Partida Rol por web

Ver tanto noble y caballero por delante nuestra hace que me sienta realmente pequeño e insignificante y más teniendo en cuenta los ropajes que portan todos y cada uno de los miembros del séquito de la Condesa Dubieta Szantovich.

Poco a poco el séquito entraba en el castillo. Todo había ido bien -¿que podía salir mal?- por lo que ahora solo debía preocuparse que la Condesa estuviera cómoda aquí. Tendría que estar pendiente de que no le faltase de nada.

Por otro lado, también debía hacerse cargo del asunto que le había encomendado el Senescal. Suponía que tendría que hablar de nuevo con el mayordomo para darle nuevas instrucciones, lo que no supondría problema alguno para él -era su trabajo, al fin y al cabo-.

- De repente Vasilov tiene muchísimo trabajo: la comitiva noble trae dos carruajes, y un total de dieciséis caballos... Todos han soportado un duro y largo viaje de seis meses, por lo que necesitan muchísimos cuidados.

- Por suerte, Vasilov recibe ayuda de otros mozos, tanto del Castillo como de entre los recién llegados.

- El estruendo que hacen tantos caballos y los dos calluajes se escucha claramente en todo el Castillo.

De lo primero que disfrutó Tiberiu nada más comenzar la marcha fue de las vistas. Lo veía todo desde arriba, algo verdaderamente inusual para un niño de su edad. Era parecido a estar sobre los hombros de Schaar, solo que Schaar normalmente no olía tan raro. A veces sí, pero el olor no le molestaba, muy al contrario, al asociarlo con su querido caballero y su caballo le encantaba.

Con una sonrisa dibujada en sus labios se inclinó acercándose al oído del animal. De fondo escuchaba el cadencioso sonido de los cascos tan solo enturbiado por el rodar de los carros. Poco importaba, para él el sonsonete seguía resultando tranquilizador.

- Fiero Orgullo. Buen chico.- Se lo dijo mientras le palmeaba el cuello tal y como había visto hacer tantas veces a su amo.- Es un buen caballo, ¿verdad Schaar?

-Oh, podía aguardar un poco, estoy esperando una importante respuesta del mayordomo- Dice Flaviu con un tono condescendiente al Lacayo Vasilov, intentando que la frase no parezca un reproche. 

-Pero ya que esta aquí, podría responderme a una pregunta, ¿a qué se debe el ajetreo del castillo? He oído que un noble viene de visita. Si me respondiera a esta pregunta podría pasar por alto esta intromisión. Aunque sé que es parte de su trabajo y no tiene culpa alguna. -El nombre del noble podría darme alguna pista del porqué de su visita. Mas piezas en el tablero implica que hay que andar con más cuidado, pero también nuevas alianzas y discusiones.

Tomescu estaba, como de costumbre, inquieto. Para él un peligro podía surgir desde cualquier rincón y penumbra, no podía apartar su vista de cualquier miembro de la familia, incluso de aquellos que no pertenecían a ella y tan solo eran nobles. Debía demostrar lo que valía, estaba ansiado con ello. 

Tomescu se apartó unos segundos del carruaje, solo unos metros para poder arrojar su mirada castaña por la borda del puente. Apenas se podía ver el fondo, el cual estaba repleto de árboles y neblina. Paisajes bonitos, sin duda, y tampoco había duda en que eran vertiginosas aquellas vistas.

Luego volvió a su posición y vio como el pequeño Tiberiu disfrutaba con su caballo, pobre muchacho, lo ve todo tan bonito… se dijo así mismo mientras le observaba. Luego dirigió la mirada a Dubieta, incluso en los peores momentos su belleza seguía vigente, tan pálida y esplendorosa como siempre.

Tomescu despejó su mente, debía estar atento a cualquier evento inesperado.

- Y así es como se calcula la longitud de... - me paré en seco.

Había una ruidosa multitud fuera, una mezcla de murmullos y cascos de caballos que no me dejó continuar con mi trabajo. No había sido informado de ninguna visita, claro que tampoco es que se me informara de todo en el castillo, normalmente necesitaba emplear algo de tiempo en enterarme de las cosas que ocurrían a mi alrededor.

- Creo que tenemos visita - dije cerrando el libro.- Seguiremos luego, ahora vamos a ver qué está ocurriendo... en cualquier caso es imposible concentrarse con tanto ruido...

Ligeramente molesto me levanté de mi asiento y caminé hacia la puerta, una vez allí le hice un gesto con la mano al joven Lindor para que me siguiera y juntos salimos de la habitación.

Apoyado sobre el bastón contemplé la comitiva que entraba en el castillo, bastante espectacular, si señor, pero sobre todo ruidosa, muy ruidosa.

"Con razón era incapaz de concentrarme" -pensé mientras veía pasar los caballos.

Presté especial atención a los escoltados, revisando los estandartes y los escudos de armas, con un poco de suerte podría aprovechar aquella interrupción para darle a mi pupilo unas nociones sobre heráldica.

El senescal da algunas ordenes, cortas y precisas, todo tiene que estar perfecto. Revisa que los caballerizos estén a punto para hacerse cargo de los visitantes, pasa revista al resto de las personas que esperan expectantes, que no falte nadie que debiera estar, ni sobre tampoco.

Dagu, uno de los jóvenes campesinos que habían seguido aparentemente al grupo nobiliario, comenzó a adelantarse, junto a sus familiares. Ya que aparentemente al resto de grupos habían terminado de recibir y de prestar todas las apropiadas bendiciones y saludos nobles.

- Quizás el maestre de Lindor se haya asomado a recibir a todos los nobles y podamos presentarnos directamente ante él.

Comentó a sus familiares.

En el segundo de los dos carruajes, el que evidentemente acompañaba a la Condesa completando su séquito, una mujer contemplaba por la ventanilla el paso hasta el interior del Castillo. Apenas podía verse su rostro por el espacio que dejaban las cortinillas, pero sus facciones necesitaban ser apenas vistas para reconocer en ellas la fisonomía de la Gran Casa de Dubieta. Por tanto, cualquiera que la mirara podía comprender su parentesco con los Szantovich. Y así era, la sangre de Radovina era Szantovich en su mayor parte, aunque también contuviera parte de la de los de Bran, legado de su padre.

Sin embargo, nadie había anunciado su llegada, Radovina no era esperada en el Castillo del Duque. Venía entonces como simple acompañante de la Condesa. Además, era por su aspecto más joven, e inexperta. Por ello, a nadie extrañó que se mantuviera discreta, y en un callado segundo plano.

El puente de madera bramó ante los cascos de los caballos y las ruedas de los carruajes mientras la joven Condesa no apartaba la vista de su hijo. Estaba francamente entusiasmado ante la idea de cruzar el portón del castillo a lomos de Fiero, además de ir junto al Caballero Dvy.

Otro asunto, uno curiosamente inesperado, llamó su atención nuevamente. Miró su espalda, clavó sus hermosos ojos en su nuca y sonrió. Más tarde comentaría con Schaar aquella curiosidad, pero de momento su atención debía regresar a lo realmente importante: afrontar su regreso. Seis largos y a veces tediosos años para llegar hasta allí, aunque en ningún instante dejó de tener claro que todo tenía su momento.

Ya dentro de los muros del castillo quiso apreciar las renovaciones del interior. Nunca había estado allí pero no sería difícil señalar las obras más recientes, y había escuchado que la anterior estructura era mayoritariamente de madera. Lo que ahora veía nada tenía que ver con lo escuchado pues prácticamente era un nuevo castillo casi totalmente de piedra, y bien amplio.

“Tiberiu… me temo que has empezado por la puerta grande y tu siguiente parada es ciertamente menos opulenta”.

Pronto tendría que moldear aquellas ideas de esplendor hacia la realidad, al menos para apaciguar la verdadera situación con la que se toparía. Pero, y eso lo tenía bien claro, jamás dejaría de luchar por el futuro de su hijo. Tiberiu había nacido para la grandeza y sabía que no hablaba el deseo de una madre.

Finalmente la comitiva llegó y esperó pacientemente a que alguien se acercara a abrir la puerta del carruaje.

Ferenk había observado unos campesinos que les venían siguiendo desde el puente. Había estado alerta, pero no habían hecho ningún movimiento peligroso. Sin embargo lo que tenían entre manos era la recepcion de una condesa y no iba a dejar que entrasen en el castillo como si tal cosa. Y menos aun interrumpiendo la recepcion. Con un par de gestos rápidos a uno de sus hombres le mando parar los campesinos. El guardia se dio la vuelta a cumplir la orden y al cruzaras con Ferenk este le dijo que los retuviese hasta después del acomodo de la Condesa y su séquito.

El Capitán ordeno al resto de sus hombres que bajasen del caballo y tras pasarle el estandarte a uno de ellos bajo ágilmente de su caballo.
Entonces sus hombres junto con los que habían quedado en el castillo formaron en espera de que finalmente los invitados saldrían de los carruajes para ser instalados.

Tras llegar al castillo, el Chambelán se baja con elegancia del caballo mientras hace un gesto con la mano a Vasilov para que se encargue de los animales. Observa con satisfacción la rapidez con la que el capitán coloca en sus hombres en formación -lo esperable por otro lado, pero no estaba de más estar satisfecho de la gente competente que servía al duque-.

Se dirige hacia el carruaje y con gesto rápido abre la puerta de la misma.

Mi señora- dice mientras hace una reverencia a la Condesa- el Chambelán Lorand Teleki a su servicio- tras esto alza su mano, para ayudar a la mujer a descender del carruaje- es un verdadero honor contar con vuestra presencia.

Las palabras de Flaviu no era la respuesta esperada mas el joven no tardó en responder sincero y servicial como de costumbre

– Me temo que apenas sé detalle señor, un guardia avisó sobre la llegada de dos carros, unos jinetes y un caballero… tras preparar los caballos y antes de la salida del chambelán, el capitán y varios guardias se me ordenó buscar al mayordomo Otto pues debía transmitir sus palabras… – tras una pequeña pausa se encaró hacia Otto para continuar -  … deben preparar inmediatamente los aposentos para la comitiva de la Condesa de Covasn; el chambelán insistió en que quería que todo estuviera listo para la anfitriona, una buena habitación, acorde a su estatus fueron sus palabras señor –

Dejó un momento antes de agregar lo que esperaba fueran las últimas palabras antes de regresar al establo – Si no desean nada más… tengo que atender los caballos que sin duda traerán y no deseo suponer más molestia – finalizando con una inclinación esperó su momento para salir con grandes zancadas en dirección al establo

El joven Vasilov observó en silencio la llegada de los invitados, parecía ir todo según lo previsto y llegado el momento comenzó su trabajo, silencioso y eficaz como de costumbre; velando por los caballos fue introduciéndolos en el establo,los cuidados llegarían después para esos otros invitados, imprescindibles y por desgracia olvidados tan pronto cumplían su función.

Orgullo... buen nombre para un caballo chico... me recuerda a Vistzev

No evitó atender a las presentaciones procurando asimilar algún rostro... había invitados y si bien la mayoría jamás hablarían con él debería en breve ser capaz de reconocer a alguno, los más importantes al menos.

Tampoco fue que diera demasiado tiempo a los plebeyos a tomar una decisión, o es que las decisiones evidentemente no iban con ellos. La comitiva dio la vuelta y el caballero, al ver aquello, jaló las riendas del caballo y dispuso su partida de nuevo por el puente que los devolvía hacia las entrañas del castillo. Qué pérdida de tiempo. Los cascos del caballo resonando en la madera acompañaban el ritmo de sus pensamientos, mientras que las pesadas puertas frente a él se abrían como las puertas de su mente. Una serie de ideas acudieron, raudas, golpeando insinuantes las aristas del deseo.

Ah, pero habría tiempo.

Iacobus, de nuevo en el mismo lugar de la partida, desmontó con agilidad. Entregó las riendas a Vasilov, con una inclinación de la cabeza y luego, sin prisa pero sin pausa, se apartó de la comitiva y con ella, de todas las presentaciones, regordeos, reverencias y tonterías. Su sitio era igualmente alto, pero definitivamente mucho menos enredado. Echó una última mirada hacia el conjunto de gente, y a pie se dirigió hacia las puertas, donde los plebeyos aún no habían tenido ocasión de pasar. Se quedó allí, de espaldas a todo lo demás, como si cuidara la puerta.

Miro las matemáticas mientras intento entender las formulas de las que me habla mi Maestro, intentando enseñarme a pensar lógicamente. Después de unos minutos, comienzo a entender la forma en que él me muestra los ejemplos y cual es la manera de resolver los problemas.

Nunca había estado frente a esa clase de enseñanzas y la verdad es que no entiendo mucho su utilidad, pero confío tanto en el juicio del Maestro Maserrak, que aprenderé todo lo que él me indique, pues creo que si no logro ver su utilidad, es porque aun no soy lo suficientemente sabio para percatarme de ella.

Asiento a sus palabras y miro la pluma moverse sobre el papel, dibujando extrañas formas que de a poco van adquiriendo sentido. Ángulos, lados, triángulos y cuadriláteros... todo eso es nuevo para mí, pero sumamente interesante. Escucho sus palabras y entiendo sus enseñanzas hasta que se pone de pie por el ruido producido en el exterior.

"¿Que estará sucediendo que causa un estruendo tal que obliga al Maestro a mirar?"

Tímidamente y solo por indicación del Maestro Maserrak, me pongo de pie y le acompaño para mirar lo que hay en el exterior, un poco oculto entre la puerta y el maestro. Miro que es lo que sucede fuera, pues por lo que se oye, algo grande debe ser.