Partida Rol por web

Todos estaban ya despiertos, y en medio de la penumbra se podían ver luces fugaces y reflejos extraños. Los espectros de Cardolan se habían despertado de su letargo, y había tres o cuatro moviéndose en las proximidades del campamento.
 

-Hay que sacar a Sir de aquí, susurró el joven y le dio una caricia a la pequeña que miraba alrededor desde su camilla.

-Tenemos que alejarnos de aquí, repitió Finduilas. -Las espadas normales apenas les hacen daño, la de Aeldric seguramente sí, dijo observando el brillo blanquecino de la hoja élfica. -Que alguien ayude a Tarosh con la camilla. Aeldric, protege la retaguardia por si nos siguen.

Aeldric dudó de la propuesta de Finduilas de proteger la retaguardia. Aeldric conocía la dirección a seguir y su visión era más aguda que la de un humano incluso de noche pero al final decidió hacer caso a Finduilas, el elfo sabia que su espada tenía posibilidades contra los espectros y por ello era la mejor opción para afrontar un posible ataque. 

El elfo se colocó en su posición y se dispuso a avanzar con el grupo, sin embargo el elfo parecía concentrado en algo, parecía meditar algo mientras caminaba.

El joven explorador no dudó ante la petición de la dama y se puso en frente de la comitiva. Sabía que su labor sería más adecuada para encontrar el mejor camino.

En cada paso señalaba una dirección para tomar, la mejor en cada momento, para poder avanzar rápido y dejar a los espectros atrás.

 Aeldric seguía concentrado en su meditación mientras el grupo avanzaba.De repente el rostro del elfo se tornó sereno y acto seguido empezaron a oírse ruidos a unos 30 metros del grupo, en la dirección contraria a la que avanzaban. Parecían sonidos de rocas golpeándose entre ellas. Entonces el elfo susurró: - He creado un espejismo sonoro para despistar a los espectros y tener nuestra vía de escape libre, avanzad sin deteneros.

Anael asintió, guardo sus espadas que de poco servirían contra esos oponentes y se acercó a la camilla para ayudar a llevarla, mientras sus comapñeros le abrían el camino.

la situación era bastante crítica y no quería enfrentarse con esos enemigos, tanto para no sufrir bajas como para no llemar la atencion de otros enemigos que pudiera haaber por la zona.

Sin decir palabra el humano siguió a sus compañeros mientras trasportaba la camilla.

Ragi encontró una ruta despejada, y el conjuro de Aeldric hizo el resto. Unos golpes rítmicos sonaban en lo alto de la colina, donde minutos antes habían estado ellos. En la oscuridad de la noche pudieron ver una media docena de formas espectrales, luminosas pero lúgubres, desplazarse hacia aquel lugar.

Aminoraron la marcha para alejarse todo lo posible, sabiendo que podía haber sido un encuentro realmente peligroso. Pasadas unas horas, por fin pudieron descansar de nuevo, aunque sea por poco tiempo.

Tarosh se dejó caer al suelo, agotado por el esfuerzo de cargar con la camilla a oscuras. -Anael, no sirvo para cargar con peso, dijo al ver cómo al hombre de Tharbad no le parecía afectar el esfuerzo físico. Al menos no como al joven académico.

-Descansad lo que podáis ahora, pero listos para seguir el camino. La noche aún es joven, y es la primera después del Oscurecimiento, dijo Finduilas, y vaticinó: -Los espectros se han despertado, y los lobos acuden a la llamada de la noche. Estamos rodeados de peligros, y al mismo tiempo mi poder les atrae. Mi presencia con vosotros no es una protección, sino el peligro...
 

De repente, el aullido de un lobo les interrumpió. Se escuchaba cerca, pero no estaba seguro de dónde procedía, ni si los habían visto.

Aeldric se acercó a Tarosh mientras Finduilas hablaba y le puso una mano en el hombro. -No menosprecies tu trabajo, Tarosh. Cada uno aporta su granito de arena y tú...

De repente el elfo escuchó el aullido de lobos y se alejó de Tarosh para adoptar una pose de guardia delante de Sir. Entonces se dispuso a preparar otro hechizo ilusorio con las fuerzas que le quedaban para tenerlo preparado por si surgía la necesidad de usarlo.

- Todos juntos, en un círculo no mayor a un radio de 2,5 metros.

El joven explorador se asustó un poco al escuchar el lobo. No sabía de donde podía venir el aullido pero debían prepararse para lo que pudiera surgir de las sombras. Cambió la antorcha de mano y sujeto su espada corta con la diestra para enfrentarse al animal si se acercaba al área que les indicaba el elfo.

 -Anael, no sirvo para cargar con peso

El curtido humano miró a Tarosh y nego con la cabeza para quitarle importancia al asunto. Sabía que cada uno hacía lo que podía para que todo saliera bien, así que no podía decirle a Tarosh nada pues seguramente lo estuviera dando todo lo que tenía.

Al momento se escucharon aullidos de lobo que sacaron a Anael de sus pensamientos. Como si de un resorte se tratara, sus manos se aferraron a las empuñaduras de sus espadas en previsión de que uno de esos lobos se acercara a donde ellos estaban. Mirando a uno y otro lado, Anael desenvainó esperando el conflicto.

Formaron un círculo cerrado, con Enila en el centro. Alrededor, el elfo usó la magia de los Primeros Nacidos e hizo un nuevo conjuro que creó la ilusión de una hoguera que les rodeaba. Quedaba por ver si el espejismo era capaz de engañar a los lobos, que ya se acercaban. Era una manada,y de momento vieron a cuatro pero había más un poco más lejos. No eran huargos como los que habían atacado Sil Auressë, sino lobos de Cardolan. No eran malignos de por sí, aunque en ellos había una tendencia a servir a la Oscuridad, y en ocasiones liderados por un huargo se habían unido a las fuerzas orcas.

Eran capaces de sentir la llamada del Abismo, les atraía y les movía a actuar, a atacar, a devorar... Los cuatro se acercaban paso a paso, con cuidado, hacia el grupo. Listos para atacar, aunque precavidos por el extraño brillo de fuego y de luz que rodeaba a su presa. Unos treinta pasos les separaban.

Tarosh sacó de entre sus pertenencia un pergamino. -Lo hice con la ayuda de la Dama Ayla, dijo ensimismado. -Es una pared de fuego, no muy ancho pero puede valernos para una parte de la ilusión. Por si se acercan más.

Buscó con la mirada la aprobación de la Dama Finduilas, quien había ocupado el lugar de Ayla como su mentora, aunque Finduilas era más altiva y más distante.

-Un pergamino... De acuerdo, se puede usar, confirmó Finduilas. Le preocupaba el uso de los sortilegios, pues los movimientos de la Esencia generaban cambios en la corriente del flujo mágico conocido como mordo, y las criaturas del Mal se sentían atraídas por esos cambios, sobre todo ahora en los momentos posteriores al eclipse.

La magia élfica como la de Aeldric era más sutil, menos peligrosa. Y un pergamino también. -No debo usar mi poder, pues seres más terribles y viles que los orcos y los huargos moran en estas tierras, y ahora están despiertos. Los puedo sentir, y noto el Abismo mirándome una vez más.