuevamente al joven corsario y luego a Gildûr, como para corroborar este hecho y se acercó a su señor para decirle algo secretamente al oído.

Anael se acercó a Gildûr y le habló muy bajo y despacio.

- ¿Me qudo con usted protegiéndole o quiere que le siga?...¿o quiere que haga otra cosa?- preguntó y esperó a que su señor le contestara.

-No te muevas, le dijo la curandera al corsario mientras comprobaba la herida en el hombro. –Necesito aplicar un vendaje…

-No estás para regresar al combate, de momento, le dijo al ansioso hombre de armas. -¿Cuál es tu nombre?

-S-se llama Milzarâk, y respondo por él y por ... mi hombre de confianza Anael, intervino Gildûr e hizo un gesto a ambos para que se quedaran. –Traigo nuevas de Tharbad, amigo Curudae. Y también … cofres.

Le costaba respirar y se acomodó el asiento. –Pero hemos de centrarnos en lo inmediato. La batalla contra los huargos se decide fuera de estos muros, pero la guerra tal vez se decida aquí, en esta reunión. Así que quedaros Milzarâk y Anael, pues no nos sobran los hombres buenos.

Resultaba llamativo que el oficial de mayor rango, Gaerel, estuviera aquí, tras las puertas cerradas, en esta reunión… Mientras la batalla se libraba fuera. Era para tratar algo importante, sin duda.

-Eren querida, ya estamos a salvo, al menos de momento. Pero tenemos que ayudar en lo que podamos.

-Conozco a Belegund. Él es un buen soldado, y va a elegir el mejor momento para replegar al castillo. Estoy seguro. Los huargos son temibles en campo abierto, pero no pueden asaltar fortalezas. No obstante, necesitamos que aguanten un poco más antes de quedarnos encerrados.

Su mirada buscó a Sir, y carraspeó. –Cuando comenzó la ofensiva del enemigo, el Hirgon Khôradur dio instrucciones muy precisas de cómo proceder si el castillo se viera comprometido. Nuestra prioridad es ahora el traslado de la niña.

Antes de que los que la estaban cuidando pudieran protestar, levantó la mano derecha. –Se le va a trasladar, y necesitamos que esté lo más segura posible. Ionell y Caäniza, tenéis permiso para salir de esta sala si necesitáis preparar hierbas o medicamentos, o cualquier otra cosa. Vosotros sí, el resto no hasta que no concluya la reunión secerta. Pero no tenéis mucho tiempo. Por lo tanto, vamos a decidir quiénes van a ir con ella. La ruta será revelada solamente a los que la acompañarán, por motivos obvios.

Gaerel suspiró. No era fácil tomar decisiones, pero las instrucciones habían sido concisas y claras. Como solía ser Khôradur.

-El segundo tema es que necesitamos llevar un mensaje al comandante Khôradur en el frente.

Ragi escuchó muy atento las palabras de Gaerel mientras le pedía a la sanadora que revisará su vendaje.

-Yo debo acompañarla. Me fue encomendada su protección...-dijo el joven con tristeza. Había fallado al no estar con ella cuando todo empezó.

No sabía si estaba allí por eso o para enviarle de explorador a algún otro lugar pero no quería separarse de su protegida de nuevo.