Partida Rol por web

-Creo que es una de las flechas de Arthondir, dijo Acero Rojo. Ella tenía por costumbre fijarse en las plumas de los proyectiles, pues en la manada de Dos Colmillos usaban un sistema basado en los colores de las flechas.

Miró el suelo, pero las huellas no le estaban contando la historia de lo sucedido. -¿Puedes ayudarme Eben?

Eben asintió. Con cuidado se acercó al grupo de huellas y las observó detenidamente.

Eben vio las huellas de un caballo que había sufrido una caída cerca de la posición del orco. También había huellas de otro caballo, y ambos habían partido juntos del lugar hacia el norte. Hacia Sil Auressë.

Las huellas parecían indicar que Arthondir se había encontrado con otra persona. Y entre los dos habían derrotado al orco antes de continuar.
 

Eben estudió durante unos segundos las huellas del suelo, deteniéndose en algunos puntos.

- Unas huellas parecen del caballo de Arthondir. Hubo una caída de un caballo y un encuentro entre dos jinetes. Ambos mataron al orco y continuaron en dirección a Sil Auressë - comentó cuando hubo terminado.

- Debemos continuar. - añadió a modo de conclusión.

Ferrim no tenía nada que decir sobre el hallazgo. Eran sus dos compañeros los que entendían las señas del camino. Él, simplemente, estaba allí para recorrerlo.

Un orco muerto podía significar muchas cosas y ninguna. Un rezagado, un explorador, un vigía... pero también podría ser un desertor o incluso un huido. Porque cabía la esperanza de que la guerra hubiera acabado y que aquel trasgo solo fuera uno de los supervivientes de la hueste enemiga, que trataba de escapar de la tragedia. Pero se había encontrado con dos hábiles arqueros. Un destino merecido.

A la orden de Eben, Ferrim volvió al camino. Ya quedaba poco y estaba atento a todo, martillo en mano y la obsesión en la frente.

Tras dejar otra señal para Denelloth, los tres siguieron corriendo por el camino que ahora estaba flanqueado por dos elevaciones de cierta altura. El viento que hasta entonces había levantado algo de polvo parecía cesar, y se notaba un silencio solamente roto por el eco de sus pisadas.

Acero Rojo se detuvo a unos veinte pasos delante de Ferrim. A su derecha iba Eben, a la misma altura pero separados por unos cinco pasos. Miró alrededor, confusa.

Tengo un mal presentimiento...

Ante el susurro de Acero Rojo, Eben se detuvo al instante y observó los alrededores buscando cualquier cosa que se saliera de lo normal.

Ferrim marchaba a buen ritmo, atento a todo pero, sobre todo, atento a su objetivo. Tenía el pensamiento en Sil Auressë y sus compañeros naugrim que de tan lejos habían llegado. ¿Estarían a salvo?

Ver detenerse a Acero Rojo le despertó todas las alarmas y él hizo lo mismo, aferrando el martillo con suspicacia.

Los tres miraban alrededor en busca de alguna señal de peligro... A su izquierba había una colina de unos ocho metros de altura, pero las de la derecha eran más altas. Enfrente el camino parecía despejado.

Ferrim no veía ningún peligro acechando en este camino, tan solo el viento haciendo remolinos extraños en los desfiladeros. Estaba ansioso por seguir.

Una sombra en el risco a su izquierda¹ fue lo primero que vio Eben. Luego la sombra se agachó y ya no la pudo ver. Pero el montaraz estaba convencido de que allí se ocultaba un huargo o un lobo de gran tamaño.

Y tal vez no era el único.
 

Eben se acercó a sus dos compañeros de la forma más natural posible, como si estuviera preguntando una duda sobre el camino.

- Nos acechan unos lobos, posiblemente huargos... no puedo saber si es solo uno o hay más, pero mejor pensemos en lo peor. Esto es una ratonera y si hacemos un movimientos extraño caerán sobre nosotros.

- Deberíamos retroceder si podemos o buscar una posición fácilmente defendible. En el desfiladero estamos muertos.

Ferrim contuvo a duras penas el primer gesto de alarma. Si era cierto que había huargos cerca, debían mantener la compostura. Correr en desorden o descuidarse podía ser fatal.

Sobre todo para él, un enano. No estaba seguro de poder enfrentarse a un huargo, un animal enorme y muy rápido. Ante ese monstruo, Ferrim sabía que no le tocaba correr, pues estaría perdido. Su posición sería de frente, sólido y aguantando los embites. No había otra posibilidad para él.

—Busquemos una posición que podamos defender.

-Huir no. Nos alcanzarán, sentenció Acero Rojo. Miró alrededor, y vio un montículo pequeño de unos metros de altura a unos cincuenta pasos, con el terreno despejado alrededor. -Vamos allí, y nos defenderemos.

No dudaba en que los huargos les fueran a atacar.
 

Los tres corrieron hasta el pequeño montículo, y subieron. En lo alto había unas rocas de cierto tamaño que ofrecían cierta cobertura. Tras unos instantes, vieron asomarse la cabeza de dos huargos en el oeste. Uno de los huargos tenía intención clara de atacar pues no tardó en comenzar la carrera. 

Acero Rojo cargó su arco y apuntó...

TURNO 1

Eben hizo lo mismo que Acero Rojo, tensó su arco y apuntó al otro huargo, pero no disparó sino que aguantó la tensión para tener una mejor tirada.

Turno 1

Acero Rojo apuntó con el arco al huargo que llegaba. Solo iba a tener un disparo, más el de Eben. -Ferrim, listo con el martillo, le indicó justo antes de soltar la flecha. A pesar de ser un disparo certero, el huargo corría zigzagueando y no logró herirlo de graved.

-¡Eben! Mátalo, instó ella.

A lo lejos, un tercer huargo apareció en lo alto.

Turno 1

Se subieron a un promontorio desde el que pudieran tener la ventaja de la altura, lo que sin duda era necesario ante monstruos de ese tamaño que, además, eran muy ágiles.

Las flechas volaron con desigual suerte y el primer lobo llegó hasta ellos, donde Ferrim estaba esperando con su martillo. Ferrim intentó darle con todas sus fuerzas, deseando poder equilibrar la balanza pronto, pero una vez más se demostraba que él no era un guerrero.

Turno 1

Al oír a Acero Rojo, Eben no dudó y lanzó la flecha con la que estaba apuntando.

Al instante soltó el arco y se preparo con su lanza para continuar el combate cuerpo a cuerpo.