Prólogo
Ella tiene una melena negra y abundante, llena de rizos que se mecen sobre los hombros. Tiene los ojos de un color marrón más intenso que los de él, que sabe que es una chica muy guapa. Es la favorita de sus padres, pero a él no le importa. Se llama Sera, y aunque tiene 16 años, es el alma que da fuerzas a su vida.
-¡Venga!- Sera se vuelve para meter prisa a su hermano-. Va a florecer por primera vez. ¡No me lo puedo perder!
El chico corre tanto como se lo permiten sus cortas piernas.
-¿Qué va a florecer?
-La flor, idiota. La que he estado esperando todo este tiempo. ¡El lirio negro gigante!
Él se detiene en seco y da una patada al suelo con el pie izquierdo.
-No me llames idiota.
Sera se gira. Abre los ojos de par en par de lo impaciente que está.
-No lo decía en serio. ¡Venga, vamos!
Él la sigue y le pregunta con inocencia infantil:
-¿Cómo sabes que va a florecer?
Sera se detiene lo bastante como para lanzar a su hermano una mirada de exasperación.
-He observado cómo se ha ido formando el capullo durante los últimos tres meses. Hoy es el primer día del quinoccio de primavera. ¿Es que no sabes nada?
El chico echa a correr de nuevo e intenta seguir el ritmo de su hermana. Quiere ver florecer el lirio negro, un hecho que, al parecer, ocurrirá por primera vez esa mañana, pero no tiene ni de lejos el mismo entusiasmo que ella. La emoción de Sera y el privilegio de compartirla es lo que le da fuerzas para subir las colinas cubiertas de hierba y adentrarse en el denso bosque cuando empiezan a despuntar los primeros rayos del alba.
De repente, Sera se detiene, se sienta en cuclillas y suspira aliviada.
-¡No nos lo hemos perdido! Mira, ahí está.
Al final su hermano logra alcanzarla y, de pie tras ella, observa el tallo largo y verde que sostiene su capullo negro de forma perfecta. Inclina la cabeza hacia un lado.
-¿Es esto?
-¡Claro que sí!- Sera resopla sin apartar los ojos del capullo-.¡Ahora calla y mira! Va a ser impresionante.
Desde que era muy pequeño, el niño ha sido consciente del amor que siente su hermana por todas las cosas raras o extraordinarias, como flores extrañas, animales del bosque huérfanos, puestas de sol intensas... Y muchas veces se quedaba sentado, intimidado por el espíritu aventurero de ella, y deseaba ser algún día lo bastante mayor, o lo bastante grande, para bajar por aquellso precipicios con tan sólo una cuerda atada a la cintura. Ahora se encoge de hombros y se sienta sobre la hierba húmeda junto a ella. Está feliz porque sabe que no tendrá siempre 14 años.
De repente el crujido de unas ramas hace que ambos vuelvan la cabeza bruscamente hacia el lugar donde han oído el ruido.
-¿Qué ha sido eso?
A Sera se le ha hecho un nudo en la garganta y tiene todo el vello de punta. Se vuelve hacia el niño con cara de valiente.
-No ha sido nada. No seas crío.
Otro ruido, éste más cerca, asusta de nuevo al niño.
-¿Se acerca algo?
-¡Chiiiist!¿Cómo quieres que lo sepa? Pero si te callas, seguro que se va, sea lo que sea.
Sin embargo, no se va. En ese instante, una criatura espeluznante y con aparente forma humana pues lleva una gran cicatriz en la cara, aparece entre la niebla y se para ante ellos. Los niños gritan y retroceden a trompicones, agarrados el uno al otro. Sera empieza a temblar.
-¿Quién eres?
Parece como si el hombre creciera aún más ante sus ojos a medida que endereza su ancha espalda.
-Soy Marduke.
Sera da un grito de asombro, como si ese nombre explicara la presencia de aquel hombre gigante. Abre los ojos de par en par y lanza una mirada a su hermano, que le tira del brazo.
-¿Qué ha dicho?
Sera se yergue. No hace caso de su hermano, se vuelve y le preguntaa al ser:
-¿Qué quieres?
Con una voz gutural, el hombre de la gran cicatriz responde:
-Quiero llevarte a un sitio donde siempre es medianoche y los lirios negros brillan bajo una luna sangrienta.
Sera niega con la cabeza y da un paso hacia atrás temblando. La criatura del rsotro deformado estira una mano, la mano más grande que jamás ha visto el niño; éste observa cómo el mosntruo agarra a su hermana por la cara, y en ese momento siente una punzada en el corazón y se da cuenta de que esa criatura quiere hacerles daño. Pero él es incapaz de moverse lo más mínimo, ni siquiera puede levantar un dedo para conseguir que le dejen de temblar los labios.
El monstruo mueve la mano y el niño observa cómo la posa sobre la cabeza de su hermana. Marduke lo ve, sonríe co media boca y luego aprieta los dedos. Sera profiere unos gritos fuertes, largos y agonizantes que se adentran en las profundidades del bosque que los rodea. Cuando su cuerpo pierde toda rigidez, el monstruo con ambas manos y mantiene los ojos abiertos mirando fijamente. La criatura estira sus enormes brazos, lo que la hace parecer aún más grande a los ojos del niño, y lanza un rugido fortísimo que sacude los árboles hasta las raíces. Yel niño oye que con ese rugido pronuncia el nombre de su padre para que lo oiga todo el mundo, pero sus pensamientos se vuelven confusos a medida que el pánico se apodera de él.
El niño se ha acurrucado junto a su hermana y tiembla al comprobar el poder de las manos y el vozarrón áspero del gigante. Contempla a Sera, que no para de retorcerse y de gemir a sus pies, pero como siente la mirada del monstruo levanta la vista. La criatura lo mira fijamente y esboza lentamente una sonrisa espantosa. El monstruo desaparece tan repentinamente como ha aparecido, sin decir una palabra, y el niño se queda observando un espacio vacío.
Sera sisea algo y agarra a su hermano del tobillo con una mano débil.
Liberado del ambrujo de la ciratura, el niño abraza a su hermana y mece sus rizos negros contra su pecho.
-¿Quién era, Sera?¿Qué ocurre?¿Qué te pasa?- Ella intenta hablar, pero le sale un hilo de sangre de la boca. Él se austa mucho-. ¡Sera!
Sera grita de nuevo y empeiza a sangrar por los ojos y las orejas. El niño se desespera, no deja de temblar, de inclinarse hacia delante y hacia atrás. Las lágrimas empiezan a formar un camino sinuoso por su cara. Trata de levantarse para buscar ayuda, pero Sera le agarra del tobillo con más fuerza. Sus ojos han perdido parte de su intenso color.
-Espera- le dice con gran esfuerzo; y mientras él se agacha para acercarse a su boca, ella susurra sus últimas palabras-. Recuerda el nombre.
-¿El nombre de la criatura?- le pregunta el niño, que levanta la vista como si aquella palabra tan extraña siguiera flotando en la neblina que tiene ante él.
Sin embargo, lo único que ve es una escuálida planta verde que se ha marchitado y cuyos pétalos negros caen lentamente al suelo.
El niño grita con el corazón lleno de dolor.
El grito del niño es lo que al final te despierta. Tus hombros desnudos están empapados de sudor, lo que te hace temblar de frío en el aire gélido de la noche. Te envuelves con el edredón mientras empiezas a ver claramente tu habitación y te desciende el ritmo cardíaco. Una extraña sensación de alivio se apodera de ti mientras poco a poco entiendes lo ocurrido: el sueño se ha acabado y por fin te has despertado de otra de tus recurrentes pesadillas, que parecen casi reales.