Partida Rol por web

Seis huargos se agruparon para cargar contra los valientes defensores de Sil Auressë. Las lanzas apuntaron desafiantes a los depredadores, la formación cerrada y la moral alta por las palabras de aliento del Lugarteniente.

¡que sepan que aquí no hay sitio para ellas, sólo su muerte y sufrimiento! ¡Confío en vosotros, porque sé que no fallaréis a los vuestros! ¡Por Sil Auressë!

Era el momento de la verdad. Los huargos galoparon hacia ellos, y comenzó la batalla. Detrás de ellos, había otra pelea por salvar a la niña. Pero ninguno apartó la vista de los lobos que cargaron contra ellos. Todos eran conscientes de que cada lancero tenía en sus manos la vida del compañero a su lado. La formación de seis milicianos la cerraba un soldado más experimentado en cada punta.

Khôradur los dirigía desde atrás, retrasando a sus hombres de la parte central para que la cuña de los huargos fuera primero detenida y después masacrada por los golpes desde ambos flancos. La maniobra salió tal y como habían entrenado, y los huargos se quedaron atrapados.

Ya en la meleé, la lucha seguía…

Los arqueros en lo alto de la muralla no tenían ángulo para disparar al huargo que luchaba con Leaniach. Pero vieron cómo desde el oeste se acercaban más criaturas aladas. Murciélagos volando a plena luz del día, seis o siete pero separadas entre sí. Dudaron entre seguir disparando a los huargos de ese lado, apoyar a sus compañeros lanceros... Pero optaron por derribar a alguna de esas abdominaciones.

Dos flechas dieron en el blanco, y el arquero logró derribar a uno con el segundo disparo. Varios murciélagos cargaron contra los arqueros en las murallas, tratando de tirarlos. Aunque no lograron hacer más que rasguños, evitaban que sigueran hostigando a los huargos.

El huargo parecía estar desesperado por alcanzar a Sir. Con rabia se abalanzó contra Leaniach, empujando al caballero contra el muro, y sus garras buscaron a Sir.

La flecha de Caäniza falló el blanco, y ella se acercó con Denelloth y Russef.

Leaniach le golpeó antes, pero aunque su espada impactó, el daño no fue mayor. Era como si el huargo estuviera protegido por hechizos oscuros. Sus garras cortaron músculos y tendones de la delicada pierna de Sir, y la bestia y la niña ambas cayeron desde el caballo hasta el suelo, quedándose atrapados entre el muro y la montura.

El último en disparar fue Denelloth, pero su flecha tampoco pudo encontrar el blanco en medio del caos.

Lo último que el instinto le pedía a Denelloth era acercarse a aquella horrenda bestia. Pero al verle arrebatar a Leaniach de los brazos el cuerpo de Sir no pudo contenerse. Desenvainó trabajosamente espada y escudo y lanzó un grito que más pareció un quejido.

Faltaba el otro jinete por atacar. Había estado esperando su momento para poder hacer una carga, pero cuando vio caer al lobo con la niña, el soldado se apresuró con su caballo y se puso junto al de Leaniach y atacó con la lanza a la bestia. Le hirió en la pata trasera, y logró apartarlo un poco de Sir.

A su lado llegó Denelloth con la espada desenvainada y se unió al combate.

A su espalda Khôradur escuchaba el ruido de la lucha, por un instante giró la cabeza para ver lo que pasaba, y el corazón le dio un vuelvo al ver como el maldito huargo arrancaba a Sir de las manos de Leniach, poco faltó para que abandonase su posición, pero los años de entrenamiento marcial y servicio en el ejército le ayudaron a mantenerse firme en este momento de necesidad. Pero al ver que Denelloth se encontraba allí y que el segundo jinete acudía en su ayuda, se tranquilizó, pero aún así, su sangre hervía y apretó los dientes con rabia, por la furia y la impotencia de no poder hacer nada por la niña y sus compañeros, salvo impedir que los huargos cruzasen ese muro de lanzas.

-¡Adelante!, ¡que se enteren como se las gastan los soldados de Sil Auressë!

Khôradur empuñaba con fuerza su arma, listo para usarla. Atacaría al primer huargo que rompiese el muro de sus soldados, o si veía que alguno de ellos podría verse superado.

No cederemos terreno, hoy no

Esperaba que lincharan al osado animal, y como si presintiera que así estaba a punto de suceder, ignoró a aquel y agarro a Sir, su devil cuerpo desgarrado y sangrando, su inocencia, pensaba como podia ayudar y volvió a intentar que la poca vida que residiera en ella no se fuera.

El feroz huargo se revolvía entre el caballo y el muro cuando notó cómo el dúnadan le atacó con su espada. En algún lugar de su oscura alma, se despertó una furia heredada de sus ancestros de las tierras de Angmar… Se desentendió de la niña, y trató de morder al montaraz pero su armadura absorbió el impacto de sus fauces.

Y así se quedaron encarados Denelloth y el lobo.

El sargento golpeó el costado del lobo, empujándolo hacia el muro y dejando al animal aturdido. -¡¡Muere, maldita bestia!!, gritó con lágrimas en sus ojos. Había vuelto a fallar, y el huargo le había hecho aún más daño a la pobre niña.

Por el otro lado llegó Caäniza y se arrodilló junto a Sir. Puso su cabeza con cuidado encima de un abrigo, y trató de ver si había algo que podía hacer para mantenerla con vida.

Los ojos de la niña estaba semiabiertos, y se movían sin parar. Su cuerpo convulsionaba cada pocos segundos, y respiraba con dificultad.

Mientras tanto, Russef a duras penas se mantenía en pie. Llegó de milagro hasta el comienzo del puente, y se agarró al poste, agotado.

De repente, su boca murmuró una palabra. Una y otra vez... Como llamando a alguien...

-B-Ben... Ben....

-¡Sácala de aquí, Caäniza, guárdala en seguro!

Denelloth encajó como pudo la arremetida de la bestia, y flaqueaba. Le resultaba imposible seguir conteniendo al huargo, pero no podía hacer otra cosa que sacar su escudo e intentar detenerlo. Confió en Leaniach y en el otro soldado montado, y en los arqueros sobre él. Entonces vio al lobo aturdido por el ataque de Leaniach, y se lanzó a por el animal mientras se parapetaba tras el escudo, intentando amparar a Caäniza y a Sir. Con suerte podrían culminar con éxito aquella agónica retirada.

Caäniza aún no podía mover a Sir. No con el feroz combate a su alrededor, no mientras ella estuviera en estado crítico. La curandera se concentró en ella, tratando de tranquilizarla, de calmarla. Y detener la hemorragia invisible que amenazaba con llevarse la vida de la pobre. La palidez de su rostro, y otros signos le hacían temer lo peor. Pero la niña era fuerte. Más fuerte de lo que la gente se pensaba. Más allá de toda esperanza y razón, el espíritu de la niña se aferraba a este mundo, a la vida. Convulsionaba, apretaba los puños de sus pequeñas manos dejando blancos los nudillos, sus ojos estaban entreabiertos pero solamente se veía el blanco… Había sangre en su boca, en su nariz… Respiraba con dificultad. Pero se aferraba la vida.

Denelloth sacó su escudo y se interpuso entre el lobo y las dos. Entonces vio que el lobo estaba aturdido por el anterior golpe de Leaniach, y atacó con fuerza hiriendo al animal en la pierna y dejándolo aturdido y arrinconado. A su lado, Leaniach le golpeó también, y montado en su caballo, el jinete atacó con su lanza. Fue éste último quien por fin atravesó el duro cráneo de la bestia, acabando así con su vida y el combate.

El montaraz sintió el alivio de haber acabado con tan feroz enemigo. Y algo más. Una sensación cálida en su pierna, y luego un frío que se apoderaba de su cuerpo. La herida se había abierto, y al dar un paso hacia Caäniza, su bota dejó una mancha de sangre. Todo daba vueltas, y tuvo que soltar el escudo. Vio por última vez el huargo… y entonces, el cadáver del monstruo se desvaneció...

Por el puente, llegaron nuevos soldados y uno acompañó a Russef a ayudar a trasladar a Sir.

Denelloth se sentía mareado y enfermo. Se tambaleó, y ni siquiera le extrañó, en su estado de comprometida lucidez, que el cadáver del huargo desapareciese. Se apoyó contra el muro del castillo para no caerse, y se dejó resbalar hasta el suelo, con la pierna estirada, apretándose la herida, pálido, la espada caída a un lado.

Miró con los ojos algo vidriosos a los soldados que salían en ayuda de todos ellos. Apenas oía el clamor del combate que mantenían los valietes hombres y lo que se gritaba a su alrededor...

A duras penas me mantengo de pie, echando un ojo a esas bestias sin poder colaborar en la defensa debido a mi lamentable estado.

Con gran pesar miré a la pobre niña que seguía inconsciente. Esperaba que viviera, despues de todos los intentos por salvarla de la oscuridad.

Khôradur no pierde de vista la escena que tiene delante de sus ojos, pero es consciente de la lucha que se desarrolla a sus espaldas, por lo que mira brevemente hacia atrás, para contemplar como Denelloth y Leniach acaban con la terrible bestia, antes de que ésta, muerta, desaparezca ante sus ojos y Denelloth caiga por las heridas y la lucha

Esa bestia debía tener algún poder maligno, no era una bestia normal y Denelloth, el pobre no ha podido más

Con alegría contempla como un grupo de soldados acuden desde el castillo a ayudar a los heridos, por lo que se concentra en la lucha que se desarrolla delante de él

-¡Los nuestros han acabado con la bestia que les perseguía y más soldados acuden en su ayuda, pero aún siguen en peligro! ¡libremos a nuestros amigos y a la Tierra Media de esas criaturas malignas!, ¡POR SIL AURESSË, POR NUESTROS AMIGOS! ¡CARGAAAAAAAAAAR!