Iach Sarn, verano 1644 Tercera Edad

-Se escuchan vagos aullidos, susurros que trae el viento, pero a juzgar por su tibieza no sé si son de cachorros o ancianos moribundos. Yo he conocido solo a un lobo, a Thelran, hijo de Haldor, y él me enseño su lenguaje.

- Éste es el idioma de los lobos, no heroicas palabras en una mesa de taberna sino el filo de los colmillos sobre la carne de su enemigo en la soledad del bosque, no hay comodidades para un lobo, ni gloria, ni descanso, no es eso lo que busca, sino la gratitud de dar su vida para proteger a su manada.

El cazador terminó de afilar la espada mientras recordaba las palabras que había pronunciado Theon meses atrás en Fornost Erain. Buscaba gente para un cometido. Hombres capaces de arriesgar su vida por un ideal, desde las sombras, sin reconocimiento ni gloria. Buscaba Lobos.

-Eh, Aaren, toma la piedra, le dijo a su compañero que acababa entrar en la caballeriza del fuerte del Vado de Sarn. Habían hecho juntos un largo camino hasta este puesto para ponerse a las órdenes del Comandante Minastir. Un grupo de cinco, liderado por Theon. Los otros dos eran dos cachorros, hermanos de padre. Pero pronto se había formado una complicidad entre Theon, Aaren y Âbel. Se habían enfrentado a varios peligros en el camino, y después habían pasado por un duro entrenamiento. Minastir era exigente, y necesitaba hombres capaces de actuar sin apoyo de Arthedain, en misiones al otro lado del río Baranduin en el territorio cardolanii.

-Luego repasamos las monturas, Theon, le confirmó al hombre a quien había aprendido a respetar. No era un oficial como los que había conocido anteriormente, y además tenían que llevar cuidado a no dar pistas de una jerarquía militar ante los desconocidos. Fuera de este campamento, eran simplemente un grupo de compañeros en busca de ofrecer su espada al mejor postor.

Theon comprobaba las anillas de su cota de malla que había pasado por el coracero. Le habían convocado a una reunión con el comandante Minastir. Al parecer, había llegado la hora de poner a prueba esta pequeña unidad…

Acababa de entrar en las caballerizas cuando Abêl me arrojó la piedra de afilar por enésima vez aquella tarde.

Se trataba de una pequeña chanza entre los dos, que por alguna razón agradaba sobremanera al Viejo Lobo.

Obviamente mis armas contundentes no requerían los mismos cuidados que el filo de su espada. Aunque cada cierto tiempo debía dejarla en la casa de algún herrero para darle un tratamiento adecuado.
Las púas de mi maza estaban demasiado delgadas y próximas, y mi martillo no tenia cabezal, sino que se trataba de un solido bloque de mármol engarzado al final de un formidable mango de madera de roble, tratada con aceites vegetales. Unos remaches metálicos aseguraban la pieza a la base del mango.
La vieja piedra de afilar, no tenia cabida entre mis cosas.

Empecé a preparar mis cosas. Tal vez debería incluir algunas herramientas para mantener en buena forma mi equipo.
Después de todo, no sabía cuanto tiempo nos demoraríamos en Cardolan.

Sonreí ante la broma de Abêl y seguí adelante con mis obligaciones.

Varios días habían compartido en el trayecto desde Fornost hasta el Vado de Sarm, y no había faltado oportunidad para probar el valor de mazas y espadas durante la travesía. Eran tiempos peligrosos para viajeros desatentos o mal protegidos, pero este no era el caso. Abel era un guerrero fuerte y tenaz, con gran convicción, y sus cachorros aprendían de él rápidamente, en cuanto a su amigo Aaren, se movía siempre como si ya hubiese estado allí, nada lo sorprendía y estaba un paso adelante de todo lo que les acontecía, en cada acto demostraba que había ganado una experiencia invaluable en sus viajes por la tierra media.

- Hace ya unos meses que no pasaba por el Vado, es uno de los puentes para cruzar el río Barnaduin, y el mas directo si se quiere ir a Metriath o a Tharbad. Han estado aquí antes?- preguntó al grupo mientras acomodaba su espada ancha que acababa de afilar. Con eso solo restaba revisar su montura, algunos ajustes iba a requerir tras el viaje, así como sujetar nuevamente su lanza.

- Pronto daremos los primeros pasos en Cardolan, tendremos que ser prudentes y unidos, queremos ayudarles pero ellos no lo saben, y mas de uno no quiere ser ayudado - tenía muy presente al ejercito del Hir de Girithlin al sur de la frontera con Athedain, y no iba a ser el quien le diera una excusa para quebrar la paz - El águila será nuestros ojos y oídos, los lobos serán nuestros garras y dientes, y vuestro león elegirá el rumbo y rugirá cuando lo crea correcto, y será sigiloso de otro modo. Es un gran equipo, confío en usedes - les dijo mirando a cada uno cuando terminó de ajustar su caballo junto a Abel.

Lo inquietaba el encuentro con Minastir, no sabía con que se encontraría, no hacía muchos meses que había servido en Metraith, pero el mundo estaba cambiando y no sabía si las noticias eran alentadoras o terribles. Aún así su semblante estaba igual que en la taberna y en el viaje, sea lo que sea que pasara por su cabeza, quedaba dentro de él.

No, nunca he estado en tales lugares antes. He oído hablar antes de Tharbad, pero desconozco por completo Metriath y los caminos que allí llevan..respondí con cierta curiosidad.

Había disfrutado en la medida de lo posible la larga travesía hasta el vado.

Los hombres que Theon había seleccionado se habían mostrado valiosos y de buen animo. Y si bien por mi naturaleza solitaria no solía mezclarme demasiado en sus conversaciones, disfrutaba de su compañía y ocurrencias.

Reía con ellos entorno a las hogueras y juntos compartíamos cerveza e inquietudes en las frías noches de eriador.

En cierto modo era feliz como lo había sido en mis años al pie de las montañas, o en los lejanos recuerdos de mi niñez tanto tiempo atrás...

Desconocía gran parte de los grandes planes que Theon tenia para nosotros, y aunque a grandes trazos sabía a que habíamos ido hasta allí, poco era lo que me habían contado sobre el Comandante Minastir, o las grandes Urbes mas allá del Baranduín. Siempre había pensado que la palabra de Theon era todo cuanto necesitaba para mellar mis armas por su causa. Pero con el paso de los días una inquietud oculta crecía en mi, y ardía en ansias por conocer nuevas cosas sobre aquel mundo que se había abierto ante mis ojos y los asuntos que tan insólitamente habían propiciado la unión de los Hombres de Arthedaín y Cardolan.

...tal vez podamos aprender algo sobre todo estos días. Termine al fin en una pregunta velada.

Me preguntaba si Theon tendría a bien contarnos algo más sobre aquellas tierras y sus gentes, así como de los asuntos que allí nos arrastraban.

Mientras hablaba, hacia recuento mental de aquellas cosas que no debía olvidar. Hierbas, cordaje, material para trampas, aceites vegetales...siempre terminaba olvidando algo, y no esperaba que esta vez fuese distinta.

Theon terminó de acomodar sus pertenencias y acariciaba su caballo con solemnidad, era una criatura de hermoso pelaje y buen porte, que le había sido fiel desde que lo montó por primera vez, era probablemente lo mas valioso que llevaba consigo, y no solo en monedas de plata sino en vivencias compartidas. Sus compañeros parecían haber terminado también, había en el aire una quietud que no sabía si era genuina o si precedía a una gran tormenta. Disfrutó ese silencio por unos cuantos minutos sin pensar en lo que vendría después, a veces la naturaleza era un refugio para sus propias incertidumbres.

Luego se acercó a Aaren, que había resultado ser un buen compañero y le dio una palmada en la espalda - Aprenderemos mucho juntos, no tengo dudas!- el explorador tenía un instinto natural que admiraba, pero desconocía completamente la política de Arthedain y Cardolan, para lo cual Theon se había preparado toda su vida. Eran sin duda un buen equipo, y pronto se pondrían a prueba -Oye, se me dijo que la paga es buena, así que ganaremos algunas monedas de plata que no nos vendrán nada mal. Ahora me juntaré con el Comandante, a mi regreso os pongo al tanto de como seguimos- 

Caminó a paso lento hacia la guarnición, solitario y firme a la vez, dispuesto a escuchar las directivas del hijo del Rey.

Theon se alejó a paso decidido de los establos en dirección a la fortaleza, pasando de largo el campo de entrenamiento donde habían pasado jornadas interminables. Se encontraban en el lugar estratégico donde el Río Baranduin dejaba por última vez el accidentado límite de la meseta de Eriador, y extendía sus aguas por una amplia plataforma de caliza desmenuzada. Allí, cualquiera con un calzado adecuado y nervios de acero podía vadear la imponente corriente y cruzar de Arthedain a Cardolan. Era el Iach Sarn, conocido como el “Vado de Piedra”. Allí, el Camino Rojo, el viejo camino real, cruzaba el Baranduin por el vado en su camino hasta las Montañas Azules y Lindon desde Tharbad.

La robusta fortaleza de granito se asentaba unos cientos de metros al norte del vado, sobre una pequeña loma que dominaba el pavimentado camino rojo. Soldados de Arthedain ataviados de negro caminaban por sus murallas, y el estandarte del príncipe ondeaba sobre ellos. Alrededor de la base de la colina se apiñaban las cabañas de una pequeña aldea.

Minastir le invitó a sentarse a Theon, y le ofreció una copa de vino. Se encontraban a solas en el pequeño cuarto desde donde organizaba a sus tropas el Comandante. El mobiliario era sencillo, sin distracciones. Salvo una pequeña mesa auxiliar con cartas de una partida de estrategia que al parecer estaba a medias.

-No hemos tenido mucha ocasión de hablar, Theon, comenzó Minastir. No le gustaban los discursos largos. Acarició su bigote, tan atípico de los señores dúnedain, y miró un instante por la ventana hacia el este. Luego siguió: -Al otro lado del río está Cardolan. Nos necesitan, pero no podemos ayudar. De momento.

Todo eso ya lo sabían, pero no estaba de más repetirlo. Había que andar con cuidado, incluso en una reunión informal y privada. Minastir era una de las pocas personas que conocía la historia de Theon, lo que tal tez vez facilitaba las cosas. -¿Está tu unidad lista para partir? Necesitamos saber qué está sucediendo ... en los alrededores, dijo haciendo un gesto vago hacia el reino perdido pero sin que fuera demasiado evidente. Luego fijó su mirada en Theon. –Me ha llegado una nueva. El Príncipe Desterrado está convocando a su ejército, dicen que pronto dejará las tierras cercanas a Metraith. Mis asesores dicen que es precipitado, pero a veces en las guerras hay que arriesgar. El “Hir Rochon”, así le llaman sus hombres. ¿Qué te parece?

El comandante lo había recibido mejor de lo que había esperado, conocía poco a ese hombre y estaba preparado para un trato menos cordial. Compartió la copa de vino y escuchó sus comentarios con suma atención. Era uno de los hijos del rey y el hecho de que ese hombre depositara su confianza en él era algo que Theon se tomaba muy en serio. Eso no impedía que mantuviese en secreto los detalles políticos que su hermana tenía en mente y mas aún su amistad con el legítimo heredero Girithlin y futuro rey de Cardolan.

- Mis hombres están listos, están hechos de buena madera y saben moverse con discreción, tienen los ojos abiertos y la boca cerrada, además de brazos fuertes, así que no faltará mucho para que regrese con novedades, Comandante- confiaba en sus hombres, era consciente que su fortaleza residía en que ese grupo funcionase como un buen equipo, mas que en las propias habilidades que él podía tener.

- En cuanto al príncipe, apresurado sería que yo emitiese una opinión sin tener claro su propósito, que mueva las tropas era algo que tarde o temprano iba a pasar, pero hacia dónde y en que momento es algo mas interesante- posó su mirada sobre el juego de cartas de estrategia, observó la jugada y continuó - si siguen el camino hacia aquí será un problema para Arthedain, verdad? las tropas del Hir del sur estaban en la frontera hasta hace muy poco, enfrentarlas desde aquí es una posibilidad que el desterrado podría tomar aunque es peligrosa para nosotros... que viaje hacia el sur sería algo ventajoso para el príncipe, siempre que las tropas sigan en la frontera y no sean notificadas de sus movimientos- miró a los ojos a Minastir, el Rey Argeleb II había protegido al legítimo heredero pero no iba a participar en una guerra y Theon no estaba seguro que realmente fuese a tomar partido por ninguno de los postulantes al trono de Girithlin, sin embargo tal vez su hijo Minastir tenía otras intensiones - si le place, puedo hacerle llegar un mensaje vuestro con la mayor discreción y total seguridad de que no será adulterado ni oído por otra persona que no sea a quien usted quiera que lo comunique  - terminó la copa de vino y permaneció sentado con calma, era preferible moverse con naturalidad y paciencia con temas tan delicados.

Todavía restaría una buena caminata hasta Sil Auressê desde el Iach Sarn. Y una vez allí no sabíamos que nos depararía el futuro. Era el momento de preparar las viandas y aperos para la travesía. Era mi cometido en esta ocasión, yesperaba no dejar nada a la improvisación.

Theon tenia Caballo, pero el resto iríamos a pie, de modo que tardaríamos varios días en llegar.
Los hermanos podrían compartir una tienda, y Theon y el Lobo otra...yo prefería dormir al raso, así que no me importaba hacerlo en un saco en el suelo, o sobre una hamaca si el suelo estaba demasiado húmedo.
También necesitaríamos ropa de lluvia, pues los Reinos fragmentados se localizaban en una gran extensión de tierra flanqueada al este por las imponentes montañas nubladas. Y copiosas lluvias se vertían de las nubes que allí llegaban veloces desde el Gran mar en el Oeste, y que al no poder superar las altas cumbres de las Hithaeglir descargaban su humedad en los amplios valles de Eriador.

Tras seleccionar los aperos más necesarios y alguna que otra herramienta que consideré podría resultarnos útil, me despedí de los Chicos y fui a curiosear por los alrededores para hacer tiempo mientras esperábamos el regreso de Theon de su reunión con el comandante.

-Somos hombres de armas, Theon. Somos la espada sobre la que juramos lealtad,  la que empuñamos en la batalla, y con la que escribimos nuestro paso por este mundo, dijo de repente Minastir perdido en sus pensamientos. No era un hombre dado a reflexiones de este tipo, y tal vez fuera él mismo el que más se sorprendió de sus propias palabras.

-Arthedain no debe intervenir en las disputas internas de reinos amigos, y menos en una más que posible guerra civil de un principado. Tarde o temprano, el joven aspirante moverá ficha en el tablero. Y será hacia el sur. Ahora, si en esa disputa, uno de los bandos presentara una amenaza a los intereses de nuestro reino, o cometiera alguna imprudencia… ¿Quién sabe?

No se sentía cómodo con las medias palabras, con las insinuaciones. Había conocido a Echorion hace unos años, y le consideraba una alternativa a Hir Aervallon, con quien había tenido enfrentamientos públicos y notorios durante la campaña de los Señores Aliados.

-Ningún juramento te ata aquí, Theon. Podrás seguir las estrellas que más te iluminen, y buscar tu lugar en el tablero. Si tus pasos se cruzan con el Hir Rochon… dile que en esta época del año, los rojos pájaros cantores son especialmente bellos y merece la pena contemplaros.

Tomó un sorbo de vino mientras repasaba sus propias palabras torpes y obvias, sin ningún esfuerzo por revestir el mensaje cifrado de una charla intrascendente. Ni siquiera sabía si valía de algo. Pero quería dejar claro que Theon era libre de regresar o no, y que si se encontraba con Echorion, que le transmitiera que Minastir le deseaba lo mejor, que lamentaba no poder ayudar… Y ese mensaje que tal vez lo captara Echorion. Tal vez…

Dejó la copa en la mesa, y miró a Theon. Y sonrió.

-Así que tienes pensado salir con el garrote, ¿verdad? , preguntó Abêl retomando de nuevo su broma favorita. Sonrió algo nervioso. Estaban terminando de cargar el equipo al animal de carga que les acompañaría. Tiendas de campaña, antorchas, cuerda, estacas… El veterano soldado se había tomado la molestia de escoger piezas de aspecto antiguo y no uniformes, para no levantar sospechas. Una vez cruzado el vado, ya no serían soldados de Arthedain.

Si es que alguna vez lo habían sido…

-Vamos a ver al herbolario, dijo y le acompañó al joven a buscar algunas hierbas.

El herbolario no era otra cosa que un pequeño cuartucho de Madera cubierto de lonas que hacia las veces de invernadero improvisado.
Cuando nos acercábamos salió a nuestro encuentro un anciano de pelo cano que cojeaba y se apoyaba en un llamativo cayado de madera de almendro.

Nos recibió con gran entusiasmo y dedicación y nos condujo hasta un humilde repositorio en el interior de la choza.
Allí desplegó unas cuantas bolsas y trapos enrollados. Tenía una buena variedad de surtidos...la gran mayoría me eran ya conocidas, y aunque no muchas nos serían de utilidad, pude hacerme con unas cuantas hojas de interés para tratar quemaduras, fracturas y favorecer el sueño.

Sin duda alguna podría sacarnos de más de un aprieto.

Le hice un gesto a Abel para indicarle que habíamos terminado, y tras despedirnos del anciano regresamos a las caballerizas.

Cuando Minastir dejó su copa él hizo lo mismo y se acercó al comandante estrechando su antebrazo con fuerza, ambos sonrieron por unos segundos. Los ojos de Theon brillaban con el reflejo de la luz del ventanal, enjuagados por las palabras de confianza que el hijo del Rey le brindaba. - Gracias Minastir, buscaré mi lugar en las cenizas del reino perdido y volveré a esta tierra de buenos amigos cuando sea el momento. Os haré llegar la información de lo que sucede alrededor apenas me sea posible. En cuanto a Echorión, vuestras palabras estarán a sus oídos muy pronto, os lo aseguro - un abrazo de caballeros se sobrevino a esas palabras - Si estais de acuerdo, partiré inmediatamente con el resto del grupo-

Sabía que sería bienvenido en Arthedain, que Fornost era en parte su hogar, pero no era el único, otra parte de él clamaba por hallar su sitio en medio de Dol Tinare, en un reino que parecía agonizar y cuya única esperanza de resurgir era un joven que él admiraba y que se había jurado proteger. 

-La planta de arlan crece en suelos fértiles y sombreadas de las tierras altas, explicó el anciano herbolario al que se le conocía como el "Viejo Rhav" en la aldea. -En el verano, cuenta con una gran flor azul de rayas negras, y en su base tiene dos grandes hojas blancas. Con las hojas se hace la cataplasma para conmociones. Además, la raíz puede ser molida y mezclada con agua para una infusión. En esta época, el precio que os he dado es por la planta completa, las hojas y la raíz. Si solamente os interesa una parte, podría bajar el precio...

Sonrió y dejó al descubierto una boca en la que faltaron unos dientes. A pesar de su edad, su mente era ágil. Tanto que solía quedar con el comandante Minastir cada semana para algunos juegos de estrategia. Su tienda no era grande, pero sí bien surtida. Además de las cajas y sacos de hierbas, había tambores y otros objetos artesanales tradicionales de las culturas pre-númenoreanas de la región.

-Así que váis a salir a Cardolan, ¿no es así?, preguntó mientras preparaba con cuidado las hierbas que habían adquirido.

Minastir respondió al saludo. -Qué las bendiciones de los valar os acompañen. Cardolan es una tierra devastada por las guerras, un lugar donde la vida vale poco, y donde hay poca cabida para el honor y para la gloria. Pero también es un lugar de oportunidades para los que tienen el brazo firme y voluntad de alzar su vista hacia objetivos más nobles que la simple búsqueda de oro.

Theon salió de la torre del comandante, vio que sus hombres ya estaban casi listos para partir. Le indicaron que Aaren había ido al herbolario, pero que no tardaría en regresar.

El Viejo Rhav nos sorprendió con unas interesantes explicaciones sobre alguna de sus hierbas.

Pues ya que lo mencionas amigo, ¿cuanto nos costaría cada una de las hojas? dada nuestra profesión, creo que podemos permitirnos prescindir de las raíces...tal vez nos salga a cuenta camiar alguna, por otras de las que ya estamos bien provistos.

No harían una gran diferencia, pero creía que la variedad no nos haría daño... la infusión no sería necesaria si nos equipabamos y cuidabamos de la lluvia adecuadamente, y los golpes eran parte de nuestro trabajo.

-Y cinco hojas de Arlan, las puedo dejar en 22 monedas de plata, dijo el anciano mientras preparaba unas bolsas de fina tela bordada con símbolos extraños que parecían runas con la letra R repetida. -Es más, las Arlan me las podéis pagar a vuestro regreso, si no tenéis pensado estar fuera por Cardolan mucho tiempo.

Mientras hablaba, contó con sorprendente soltura las monedas que había recibido por las demás hierbas. Entonces vio por la pequeña ventana como se acercaba Theon en dirección a su tienda.

-Creo que ya llega vuestra hora de partir. Que las fuerzas sagradas os protejan en vuestro camino, dijo y les acompañó fuera.