Partida Rol por web

Aelloth rechazó el ofrecimiento de vino con la mano, y se quedó de pie. -Saludos, Lugarteniente Khôradur. Senescal Curudae, dijo haciendo una leve reverencia a cada uno de los dos interlocutores. -Los demás me dan igual, añadió sin mirar atrás, a su izquierda, donde estaban Walec y Denelloth.

Estaba algo tenso aún, como queriendo decir algo más. Pero prefirió guardar silencio. -¿Qué nuevas tenéis entonces? Tiempo hace que no informo al Hir Echorion, que sin duda estará ansioso por saber de mi paradero, y comprobar mi buena salud.

Arkyn se relajó, pensativo, intentando alejar sus pensamientos del horror que había visto en la antigua granja pero era imposible. Divagó acerca de lo que podían estar haciendo esos orcos tan cerca de la aldea. Debía de ser un núcleo muy unido para haber pasado desapercibidos hasta estar tan dentro de Cardolan.

No sabía cuánto tiempo había pasado pero el agua ya estaba tibia cuando decidió ir a buscarla. Habían pasado muchos días y, aunque sabía que era muy difícil que Caäniza se hubiera fijado en él, no podía dejar de pensar en ella. Como bien había recordado hace unos momentos, Sil Auresse era el lugar de las segundas oportunidades. Quizás tuviera la suya aquí.

Salió de la bañera y se secó mientras se ponía una de sus mudas limpias. Mandaría a alguien para que mientras lavara su ropa de diario. Se abrochó la capa de retales y se ciñó el laúd al hombro. Las yemas de los dedos le escocían, ansiosas por volver a tocar sus cuerdas en el vibrante ambiente de una taberna por la tarde, pero primero tenía que verla y comprobar que estaba bien, que era feliz en la aldea.

Y con ese pensamiento salió de la habitación rumbo a la Academia.

Las palabras de Aelloth no me gustan nada y así lo refleja mi rostro, que se vuelve serio y enfadado.

-Pueden darte igual, pero todos los aquí presentes, independientemente de su rango, son tan respetables como Curudae o yo mismo, o incluso tú, que ahora eres nuestro prisionero por espía, algo que esperamos que pueda cambiar con el tiempo. Te enviaremos de vuelta con tu señor, de nuevo, y si no hubiese sido por tu captura por los orcos ya estarías con él y posiblemente esta situación tan desagradable se hubiese resuelto de forma satisfactoria para ambas partes. Pero sobre tu señor y los motivos que tuvo para enviarte a espiarnos lo volveremos a tocar más adelante, otro asunto nos preocupa más, y es algo que puede interesar también a tu señor, ya que puede afectarle directamente a la larga.

Me callo unos segundos mientras contemplo el rostro de Aelloth, esperando una reacción por su parte a mis últimas palabras

-Has sido convocado para hablar precisamente sobre tu cautiverio con los orcos. ¿Que puedes decirnos sobre ellos?, ¿dónde te capturaron?, ¿cuantos eran y quien los lideraba?, ¿otro orco o un líder de otra especie?

Girion entró tras Norion en el taller de Adhellin. Permaneció callado escuchando lo que se tenían que decir, de hecho lo esperaba con cierta ansia pues parecía que era importante.

Pero algo cambió el centro de interés del joven dunadan. De la parte de arriba bajaron dos chicas ligeras de ropa. Girion reconoció a una de ellas, era Lairin, una de las camareras, bastante guapa por cierto. Este detalle no se le escapó a Girion, quien miró los restros de los tres para ver sus expresiones al ser vistos juntos.

Aelloth estuvo a punto de replicarle a Khôradur, pero se mordió la lengua. No hubo mentira en las palabras del Lugarteniente, ni era conveniente aumentar la hostilidad. No obstante, su voz seguía tensa y su mirada desafiante al dirigirse al Lugarteniente umbareano: -No fue mi intención menospreciar a los demás presentes, se merecen el mismo respeto que vos, no me cabe duda. Puede que más, ya que no recuerdo haberles visto al frente de una banda de corsarios en la Batalla de Metraith. Mas mi señor  Echorion cree que el destino nos llevará a luchar contra un mismo enemigo, así que hemos de mirar hacia delante.

A continuación relató su cautiverio con los orcos. Sin darse cuenta, Aelloth se frotaba las muñecas, como recordango los grilletes. -Fue un grupo organizado, de eso no hay duda. Varios uruk, y bien equipados. En total eran más de veinte en el escondite, pero a mí me capturaron en el camino. Fueron cinco, entre ellos los dos jinetes de huargo. El escondite está bastante al sur de aquí, a dos días más o menos, a caballo. Una casa en ruinas. Pero parecía ser más bien un puesto de avanzadilla. Recibían órdenes de otro lado. Y tenían un estandarte. Una imagen de un enano desmembrado. Los orcos de Skator-Vok-Koptog se hacían llamar. Y había también dos trols de las cavernas, encadenados y hambrientos. Y en el sótano, donde estuve prisionero, guardaban provisiones, y sobre todo almacenaban cajas de equipo, armas, y otras cosas para ser transportados a su base o a otros sitios. No quedó nadie con vida cuando fui liberado, ni vi a ninguno que no fuera orco. Pero recibían órdenes de varios sitios, y se referían a sus amos en términos que me hacen sospechar que no eran orcos.

Al escuchar las palabras de Aelloth mi rostro se queda serio mientras mis ojos reflejan la cólera que sus palabras me producen. Antes de que prosiga me levanto, me acerco hacia él y le interrumpo

-Está claro que la diplomacia no es lo tuyo, y más teniendo en cuenta que no vigilas tu lengua en una situación adversa. Es cierto que mi pasado me delata, pero también soy un soldado y en aquella ocasión serví en el bando que serví. No tengo que dar explicaciones a nadie y menos a alguien que abusó de nuestra hospitalidad para infiltrarse. Haces bien en no olvidar el pasado, pero ahora estás en el presente y yo, independientemente de mi pasado, soy el lugarteniente de Sil Auressë, no lo olvides soldado. -Me quedo callado un instante- Prosigue tu relato.

Escucho atentamente las palabras de Aelloth y no puedo evitar mirar a Denelloth y a Curudae cuando nombra la tribu orca que le mantuvo prisionero

-¿Has dicho Skator-Vok-Koptog?, S, V, K....interesante -miro de nuevo a Denelloth y a Curudae buscando una reacción por parte de ellos.- Afirmas que recibían órdenes y que sospechas que procedían de alguien que no era orco, ¿escuchaste algún nombre?, ¿hicieron mención a algún lugar dónde pudiese estar su base o algún lugar que para ellos pudiese ser significativo?, ¿hablaron de sus posibles planes?

La significativa mirada de Khôradur no pasa desapaercibida al montaraz, que se limita a cambiar levemente de postura. S V K; el Lugarteniente ha demostrado ser un hombre perspicaz; el acrónimo había pasado por alto a Denelloth. Sin duda, ya está atando cabos sobre la relación entre nuestro problema y las informaciones del espía, que pueden ser preciosas. Veremos a dónde nos lleva todo esto.
 

El rostro de su amigo no denotaba alegría, por el contrario, la salida de las dos chicas dejó claro lo inoportuno de la visita, aún así hizo caso omiso a ambas, hacía rato que había perdido las esperanzas de estar con una mujer, por sus votos y por su cojera, así que solía ignorarlas para hacer mas llevadera su pesada existencia.

Entró sin contestar, con el semblante endurecido, y recién cuando Girión ingresó a la casa y estaban solos los tres, cerró la puerta tras él y habló con firmeza - Lo es, mas que importante me atrevería a decir. Necesito una copia del libro de la dama en el que estuve trabajando. Como imaginarás, si te pido ese libro es porque es algo serio. No importa el estado en el que esté, puedes darmelo sin encuadernar, hay algunas páginas que debo consultar pero el tiempo se me escapa de las manos, me temo que no podré leerlo ahora sino durante el viaje, esta noche debo partir a pedido de Koradhur - La mirada imperturbable y sostenida estaba clavada en el artista, sus ojos eran apenas perceptibles debajo de la oscura capucha que cubría su pálida cara.  

Adhellin se debatía entre la promesa dada a la Dama Ayla, y las palabras de su amigo Norión. Parecía un asunto de máxima importancia. Se frotaba la cara para quitar el sueño que aún se resistía a abandonar su cuerpo, y se sirvió un vaso de vaso. Ofreció la jarra a Girion y le contestó a Norión: –Me estás pidiendo que te deje el manuscrito original, el documento maestro. Tiene los originales de mis ilustraciones, muchas de las hojas escritas por la Dama en persona, mezcladas con las que ya he terminado de repasar. Soy consciente de que tú más que nadie sabe apreciar el valor de ese tomo, así que dejaré que te lo lleves.

El rostro del artista se volvió serio: -No te haré más preguntas, pero jurarás por el mismo Guardián de los Muertos que no regresarás a Sil Auressë sin ese libro. Y más te vale regresar, amigo, añadió finalmente intentando relajar el ambiente algo sombrío. La fiesta de la noche anterior era ya tan sólo un recuerdo. La sombra de una amenaza oscura y desconocida estaba cada vez más presente.

Norión tomó con sus manos el manuscrito, el papel gastado, añejado por el uso y el estudio, cubierto de la insuperable desprolijidad de la inspiración, eso que tenía en sus manos una vez mas era oro del mas puro, conocimiento sagrado que provenía de los antiguos templos de los Elfos en el norte, conocimiento prohibido para los mortales que no debía divulgarse. Una vez mas los valar ponían sobre él una pesada carga, y una vez mas el aceptaba llevarla. 

- No me separaré de estos escritos mientras dure mi vida, y tranquilo, conozco a la muerte muy bien y creeme que no quiere estar conmigo- dice con la voz ronca, entrecortada, con la mirada centrada en las notas de la hechicera. 

Casi sin mediar tiempo, guarda los papeles y abre la puerta presto a retirarse, no tenía tiempo, debía releer los pergaminos antes de partir y quería hacerlo en su rincón de la academia. - No olvidaré lo que has hecho, me has confiado tu vida entera en esto- y asintiendo con un gesto tosco que intentó ser amable se retiró. 

Norión permaneció callado en todo momento sin expresar ningún sentimiento en su cara o cuerpo. Escuchó todo lo que los contertulios debatían y se pedían como si no fuera con él o como si él ya supiera a qué venían.

Estaba acostumbrado a este tipo cosas en las duras negociaciones que su padre llevaba a cabo en su despacho del palacio en Tarbad y aprendió que el silencio en estos casos era mucho más valioso que cualquier palabra sin sentido.

Sin embrago aprovechó para mirar la habitación, discretamente sin llamar la atención, y ver que le llamaba la atención de la misma.

Norión guardó el pesado y valioso tomo en un zurrón de cuero, con sumo cuidado. Sin perder más tiempo, quiso salir del taller de Adhellin. Se dirigía de nuevo a la Academia. El tiempo apremiaba, y tenía que subir hasta la Academia para echar un último vistazo a sus apuntes.

Mientras tanto, Girion observaba el taller del artista. Alguna vez lo había visitado cuando la Academia aún estaba abajo en la aldea. Los alumnos solían trabajar en las mesas que había junto a las ventanas, donde había luz natural. Encuadernaban, dibujaban y copiaban bajo ala atenta mirada de Adhellin. El talento de Adhellin no se limitaba a la pintura, también escribía poemas y poseía una gran capacidad para plasmar en papel las formas que veía. Un talento que le había servido para trabajar para distintas facciones en las guerras de Cardolan. Los planos de los castillos, los esquemas y los dibujos para fabricar máquinas de asedio, y los mapas no tenían secretos para él. Aún así, en Tharbad su fama tenía que ver más con la noche, las fiestas, y las mujeres. Vivía la vida con pasión, y de alguna forma, igual que otros tantos, había encontrado su lugar en Sil Auressë.

Girion acompaña a Norión hasta la Academia, donde el erudito repasa a toda prisa algunos libros y escritos mientras el joven recoge sus cosas y su fiel caballo del establo. Ya es casi de noche cuando bajan al punto de encuentro para partir con el grupo explorador de Denelloth.

Curudae observaba en silencio, pero se inclinó hacia delante para no perder detalle. Buscaba con la mirada a Khôradur.

Poco a poco, las piezas encajan.

Pero no le gustaba el dibujo que se estaba formando con las piezas

-Me dio la sensación de que los amos que les enviaban órdenes a los orcos fueran... no sé, hombres quizá. No pude oír mucho, pero parece que les llamaban por un nombre que era como el título. Y las órdenes llegaban por carta que leía el líder de la banda, un uruk. Era de los pocos que podía entender las letras.

Aelloth se queda pensando, tratando de recordar. -En una ocasión, presencié como dos de los orcos de mayor grado discutían, y movían los brazos para indicar algo de uno de los amos y luego el otro del otro, y sus garras apuntaban a direcciones diferentes. Como si uno estuviera en el oeste y el otro en el este. Los orcos formaban parte de una tribu que ha hecho su base en los complejos de cavernas de Minhiriath, pero creo que era algo temporal.

Miro a Curudae y a Denelloth antes de volver a dirigirme a Aelloth

-Lo que dices es preocupante, Aelloth....dos amos....-cojo un mapa y lo estudio durante unos segundos antes de mostrárselo a Aelloth- la cavernas de Minhiriath...cerca de Creg Dûrga, ¿verdad? ¿podrías situar en el mapa la zona donde estuviste preso? (1). Hablas de un amo al este....y otro al oeste...¿pero quien?.....

Durante un minuto guardo silencio estudiando el mapa.

-Otra cosa Aelloth...-alzo la cabeza y le miro a los ojos- ¿por casualidad escuchaste el nombre de Khathog o Gothdush durante tu cautiverio?

El dedo de Aelloth enseña un punto a unas treinta millas al sur-suroeste de la granja arrasada. Al oeste del camposanto de Creb Durga, al norte del corazón de Minhiriath, lugar de los complejos subterráneos de roca caliza que sirvieron de base para las huestes del Señor de la Guerra.

Al oír la pregunta de Khôradur, se le queda la boca abierta. -¿C-Cómo lo has sabido? Ése fue el nombre que escuché. Sí. Estoy seguro. No lo recordaba hasta escucharlo de tus labios. Khathog. Era el "Gothdush del este".

Sonrío al ver la reacción de Aelloth, pero no respondo a sus preguntas

El Gostdush del Este....¿quien será el Gostdush del Oeste?, ¿donde estarán ambos?, ¿que planean? me pregunto en silencio mientras observo el mapa de Cardolan y voy cavilando sobre la información que poseemos. Miro a Denelloth y a Curudae y vuelvo la vista de nuevo al mapa. -Las piezas se despliegan, aparecen de nuevas y poco a poco se está formando un cerco entorno a Sil Auressë -miro a Aelloth-. Tal vez sea hora de retomar viejos planes de amistad y alianza.

-Si Curudae y Denelloth no tienen más preguntas, puedes retirarte. No te pongas muy cómodo, tal vez volvamos a reclamarte en breve.....antes de volver a tu celda, una última cosa, ¿por qué estaba interesado tu señor en espiarnos?

Curudae negó con la cabeza. No tenía más preguntas que hacerle a Aelloth, aunque escuchó con sumo interés la respuesta de Aelloth sobre la pregunta de Khôradur.