Partida Rol por web

Ayla lo miró con la ilusión de quien se reencuentra con un buen amigo, al que hacía tiempo que no veía. Algo que era por otra parte verdad. Ella notó cómo su parte humana tomaba fuerza, desaparecía el protocolo y la Ayla del pasado salió a la luz. Se levantó sonriente y se dirigió a abrazarlo con ilusión. Luego se apartó, lo observó, y le dijo:

-Has encontrado una mujer...,  sentenció sonriente.

-Ven sentémonos junto al fuego, he traido algo para cenar, descansa un poco y luego hablamos. Tenía ganas de verte, iba a empezar a buscarte, hasta que se me reveló que pronto vendrías. Pero ahora cena, luego habrá tiempo para las preguntas.

La mirada de Ayla Ayla denotaba ilusión cuando abrazó a Thelran. Después lo observaba detenidamente. 

Has encontrado una mujer

Afirmó sonriente pero no le hizo más preguntas. Se sentaron y ella le ofreció algo para centar junto al fuego en la cabaña.

Para Thelran, ella volvió a ser Ayla de entonces, de cuando se conocieron por primera vez. La abrazó, y sutilmente su mano recorría las curvas de la elfa.

"Cena, sé que estás cansado, tenemos que hablar", le dij la mujer. 

-Siempre te ha gustado hablar…, contestó Thelran resignado y se sentaron.

-¿Y el lobo? ¿No entra?, preguntó Ayla mientras observaba con atención en busca de señales de algún tipo de magia.

–Me avisaron de tu llegada, no os esperaba tan pronto, comentó Ayla.

–No está acostumbrado a las personas, contestó Thelran acerca del lobo. Luego comentó: –Hemos llegado tarde creo, los días siguen pasando…

–El tiempo es relativo, dijo ella, -me comentaron el resto lo que tienen entre manos. Mucha prisa. También me ha llegado alguna información, de que hay problemas en Arthedain. Durante la fiesta de Erutailë está previsto que suceda algo. Habría ido con ellos, pero mi camino me lleva al este. Me temo que Angmar está atacando en dos frentes. En el este usa una fuerza ancestral. En Fornost desde dentro.

Ayla puso su anillo Hilde Sikelion sobre la mesa. Incluso Thelran era capaz de sentir el poder que emanaba de aquel artefacto.

-¿Tú sabes qué años que tengo yo?, preguntó de improviso la hechicera.

-Le quitaría mucha magia, contestó Thelran con una sonrisa.

-A pesar de lo que muchos se creen, sólo tengo 32 años. Pero 400 años antes me encontré el anillo, o el anillo me encontró a mí. Recuerdo haber viajado con dos compañeros: Laurëfin y Baldakur. Y de alguna forma vivimos cosas del pasado.

-No te entiendo, reconoció Thelran mientras se metía la cuchara llena de estofado en la boca.

-Sucedió algo… Caras Amrath, las ruinas de los elfos en Rhovanion. Dentro había un señor mayor, ¿lo recuerdas?, comenzó Ayla pero luego divagó a otro tema. -Mi padre era humano, mi madre elfa. Mi vida debería haber sido la de una inmortal, y cuando nace una vida así, a veces el alma de un elfo que ya existió toma su cuerpo. Pero el amor no tiene barreras. Sucedió algo imprevisto. Tenía que haber nacido otro. Pero nací yo, con la posibilidad de elegir. Elegí la vida inmortal, pero he conservado mi esencia. Tengo sueños con una mujer…

A Thelran casi se le cayó la cuchara al oír aquello último. Pero recuperó la compostura y siguió escuchando a Ayla.

-La otra mujer se llama Zelene. También sale la Dama Galadriel. Eran los Guardianes. Lucharon contra un Cazador Oscuro que tenía un poderoso artefacto. Un Orbe que le daba la posibilidad de comunicarse con un espíritu muy poderoso. Le llamaban el Señor de los Dragones. Quería venir a la Tierra Media. Zelene saltó allí, cuando el portal estaba abierto, y lo engañó. El poderoso espíritu se quedó atrapado… Él era el prisionero de Caras Amrath. Al que viste Thelran. El cuerpo era la prisión.

Entonces Thelran recordó  cómo después de salir de Caras Amrath, llegó hasta las Estancias del Rey Thranduil. Se mostró muy preocupado por lo que había sucedido al golpear al anciano. Y dijo aquellas mismas palabras. Que el cuerpo del anciano dentro de la cárcel era a su vez otra prisión.

-¿Cómo lo sabes?, le preguntó Thelran.

-Me lo contó el vidente al que también conoces, le contestó Ayla sin mencionar a Huinen. -Fuiste a su casa herido.

Thelran se quedó en silencio tratando de encajar las piezas. -¿Cómo tienes tan claro tu camino?, le preguntó al final.

-El destino de los elfos está escrito, sin embargo los humanos lo decidís vosotros. Mi destino es Ost-in-Edhil, y enfrentarme al Cazador Oscuro. Ahora soy la Guardiana de la Luz. No sé si volveremos a vernos. Y si vuelvo, no sé si me acordaré de ti. Te cuento esto porque no quiero que descuides el Mal que pueda haber en el este si no vuelvo, le contestó Ayla.

De repente se quedó en silencio. Había detectado algo. Una presencia mágica. Miró al lobo quien se asomaba por la puerta entreabierta, y le habló en quenya. Se le notaba nervioso al animal.

–¿Qué tiempo conoces al Lobo?, le preguntó al montaraz. -Tal vez sea mucho más que un simple lobo.

-Es el lobo que encontré cuando era pequeño, dijo Thelran.

A continuación salieron fuera a la noche estrellada. Ayla probó dibujar un círculo en el suelo, y en él dibujó dos triángulos que formaban una estrella. Las líneas se iluminaban mágicamente, y Thelran se quedó en el centro. Ayla le pidió que llamara al animal para que entrara con él. Thelran le explicó que el lobo no estaba domesticado, y no obedecía a las órdenes. Le acompañaba porque quería. Pero no quería entrar dentro del círculo mágico. Resignada, ella volvió a entrar en la cabaña.

-Tus compañeros han partido en busca de este tal Artadel, le informó ella. -¿Cuál es tu misión? ¿Por qué Benaldamat se ha quedado a esperarte?

-Lo único que quiero es acabar lo que está pasando en la Corte, contestó Thelran mientras volvió a entrar.