Partida Rol por web

Dhaeva 2: El Caballero de las Tinieblas.

Transilvania: 1) Alba Iulia: Castillo de Balgrad. - Habitaciones privadas de Durius de Slobozia.

Cargando editor
17/10/2012, 12:56
[RIP] Sargento Dominik.

Supo que iba a morir. Fue una revelación, una que se unía a las que había experimentado pocos momentos antes, allí, mientras observaba como todo se desarrollaba, como guardias a los que antaño había conocido eran acuchillados, ajusticiados con falsos motivos, frente a su mirada impávida. Quiso reaccionar. Su antorcha alumbraba la estancia y veía al caballero Iacobus. Lo había estudiado. Lo había observado. Su habilidad con la espada era inhumana.

A pesar de todo veía la situación como quien observa una obra bufa, un espectáculo de marionetas. Y ahora la mano de su titiritero, ahora que tenía que actuar, que moverse, que gritar... ahora temblaba.

¿Qué decir entonces? ¿cómo comportarse cuando internamente sabes que vas a morir? Dominik lo intentó. Miró a sus hombres, ordenándoles sin palabras que se preparasen. Miró a su señor, sabiendo que daría la orden. ¿Dudó entonces en intervenir? ¿en avisar a Durius de sus presentimientos? Lo cierto es que no. Era un seguidor. Lo había sido siempre. Lo sería también ahora, en el momento de su muerte.

Y entonces su señor ordenó atacar. Y notó como sus manos, sus piernas, todo su ser, se quedaba paralizado por el más abyecto terror. Si Dominik hubiera podido, hubiera llorado de rabia y frustración. Iba a morir como un cobarde. Puso toda su voluntad sobresaliente en moverse, pero era inútil, El Altísimo le había abandonado.

Iacobus, como suponía avanzó hacia él, y por dos veces, antes que siquiera pudiera desenvainar, le atacó con su espada. El sargento sintió como la espada mordía en su carne, atravesando su cuerpo, y vomitó sangre. Sin embargo permaneció en su puesto, espada en mano, tratando de no pensar.

Era imposible, claro. Logró a duras penas dejar atrás sl dolor. Sus hombres tomaban posiciones. Preparándose. Oía a Durius dar órdenes. Consiguió a duras penas dejar todo atrás, concentrarse en el hombre (¿pero era verdaderamente un hombre?) que iba a matarle. Reuniendo toda su voluntad logró alzar su arma, y golpearle por dos veces justo mientras Iacobus le atravesaba el abdomen. Sus golpes habían sido duros, fuertes, bien definidos. HAbían superado holgadamente la defensa de su adversario. Eran ataques dignos... pero ninguno pudo siquiera acariciar el cuerpo de su adversario que, en ese momento, le atravesaba el abdomen.

Era un castigo excesivo. Dominik intentó mantenerse en pie. Sabía que, si caía, su señor y sus lacayos tenían pocas posibilidades. Pero el cuerpo humano tenía sus límites. Empapado de sangre, con heridas terribles, Dominik cayó entre espasmos.

Es curioso todo lo que da tiempo a pensar mientras mueres. Recuerdas a tus primeros señores, que no lograste proteger. Recuerdas como pusiste todo tu empeño en salvar a la última de ellos, sin lograrlo. Recuerdas como pusiste todo en servir a tu nuevo señor, como colaboraste con él para que pudiera salvar estas tierras que, ahora, riegas con tu sangre. ¿Te arrepientes de algo? Probablemente. Tu estirpe, tu familia, muere contigo. No conocerás a PAvetta. No enseñarás a su hijo. No tendrás una familia adoptiva, ni una propia.

Todo termina aquí. Por el rabillo del ojo ves caer a alguien. ¿Valru quizás? No importa, no importa. Eso es todo. Aquí se acaba. Sin familia. Sin amigos. Sin mañana. Sólo el dolor de quien ha vivido a espada, y a espada muere. Ojalá hubiera tenido más tiempo.

Los ojos se van cerrando. La antorcha que llevaba, olvidada, queda sobre el piso, a escasos tres pasos de él. Ve como otros cuerpos caen. Imposible distinguirlos. Algunos huyen.  Dos pensamientos le cruzan la cabeza. Muere en confesión y no ha atacado ni apresado a los basarab. Y ha servido a su señor y no va a sobrevivirle esta vez.

Esos pensamientos le hacen morir, en medio del dolor, con un punto de paz. ¿Un espejismo acaso? ¿quizás reflejo de una paz futura?

A eso no llega nuestra historia. Caen sus ojos como cae el telón.

Dominik muere

 

 

Cargando editor
17/10/2012, 19:17
[RIP] Mayordomo Valru de Bistritz.

 

Valru sabía, desde el momento en el que la Bestia había tomado momentáneamente el control de su cuerpo, que estaba condenado a muerte. No sabía quién ejecutaría la condena, pero aquel era un fallo imperdonable. Cuando Iacobus llegó a la sala, esperaba ser ajusticiado, pero el caballero de los Cárpatos tenía otros planes.

Sin embargo, sintió pena al escuchar como su señor daba la orden de atacar. Algo en su interior le decía que aquel hombre era más que capaz de acabar con todos los presentes, quizá con la excepción de Durius. Sin embargo, no dejó que aquello le paralizara, y se preparó para el combate. Su corazón había dejado de latir hacía muchos años, y por tanto aquel hombre no le atemorizaba como parecía haberlo hecho con el sargento Dominik y Papadimos.

“No puedo culparles, es un hombre terrible…”

Y aquel hombre terrible, aquel avatar de la muerte, que auguraba dolor y sufrimiento para todos, decidió actuar primero para hacer honor a su terrible fama. Con la espada de Giorgina Basarab, que había sido ejecutada por su mano, trazó dos sangrientas líneas en el pecho del sargento. Sin embargo, el hombre aguantó en pie.

A una orden de Durius, los lacayos (excluyendo a Papadimos) empezaron a moverse. Algunos avanzaron con cautela, y otros con rapidez para llegar al ataque. Incluso el propio Valru avanzó mientras desenvainaba la espada. Sabía lo que le esperaba si moría, e intentaría luchar, aunque fuera un imposible. El combate se sucedía, sin que empezaran las hostilidades por parte de sus aliados. Sólo Valru había intentado atacar al caballero, que había rechazado el ataque. Un solo instante después, ese maldito bastardo actuó de nuevo. Otros dos tajos, uno segó definitivamente la vida del buen Dominik. El otro, castigó el cuerpo de Bucur. Sin embargo, el sargento murió como un héroe, intentando herir a Iacobus. Pero aunque su habilidad consiguió traspasar sus defensas, no logró lo mismo con la férrea armadura, haciendo sólo un leve arañazo.

El combate se sucedía sin conseguir alcanzar al enemigo designado por nuestro señor. Él mismo se unió a la lucha. Parecía que todos caeríamos o venceríamos juntos.

“Caer, me temo…”

Por fin Papadimos reaccionó, intentando huir de aquella estancia bañada con la sangre de Dominik y, en menor parte, de Bucur. Y aquel hombre, o demonio, o lo que fuera, seguía rechazando con desprecio sus ataques. Y parecía que la cosa se podía poner peor, pues empezó a atacar con una furia inhumana, intentando segar dos vidas con dos movimientos de su espada, uno a Durius y otro a Bucur. El primero aguantó las heridas, pero el segundo cayó de rodillas, con dos tajos en su cuerpo.

Aunque fuera una cobardía, Valru supo que la huída de alguno de los presentes era prioritaria para intentar sobrevivir a aquella bestia enfurecida llamada Iacobus Radoslav. Así que, claramente a la desesperada, intentó apresar al caballero para dar una oportunidad al resto. Pero el intento fue tan inútil como intentar golpear con la espada a aquel hombre.

Sin embargo, Mikail y Papadimos se las apañaron para pasar a través de la puerta y empezar a huir de aquel lugar. Pero Iacobus sabe que es mucho mejor para él que nadie pueda decir nada de lo ocurrido aquí. Se gira en una ágil persecución que acaba con un movimiento de espada. Mikail consigue esquivarlo por poco, pero la cabeza de Papadimos cae rebotando al suelo.

Parecía que Enrietta había despertado por el jaleo, sólo para salir y contemplar la escena.

“Pobre chiquilla, una víctima más de ésta carnicería…”

Sin embargo, parece que al menos Mikail podrá salvarse y dar la voz de alarma, pues corre gritando como un poseído, intentando conseguir ayuda. Es bueno saber que al menos se sabrá quién hizo esto. Valru intentó avanzar para apoyar a Durius, pero tropezó con uno de los cadáveres, cayendo de culo al suelo. Durius estaba sólo ante el caballero de los Cárpatos.

-¡Huid mi señor, salvad la vida!

Pero la advertencia llegó demasiado tarde. El asesino sigue aumentando su sangriento bagaje, y dos tajos derriban al caballero Durius Tremere, secretario del Duque. El tiempo se ralentiza, y el mayordomo Valru ve como su señor cae lentamente. Es plenamente consciente de la última mirada que le dedica, que acaba después en Enrietta con sus últimos estertores.

“¡No! Debo intentar escapar… ¿Pero a dónde?”

Bucur sigue arrastrándose, intentando huir de lo inevitable. Vasilov escapa a las habitaciones de Durius, gritando a Enrietta para que entre. Aquel era un buen curso de acción. Dudaba de que aquel animal salvaje no pudiera echar las puertas abajo, pero al menos les daría tiempo. Quiere irse a su habitación y encerrarse, pero rápido como el viento, Radoslav ya está encima listo para atacar. Sin embargo, Valru reacciona también rápidamente, poniéndose en pie. La espada intenta besar dos veces su piel. Sin embargo, consigue esquivar uno de los mortales ataques de aquel despiadado asesino. Herido, Valru marcha a su habitación, donde se ha arrastrado Bucur. Su oído le revela que Enrietta y Vasilov han atrancado ya la otra puerta, quizá se salven. Sin embargo, la muerte en forma de caballero aparece tras él en su habitación. El primer tajo es mortal. Pero Valru aún es consciente cuando Iacobus le arranca la cabeza con el segundo tajo. Su mirada se pierde en la pared, que se abre a un abismo de condenación eterna para su alma. Su nuevo hogar, donde sería atormentado eternamente por todos y cada uno de sus pecados. Y el peor de todos, no haber podido salvar Transilvania. 

Cargando editor
17/10/2012, 20:28
Sirvienta Enrietta.

Desperté confundida por un sueño infinito de locura y tentación, rememorando el simple roce de mi señor. Fue su voz la que hizo que mi cuerpo caminara, como si de un leve susurro de invocación se tratase.

Asomé mi rostro por aquella puerta y me quedé paralizada ante lo que vi... ¿Por qué el caballero Iacobus estaba fuera de sí? ¿Por qué todo estaba lleno de sangre? No pude hacer nada más que preguntarme a mí misma miles de por qué pero sin poder mover siquiera un dedo... Todas las voces, todos los gritos de dolor, cualquier sonido en sí se volvió confuso para mis oídos. Mi mente se nubló, mis ojos se humedecieron y mi boca quedó totalmente muda. 

Sucedía ante mí, siendo yo una débil e inútil sirvienta. Caían todos como plumas, uno tras otro, Iacobus no parecía mostrar siquiera un pequeño gesto de compasión por ninguno de ellos. Yo observaba, en silencio, temblando cual cordero. Ese hombre no era humano, era un monstruo que iba a quitarme la vida, mi vida. Todo sin matarme a mí, suprimiendo con un simple gesto todo lo que amaba y todo lo que había sentido, haría que mi existencia perdiese sentido viendo ante mí a la persona que amaba a punto de sufrir el peor de los destinos.

Y entonces sucedió. Para mis ojos todo parecía ir con extrema lentitud, vi como la persona que amaba caía tras un ataque despiadado y rápido. Mi señor Durius, cayó y todo lo vivido a su lado pasó fugazmente por mi mente: todos los momentos en los que mi corazón se permitía liberar, latir con fuerza, enamorarse... todos aquellos momentos habían quedado reducidos a ceniza, como si de nada hubiesen servido. Su mirada se posó en mí y las lágrimas brotaron acariciando mi rostro, desgarrándome por dentro. Mi corazón acababa de morir en ese instante, al ver como él, la única persona por la que daría todo y más, la única persona que amé realmente en toda mi vida caía.

Y unas palabras salieron de mi garganta rasgada por el dolor de mi corazón... salieron por si solas, eran palabras que tenía que decirle antes de morir, algo que no podía quedar en silencio, no podía quedar en el olvido de ningún modo, daba igual todo... debía decirlo.

Os... amo... - susurré en un hilo de voz que se introdujo por sus oídos antes de que cayese completamente -.

Caí entonces en un llanto ahogado, un desgarro constante de mi alma, de mi corazón. Miré a Valru, totalmente inmóvil, intentando decirle con la mirada que huyese pero fue demasiado tarde y acabé de desgarrarme totalmente, definitivamente mi vida no tenía sentido ahora. 

Vasilov me gritaba, no sabía siquiera qué demonios decía porque mis ojos seguían llenos de lágrimas, observando el cuerpo de mi amo, el hombre por el que debería haber dado mi vida sin importar qué. Pero ahí estaba, siendo una inútil y sintiendo total impotencia, dejando que Vasilov me gritase y tuviese que empujarme de alguna manera a salir de la habitación. Acabamos por atrancar la puerta y caí, de rodillas, totalmente ahogada en lágrimas y con las manos cubriendo mi rostro, con mi alma y corazón desgarrados.

Por mucho que me dijesen, por mucho que intentasen hacer por mí ahora, nada tenía sentido... ya no.

Cargando editor
17/10/2012, 22:50
Director II.

MIKAIL:

- Durante la lucha huiste de las habitaciones de Durius y saliste al patio gritando.

- Desde ahí, corriste hacia el Este, hacia el Salón Principal.

- Has llegado al Salón, donde has tratado de esconderte.

Notas de juego

// Lacayo Mikail sale de escena.

// Sigue en la escena: Salón Principal.

Cargando editor
18/10/2012, 19:28
[RIP] Bucur, criado de Durius.

Mi señor... maldita sea... un caballero ni más ni menos... esto sería un reto para nosotros... aunque no para Durius Tremere...

Miró a Dominik un instante realizando un leve movimiento de cabeza a fin de confirmar su disposición, la situación era tensa y apenas un instante tardó el miedo en paralizarle cuando su señor les ordenó atacar.

¿Cómo es posible quedar paralizado ante la inminencia de un ataque? ¿Cómo algunos hombres sueltan las armas y corren cuando llega el conflicto? ¿Cómo alguien se deja matar antes de plantar cara hasta el último aliento?

Aquellas preguntas que el joven había pensado tantas ocasiones regresaron a su cabeza como un agrio recuerdo, entonces no comprendía la clave… el poder del miedo, la inminencia de un final a cuanto conoces, aquello no era un entrenamiento o una pelea más… allí se jugaban la vida y el enemigo era muy superior.

No reaccionó a tiempo de evitar el ataque contra Dominik, aquel hombre le había tratado siempre bien y lo respetaba… ahora contemplaría como ese monstruo ponía fin a su vida y cuando creía lejano el asunto, cuando por fin intentó vengar a Dominik… su papel de espectador tornó en parte probando el acero también

¿Cómo?... yo… argh…

Todo era demasiado rápido y su cabeza quedó en silencio no era capaz de pensar, incapaz de reaccionar y sin saberlo se arrastraba por instinto malherido y dolido hacia una habitación… huía. Aquellos instantes fueron eternos, los lacayos luchaban, huían, iban, venían y morían a su alrededor… los señores caían en un poético ejercicio de equidad… Durius Tremere moría… no era posible y sin embargo Bucur bien sabía lo que veía.

Corre Vasilov maldita sea… Pater noster, qui es in caelis, sanctificetur nomen tuum. Adveniat regnum tuum. Fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.

Sus compañeros lograron encerrarse en una habitación y el herido Valru casi lo consigue pero ese caballero no era humano, su velocidad era imposible para un hombre con armadura… el joven ya sumido en la oración propia de quienes creen ver el final comprendíó la naturaleza del ser que desde el mismo infierno había venido a reclamar sus almas.

Panem nostrum quotidianum da nobis hodie, et dimitte nobis debita nostra sicut et nos dimittimus debitoribus nostris. Et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos a malo...

Aquel demonio se giró y sonriente tras conseguir la cabeza de Valru se disponía a disfrutar destrozando su cuerpo

... Amen

Entre oscuridad y sangre Bucur pudo concluir su ruego a Dios por el descanso de su alma eterna antes de morir a manos de Iacobus Radoslav

Cargando editor
18/10/2012, 19:39
Lacayo Vasilov.

Pero que...

Un instante después estaba en pie con la daga medio desenvainada, había pasado demasiado tiempo en lugares poco recomendables, su vida no fue nunca fácil, para aprender una valiosa lección... una daga a mano era una vida conservada.

Maldición...

Ahora podía observar la escena

¿Iacobus? Este no puede tramar nada bueno…

Vasilov procuró callar su cabeza a fin de poner algo de sentido a la situación, escuchaba las palabras que el caballero de los Cárpatos y su señor intercambiaban: amenazas, insinuaciones, irreverencias… la sangre llegaría al río de un momento a otro la presencia de los lacayos no intimidaría a esa bestia irreflexiva y su señor no tenía alternativa, la orden fue dada justo en el instante esperado.

El cochero permaneció con la cabeza fría, pudo observar la variada reacción de los presentes, algunos presas del pánico más absoluto quedaron paralizados, su señor tranquilo permaneció expectante… antes de poder continuar reflexionando, todo había comenzado.

El caballero hería con firmeza al Sargento Dominik al tiempo que la mayoría silenciosa intentaba atacar sin éxito a aquel guerrero poderoso, incluso Valru desenvainó comprendiendo que era momento de luchar por su vida.

La sorpresa fue grande mas incluso aún tenía aquel ser alguna novedad que ofrecer… sin poder imaginar semejante velocidad en hombre o bestia conocido, el caballero de los Cárpatos realizó otro ágil movimiento poniendo fin a la vida del Sargento, como un héroe será recordado aunque para desgracia de su exitoso ataque la armadura, aquella ruin creación que vencía a favor de los caballeros cualquier combate, recibió el impacto. No conforme con la proeza aquel monstruo realizó un desdeñoso movimiento con su mano, hiriendo de gravedad al valeroso Bucur quien parecía finalmente dueño de su cuerpo.

Lo siento chico… te vengarte…

La pena y la ira inundaba su cuerpo, no había tiempo para seguir lamentándose, Durius Tremere se unía al combate y sin embargo aquello parecía perdido, no obstante, no sería Vasilov quien retrocediese, no se podía decir lo mismo de otros menos firmes que emprendieron la huída presas del miedo, uno buscando ayuda otro más por temor a ser el próximo muerto en vista de la demostración marcial.

No es posible defensa similar… ¿cómo demonios paró eso? ¿es eso posible?

Un ágil movimiento y de nuevo un hombre decapitado, una funesta llamada para la joven adormilada

¿Cómo demonios…? Corre Mikail maldito seas corre… ¿Enrietta? Maldición entra en la habitación chiquilla…

El mayordomo se precipitaba sin poder ver la causa, Bucur emitía un sonido desagradable mientras se arrastraba luchando por su vida y ante aquel funesto espectáculo el caballero entretenido mordía con su acero a Durius en lo que parecía su fin.

Imposible… mi señor…

Una nueva orden acudió presta a su cabeza

Salva tu vida la de tu señor es de esa bestia…

Vasilov hizo cuanto pudo por asegurar su vida, corrió, empujó, gritó… antes de recuperar el aliento tras la puerta cerrada; se encontraba en la habitación de su difunto señor con una joven Enrietta ahogada en su propio llanto… si bien aquello no impediría escuchar los gritos de Bucur al ser despedazado ni retendría el fino reguero de sangre que bajo la puerta se filtraba… con suerte les protegería de aquel demonio Iacobus Radoslav.

Cargando editor
18/10/2012, 21:46
[RIP] Caballero Iacobus Radoslav de los Cárpatos.

 

Iacobus, espada en mano, solitario e inmóvil en medio de una habitación de pirañas, escuchó cómo sus servicios le eran agradecidos y como, inmediatamente, era dada la orden para su ejecución.

Pero, joder, ¿este imbécil va en serio?

Realmente no se lo esperaba. Había entrado a los barrancones de los soldados sólo porque, de los seis que habían de entrar a encargarse de ello, cuatro se habían transformado en estatuas de sal regocijándose de su propia cobardía. Había abierto en canal al guardia Basarab, sin mediar ni una advertencia, para darle un mensaje a esa bestia en el cuerpo de Valru de que mejor huyera antes de intentar otra cosa ahí adentro. Y había entrado en esas habitaciones sabiendo que allí debía haber huido, para asegurarse de que no siguiese en aquel descontrol homicida, para avisar al amo del desenfrenado y así saciar su curiosidad sobre lo que había ocurrido.

A cambio, esto. Una jaula, seis enfermos armados, y un hijo de puta que hacía tan poca gala de su conocida y admirada inteligencia como para considerarlo un verdadero deficiente.

En verdad, ¿esto es en serio? Joder, esto me pasa por intentar un diálogo.

Para ser gente de la Corte, eran un hatajo de cabrones que no sabían leer entre líneas.

A la mierda con todo.

Iacobus asió la espada que ya tenía en la mano, que se había negado a entregar, y se movió.

Latido.

Lo más sensato, para cualquier otro, hubiera sido atropellar a quien obstruía la salida y correr a patio abierto, en donde recobraría la ventaja que no podía tener estando uno a ocho en el interior de una habitación escasa, pequeña y mínima. No para él. No porque fuera insensato, sino porque la orden gratuita de terminar con su vida en esas circunstancias, en las circunstancias más tranquilas en las que probablemente podría encontrársele, era un menosprecio. Una subestimación, joder, una innecesaria estupidez. Cómo se notaba que aquel hombre estaba sólo hecho para las palabras. Sólo quien vive en un mundo de lenguas vive rodeado de fantasmas, fantasmas cuyas voces le hablan de una realidad que no es.

Giró sobre sí mismo, hecho una torre de sombras, los ojos como dos abismos, y descargó la espada contra el Sargento que bloqueaba la salida. Una cruz remota se abrió en el cuerpo del hombre que aguardaba inmóvil su destino, inmóvil como se había mantenido fuera de los barracones. El que le había dicho que no le faltaba valor, y que podía demostrárselo cuando quisiera. Se lo estaba demostrando, así, atacado por la fobia, pero de pie. Porque no cayó. De todos modos, no era necesario. Una patada lo sacaría del medio.

Latido.

Una espada a vuelo rasante acarició el aire cerca de su armadura, pero a Iacobus ni siquiera lo tocó. El arma Basarab había trazado un arco, salpicando de sangre toda la estancia, y se había interpuesto entre el vil metal y él. Podía darse cuenta cómo todos los demás se movían lentamente, en una espiral que lo iba dejando en el centro, como presa de una manada que intentaba cercarlo como si él, Iacobus, estuviera pensando en escapar.

Latido.

Y no lo estaba, y menos luego de eso. Que intentaran cercarlo le divertía, atacarlo de a varios, joder, dos cojones y que vinieran solos. Giró una vez más y atacó a los que tenía cerca, al Sargento, y a otro más del cual ni recordaba el nombre ni le interesaba, sólo para apartarlo, como una mosca demasiado molesta. Y joder que lo era. Y a partir de ahí, sangre en la penumbra, trémulas sombras de perfiles poco claros, los nombres resultaron escasos porque para Iacobus poco importó la identidad de nadie. Ni quién intentó ese fallido ataque con la espada, o ese desafortunado cuchillo volador, o ese salto intentando atacar que cae en el olvido.

Latido.

Y al final atacaron, como una manada descontrolada de cachorros. Sin éxito.

¿Tanta mierda para esto?

La ira creció en su interior.

Latido.

Algunos intentaban huir, pero eso a Iacobus poco le importaba. Sus ojos reflejaban que, por fin, habían logrado enfurecerlo, y apuntaron directamente al causante de todo aquel desperdicio de instantes. Durius Tremere de Slobozia, o lo que era su figura ganada a la penumbra, se reflejó en la pupila del caballero de los Cárpatos como un aviso de que allí se había fijado, y que de allí no saldría nunca. Lo demás, daba igual. Todos los demás, en ese momento, daban igual.

Cabrón hijo de puta.

Latido.

Valru intentó cogerle, pero Iacobus era más rápido, y el balanceo de su espada hizo las veces de tañido de una campana que ya no sonaría ni por el mayordomo, ni por nadie.

Latido.

Ahora los cachorros se atropellaban entre ellos, en un intento de escapar del pozo en el que ellos mismos se habían metido. ¿Quién mierda se creían ese hatajo de cabrones cobardes? ¿Quién se creía este hijo de puta en el suelo, intentando apuñalar con esa daga que más parecía en su mano una aguja de coser que otra cosa?

Latido.

Sin testigos. Iacobus saltó y la cabeza de uno rodó por el suelo, aunque el otro logró mantenerla sobre sus hombros. Inmediatamente, giró para recibir el ataque de Durius, o lo que mierda fuera eso, joder, ¿acaso ese hombre servía para algo? ¿Qué cojones era esa mierda que intentaba hacer? ¿Llevaba la puta espada como un montadientes para hacer ruido? Cómo se notaba que era un imbécil de salón, un perro demasiado ladrador y cuya mordida era una sin dientes. Peor aún, ni siquiera era una mordida.

Lo demás, el que había huido y gritaba, el resto, ya no importaba.

Latido.

Aquí tienes tu puta espada.

El arma Basarab planeó por el aire y atravesó todas las capas de piel, huesos y muerte, o vida, que había en Durius. Ni siquiera pensó en cortarle las manos, esas manos que habían osado ordenarle a entregar aquello que en otras circunstancias no le hubiese molestado devolver. Directamente atacó a la yugular, rápido, un movimiento sin dar espacio a dignidad ni piedad, uno y dos, mientras sus ojos negros como la ausencia se clavaban, ardiendo de ira, en los ojos verdes de Durius.

Por el culo.

El cadáver de ese hijo de puta ni siquiera hizo ruido al caer. Ni siquiera valía para eso. Joder.

Latido.

Ahora sólo quedaba la bestia aquella de los barracones, pero no era rival. Ni era capaz de huir, no de Iacobus, que no lo había perseguido porque no había querido pero ahora sí, lo perseguía a través de las habitaciones hasta el mismo espacio donde Valru intentaba refugiarse.

Refúgiate, hijo de puta, mira lo que has hecho a tu amo.

Tampoco le dio tiempo para pensarlo demasiado. Ni tiempo, ni dignidad, ni nada. Dos estocadas, un tajo, y la cabeza en sus manos. Y en el suelo. Y la sangre en toda la armadura, y los ruidos que avisaban de algo que estaba siendo trabado, de pronto la habitación vacía de vida excepto de cadáveres. Excepto de uno más que estaba allí, muriendo, al cual Iacobus se dirigió y arrancó hasta el último hálito de vida.

Latido.

Silencio. Gritos. Silencio.

¿Qué mierda pensaba este hijo de puta que pasaría si me atacaba?

Ahora, Iacobus estaba solo entre una pila de cadáveres. Y cenizas. Joder.

Joder.

Los gritos avisando del ataque.

Iacobus sacudió la espada Basarab, se sacudió, y salió al patio de armas.

- ¡¡Decidlo con todas las letras, maldito sea!! – gritó – ¡¡Que Durius de Slobozia intentó matar a Iacobus Radoslav para silenciar su propia deshonra!!

Cargando editor
18/10/2012, 22:54
[RIP] Lacayo Papadimos.

La orden de ataque de mi amo no me coge desprevenido, pues ya estaba armado con mi daga. Sin embargo… sin embargo yo no soy un hombre de acción. No soy un guerrero, ni un asesino ¡Los puñales son para cortar el queso! No entiendo que hace el caballero Radoslav en las estancias de mi señor a estas horas, ni por qué discuten, ni por qué tenemos que atacarle, pero no me importa. La vida de los lacayos en los palacios suele ser mucho más larga si no hacen preguntas, pero aunque siempre he tenido mucho cuidado de seguir al pie de la letra todas las normas que aumentan las posibilidades de que un hombre muera gordo, viejo y rodeado de sus nietos, en la cama, algo en el hombre al que debemos atacar me dice que esta noche será mi última noche.

¡No quiero morir!

Antes de que nadie pueda reaccionar, el caballero Radoslav ya ha atravesado dos veces con su espada al sargento Dominik. Como si el mundo se hubiese ralentizado de golpe, veo a los otros lacayos atacar todos a una al intruso, pero yo no consigo mover los pies. Es como si tuviese los pies clavados al suelo.

Ahora no veo al caballero Radoslav, pero escucho los gritos de los lacayos, que tratan de abatir al enemigo de su señor, sin éxito. El cuerpo del sargento cae al suelo, y entonces el tiempo recupera su velocidad normal.

¡Dios mío! ¿Qué clase de monstruo es el caballero Radoslav? ¡Ni entre todos los hombres de mi amo logran alcanzarle! ¡Ha matado al sargento! ¿Qué puedo hacer yo, mejor que el sargento, para salir de esta situación, si yo no soy un guerrero y él sí?

Correr. Correr por mi vida y tal vez hasta por mi alma. Que Dios se apiade de todos nosotros. Corro tan rápido como puedo, corro tanto como jamás se vio correr a hombre alguno. En el suelo hay un cuerpo, pero paso sobre él sin verlo siquiera. Creo que es Mikail.

Estoy a punto de llegar a la puerta del patio, cuando una sombra se materializa a mi lado. Un instante más tarde, doy vueltas en el aire enloquecidamente, y veo por el rabillo del ojo mi cuerpo, cayendo al suelo sin cabeza*.

Notas de juego

*Durante la revolución francesa, algunos médicos quisieron saber si era posible mantener la consciencia una vez que la cabeza era separada del tronco, y pidieron a algunos condenados a la guillotina que parpadeasen después de que les cortasen la cabeza si todavía seguían conscientes. La mayoría de ellos parpadearon durante algunos segundos, de modo que no es descabellado que Papadimos viese caer al suelo su cuerpo limpiamente decapitado, unos segundos antes de morir, al mismo tiempo que su sentido del equilibrio (situado en el oido interno) le indicaba que estaba volando.

Cargando editor
18/10/2012, 23:55
T01: CASTILLO DE BALGRAD: Estancias de Durius.

- El Caballero de los Cárpatos sale de los aposentos privados de Durius de Slobozia.

Notas de juego

// Sale de escena: Caballero de los Cárpatos.

// Sigue en: Patio del castillo.

Cargando editor
18/10/2012, 23:58
T01: CASTILLO DE BALGRAD: Estancias de Durius.

LACAYO VASILOV, SIRVIENTA ENRIETTA:

- Desde la habitación de Durius, escucháis a Iacobus descuartizar en su frenesí diabólico al infortunado Bucur.

- Después sale al patio, gritando que ha sido atacado.

- Estáis demasiado conmocionados, todavía, como para desatrancar la puerta del dormitorio.

Cargando editor
19/10/2012, 00:01
18 - La Luna.

DURIUS:

- Escuchas cuanto te rodea, tus sentidos acrecentados por tu sangre vampírica.

- La muerte de Bucur es la última, pero la que sientes como una puñalada en tu corazón muerto es la de Valru. Existe un vínculo especial entre Sire y Chiquillo, pues un Chiquillo es lo más parecido a un hijo que un vampir puede tener.

- Escuchas claramente el momento en que el monstruo, pues no puede ser un ser humano, de Iacobus sale de tus estancias, gritando que ha sido atacado.

- Te concentras en la preciosa sangre y tus heridas comienzan a restañarse, lentamente. Demasiado lentamente para tu gusto, aunque cualquiera que te estuviera viendo en ese momento las vería cerrarse como por arte de magia ante sus ojos.

Notas de juego

VITAE:

- Te quedas completamente a cero de Sangre Corazón y en el equivalente a cinco acciones de ciclo largo (cinco latidos de corazón cada una) curas un total de cuatro heridas letales.

- Pasando de Aletargado -1 a Herido (-2 dados a toda acción).

- Tener Sangre Corazón a cero no se nota externamente, pero te hace sentir un frío doloroso en el pecho, como tener el corazón atravesado por una estalactita de hielo, y una sensación creciente de inhumanidad, además de una horrorosa hambre no humana... Un hambre que sólo la sangre puede saciar, si bien todavía eres capaz de controlarte.

Cargando editor
21/10/2012, 13:46
Durius Tremere de Slobozia.

Oscuridad. Nada. Muerte.

Muerte. Nada. Oscuridad.

Un leve tic en un párpado. Imperceptible a la luz de la única antorcha, caída en el suelo, y que crepitaba sobre la sangre derramada en el suelo. Imperceptible en la soledad absoluta de la antesala. El cuerpo de Durius, frío en extremo por la hemorragia causada por las heridas de espada, se agitó débilmente, y la mano derecha sufrió un espasmo. Los ojos se entreabrieron y la consciencia de sí mismo y de su entorno fue regresando. Se incorporó sobre sus antebrazos y se arrastró hasta la pared para acabar sentado contra ella, mirando alrededor suyo la carnicería, el horror desbocado de Iacobus Radoslav. La mirada de Durius se detuvo en el cuerpo decapitado de Valru y una congoja sin igual atenazó su garganta y como si mil espadas de hielo atravesaran su corazón, gimió, al tiempo que su cabeza caía sobre su pecho.

Pero se forzó a mirar, a seguir mirando. Y en la masa de sangre, vísceras y carne no llegó a ver la dorada cabellera de Enrietta. Y pudo apreciar la puerta de su habitación cerrada.

-Enrietta -llegó a susurrar de primeras-. ¡Enrietta! -logró decir más firmemente-. ¡Enrietta! -y la voz desgarró el silencio de aquel cementerio.

Cargando editor
21/10/2012, 14:35
Sirvienta Enrietta.

No podía moverme, me hallaba paralizada ante el dolor de mi corazón. Mis lágrimas caían sin cesar, humedeciendo mis manos que cubrían mi rostro. ¿Qué iba a ser de mi ahora? No tenía intención de levantarme y la única salida que veía a mi situación era... mi muerte.

Mis rodillas estaban clavadas en el suelo, mi espalda seguía apoyada en la puerta atrancada y mi corazón estaba completamente perdido en el recuerdo de Durius: su rostro, sus caricias, su voz, su aroma... Mis puños se cerraron, temblaron con la ira que había contenido, la ira que sentía en aquel momento, el dolor que recorría mi columna en un escalofrío y las recientes ansias de suicidio empezaban a invadir mi mente. Empezaba a enloquecer, mi corazón se estaba despedazando cual espejo que recibe un duro golpe y parecía que iba a detenerse en cualquier momento ante la simple sensación de soledad.

Fue entonces cuando mi corazón golpeó con fuerza mi pecho y mis ojos se abrieron como platos. ¡Su voz, había escuchado su voz! No sabía si era porque estaba loca o no, pero si tenía que entrar en esa habitación para sacar a mi señor de allí, si... si él seguía con vida debía darme prisa. El nudo de mi garganta se deshizo de golpe, mis pulmones me permitieron dar una gran bocanada de aire y mi cuerpo decidió reaccionar al fin.

- ¿Durius...? ¡Mi señor! - mis manos cogieron fuerza e intentaron desatrancar la puerta - ¡Vasilov, por dios, ayúdame!

La desesperación comenzaba a inundar mi cuerpo, la ira se concentraba más, quería abrir la puerta ¡Necesito abrir la dichosa puerta! Resiste, mi señor, resiste... Por el amor de dios... Sería capaz de romper la puerta en mil pedazos si Vasilov no me ayudaba pronto.

Cargando editor
22/10/2012, 19:42
Lacayo Vasilov.

En la oscuridad de la habitación el lamento desgarrador de Enrietta agregaba un drama doloroso a aquella terrible circunstancia, tras la puerta estaban seguros, esa bestia jamás podría destruir la puerta sin que todo el castillo llegase antes; tan pronto la guardia viese lo sucedido no tendría suficiente fuerza ni velocidad para escapar, al menos le consolaba pensar aquello.

El lacayo pensó en consolar a la chica mas la fuerza no parecían acompañarle y su ánimo no era capaz de semejante... simplemente quedó tendido en el suelo, el tiempo parecía haberse detenido cuando la voz de Durius sonó tras la barrera ofreciendo luz en aquella oscuridad.

¿Cómo? ¿Es posible...? Iacobus se fue... he escuchado como se iba... quizá podamos salvar a mi señor... debemos intentarlo...

Vasilov se puso en pie con premura dispuesto a abrir la puerta.

Cargando editor
22/10/2012, 20:43
T01: CASTILLO DE BALGRAD: Estancias de Durius.

Finalmente, ambos sirvientes consiguieron abrir la puerta y salieron atropelladamente, en busca de ayudar a su señor.  La escena, que pudieron contemplar mejor ahora, era verdaderamente macabra.

El caballero Iacobus Radoslav había hecho gala de una habilidad y salvajismo inhumanos, y las habitaciones habían quedado bañadas por la sangre de varios muertos. 

Algo había cambiado. Durius no estaba donde había caído, sino que se encontraba sentado contra una pared, mirando la carnicería. Al menos, había sido capaz de arrastrarse hasta allí.

Cargando editor
22/10/2012, 20:47
Durius Tremere de Slobozia.

El sonido de la puerta desatrancándose obligó a Durius a girar la cabeza y pronto vio a dos de sus lacayos asomar por ella. Cerró los ojos en algo interpretable como alivio antes de volverlos a abrir. Abrió la boca para hablar pero la cerró durante uninstante, como si fuera incapaz de formular una sola palabra. Finalmente, tras un doloroso carraspeo, su voz volió a resonar en aquel lóbrego paisaje que era la antesala a sus dependencias.

-Enrietta, Vasilov. Me alegra veros vivos -dijo suave y débilmente-. Pude oír tus sollozos, pequeña mía y doy fe que es el sonido más hermoso que he oído nunca.

Su mirada verde recorrió nuevamente los cuerpos mutilados y muertos de sus fieles servidores, deteniéndose un instante en el decapitado tronco de Valru.

-Juro que lo pagará. Caro. Muy caro -susurró-. Vasilov, Enrietta, pronto. Haced cuanto os diga y no dudéis un instante en obedecer. Tomad todas las armas. Espadas y dagas, y devolvedlas a las fundas de sus dueños. Pero limpiad antes su sangre contra sus ropas. Que no haya prueba de que fueron desenfundadas. Con rapidez. Superad vuestro miedo y dolor como yo lo hago. Es la hora de la venganza, de la justicia contra ese monstruo. Y decidme, ¿sabéis si alguien más ha sobrevivido?

Durius estiró la mano y tomó su espada. Limpió la sangre que la había manchado, sangre procedente de la inagotable fuente de sus hombres, y la enfundó con cierta torpeza.

-Y hay algo que debo pediros. Cuando os pregunten, decid tan solo lo siguiente. Que estabais durmiendo y que os despertasteis con los gritos de los asesinados por el Caballero de los Cárpatos y que buscasteis refugio en mi cámara. Solo eso. Ni una palabra más. Y cuando acabéis con lo que os he pedido, ayudadme a ponerme en pie. Aún hay trabajo en esta larga y penosa noche con el que debo cumplir. Por ellos.

Cargando editor
22/10/2012, 21:13
Sirvienta Enrietta.

En cuanto pudimos abrir la puerta mis ojos lo buscaron, mis manos temblaron al volver a observar aquella escena tan sangrienta y horrible pero mi corazón palpitaba al verlo sentado, vivo, mirándome. Me acerqué y con torpeza caí a su lado de rodillas, posé mi cabeza sobre la suya y un par de lágrimas recorrieron mi rostro. Dejé que mis manos dejasen una leve caricia en su rostro a pesar de que Vasilov estaba delante y quizás Durius se molestase por ello, por mi atrevimiento, pero mi alma era la que movía mis manos para tranquilizar mi espíritu y estar tranquila al saber que seguía teniéndolo cerca. 

Gracias a Dios... - solté en un leve susurro -. 

Aun así, no debía demorarme, cumpliría las órdenes de mi señor lo más rápido posible. Tragué saliva e intenté mantenerme fuerte y fría. Me puse manos a la obra, cogí la espada ensangrentada de Valru con delicadeza, agarrándola por la empuñadura, ya que allí no tenía sangre, la limpié en sus ropajes algo ensangrentados y, aun con el temblor y el horror que estaba viviendo mi ser, conseguí envainarla.

Proseguí con algunos cuerpos más mientras Vasilov hacía lo mismo que yo. Terminamos en poco rato, pero mis manos temblaban y volví a caer, frente a mi señor, mirando sus ojos y sus heridas con tristeza. Quería ayudarle pero no sabía cómo, cuando Vasilov llegase a mi lado lo pondríamos en pie.

- Pagará por esto, está claro, pero debéis reposar, no puede... - mis ojos se humedecieron y mi mirada se clavó en el suelo - no quiero volver a sentir que os pierdo... - terminé la frase en un hilo de voz que desgarraba mi alma y mi corazón -.

Y otras lágrimas acariciaron mi rostro, cayendo como agujas procedentes de mi corazón herido, un pequeño y débil corazón que se estaba recuperando poco a poco al volver a escuchar su voz, aunque fuese en ese estado.

Cargando editor
22/10/2012, 22:18
Lacayo Vasilov.

Atravesando el umbral Vasilov observó la estancia, la antorcha seguía iluminando lo que ahora era un campo de muerte, juraría que a su huída todo más confuso mas no recordaba ni por asomo un espectáculo tan macabro; el caballero Durius, su señor, se encontraba postrado y requería ayuda, por ello Vasilov corrió hasta su cuerpo dispuesto a realizar cualquier requerimiento y tras escuchar con atención las órdenes pronto comprendió lo que tramaba... venganza.

Enrietta visiblemente más afectada cumplía la peculiar petición como podía aunque no pudo mantener la calma, Vasilov no culpaba a la joven, hace unos instantes despertaba para ver como asesinaban al hombre que amaba, por suerte, él había mantenido la calma desde el comienzo de aquella locura y no fallaría ahora a su amo.

Bucur... tendrás justicia...

Mientras limpiaba las armas contestó a su señor servil y humilde como era su costumbre - Así será mi señor... debo informaros de que Mikail consiguió huir gritando a viva voz en busca de ayuda... lamento lo sucedido señor -

Cargando editor
22/10/2012, 23:47
[RIP] Mayordomo Valru de Bistritz.

- Las armas de los caídos son limpiadas y envainadas.

Cargando editor
23/10/2012, 00:09
Durius Tremere de Slobozia.

Durius observó sus evoluciones y cómo cumplían rápidamente con sus órdenes.

-Mikail -susurró. Eran buenas y malas noticias a un tiempo. Una palabra a destiempo, una pregunta oportuna y todo podría cambiar-. De acuerdo. Ayudadme a ponerme en pie -dijo al tiempo que empezaba a incorporarse- y a llegar al patio. Si el buen Mikail salió gritando, su voz ha debido dar la alarma. Y cuando lleguemos allí, fiel Vasilov, quiero que busques a Mikail y le transmitas al oído mis órdenes. Nadie debe oírte. ¡Nadie! Pero antes debes averiguar qué ha dicho o contado. No hay tiempo que perder, pues corre en nuestra contra.