Partida Rol por web

Robin tomó la petición de Daniel como un expreso permiso para quedarse cerca. Le costaba entender esa sensación tan adictiva de estar pegado a un cuerpo y no querer huir de él.

Ayudó al joven a llegar a la camilla tal como le indicaba el doctor, y por si acaso, esa última palabra extranjera significaba "deprisa" o "con cuidado", lo hizo de ambas formas.

Apretó los dientes cuando los dedos de Nicolás pasaron por el cogote del herido y sin pensarlo, tomó su mano por si quería apretar en ella el repelús que esa revisión pudiera darle.

Al notar su propio gesto, miró sus manos extrañado por el cosquilleo con el que su corazón se movía y por un momento sonrió por debajo de la nariz convencido de que, en adelante, su vida iba a ser más fácil.

Arrugó el gesto cuando Morgana respondió por Dan aunque la respuesta en sí hizo que esa queja se relajara enseguida, especialmente al ir seguida de la voz de su enamorado.

Cuando se mencionó lo de los puntos, Robin se movió un poco para poder ver el proceso sin perderse nada y, a la vez, no tener que soltar la mano de Dan.

— ¿Puedo ayudar en algo? 

Que Trish se resistiera a entrar hizo que la buscadora tornase el gesto más serio, pero nada dijo pues la contestación aunque escueta de momento le valía, lo que sí paso fue que tuvo el ojo que vigilaba fuera más atento que el de dentro.

Los dardos de Morgana volaron por el interior de la consulta y Cass rodó los ojos esperando que aquello no se desmadrase, entonces el susurro de su hermana hizo que asintiera y su corazón se calentase con aquel simple gesto. Las palabras que la joven dijo mientras entraba arrancaron una débil sonrisa que nadie vio, pues su rostro se había girado hacia el exterior con el acercamiento de la peliazul, pero se volteó lentamente para poder abarcar de nuevo ambos ambientes y no perderse detalle de lo que ocurría allí dentro, ni de lo que podía ocurrir fuera.

—Bien. Eso es bueno —respondió el doctor a Daniel. 

Se fue hacia la vitrina para sacar un bote y algunas gasas, pero al ver la actitud solícita de Robin, le asintió con la cabeza. 

—Sí, toma —le tendió al chico lo que acababa de coger—. Límpiale muy bien la herida mientras preparo la aguja de sutura.

De tanto en cuando echaba vistazos de reojo hacia el lugar donde Morgana se desvestía y se limpiaba su propia herida. No por vigilarla, sino por curiosidad. Desde luego, no parecía que al doctor le molestase en absoluto que la exmilitar se moviese por la consulta como por su casa.

Saludó con un cabeceo a Trish cuando pasó por su lado y cuando tuvo las manos desinfectadas y preparada una bandejita de metal con aguja e hilo se acercó a ver si Robin había hecho lo que le había pedido. Revisó la herida y se aseguró de que estaba bien limpia antes de empezar a coser. 

Daniel apenas notaba las punzadas de la aguja en la zona dolorida, pero la sensación del hilo atravesando la piel era molesta y extraña. 

Cuando Nicolás estuvo contento con el trabajo le señaló a Robin la vitrina, tratándolo ya como si fuese su aprendiz por completo.

—Coge unos apósitos de ahí y véndale la cabeza. En ocho horas le revisas la herida y se la limpias otra vez. ¿Tenéis alcohol en vuestro refugio?

Con esa pregunta en el aire se fue hacia el lugar donde Morgana esperaba junto a Trish. Cojeaba más por haber dejado el bastón apoyado en la pared para poder llevar la bandeja. Le señaló la camilla más cercana con la cabeza. 

—Vamos, «chica». Túmbate. Y ya sé que eres un «culo inquieto» pero quédate quieta mientras te coso. 

Esperó hasta que le hizo caso, pero antes de empezar a suturar examinó la herida, con los ojos primero y con los dedos después. 

—No es nada. Sólo te ha rozado. Has tenido suerte, ¿eh? —Hizo una pausa al empezar a coser y luego cambió de tema, en un intento poco disimulado de aligerar el ambiente—. ¿Y qué tal os va con María? ¿Se adapta? ¿Se entiende bien con el «chamaquito»?

Daniel inclinó la cabeza, clavando la mirada en el suelo mientras Robin limpiaba su herida, quizá con demasiado tiento por miedo a hacerle daño. No obstante, no le dijo nada, dejando que hiciera las cosas como creía que debía hacerlas. Ya había demasiada gente con la prepotencia de creerse en el derecho de decirles a los demás cómo debían de actuar o no. 

Quizá demasiado pronto para gusto de Daniel que, en el contacto de la mano del pelirrojo, sentía un alivio que permeaba su piel y se iba asentando en su agitado interior, relajándolo, la aguja perforó su piel. No hubo dolor, contrariamente a lo que pensaba. Quizá fuera porque le dolor estaba ya asentado y era imposible aumentarlo. O quizá fuera por la profesionalidad de quien le suturaba. 

-Gracias, Nicolás -dijo al acabar y antes de que le dejara para encargarse de Morgana. Se irguió y miró a Robin, que escuchaba atento las instrucciones de Nicolás conforme se alejaba. Sonrió levemente, apenas un minúsculo movimiento de sus comisuras, mientras veía su ceño fruncido, la mirada atenta y su cabeceo afirmativo. 

Cuando Robin se volvió hacia él, pertrechado con las vendas con las que debía cubrir su cabeza, cabeceó afirmativamente, confiado en su buen hacer. 

-Soy todo suyo, doctor -susurró casi imperceptible con una voz que destilaba hambre. Le sorprendió aquella necesidad básica e imperiosa, voraz. Estaba preocupado. No sabía si seguiría en el Morris, lo cual implicaría tener que dejar atrás a Robin. No sabía qué ocurriría con Morgana. Lo único que sabía era que ella le había agredido, que pocas veces había sentido un miedo como aquel en el que temió por su propia vida y que le había disparado en un intento de liberarse de ella. Todo aquello tendría consecuencias. Y en aquel contexto, sentir aquel deseo ardiente y la necesidad de arrancarle la ropa a Robin no parecía lo más normal. 

De natural borde, la respuesta a Trish no lo fue como la que soltó a su hermana antes. A pesar de que lo primero que le vino a la cabeza era precisamente eso, enviarla lejos, como mínimo a tomar viento. Se contuvo.

- Pásame el alcohol -fue cuanto dijo. Sonrió, divertida- Así que una idiota. Hum. Más tarde me aclaras eso

Respiró profundo, observó más allá a Cass. Se mordió los labios. Y también reparó en los manejos de Robin con su amado Daniel. Apretó una vez más las mandíbulas. La mañana había sido productiva: el trato con la mandamás Anabela y La Comunidad...Robin con Nicolás.

El resto debía quedar en historia. La anécdota del día. Una cicatriz más. Ni la primera ni, seguramente, la última. Hablaba por ella. Daniel...se la soplaba lo que corriese por la cabeza del chapero. Esperaba que al menos no se pusiese a llorar. Ni Robin tampoco si es que le quedaban lágrimas.

Obedeció a Nicolás, se sentó y luego se tumbó en la camilla- Ahora podría ser un bonito y puto fiambre. Sí. -Su típica sonrisa cínica asomó a la superficie de una cara de tintes pálidos.- Al tirador le falta práctica. Lo que me asombra como la hostia es que no se volase sus propios putos huevos de mierda.-No lo dijo en un tono precisamente bajo.

Cuando Nicolás ofreció un cambio de tema, en los ojos verdes de Morgana asomó el agradecimiento. -Como la seda, «dostorsito».- Ya veremos qué sucede si aparece la desgraciada de su madre natural, pensó.

Observaba el techo mientras el doctor suturaba las heridas. -«Nicolás...Estaría bien que este puto incidente quedase entre nosotros. Es un asunto de familia.», dijo, casi en un tono casual.

Ante la petición —o quizá orden, con Morgana a veces no estaba claro— de Morgana, Trish le acercó lo que pedía. Luego alzó una ceja con sus siguientes palabras, como dejando claro que no creía que aquello necesitase explicación. Después de eso suspiró, relajando un poco sus hombros, y dio un par de pasos en el lugar sin llegar a decir nada.

Para cuando Nicolás fue con ellos, Trish se quedó mirando unos segundos cómo empezaba a coserla. Y aunque podría haber sido interesante quedarse para intentar aprender algo, tenía otra prioridad, así que se dirigió adonde se encontraban Robin y Dan.

Antes de decir nada observó a ambos durante un par de segundos. Parecían de repente tan cercanos que fue inevitable preguntarse cuándo habían un salto tan grande, o si ella había estado demasiado ciega para ver los pequeños pasos que los habían llevado allí. Sin embargo, no dijo nada al respecto. En lugar de eso apartó la mirada un instante antes de volver a centrarse en Daniel.

—¿Cómo estás? —le preguntó—. ¿Duele mucho?

Había algo más que quería preguntarle, claro. Varias cosas, aunque la primera era un ¿Cómo se te ocurre...? que prefirió guardarse por el momento, por si era tomado más como una reprimenda que como una muestra de preocupación y cariño.

Cassandra seguía sin tener ni idea de lo que había pasado y era algo que empezaba a quemar sus labios, pero los replegó hacia el interior de la boca y los retuvo con los dientes. Los tuvo así hasta que vio, o más bien escuchó, como la ayuda que ofrecía Trish era aceptada mientras la suya había sido casi menospreciada. Entonces su boca se abrió levemente de asombro, lo que ocasionó que esos dos escurridizos se escapasen y un sonido semejante a un estertor se escurriera entre ellos.

De inmediato apretó las mandíbulas y su rostro adoptó la máscara de "no me importa nada", aunque por dentro le escocía, bastante, pero intentó alejarse de la situación y tomar perspectiva. Se dijo que esa reacción de Morgana con ella era debida a su enfado personal, que lo de la votación del Morris quizás se iba a convertir en un muro infranqueable para ellas, y lo lamentó profundamente. Su intención había sido totalmente la contraria, hacer tandem con ella para la toma de decisiones como ya le había dicho, pero si no la creía no podía hacer más.

Alejó esos pensamientos que nada bueno aportaban de su mente y siguió vigilando ambas zonas.

El pelirrojo agradeció que su parte implicase solo limpiar la herida, sabía poner cuatro puntos pero tratándose de Daniel le iba a dolor cada uno de ellos tanto en la angustia como en el sentido de la perfección. ¿Y si le dejaba una cicatriz fea? ¿Y si acababa siendo autor del sello de un mal recuerdo y él acaba cogiéndole tanta tirria como a la marca?

Tomó el apósito y fue limpiando con esmero sin prisa ni pausa hasta que escuchó esas palabras que le bloquearon con vergüenza: "soy tuyo".

 Separó los dedos de la gasa para que los latidos de su corazón no golpearan las puntas de sus dedos tan fuerte contra el cogote del patinador y hasta que su corazón no volvió a ser discreto en su pecho en vez de un gorila desatado por todo el cuerpo no volvió a trabajar.

Disimuló cumpliendo con lo indicado por Nicolás y buscó distraerse repasando mentalmente el inventario del Morris, recorrido el almacén y las estancias, abriendo y cerrando cada armario sin desordenar nada hasta dar con la botella de alcohol. Tenían y en concordancia asintió para el doctor.

— Tenemos, gracias — dijo asumiendo que un "no" les hubiera conseguido un poco más de alcohol pagado con una mentira y un poco de su moral—.

Más calmado volvió a vendar a su amigo. Fue entonces cuando vio a Trish a la que sonrió en saludo como si la viera por primera vez entre ellos, cosa que no era falsa del todo.

Dejó que Daniel respondiera a la pregunta de la peliazul forzándose a tragar la suya propia por no parecer Morgana.

Tal vez fue ese pensamiento el que hizo que escuchara lo que decía sobre quién la había disparado y tal vez fue el cómo lo que hizo que Robin clavara sus ojos en su paciente con una pregunta bien clara y cargada de preocupación en ellos.

Carraspeó para olvidar sus hipótesis descabelladas y aseguró el final de la venda entre anteriores pasadas de la misma.

— Guapísimo—celebró haber terminado—. Crearás tendencia.

El médico sólo dio dos puntos en la herida de Morgana antes de rematar la costura. Cabeceó en su dirección mientras le ponía un apósito y seguía hablando en español con ella. 

—«Si no me preguntan no diré nada. Y si lo hacen haré lo que pueda. Pero deberías dejar de meterte en líos». —Se encogió de hombros, su mirada recorrió todas las marcas que lucía Morgana esa mañana en la cara y al final le señaló hacia el brazo, vendado entero—«. ¿Y ahí qué tienes? ¿Quieres que eche un vistazo?»

Alzó la mirada para llevarla hacia los otros y sus ojos estudiaron desde allí el vendaje que Robin había hecho en la cabeza de Daniel. Pareció aprobarlo, porque tras un par de segundos volvió a buscar los ojos de Morgana, esperando su respuesta. 

Daniel se encogió de hombros ante la pregunta de Trish.

-Duele -respondió escuetamente, mirándola directamente a los ojos. Era cierto, la cabeza le dolía pero no era algo que le preocupara. Estaría magullado unos días, le quitarían los puntos, con suerte no se le infectaría la herida y todo hubeira acabado ahí si aquello hubiera sido consecuencia de una caída en patines. Habían cosas que le dolían más, que no pasarían tan rápida y fácilmente como un desafortunado golpe. Pareció que fuera a decir algo más pero el eco de la voz de Morgana rompió el momento.

Allí estaba una vez más. La caricatura de sí misma. ¿Acaso no se cansaba nunca de su propio odio, del desprecio que parecía sentir contra todo lo que respirara? ¿Qué tenía que demostrar? ¿O demostrarse? ¿Qué lograba con su actitud? Hacía unos minutos lo había visto. Morgana era un cáncer para todos. Destruía cuanto tocaba y no liderar el Morris parecía estar consumiéndola. Verla transformada en una hidra, sentir aquel miedo sucio y palpable aferrarse a su alma, sabiendo que se agazaparía allí, en algún recoveco, y que despertaría fácilmente ante la visión de la militar, ante el sonido de sus pasos acercándose, ante su voz... Sus insultos presentes no eran sino los propios de un abusador, de alguien consciente de la reacción que provocaba y sabedor de que un simple chasquido rubricaría su posición de fuerza y dominación. Y Daniel comprendía que no podría vivir así. No podía vivir pendiente de un arma. No podía vivir asustado. Porque un día sería más certero.

-Lo dudo, Robin, lo dudo -dijo apagadamente y con una sonrisa triste. Volvió a mirar a Trish-. No va a ser fácil. No creo que me quede. No con ella. Ha ganado -volvió a encogerse de hombros. Por un fugaz instante, la cara de Lazarus pasó por su cabeza y sintió cierta nostalgia. Echaba de menos hablar con él. Quizá debiera acercarse a su casa.

Las palabras en español intercambiadas entre Morgana y el médico llaman la atención de la buscadora, pero las que le hacen girar la cabeza son las implicaciones de lo que Daniel dice. Si a esa frase le une la de la ex militar y la voladura de huevos una idea muy fea se empieza a formar en su mente, su ceño se frunce y mira hacia donde está la mujer, luego devuelve sus ojos hacia su hermana con la interrogación en su mirada.

No dice nada, no en medio de un sitio público, pero cuando lleguen a casa ese tema ha de aclararse y quedar tan prístino como la cal.

Apretando los dientes vuelve a su labor de vigía.

Morgana agradeció a Nicolás cerrando los ojos en un mudo asentimiento. Luego puso los ojos en blanco al escuchar el siguiente comentario. Tuvo que reírse y eso causó que le doliese la boca y la herida del costado.- Sabes que soy muy buena, Nicolás. Pero soy un puto imán para los líos- De nuevo se echó una risa agitada. Líos, joder, se dijo, era la esencia de la vida de la ex militar, los necesitaba tanto como el aire que respiraba. Sin historias o problemas Morgana languidecería y se moriría de puro aburrimiento.

Se pensó un segundo la oferta del doctor. Decidió que sería oportuno que él le echase un vistazo y le cambiase el vendaje de la noche anterior. Se sentó, con un cierto rictus de dolor en la boca, y le tendió el brazo para que lo examinase.- Unas cuchilladas mientras pelaba unas malditas patatas. Soy la hostia de torpe. -La sonrisa torva acompañó a sus palabras.

Le llegaba el ronroneo de la conversación entre los dos enamorados. Escuchó lo último que dijo Daniel. Morgana no le había rajado las tripas y para ella había sido...¿cómo lo llamaba Nicolás? Un lío. Daniel no se metería más en su camino. No sería más un puto incordio. Entretanto Nicolás comprobaba las heridas del brazo, ella realizó estiramientos con el cuello. Parecía decidir si le arrancaba el corazón después de lo que Dani había intentado. Recordó que una vez le dijo que el chico no valía siquiera el gasto de una bala.

Alzó la cabeza y lo miró- ¿No me ibas a salvar? Si tuviste los putos cojones para hacer lo que hiciste, muestra a todos que eres capaz de afrontar las consecuencias. No me seas más maricón de lo que eres.

Sus ojos fueron más allá, hasta los de la Buscadora. ¿Cómo se lo tomaría? Cuanto menos sería divertida su reacción.

De cualquier forma, ella tenía claro quien debería marcharse de llegar el caso.

Trish torció la boca ante la respuesta de Daniel, sin saber muy bien qué decir. Siendo rigurosos eso no era del todo cierto. Sabía de sobra cómo empezar a hablar y cómo no parar, pero no quería hacerlo delante de Nicolás. Así que apretó los labios y formó una expresión de arrepentimiento hacia Dan. Le gustaría haber hecho más. Mucho más.

Las otras palabras de su amigo sí le rozaron el corazón. Su expresión dejó la tristeza para tocar de nuevo el enfado, aunque no era hacia él directamente. E iba a seguir sin decir nada, pero oír a Morgana terminó de descoser sus labios.

—Bueno, ya está bien —dijo, con un tono que no solía usar. Se sentía como si fuese la adulta entre dos críos, y eso no le gustaba nada. Pero había otras cosas que le gustaban menos aún, como la posibilidad de que Daniel se marchase del Morris—. Los dos.

Tomó aire entonces, intentando insuflarse también con una paciencia que una vez tras otra amenazaban con terminar.

—Vais a dejar de decir chorradas, y vamos a hablarlo a la vuelta todos con calma. Y me da igual quién haya ganado —aseguró con severidad, esa vez mirando a Daniel—, porque como sigáis así los que perderemos seremos todos. No sé qué narices os pasa, pero debería daros vergüenza. Tenemos ya suficientes mierdas encima, como para que traigáis más problemas.

Hizo una pausa. No le gustaba haber dicho aquello delante de un desconocido, así que se dirigió a él con un gesto de disculpa.

—Perdona —le dijo al hombre antes de intentar desviar el tema—. Supongo que estarás acostumbrado a los dramas.

El doctor empezó a desenvolver el brazo de Morgana, para dejar a la luz varios cortes, algunos de ellos con puntos. Torció un poco el morro mientras estudiaba la sutura irregular, efectiva pero poco estética. 

—«Vaya apaño te has preparado, chica. ¿Quién te ha cosido? ¿El bebito?» —protestó, medio en serio medio en broma, negando con la cabeza con la resignación de quien no veía una costura como esa por primera vez—«. Pues así se va a quedar, al menos no hay infección. Te lo limpio bien y listo». 

Se mantuvo al margen de la conversación que empezaba a desarrollarse en la consulta mientras comenzaba a desinfectar todas las heridas. Alzó la mirada de su trabajo sólo cuando Trish se dirigió a él. Se encogió de hombros con gracia y le dedicó una sonrisa a la muchacha.

—En «El Barrio» somos latinos, «chica». Sangre caliente y lengua ligera. Si crees que estáis montando un drama deberías ver nuestras cenas y reuniones. 

Quitaba así hierro al asunto para después dedicarse a cubrir de nuevo el brazo de Morgana con vendas limpias. Cuando terminó se puso a recoger el material que había usado.

—Te lo limpias cada ocho horas, ¿eh? Ya sabes cómo va.

Curiosamente, la cascada de palabras de Trish tuvo más efecto que la de Morgana, siempre en su línea habitual. Pero contrariamente a lo que la peliazul pudiera pensar, su reprimenda, efectuada en el tono de un adulto dirigiéndose a niños, amén de carecer de sentido, resultó condescendiente y culpabilizadora. Y Daniel la acogió como la bofetada que remataba o quizá resumía toda una jornada. Si tenía dudas, acababan de desaparecer.

-Perdona, Trish. Nada más lejos de mis intenciones. Solo respondía a tu pregunta. O eso creía -dijo seria y serenamente-. No pretendo hacer ningún drama de nada. Y hace bastante que me siento avergonzado de varias cosas. Pero tranquila, ni daré ni traeré más problemas.

Luego miró a Morgana.

-Quizás algún día aprendas, Morgana. Hasta ese día, muchos sufrirán y lo harán de tu mano. Y no serán extraños. Será esa familia que te niegas a aceptar. Porque no quieres que te salven.

Estaba cansado y la cabeza le martilleaba sin piedad. Sentía ganas de vomitar y necesitaba aire puro, alejado de todos ellos. Se puso en pie y caminó hacia el exterior de aquel consultorio, con el solo deseo de no oír a nadie más y de aspirar el frío de aquel mes de noviembre.

Cuando los ojos de Trish pasaron por el brazo de Morgana se quedaron allí un par de segundos, con su dueña impresionada. La chica torció un poco el gesto, pero no dijo nada. Si la militar había tenido problemas con alguien, ella no se había enterado. Aunque estaba segura de que el otro habría quedado bastante peor, deseaba que aquello no afectase de ninguna manera al Morris. Como alguien fuese a buscar a Morgana para buscar revancha mientras ella estaba fuera, podría ser un problema.

Justo después, con la respuesta de Nicolás, Trish asintió con un cierto agradecimiento en la mirada. No era difícil caerle bien a la muchacha, pero ese hombre ya le caía mejor que eso. Empezaba a entender por qué Morgana estaba dispuesta a convertirlo en cómplice de alguno de sus secretos.

Lo que le quitó algo del alivio que acababa de conseguir fueron las palabras de Daniel. Lo miró un instante antes de negar con la cabeza con suavidad. Iba a contestar... Pero no quería meter la pata, y menos volver a hablar de más delante del médico. De modo que, al ver que Daniel abandonaba la consulta, habló a Nicolás.

—Gracias por todo —le dijo—. Si quieres que te paguemos, ellos se encargan.

Y tras decir eso, más por no perder tiempo que por escurrir el bulto, salió también. No iba a dejar a su amigo marcharse solo después de oírle decir aquellas cosas.

La reacción alicaída de Daniel a su intento de ánimo hizo que Robin se agobiara desde las tripas creyendo haber hecho algo mal y a pesar de que todo el mundo le daba siempre el mismo consejo "habla las cosas" prefirió encerrarse en un silencio discreto de retirada antes que preguntar y molestar.

Incluso retrocedió un paso aprovechando que Trish hablaba para intentar volverse invisible.

El chico observo el fuego cruzado desde su propia sombra buscando asilo con la mirada bajo la capucha de Cassandra. Durante unos instantes el tiempo pareció acelerarse tanto como las pulsaciones de los presentes pero cuando oyó a Daniel insinuar que les dejaba el mundo se detuvo en seco y con el frenazo el pelirrojo se mareo, trastabilló y necesito lanzar las manos a la camilla para mantener el equilibrio.

«¿! Qué!? » protestó desde detrás de unas pupilas tan dilatadas que exiliaron el ámbar de sus ojos olvidando por completo que él había decidido hacer lo mismo por una temporada «No. » se lo prohibió con la contundencia que siempre le había faltado con Alec.

Asintió repetidas veces mientras Trish anulaba las palabras de su amigo, con urgencia, empujando esa voluntad para que llegase a oídos del destino antes que lo dicho por Daniel. Y sólo cuando ella terminó para dirigirse a su nuevo maestro, Robin se atrevió a buscar las rodillas de Daniel.

El encogimiento que había nacido en él traía la desolación del incendio en cola y las uñas del miedo destartalaron las barricadas de su corazón para dejar paso a un latido que fue muy sincero con él: daría su vida por no perderle.

«Eres un maldito capullo» Se dijo a sí mismo y casi podía oír en eco la voz de Morgana confirmárselo en la azotea.

Subió la mirada hasta unir sus pupilas con las del joven y aun con el corazón en la garganta y una declaración en la mirada la urgencia por la  fuga del patinador solo le dejó decir:

— Por favor, no te vayas.

-Sí, mamá -respondió divertida a Trish. Le hizo gracia la seriedad y firmeza con las que les hablaba. -Intentaré no hacerlo más. -Ella no tenía nada de lo que hablar. Había pasado algo. Ya está. Aquí estaban. Punto y final.

Prestó atención a Nicolás- <Le dejé a Shami que lo hiciese. Tiene que aprender. -Se encogió de hombros- Un poco mierda el cosido, lo reconozco. No afectan a la movilidad, tan solo son cicatrices.>- Observó paciente la cura del eficaz médico. Sí, era un asco aquella sutura. No quedaría tan mal el brazo. - A sus órdenes, doctorsito.

Después hubo más de lo mismo de Daniel. La salvación. Debería unirse a esos dos beatos de Clem y Kane. Estaba harta de la autocompasión de la gente. Cómo si cualquier cosa que dijera en ese sentido le fuese a afectar. Puso los ojos en blanco. No contestó esta vez, Nicolás ya tenía suficiente por hoy. -Un día te invitaré a nuestras reuniones y cenas, Nicolás. Así comparas.- Bromeó.

Se bajó de la camilla. Le molestaba la herida. Escocía. Había perdido un poco de sangre, y lo notaba un tanto. -Es verdad lo que dice Trish. ¿Qué quieres de pago? ¿Vengo la semana próxima un par de días más? - se cambió al español- <Además, has examinado a Cass. Eso sube la tarifa. Dime. Por cierto, ¿cómo has encontrado a mi amiga?>

Se giró hacia Robin.- No se va a ir. Si lo hace, es que ya es gilipollas del todo. 

Cassandra estaba empezando a cansarse de frustraciones y egos, se preguntó cómo habían sobrevivido juntos durante todo el tiempo que ya llevaban sin saltarse los dientes u otra parte más vital. Quizás lo mejor sería que cada uno se aislase, haciendo sus tareas pero sin juntarse con el resto.

Cuando Daniel se fue la buscadora hizo amago de seguirlo, ninguno debía ir solo, pero Trish se apresuró a ir tras él por lo que les dejó espacio para calmarse. Ella se quedó donde había estado todo el rato, en medio, entre dos aguas que se empeñaban en chocar sin importarles el destrozo a su alrededor. Dirigió una mirada oscura a la ex militar.

-Si ya estás, mejor nos vamos ya. Muchas gracias doctor.

El pelirrojo sintió el abrazo de palabras que le lanzaba Morgana y lo tomó tan fuerte como era capaz de hacerlo en ese momento. 

Había algo en esa declaración que le supo a promesa; a una promesa en la que necesitaba creer.

Dejó la obsesión de su mirada con la puerta y correspondió a sus palabras con un abrazo de silencio destensado y una torpe sonrisa de gratitud que le pedía repetir y confirmar lo que acababa de decir.

— ¿Nos vamos pues? —dijo creyendo que correr ese velo que Cass tendía sería lo que menos incomodaría a todo el mundo— Nos vemos pronto. Gracias por lo aprendido hoy —se despidió del médico y salió de la consulta—.