Partida Rol por web

Aprovechando el ambiente festivo y la atención de los ciudadanos, Khôradur les confirmó que a partir de ya se iba a comenzar a construir la gran torre de Sil Auressë, y que se daba por terminada la primera fase de la construcción del pueblo.

Curudae tomó el relevo, y anunció a los presentes que ya se han comprado alguna de las tiendas o licencias para construir una, y que aún quedaban algunas libres que se podían adquirir en los próximos días, y siguió: -Asímismo, hay una serie de granjas que podrán ser ocupadas por los obreros que así lo deseen, y que se traigan a sus familias. Aquéllos que quieran, puedan alquilar animales de nuestros rebaños como ayuda en este comienzo. Sil Auresse no sólo os ofrece un trabajo en la construcción. Os ofrecemos una nueva vida.

A continuación, Curudae procedía a sacar el tema siempre comprometido de impuestos. -Sil Auressë somos todos, y todos debemos contribuir, comenzó.

Siguiendo las tradiciones feudales, los impuestos que anunció Curudae eran multitud de pequeños pagos por el uso de las tierras, por coger leña, por hacer pan, por celebrar bodas y funerales, por el comercio en la plaza, y un largo etcétera. El total resultaba en lo acordado, cuatro partes de cada diez para cada habitante de Sil Auresse. A pesar de que el discurso de Ayla les había levantado los ánimos, se podía notar en las caras de la gente que no estaban muy de acuerdo con los aranceles.

-Hay que hacer un esfuerzo este primer año. El castillo nos proporcionará seguridad, pero su construcción es costosa, insistió Curudae, y añadió: -el año que viene prometemos bajar los impuestos.

Todo siguió de acuerdo al plan, pero estaba claro que Curudae había previsto no comprometerse con datos en cuanto a la bajada del año siguiente. Sin embargo, la gente se lo exigía, sobre todo los comerciantes que tenían previsto establecerse en la zona. Al final no le quedó más remedio que especificar qué impuestos se iban a quitar, dejando el total en un 38% para el año siguiente.

La fiesta siguió, y Curudae se les acercó a Ayla y a Khôradur. -Gracias, Ayla. Tu discurso nos ha ayudado muchísimo. Lo mejor que podíamos esperar es que la gente nos sigue dando su confianza a pesar de que los impuestos son iguales que con los anteriores señores. El año que viene serán algo menos, pero saldremos adelante.

-Siguen teniendo esperanza, lo veo en sus miradas, dijo Khôradur. -Mientras tengamos paz, creerán en nosotros. Creerán en ti, Ayla.

-Por otro lado, las tiendas que hemos construido están vendidas o casi vendidas ya cuatro. Mañana por la mañana daremos un paseo para inaugurarlas. De las tres que quedan, una es para la Academia y las otros seguiré trabajando para venderlas. Las licencias para construir tiendas van algo peor, de las 14 he vendido un puñado. Pero aún es pronto, y sé que hay interés.

-No es solo en mi Khoradur, sino en vosotros. En el Capitan General de Sil Aüresse, en el Senescal y en cada uno que se está dejando su tiempo para que Sil Aüresse sea posible. Yo soy el nexo que os ha unido a todos, pero sois vosotros los que estais haciendo todo esto posible.

-La ilusión que se ha generado en Sil Auressë es fruto de tu trabajo, insistió Khôradur, -pero tenemos claro que cada uno de nosotros tiene su papel y su función. Aún no hemos conseguido nada, solamente estamos dando los primeros pasos.

Levantando su copa, les dijo: -Brindemos por este nuevo comienzo, y por la construcción del castillo que comienza ahora.

-Curudae, no te preocupes por la promesa de la bajada de impuestos. La gente espera cambios y una vida mejor, y eso pasa porque se les cobren menos impuestos, pero míralo de otro modo. Como tendrán más dinero, podrán gastar más, lo que hará que la producción aumente, y por esa producción cobramos impuestos, así que por un lado la bajada de impuestos puede verse compensada por un aumento de la producción que a su vez atraerá más gente por las perspectivas de negocio, ¿qué te parece?

-Por otro lado, esperemos que Adhellin venga para empezar así a editar los libros, que contribuirán a financiar las necesidades de Sil Aüresse. Me gustaría saber qué costaría equipar al ejército decéntemente. Ya sé que estamos buscando un herrero-armero que no esté acogido a ningún gremio, ¿pero como veis la cosa? En cuanto sepas algo dímelo. Se además que han venido algunos representantes de los gremios de Tharbad, ¿sabemos algo?

Tras beber de su copa, Curudae le contestó a lo que le preguntó Ayla. Estaba algo agotado y al mismo tiempo contento, sin duda en parte gracias a las sucesivas copas de vino. -Lo de los impuestos es un tema complejo, y al mismo tiempo clave. Es lo que más he tenido que trabajar para hacer cuadrar los números… Digamos que por un lado hay que conseguir un cambio profundo, y por el otro financiar una obra de gran magnitud. Si te parece estos próximos días lo vemos con más atención. Buscame sobre mediodía y te lo voy comentando. Además, tengo pendiente prepararte el informe del mes.

-El coste de equipar bien el ejército, los guardias y la milicia te dije que alcanza casi los 900 oros, y no está contemplado en las previsiones. Me temo que tendrá que esperar. En cuanto a cómo lo vemos, eso mejor te lo contesta Khôradur…

-Las fuerzas de Sil Auressë están armadas, y poco a poco la milicia va mejorando. La diferencia entre una milicia u otra en una guerra siempre está en el entrenamiento y en la equipación. No son soldados profesionales, pero pueden hacer su función. Ahora mismo el armamento varía mucho. Cada uno se viene con lo que tiene. Espadas hay pocas. Ballestas tampoco. Son armas de guerra, que no tienen uso fuera del campo de batalla. Sin embargo, los arcos de cazador, hachas, cuchillos, lanzas y herramientas de todo tipo abundan. Pero lo que nos falta de equipamiento lo suplimos con la ilusión. Ahora mismo no creo que Sil Auressë corra peligro. Hay cientos y cientos de personas aquí dentro, entre obreros, milicianos, labradores y soldados. El problema es el resto del territorio, pero las patrullas que salen lo hacen relativamente bien equipados. Podremos aguantar hasta tener un buen armero y coracero, concluyó Khôradur.

Mientras llenaba las copas de los tres, Curudae dijo: -las nuevas de Tharbad no son nada buenas [56]. Ha acudido un representante del triunvirato, y también un mensajero del gremio de armeros. Pero no ha venido ningún armero. El representante ya ha regresado. Desde Tharbad nos prohiben comerciar con armas ni armaduras, y dicen que ningún armero de Tharbad trabajará aquí. Lo siento por Sil Auressë, porque creo que detrás de esta hostilidad puede haber rencillas personales contra mi persona. Debemos andar con cuidado, porque el comercio es la clave del futuro de Sil Auressë, y dependemos de Metraith que a su vez depende de Tharbad. Mi sugerencia es ganar tiempo, y hacernos más fuertes. Ahora mismo no tenemos nada que ofrecerles, y cualquier acuerdo con los gremios se volvería una carga a largo plazo. Intentaremos no ofenderles en lo referente a las armas, y así podremos aumentar los ingresos por otras mercancías. Ahora bien, si aparece algún armero valiente no le diremos que no. Seguiré con los ojos abiertos.

-Seguid con la fiesta y mañana nos reuniremos, dijo Ayla

Antes de que acabara la fiesta, Ayla se fue a buscar a Danroth. -Danroth, muchas gracias por tu intervención, has hecho de este momento mágico... Tú también eres una parte de Sil Aüresse, aunque no estés aquí físicamente. No lo olvides

Y le dio un beso en la mejilla y siguieron con la fiesta.

A continuación Curudae y Khôradur se quedaron atendiendo algunos invitados, mientras Ayla se fue en busca de Danroth tapándose con la capa del frío de la noche y también para evitar demasiadas miradas indiscretas o directamente lascivas. Le encuentró en el recién inaugurado Salón Común, que consistía en una media docena de grandes mesas para más de veinte personas cada una. El local estaba abarrotado, y sentado encima de la mesa estaba Danroth tocando con un grupo de músicos.

Se le veía alegre y contaba historias de sus viajes por distintas tierras entre canción y canción. Algunos de los presentes se percataban de la presencia de la Dama, y le alentaron para que entrara. Ayla se tomó una cerveza con ellos, y recibió muchas muestras de agradecimiento por haberles permitido hacer este salón y por todo lo que estaba haciendo [95].

Uno de los presentes le tomó del hombro y levantó su jarra, visiblemente borracho: -Este Salón es para los trabajadores, para el pueblo de Sil Auresse. Se dijo que los señores, ni el senescal ni el lugarteniente ni los capataces pueden entrar, ya que es un lugar para hablar mal de ellos… Pero contigo se hará una excepción.¡Ésta es tu casa, Ayla!, gritó mientras terminó su cerveza de un trago.

De reojo Ayla vio como se acercaba el sargento Walec y le saludó al que estaba hablando poniendo la mano en el hombro de Ayla. Se fijó de nuevo en el joven soldado Walec, quien le había acompañado a las Tierras Brunas. Transmitía una gran serenidad y firmeza. El que le había estado hablando le dio un abrazo a Walec, quien le quitó la jarra para que no se cayera al suelo y le sentó en una mesa. Walec se quedó en un segundo plano, pero controlando la situación para que no se fuera de las manos.

Danroth llevó a Ayla a un lado del salón mientras pidió que siguieran tocando los demás.

Ayla le dio las gracias por su aportación en la fiesta.

-No hay de qué, contestó, -hace mucho que no me he divertido tanto. Y puede pasar tiempo hasta que lo vuelva a hacer. Llegan tiempos aciagos de nuevo, y pronto tendremos que tomar decisiones difíciles. Todos. Comparto tus ideales, Ayla. De verdad creo en ti y en lo que estás haciendo aquí. Mañana partiré, pero antes te devolveré el libro y hablaremos de algunas cosas. ¡Pero esta noche que siga la fiesta!

Habían disfrutado de un rato largo y agradable de descanso, viendo como bailaban y disfrutaban los aldeanos. Poco a poco se fueron todos a dormir, y Danroth le acompañó a Ayla hasta la Casa de Comercio, ya de madrugada.

En el salón de la planta baja se encontraron con Curudae y Khôradur, sentados cada uno en un sillón, junto a la chimenea. Encima de la mesita había una botella medio vacía de brandy. Los dos estaban en silencio, compartiendo el momento. Curudae agotado, y Khôradur parecía estar meditando sobre algo. A Ayla le agradaba ver la complicidad entre sus hombres de máxima confianza.

Poco antes de que llegara el amanecer, Ayla subió un momento a su habitación y bajó a volver a sentarse con ellos... -Antes de que amanezca y volvamos a nuestros quehaceres, dejadme que os cuente una cosa. Hace unos años, ya no se si fueron muchos o pocos, mi vida ha transcurrido por muchos senderos... Cuando salí por primera vez del Bosque Verde, me uní a un grupo y salimos en busca de una cámara de Mitrhil de los enanos. De ese grupo hoy solo vivimos dos personas, Thelran que lo conoceis todos, y yo... Esas ruinas estaban inundadas por el mar del este, y las encontramos. Anduvimos unos días por aquellas ruinas hasta que contra todo pronóstico, allí estaba, una inmensa cámara hecha de Mithril, llena de diversos objetos. Tal era la maravilla de aquella cámara que decidimos no solo no destruirla en un intento por conseguir tan preciado metal, sino que además guardaríamos su secreto. Hoy os lo revelo a vosotros, como parte de Sil Aüresse que sois, y por tanto parte de mi...  Aunque decidimos no coger el Mithrill de tan maravillosa obra, no salimos de allí con las manos vacías... De allí salió esta magnífica espada

Ayla puso la espada sobre la mesa.

-Una espada que me ha acompañado desde entonces. Pero además cogí otra cosa, y Curudae ya sabe que es, tal vez Danroth intuya que puede ser, porque de aquella cámara salieron solo dos.y una se vendió en Tharbad.

Ayla sacó la botella de vino. -He aquí el vino de la cámara de los enanos. Un preciado vino de Dorwignion que pocos paladares podrán disfrutar. Estas botellas las guardé porque algún día las utilizaría un buen uso... Una sirvió para ayudar en la obtención de fondos para Sil Aüresse, y la otra, siguiendo los consejos de nuestro amigo Curudae, serviría para una ocasión especial con buenos amigos de verdad, y he decidido que éste es el momento. Aquí la descorcharemos y la beberemos juntos, porque no me cabe pensar en un mejor momento que éste para abrirla.

Abrieron la botella y Ayla empezó a servir en las copias. -Sil Aüresse empieza a materializarse y estamos reunidos aquí todos. Ella se quedó un poco pensativa mientras hablaba. -No se si podremos volver a estar todos juntos, pero hoy hemos plantado un semilla como dije, y hoy cada uno de nosotros debe de cuidarla y procurar que se extienda... Brindemos por los caidos, y por los que estamos vivos porque todo el esfuerzo de los que nos han rodeado a lo largo de nuestras vidas nos han traido aquí.

Volvió a llenar las copas y los invitó a salir a ver el amanecer juntos...

Les llenó la copa mientras contaba la historia de la Habitación de Mithril. Los tres le miraron en silencio, conscientes del enorme valor de aquella copa. Lentamente, olfatearon el aroma de un vino de valor incalculable.

-Por los caídos, brindó Curudae. Igual que Khôradur y Danroth. Cada uno pensando en alguno de los tantos amigos que se habían quedado por el camino durante sus largos años. Uno tras otro recordaron nombres de algunos de los ilustres compañeros y héroes que ya no estaban, salvo en sus recuerdos:

Tagli el guerrero, Vradriel de Rivendel, Garrano el montaraz, Gynn de Moria, Bemakinda de los Cantones de Cardolan, Hallas el Hir de Dol Tinare, Silmarien la mujer de Dirhavel, Baldakur de Umbar antes de su conversión, Efetur, Mallach el hobbit, y tantos otros.

-Y los que posiblemente estén pero ya no luchan, recordó Danroth.