Partida Rol por web

- "Mi señor Maserrak, puedo ser muy útil en el castillo como sirvienta. Mi padre me educó bien para que tuviera buenos modales. Sé servir la mesa de los nobles, y además soy experta cuidando de personas mayores, enfermas o heridas." - Dice con una encantadora y deslumbrante sonrisa.

- Bucarest fue demolida por orden del Duque, y la tirsa de Bucaresti prácticamente ha sido abandonada.

- Si el joven Krevcheski sirvió en esa Corte, eso quiere decir que estuvo al servicio del anterior gobernante de Transilvania, el Voivoda Vladimir Rustovich.

- Eso hace de este Krevcheski un chaquetero.

- Los Krevcheski son, por cierto, una de las cinco grandes Casas nobles transilvanas, aunque la menos importante de las cinco. De hecho, llamarles "grandes" es una burda exageración.

- Contando a este, parece que sólo quedan dos Krevcheski con vida, al parecer se enzarzaron en una guerra fraticida justo antes de la invasión magyar. El otro Krevcheski es el Boyardo Gorodru, señor feudal de la tirsa de Arges.

AVANZADA LA TARDE.

- Mi señor Maserrak. - digo en un apenas audible hilo de voz mientras me pongo en pie.

- He trabajado el campo y los establos hasta donde alcanza mi memoria. No obstante también podría ayudar en cualquier labor que se me encomendase dentro del Castillo.

Dicho esto simplemente agacho la mirada y vuelvo a sentarme.

Una de las sirvientas llevó a los campesinos a la antesala de la despensa. Allí les esperaba el Mayordomo sentado frente a una mesa. Sobre ella había un frasco con arenilla, pluma y tintero, además de varios pergaminos que el Mayordomo leía con el mismo esmero que había puesto en ordenarlo todo.

- Un momento- fue el único saludo que les dedicó cuando llegaron.

Terminó de leer el par de líneas que le quedaban, enrolló el pergamino y entró en la despensa que había a su espalda. Al salir cerró la puerta con llave. Había cambiado el pergamino por un pequeño frasco.

- Ven- dijo a la sirvienta-. Toma. Llévalo a la cocina, lo necesitarán para la cena. Luego vuelve a tus tareas.

Después de regresar a su silla y tras anotar algo en su tabla encerada se dirigió a los tres campesinos.

- Podéis acercaros. Uno de vosotros incluso puede sentarse si quiere. Es el problema de tener tan solo una silla, aparte de la mía, y tantos pretendientes a sirviente. Pero decidme, ¿quién os dijo que podríais encontrar trabajo en el castillo?

Flaviu cogió el trozo de pollo que le tendía Tiberiu, Así que, no es su hijo, menuda sorpresa; tiene que ser el hijo de la otra mujer. Gracias, ¿Quién es el fuerte caballero que me tiende la comida?

No vengo de Bucrest, muy a mi pesar. Era una ciudad magnifica, con un inmenso castillo, donde se asentaba el trono del anterior dueño de Transilvania. Pero en ese mismo castillo, sufrí situaciones bochornosas, que prefiero no recordar. El petimetre puso cara apesadumbrada, no quería volver a recordar como el voivoda le hecho a patadas de la corte, enviándolo a una misión que casi le condena de por vida. Pero eso no va a volver a ocurrir, en aquella época era inexperto.

Cambiando de nuevo a su anterior expresión serena, ahora vengo la tirsa de Arges, cómo mensajero de mi tío.

Y si permitís la osadía Flaviu estaba deseando lanzar la pregunta, pero buscaba la mejor manera de formularla. ¿Cuál es la tierra que da tan hermosas flores? ¿Y cuál, el motivo que las mueve a este castillo?

- Bien, bien... me alegra oir eso - dije mientras sonría.- Pero basta de formalismos, sabéis de sobra que yo no soy el señor de nada ni de nadie, así que nada de "mi señor" ni nada por el estilo ¿De acuerdo? - continué sonriendo.- Y bien, Dagu, ¿Qué quieres hacer tú? A lo mejor pueden buscarte un hueco entre los soldados... ¿Sabes luchar, muchacho?

El día avanzaba con normalidad y el chambelán quería terminar un asunto que le faltaba por resolver antes de dedicarse a otros menesteres. Por el momento, los recién invitados habían sido acomodados sin mayores complicaciones en sus respectivas habitaciones. Más tarde tendría oportunidad de hablar con ellos (o que el Senescal o el Duque les recibiesen). Ahora tenía un asunto que resolver.

Tras llamar a su lacayo, le dio instrucciones precisas: deseaba ver al Mayordomo Otto para comentar ciertos asuntos de cierta importancia. Que se reuniese en su despacho inmediatamente.

Como había supuesto, aquel hombre tenía cierta relevancia en el castillo, y más exactamente se trataba del Capitán de la guardia. Sonrió e inclinó ligeramente la cabeza y de forma instintiva buscó a Tomescu, Capitán de una guardia fantasma. Tal vez acudió a sus labios una casi imperceptible mueca de tristeza.

Junto al Capitán y el Chambelán comenzaron a recorrer las zonas circundantes al patio del castillo pese que Dubieta había previsto pasar a conocer al Senescal. De todos modos, dada su inesperada visita y la indisposición del Senescal, lo más adecuado era hacer algo de tiempo para terminar los preparativos. Había aprendido de su madre que los detalles eran siempre fundamentales.

En un momento del recorrido un noble, a juzgar por su aspecto, se acercó a saludar a Radovina. Tener conocidos y que encima tuvieran una buena impresión era bueno para su prima, pero lo mejor era que ambos se habían conocido bajo el techo del castillo de su padre.

- Es un placer conoceros, Maserrak de Flambeau. Escucho con satisfacción que la estancia en el castillo de mi difunto padre os fue grata, y además conocisteis a mi prima. ¿No es acaso un agradable encuentro?

No había necesidad de responder a esa pregunta pues era más bien una frase hecha. ¿Quién esperaba una respuesta? Bueno, posiblemente si se la hacían a Tiberiu el resultado no sería el mismo.

El paseo por el castillo terminó justo cuando comunicaron que las habitaciones estaban dispuestas, y que poco después pasarían a comer. Dubieta descansó lo propio aunque evitó que Tiberiu cayera dormido, no quería que se desvelara en la noche.

El paso delicado de la Condesa le era propicio para observar los detalles del interior, y la primera impresión que tenía del lugar es la de vacío, o más bien desierto. Ciertamente la vida en aquel lugar debía ser más jugosa en la noche, pues al parecer es costumbre del Duque realizar sus cometidos a horas más tardías; pero el Duque no estaba, y el Senescal permanecía convaleciente. Una cosa u otra de momento no importaban, lo importante ahora era disfrutar de la compañía en el almuerzo.

Apenas había probado un bocado de jugoso pollo cuando un sirviente le entregó una carta del Senescal. Puede que las primeras palabras que leyó la cogieran por sorpresa y por ello pasara por alto la actitud de su hijo. Cuando se dio cuenta un noble que estaba sentado a la mesa hablaba con su prima y de repente… “¿A que tienen que comer más, mamá?"

Había sucedido, otra vez… Pero por la actitud del noble podía contener una reprimenda hacia su hijo. Cerró la carta y la dejó sobre su regazo.

- Es un placer, Flaviu Krevcheski –inclinó levemente la cabeza a modo de saludo- Como bien ha dicho mi prima pertenecemos a la Casa Szantovich y estamos en una mera visita de cortesía. En cuanto el Senescal esté dispuesto presentaremos nuestro respeto.

La jovencísima Condesa no perdió ni un ápice de compostura, ni siquiera cuando habló a su hijo.

- Tiberiu… -lo miró durante unos segundos hasta estar segura que entendía que requería su máxima atención- Ciertamente los niños deben comer apropiadamente para crecer sanos y fuertes, además de comportarse adecuadamente a la mesa. El noble Krevcheski es capaz de comer por si solo y ya ves que Radovina goza de excelente salud.

- ¿No son los niños las verdaderas flores de los jardines? –se giró hacia Flaviu con una sonrisa franca, aunque era evidente que era una forma de suavizar la espontaneidad del pequeño- Su alegría, ingenuidad… Niños.

Dio un pequeño sorbo de vino y su atención se centró en el Chambelán. Con la mayor discrección que la situación le fue posible le habló.

- Chambelán Teleki, no pretendo ser indiscreta pero... ¿Es de gravedad la afección que sufre el Senescal Stolnic? Su carta me ha parecido muy cortés aunque... -parecía dudar por un instante pero al final continuó- Me toma por Duquesa, y pese a lo brevemente feliz que me ha hecho tal inesperado nombramiento deduzco que es producto de su malestar. ¿Opináis lo mismo?

Dagu entornó la mirada hacia el maestre Maserrak y suspiró con cierto deje de tristeza al recordar sus antepasados fenecidos.

- Sabréis, maestre, que no tuve demasiada oportunidad para que mi padre, mis tios o incluso mi abuelo pudiesen enseñarme demasiado en el arte de rajar antes de que muriesen en la guerra. Pero estaría deseoso de poder servir en los establos, ayudando en las herrerias o incluso como aprendiz de miliciano como forma de honrar a los Slobozia y su sacrificio.

Dijo, con toda la dignidad que su humilde origen podía dotarle.

Cita:

Dominik, ajeno a todo lo que está aconteciendo fuera, carraspea fuertemente, esperando que bien la sirvienta Enrietta, bien los dos lacayos... o en su caso el mismo Mayordomo Valru, reaccionen a su presencia. Por el momento del día... sabe bien que no es el momento aun de poder molestar a su señor Durius. Aun no, aunque no falta demasiado para que la llegada del crepúsculo le haga estar activo nuevamente

Poco después de que el sol alcanzara su zenit, cuando el castillo aun se revolucionaba por la llegada de la noble comitiva, el instinto saco del descanso al lacayo. Volvió a la realidad súbitamente, sus ojos se abrieron acomodándose a la escasa luz del recinto. Allí, inmóvil, recorrió la habitación con la mirada. Otro día empezaba, sentado en su lecho con los codos apoyados en las piernas, bendijo el estado de gracia de su presente.

Dedico unos minutos al cuenco con agua que destinaban para el aseo personal, no sin cierta reticencia. Miro de reojo a su camarada que roncaba plácidamente y le dedico un empujón con la yema de los dedos, con la poca delicadeza que su cercanía con el otro sirviente le permitía.

Para cuando el sargento entro en la estancia, Mikail estaba de espaldas al portal terminando de arreglar su cinturón al rededor de sus ropas. Miro a su compañero, sonrió levemente, y volvió su cuerpo hacia el recién llegado.

Sargento. - Dedicándole una leve reverencia.

La joven se acercó, flanqueada por sus sobrinos, aunque no llegó a sentarse. Permaneció en pie frente al Mayordomo, en actitud tímida, aunque no pusilánime. De hecho era encantadora, sonriendo amablemente. Dudó un segundo, esperando seguramente que fuera Dagu quien hablara, pues era el chico mayor. Pero al ver que no lo hacía no quiso dejar sin respuesta la pregunta de su empleador, y pecar de descorteses o parecer bobalicones.

- Mi hermana mayor, Pavetta, la madre del pupilo del Caballero Durius, fue quien nos sugirió que viniésemos al Castillo, señor. Necesitamos trabajar, los tiempos son duros para nosotros, y estamos dispuestos a ganarnos la paga con nuestro esfuerzo.

Calló de nuevo, no quería tampoco pasarse de lista, y comprendía que no era cosa de hacerle perder el tiempo a un hombre tan ocupado.

DUBIETA, RADOVINA:

- El cortesano Krevcheski es sin duda astuto, está poniendo a prueba vuestros conocimientos.

- Su tío murió hace siete años. Cuatro de sus cinco primos se enfrentaron en una guerra por ver quién heredaría el poder sobre la Casa y sobre la tirsa de Arges. El sexto primo es bastante desconocido, y se dice que desapareció hace mucho.

- De sus cuatro primos sólo sobrevivió Gorodru, pues el Caballero Durius de Slobozia, trabajando en aquel entonces por orden del Voivoda Rustovich, acabó con Vixar, Vidar y Dogadar.

- Tras la invasión magyar, Gorodru (a quien el Voivoda hubiera querido muerto) sometió Arges a los invasores, consiguiendo a cambio el título de Boyardo de su difunto tío y el señorío de Arges.

- Así que el único que puede haber enviado a Flaviu a la Corte del Duque es su primo, el Boyardo Gorodru.

FAMILIA SLOBOZIA:

- Tras hablar con Maserrak, os entrevistáis con el Mayordomo Otto, que es realmente quien decide qué trabajo ofreceros, si es que os acepta en el servicio del Castillo de Balgrad.

Venciendo no sin cierto esfuerzo la timidez y el respeto que me generaba estar frente al Mayordomo Otto y con el convencimiento de estar jugándonos no sólo nuestro futuro sino también el de nuestra familia doy un paso al frente para hablar con nuestro interlocutor.

Tras hacerle una ligera inclinación de cabeza digo.

- Como os ha dicho mi tía Innya fué su hermana y tía nuestra Pavetta. - nos señalo a Dagu y a mi. Quién sugirió que vinieramos al Castillo a buscar empleo. Mi hermano Dagu y yo podemos desempeñar cualquier labor que nos tengan a bien encomendar, desde ayudar en las cuadras hasta servir como soldado.

Dicho esto doy un paso atrás sin levantar la mirada del suelo.

- Así es, Mi señor. Y yo misma puedo ser muy útil en el castillo como sirvienta. Mi padre me educó bien para que tuviera buenos modales. Sé servir la mesa de los nobles, y además soy experta cuidando de personas mayores, enfermas o heridas.

Innya le miró con una encantadora y deslumbrante sonrisa.

Al fin todo acabó, y Schaar pudo adecentarse entre cuatro paredes y descansar. El poco tiempo que se tiró bocarriba a todo lo largo de la cama le pareció una eternidad, pero aún no había acabado su trabajo, es más, nunca acabaría, por lo que se levantó, se vistió con una túnica elegante pero cómoda, y salió a acompañar a Dubieta al ágape que les había preparado. Quizás cuando la tuviera más a la vista, en otro momento, pudiera descansar plenamente.

El almuerzo discurría con tranquilidad, y Schaar se mantenía en un ligero segundo plano, sonriendo ante la espontaneidad de Tiberiu y negando levemente con la cabeza las acciones del niño, aunque su boca, en media sonrisa, le hacía perder autoridad, esperando que Dubieta no la percibiera.

- Tras finalizar el almuerzo y la visita al castillo, los recién llegados tienen unas pocas horas para descansar antes de que se celebre sesión de la Corte esta noche.

- Bucur continúa incansable en su guardia.

- Los nobles visitantes reposan en sus habitaciones. La mitad de sus guardias y personal vigilan y se mantienen alerta, el resto descansan.

- El Capitán Zarak inspecciona los muros desde lo alto de una de las torres principales.

- El Chambelán Teleki descansa en sus aposentos.

- Los campesinos de Slobozia hablan con el Mayordomo Otto.

- Flaviu Krevcheski se ha ido a recostar a su habitación.

- El Sargento Dominik ha hablado con los lacayos Gheorghe y Mikail, que ahora descansan. Vasilov duerme la siesta en el pajar.

- Lindor y Maserrak ya han acabado las clases por hoy. Tal vez Maserrak acompañe al pequeño Lindor a su casa, o puede que lo haga un criado. A Maserrak le gustaría saber qué ha decidido Otto para los Slobozia.

- El Senescal se va encontrando mejor a lo largo del día. Tal vez esta noche pueda atender a sus obligaciones.

La contestación no había venido de manos de Radovina, si no de la mujer que la acompañaba; además el niño, Tiverio, era suyo. Es un placer conocerla señora Szantovich. Si, en cierto modo los niños son como las flores de los jardines, pero como las amapolas, muchas veces crecen en mitad de los cultivos, disminuyendo la producción de estos; pero no hay que reñirlos por ello, simplemente, nos debemos de deleitar contemplando su hermosura. Viendo que la mujer de pelo azabache tiene que atender al correo, me despido con una leve reverencia. Sería un placer que volvierais a deleitarme con vuestra compañía y preciosa voz; igual que vos, Dama Radovina. Seguro que mañana nos volveremos a ver por el castillo. Podéis contar con mi humilde persona para aquello en lo que necesitéis ayuda, como pedir audiencia al duque. Os dejo, estáis atareada con la carta.