Partida Rol por web

Los ojos de Renata se iluminaron al ver a un nuevo compañero, mas su apariencia extravagante y extraño comportamiento que inspiraba ternura lo hacía lucir como un p*****n que pedía a gritos una amistad.

Esperó varios milisegundos antes de de que sus ojos hiciesen contacto y al interceptar miradas por pura casualidad, sacó sus galletas capturadoras de amigos y terminó caminando rápido para su siguiente reto.

-No estés triste, desconozco qué estés pasando; pero espero que este regalo pueda ser un rayito de sol en tu día-tiende una bolsita de galletas.

Ups, gif equivocado

Las galletitas envueltas en un tierno empaque que despedían un aroma casero estaban frente al pelirrojo esperando por una respuesta.

-Darró-sin saber que pronunció mal su nombre, llamó al chico en tono alegre-. Vamos cuando termines, no se si ya te dije pero Aethel no solo es perfecta para ser nuestra guía en la escuela.

Con esa emoción aun infantil de quien cree descubrir a su mejor amigo sentenció.

-También es muy popular, nos podría presentar a los mejores estudiantes de la Academia.

Ya estoy listo respondi despues de escucharle pronunciar "Darro" lo cual me causó gracia. Observe como sacaba su masterball y la lanzaba a diestra y siniestra una bolsa de galletas y se la entregaba a un chico pelirrojo que parecía llorar, no sabia como reaccionar ¿Esta triste o esta llorando de felicidad? difícil de saber.

Entonces atrapaste un pokamon muy raro conseguiste una mina de oro. Bromeó sobre Aetheldryd. Voy a pedirle al bibliotecario los libros, parece tomarse su trabajo muy en serio me dirijo al bibliotecario solicitando el préstamo.

A Robert se le ponen los ojos como platos y sonríe de oreja a oreja (pero de verdad, de felicidad, no como cuando se pone la sonrisa de máscara por que muere de timidez).

-Muchas gracias, si vais a la cafetería me apunto y las compartimos con un café - Responde Robert en voz baja.

Y, viendo que Darrow se dirige al mostrador de préstamos, hace lo mismo con dos de los libros que ha consultado. Una vez cumplido el trámite, espera en la puerta a que salgan los demás.

Cuando me acerco al bibliotecario parece ser que el chico pelirrojo también viene a pedir un par de libros, cuando me alcanza me presento intentando hablar en voz baja.

-¿Cómo estás? Me llamo Darrow, no Darro me rio de mi propio chiste que hace disminuir mi carisma -3 puntos.

Había dejado de leer en cuanto vio que una de las alumnas que acababan de llegar sacó un paquete con galletas. Tener comida allí dentro no estaba permitido, aunque no iba a ser necesario echarles la bronca, ya que parecía que se iban a ir a la cafetería. Pero qué diantres, recordar las normas nunca estaba de más.

 -La comida está prohibida en el interior de la biblioteca.

El muchacho que había llegado el primero fue al mostrador con varios libros que quería sacar en préstamo. El señor Kurosawa sacó su selló y le marcó como aptos cinco de ellos.

 -Cinco libros es el máximo que se puede sacar en préstamo. Tiene que traerlos de vuelta en una semana para renovar el préstamo o para devolverlos.

Luego selló los libros de Robert, entregándoselos acto seguido.

 -Una semana, igual que su compañero. Si los libros llegan en mal estado se les hará responsables y tendrán que pagar su restauración o la compra de un ejemplar nuevo. Sean cuidadosos.

Ante las palabras de Renata diciendo que ella era perfecta y popular, aunados a la expresión de Darrow refiriéndose a su persona como una "mina de oro", Aetheldryd sintió cómo aumentaba la temperatura en específico su rostro y si la vida se tratara de un caricatura o de una partida de rol  estaría segura que de sus orejas o boca saldría disparado vapor que reflejaría su sentir. Sin embargo, la chica se limitó a carraspear para aclarar su garganta y desviar la mirada por tales elogios.

¿Por qué Renata creía que era popular? Popular era Joel Minami con sus altas calificaciones y belleza que haría caer a cualquier fémina.

-No soy popular...-atinó a decir Aetheldryd mirando cómo el pelirrojo y Darrow se acercaban con el Bibliotecario y eran atendidos por él. Por su parte, comenzó a caminar a la puerta sin atreverse a verles directamente-... Los espero acá para ir a la Cafetería-realmente le pesaba la idea de ser el centro de atención por unos breves segundos a pesar de que ya estaban los demás concentrados en sacar libros. 

Sin querer, comenzó a jugar con la trenza de su cabello y realizar ejercicios de respiración. Le resultó irónico notar que podía trabajar bajo presión pero no tolerar ese tipo de gestos, y conforme pasaron los segundos la pelimorada se fue relajando hasta recuperar su compostura afable y tranquila, decidiendo aclarar con Renata más tarde y en privado que tenía una idea equivocada de su persona. 

Ver al pelirrojo animarse refrescó a Renata que formalmente le tendió la mano, al tiempo que seguía al pelimorado y al pelirrojo

-Mucho gusto…

¿Acaso lo olvide?... O no lo dijo…

No sabia el nombre del hombre pelirrojo, o dudaba de su memoria.

Si lo dijo, me veré muy mal ante Darrow y Aethel por olvidar un nombre… ¿Cómo se llamaba?... Y si lo olvido… ¿Me juzgarán mal preguntando su nombre, sabiendo que él no se presentó?

-Este…

Un tic nervioso se sumo al escuchar a Darrow hacer un chiste con el bibliotecario.

¿Espera, creo que yo dije eso? Me equivoque al pronunciar su nombre…

Si hace solo unos segundos atrás se sentía en la cima del mundo por hacer amigos, el comentario de Kurosawa el bibliotecario la bajonearon.

-Lo-lo siento -Y escondió su bolsita de galletas que planeaba darle, tal vez en otro momento. Yo, quiero, soy… lo siento. Darrow… se-seño-señorpelirrojomeadelantoconAethel.

Salió de la biblioteca tras Aethel apenada que paso por alto el comentario de esta última.

Robert se presenta cortesmente a los otros 3 alumnos en voz baja, al lado del mostrador:

_{-Hola, me llamo Robert. Encantado.}

Y espera a los demás justo al pasar la puerta de salida de la biblioteca.

Cuando termino de sellar los libros me despedí con un vago gesto de las manos y me fui junto con las chicas y Robert a la cafetería.

Una de las estancias más grandes de toda la academia, la biblioteca está compuesta por estanterías largas y altas como ninguna, llenas de libros y libros dedicados a todo tipo de materias relacionadas con la magia en todas sus formas.

Los libros están separados por secciones, dependiendo del área que se quiera estudiar. Hay también una sección tras una puerta cerrada, a la que sólo el personal puede acceder, en la que se examinan los libros nuevos que llegan a la biblioteca, ya sea mediante compra o por donaciones.

Los alumnos más veteranos dicen que tras esa puerta están los libros prohibidos de conjuros mortíferos y maldiciones antiguas. Otros dicen que está la colección de novelas no aptas para menores del vicedirector. De cualquier modo, ningún alumno ha entrado aún en esa sección. Aún.

Nada más llegar te encontraste al bibliotecario sentado tras el mostrador donde se formalizaban los préstamos de libros, leyendo una novela y sin prestarte demasiada atención. Ofelia, que había hecho el trayecto subida a tu cabeza, empezó a hacer ruiditos felices en cuanto llegasteis. Y aunque no la veías, por cómo se movía te intuiste que estaba mirando de un lado para otro, seguramente buscando sabrosos bichos que llevarse a su pancita arácnida.

Aki respiraba con deleite el aire singular, halagador por olfato, de una sala amplia llena de papel llevando letras, cifras, dibujos y diagramas. Ante de él estaba un mundo por explorar.

“Cálmate, amiga”, le dijo Aki en susurros a la araña, dándole una lleve caricia con el dedo. “Ya encontrarás bichos sabrosos...”

La había llamado amiga sin saber en realidad lo que tal palabra significaba, simplemente porque la araña misma le había preguntado antes si eran amigos, y él lo había confirmado.

Su puso delante del mostrador y tosió ligeramente para llamar su atención. “Señor, por favor, ¿podría indicarme dónde está el libro ‘Matemática Demente’ de Lewis Carroll? Lamento si hay un sistema establecido para hallar los libros, pero es la primera vez que estoy aquí.”

Se trataba del libro que Dai le había recomendado, que, según él, trataba de conciliar las ecuaciones matemáticas con las formulas mágicas.

Sin levantar la mirada del libro que estaba leyendo, el bibliotecario contestó a tu pregunta.

 -Cuarta fila, sección R. En la segunda balda empezando por arriba. Cuanto más tiempo pase aquí, antes aprenderá cómo están organizados los libros, no se agobie mucho por eso.

Entonces, Ofelia hizo un ruidito y saltó al mostrador para ir a tocar la mano del bibliotecario. Éste miró a la araña y esbozó un amago de sonrisa antes de pasarle la punta del dedo por su cuerpecito peludo. Ofelia hizo más ruiditos de felicidad y entonces el bibliotecario sacó un frasco en el que había unas cuantas polillas.

 -Esto es para Ofelia. Puede comérselo aquí si tienes cuidado de que no se escape ninguna.

La araña se puso a rodear el tarro, mirando con ojos golosos a las polillas. Se iba a poner como el quico.

“Eh… gracias, señor”, hice una breve inclinación respetuosa de la cabeza. Había que quedado bien con los bibliotecarios, al fin y al cabo, disponían del elixir de la vida…

Pero en mis adentros pensé: Urgh… qué asco!

Sostenía el frasco entre las manos avanzando entre las filas de estanterías, yendo por la cuarta fila de la sección R. Sin embargo, me paré varias veces, dejando la mirada recorrer por las estanterías, curioseando con los ojos. Mientras tanto murmuraba a Ofelia: “¿Soy vegano, sabes? Bueno, tú tu comida, yo la mía, pero no voy a mirarte cuando masticas polillas o sea lo que sea. Y si quieres de las polillas estas, tendrás que cuidar tú que nada de ellas se escape, ¿vale? Será tu responsabilidad… Ah, aquí!”

Había llegado a destinación y saqué el libro de la estantería. Me puse a una mesa cercana y lo abrí, y antes de hundir mi mente en sus misterios, le pregunté directamente a Ofelia, poniendo también mi cuaderno al lado para que ella me diera su respuesta: “¿De acuerdo? Trataré de liberar sólo una polilla a la vez, y tú te encargas de que ninguna escape. No quiero enemistarme con un bibliotecario. ¿Vale?”

El cuaderno no te hizo falta, ya que la araña hizo un gesto muy similar a un asentimiento con la cabeza, indicando que había entendido tus instrucciones. Pero en cuanto abriste el tarro, la muy bribona se coló dentro para empezar a cazar a las polillas que había allí. Usando hebras de pegajosa seda, consiguió cazarlas a todas y envolverlas en saquitos.

Luego empezó a comerse a un par de ellas, pero se llenó enseguida, quedándose tumbada en el fondo del frasco con cara de felicidad absoluta.
 

Aki lanzó una mirada de reojo a los quehaceres de Ofelia, y vio con disgusto que había hecho lo suyo. Como las polillas estaban todas envueltos en saquitos, no tenían posibilidad de escapar, así que Aki dejó a Ofelia quedarse tumbado en el fondo del tarro sin cerrarlo y continuó muy interesado su lectura.

El libro que leías era francamente fascinante, lleno de complicadas fórmulas y algoritmos que hacían que tu cerebro vibrase emocionado, pero no pudiste concentrarte mucho, ya que al cabo de un rato empezaste a escuchar ruiditos que provenían del tarro. Ofelia quería salir, pero con la barrigota tan llena, no podía llegar hasta la abertura del bote.

Te miró con ojos lastimeros, pidiéndote en silencio que la sacaras de allí. Que ahora una siesta en tu cabeza sería lo mejor del mundo.

“Venga, amiga”, pronuncié este título tan poco familiar que a mi también Ofelia me había dado. Saqué la arañita de barriga llena del tarro y la puse sobre la mesa. Luego cerré el frasco. “Estoy leyendo un libro fascinante sobre la relación de la magia con las formulas matemáticas. Mirándote, creo que una siesta no te vendría mal, apenas puedes moverte”, dije con media sonrisa. “A ver si puedo sacar algo más en claro del libro, es muy complicado, como todo un rompecabezas que te tiene en vilo...”

La araña se acurrucó en tu cabeza y se quedó plácidamente dormida. Y entonces empezaste a sentir algo extraño recorriéndote el cuerpo.

No era una sensación desagradable, pero sí un poco intrusa. Era la primera vez que sentías algo así, como si una corriente de energía empezara a llenarte. Tu pelo se erizó y casi podías ver que tus manos tenían una especie de aura azulada. ¿Qué demonios sería eso?

A Ofelia no parecía afectarle, ya que estaba dormida como un tronco encima de tu cabeza. Y peligroso tampoco parecía, porque lejos de encontrarte mal, te sentías lleno de energía, como si pudieras hacerlo todo. Incluso las ecuaciones del libro te parecían más fáciles de entender. Fuera lo que fuese que te sucedía, te estaba viniendo muy bien.

Por un momento pensé que Ofelia, la muy traviesa, sólo fingía dormirse y en lugar de esto estaba por trepar subrepticiamente por mi busto, pero luego mi di cuenta que el peso de Ofelia, aunque ligero, continuaba reposando sobre mi cabeza y que el flujo de energía me venía de otra parte. ¿De donde?

Parecía venir… de mi interior mismo. ¿Sería esto el despertar de la fuerza de la magia? ¿Sería esto el comienzo del cambio de vida, un cambio profundo en mi, que había creído inminente una vez que me una a la Academia? Pero… aún no había aprendido nada, al menos no de forma formal, las clases ni siquiera habían empezado.

Ojalá que Daia estuviera aquí, para que le pudiera interrogar sobre esta experiencia extraordinaria.

Noté con placer como página tras página, que devoraba en mi afán de aprender más, abría sus secretos de ciencia ante mí. Incluso me sentía un poco ebrio con la cantidad de informaciones que estaba procesando, pero ebrio en un sentido extrañamente placentero por la agudeza mental aumentada...

Llevabas un pequeño rato con aquella energía recorriéndote el cuerpo cuando el bibliotecario se asomó para echarte un vistazo.

 -Hacer magia dentro de la biblioteca está prohibido, así que deja de emitir energía, por favor.

Entonces se fijó en que Ofelia estaba dormida encima de tu cabeza. El señor Kurosawa se te acercó para cogfer con cuidado a la araña y entonces la sensación energética desapareció, dejándote como estabas nada más entrar en la blbioteca.

 -Ya veo que cuidas a Ofelia muy bien. -el bibliotecario acarició el lomo de la pequeña criatura con la yema del dedo- Por eso te ha recompensado haciendo de amplificador mágico. ¿Sabes por un casual cómo funcionan los familiares para un mago, muchacho?