Partida Rol por web

Ayla avanzó en solitario hacia la colina según las indicaciones de Muryelle. La tormenta se le echaba encima, y se protegía como pudo de la intensa lluvia y del viento. Su campo de visión se reducía, pero avanzó en línea recta en la dirección que le había indicado. Delante de ella estaban las estribaciones de la Marca Occidental de Cardolan, algo parecidas a las Quebradas de los Túmulos al otro lado de Baranduin. En un punto concreto entre las estribaciones se encontraba el extraño valle que era su destino.

Tras cruzar el río con Muryelle y seguir hacia el norte, Ayla había sopesado la extraña vuelta que habían dado para llegar hasta aquí. Pero ahora lo entendió. Era casi imposible encontrar la entrada a aquel lugar salvo si uno llegaba justo de esta dirección.

Se abrigaba de la tormenta, decidida en avanzar a pesar de la dificultad. Ya quedaba tan poco. Subió la última cuesta, y entre la lluvia logró ver alguna edificación rodeada de un bosque antiguo. A medida que bajó la ladera los árboles le tapaban la vista. Por fin se adentró en este valle escondido entre las colinas, aún con dudas de qué lugar se trataba.

La elfa observaba los árboles con detenimiento, tratando de intuir su antigüedad y las energías que canalizaban los mismos, su Esencia. A la vez supo que su presencia no había pasado inadvertida y que Finduilas iba a tener otros guardias que estaban vigilando y tarde o temprano iban a salir en su busca.

Se paró junto a un árbol antiguo, lo tocó para sentir mejor su esencia, su fëa como algo vivo que era. Acarició su anillo, el Hilde Sikelion. Con cada paso que iba a dar, ella se reafirmaba como lo que era, como Guardiana de la Luz y Finduilas no iba a la Ayla que conoció. La iba a ver cambiada. No iba a pasar desapercibido para ella. Esperaba que ella se dejara iluminar, deseaba que se dejara iluminar...

Dirigió la mirada hacia el frente, abandonó el árbol y avanzó hacia adelante, aguzando el oido, en busca de Finduilas.

Ayla apoyó la mano en el tronco de uno de los árboles. La lluvia seguía incesante, pero con menor intensidad. Notaba una extraña energía o fuerza en este lugar, algo antiguo, armonioso… Como las notas de una bella canción. Dejó que su energía fluyera en este valle encantantado, dejó que Hilde Sikelion sintiera la llamada, que se iluminara. En su interior, Aylo notó una tenue y cálida luz que parpadeaba con suavidad.

Avanzó hacia delante casi en trance. La lluvia había parado por fin, y una fina bruma se levantaba del suelo mojado y musgoso. De repente ella se encontró frente a un hombre sentado en el suelo, con la espalda apoyada contra un árbol. A ella le sobresaltó la imagen, porque en un primer momento le confundió con Garrano, un dúnadan de su pasado cuya muerte no había superado aún. Era de su estirpe, un dúnadan montaraz de Arthedain. De eso no había duda. No vio ningún tipo de arma, ni tampoco una actitud amenazadora.

Le miró mira sentado, con una pierna estirada en el suelo y la otra doblada, sirviendo de apoyo para su codo. Con la mano derecha se quitó la capucha que le había estado protegiendo de la lluvia. Llevaba guantes, pero en la mano izquierda parecía que le faltaban unos cuantos dedos. Le observaba con atención y a continuación le saludó con una sonrisa tranquila sin levantarse: -Saludos viajera, bienvenida a este refugio. ¡Bienvenida a Bar Irlossiel!

-Saludos noble montaraz. No esperaba encontraros por estas tierras, aunque ciértamente, los montaraces te ven cuando a ellos nadie los puede ver, dijo y sonrió.

-Bar Irlossiel. Este sitio es muy antiguo, refugio lo habeis llamado, y ciértamente lo es. Soy la Dama Lis, así se me conoce por estas tierras y mejor que así siga siendo. Vengo en busca de alguien que se encuentra aquí, y que supongo sabrá de mi llegada, así como supongo que ahora mismo no estoy hablando solo con vos y que habrá otros cerca que podrán vernos y oirnos. ¿Se me ha permitido la entrada a este noble lugar?

El dúnadan se incorporó lentamente, apoyándose en el tronco del árbol. Erguido le sacaba varias cabezas a la elfa. -Aquí no soy montaraz. Los que somos huéspedes aquí dejamos atrás nuestas responsabilidades, nuestros cargos y otras muchas cosas. Aquí todo es más sencillo. Mi nombre es Denelloth, le dijo con voz pausada y tranquila. Se podía ver que la piel de su cuello presentaba unas cicatrices horribles, como si alguien le hubiera torturado despellejándole. -Bar Irlossiel no cierra sus puertas a los visitantes, aunque no todos son capaces de encontrarlo. Los que llegan suelen buscar la paz o el olvido. Tú dices que vienes en busca de alguien, ¿de quién se trata?

-Vengo en busca de una Dama, que llegó no hace más de uno o dos años, en busca de paz, atormentada, y vengo a ofrecerle ayuda. No es la primera vez, pero por discreción será mejor que no diga su nombre. Desconozco si aquí lo ha mantenido, o tal vez lo haya cambiado. Por ello prefiero ser prudente, encontrarla y mostrarme ante ella. Me hago una idea de lo que es este sitio, pero no soy capaz de concebir lo que te ha podido hacer tanto mal... 

Ayla avanzó un poco hacia él, haciendo un ritual purificador, mientras le dijo: -Este es un lugar antiguo, ha visto horrores así como grandes alegrías, tiene una energía que otros pocos lugares tienen, se puede como fluye la vida, como fluye el tiempo, se puede sentir el presente, el pasado, y el devenir de los tiempos. Cada vida que ha pisado este lugar, cada persona, humano, enano, elfo que ha estado aquí ha impregnado este sitio con su propia esencia. Este es un lugar de paz, que cura el espíritu de los que están heridos. No son tan graves tus heridas físicas como las que puedas llevar en tu alma. Denelloth, siente la calma de este lugar, la paz que el mismo comporta, siente cada vida que ha pasado, y la que existe ahora, y deja fluir su energía purificadora por ti.

-Ciertamente es un lugar singular, le dijo en voz baja mientras ella le hacía el ritual y le iba hablando. Ella trató de sentir la energía del sitio, y creía entender cómo era, la forma en la que la fuerza de este lugar se adentraba en las personas que aquí habitaban para curarlas. Ella quiso ayudar en el proceso, pero había algo que se lo impedía. La energía no fluía libremente. Estaba presente en todo pero su movimiento era lento, como ralentizado por algo¹. Ella no podía controlarla, ni manipularla. Al menos no de la forma habitual.

No son tan graves tus heridas físicas como las que puedas llevar en el alma

Al decirle esto a Denelloth, él se emocionó al oír aquellas palabras. En sus ojos grises se reflejaba el recuerdo de un horror que sufrió hace mucho tiempo. Apretó los dientes con fuerza y respiró hondo. -Las heridas del alma no cicactrizan con facilidad, le contestó mientras le invitaba a ella a seguirle. -No hay mucha gente de fuera en Bar Irlossiel, y llegan pocas visitas. Creo que sé a quién buscas, aunque no estoy seguro del tiempo que lleva aquí. La verdad tampoco sé el tiempo que llevo yo. En Bar Irlossiel el tiempo pierde su sentido, su significado. Los que vienen a pasar aquí unos días o unas semanas se quedan para muchos años, o para siempre. Aquí dentro no hay necesidad de ocultar nuestra identidad, lo que somos… Todos participamos de alguna forma en esa energía que has notado, todos le damos a ella una parte de nosotros mismos.

Caminaron entre los árboles y a medida que avanzaban pudieron ver con más claridad un fuerte de piedra y unos cuantos caseríos aledaños. También había algún elfo nandor¹ andando tranquilamente. El sol reaparecía de entre las nubes.

Denelloth se paró y le miró fijamente a los ojos:  -ese claro es el corazón de Bar Irlossiel, la torre de Ost Dinen o “Castillo Silencioso”… Si te sientes preparada, podrás entrar y me encontrarás allí. Si tu camino es otro, que tengas suerte en el viaje. La persona a la que buscas suele pasar los días alejada de los demás, en la parte más antigua del bosque, le dijo mientras le indicaba la dirección. -Por las noches regresa a dormir en uno de los caseríos abandonados. Apenas se relaciona con los demás.

-Agradezco tu ayuda Denelloth. Tal vez vuelvas a saber de mí antes de lo que pensamos, quien sabe.

Y después se alejó hacia la parte antigua del bosque en busca de Finduilas...

Los pasos de Ayla le alejaban de la pequeña aldea hasta el interior del bosque que rodea a Bar Irlossiel. Con pasos lentos pero seguros se adentraba entre los altos árboles. No se escuchaba nada en el bosque que le envolvía lentamente. Todo estaba en silencio, expectante.

En su interior sintió que le habían detectado, que alguien había sentido su presencia. No se trataba de un gran poder latente, más bien un espíritu atrapado en una jaula dorada. Alguien a quien la visita de Ayla había despertado de un letargo tranquilo. Se acercaba con cautela pero también con curiosidad hacia el fëa de Ayla, buscando de averiguar quién era. Ayla se paró, y trató de mostrarse ante ella.

Por fin, ya en la hora del crepúsculo, de entre los árboles apareció una figura femenina ataviada en una túnica de tonos pardos oscuros. Su atuendo era sencillo y de estilo muy arcaico para los cánones de los hombres, igual que en vuestro último encuentro. El único objeto que notó Ayla a simple vista era un sencillo brazalete, aunque a medida que ella se acercó se pudo ver una fina tiara que apenas sobresalía por debajo de la capucha.

Se paró a unos metros de Ayla, y apartó la capucha para dejar al descubierto su cara. La belleza del rostro de Finduilas seguía intacta, aunque su expresión era si cabía más dura y fría que antes. Se le quedó mirando en un prolongado silencio, mientras sus ojos claros se clavaban en ella. Como si estuviera tratando de componer una imagen mental del significado de la llegada de Ayla, de encajar piezas de un puzzle en su cabeza. Parecía que no lograba hacerlo, y visiblemente frustrada renunció el esfuerzo. -¿Ayla? ¿Eres tú?, le dijo con una voz algo dubitativa a principio, pero que iba cogiendo fuerza rápidamente. -Sí, ahora te recuerdo… Has venido en mi busca hasta aquí. ¿Con qué propósito?

-Sí Finduilas, soy Ayla. Aunque algo diferente... ¿Cuando fue la ultima vez que nos vimos, uno, dos años?, le dijo.

-Fue a principios del otoño pasado, creo… parece más lejano, le contestó. Recordó que fue tras la Batalla de Metraith, en el noveno mes del año 1643 TA, y ahora era el cuarto mes del 1644. -Aunque no tiene importancia. El tiempo fluye incesante, impasible. Tienes razón, te veo distinta Ayla, pero no me sorprende. En nuestro último encuentro estaba dispuesta a matarte. No lo hice, y creo que ese encuentro, aquella conversación, cambió algo en ambas. Tú te reafirmaste en un camino que ya habías iniciado. Y yo… en fin, ésa es otra historia. Ahora te tengo delante, y ya llevas un camino recorrido. Has crecido. Miras de frente, segura de ti misma.

-No he venido con un propósito propio, le contestó,  -solo sigo el camino del destino que elegi. Y ese camino me ha llevado a intentar traer de vuelta a esta tierra maltrecha, la esperanza, la paz, la luz. Y por ello estoy aqui, vengo en tu busca para darte consuelo, para ofrecerte paz, y no soy la unica que te busca, hay otros cuyas intenciones son muy diferentes a las mias.

-No les tengo miedo, le interrumpió Finduilas. -Me da igual quiénes sean, no tengo nada que ocultar, ni tengo que responder ante nadie. Pero cuéntame más sobre tus intenciones.

-Algo nuevo esta naciendo en Cardolan, Finduilas, una nueva esperanza, para todos que la habitan, y he venido porque quiero que participes en ella. En nuestro ultimo encuentro, me hablabas del rechazo que te habia pofesado "otros", yo tambien me sentia desamparada y me identifique contigo, pero todo tiene su momento y ahora vengo aqui a presentarme a ti para ofrecerte una mano amiga, para ofrecerte un camino que se esta iniciando ahora  en el que podrias intervenir. Un camino en el que el amor, el honor, la paz y el valor son los principales guias. Un camino hecho para compartir, para amar, y recibir tambien.

Le miró extrañada, con un cierto desdén pero también algo de interés. Aún parecía que estaba asimilando el significado de la llegada de Ayla a este lugar. -Ayla, te he dicho que cuando te conocí tú estabas empezando un camino. Pues yo ya estaba de vuelta de todas las cosas. De vuelta…

Ayla le contestó: -En nuestro ultimo encuentro recuerdo que me llegaste a reprochar mi condicion de inmortalidad y que disponia de un tiempo en el que podria hacer cosas que otros no podrian llegar. No te lo puedo negar, pero tambien he de decirte que la inmortalidad no es vivir eternamente, sino ser recordado eternamente, haber hecho grandes gestas en vida, haber escrito la historia no haberla visto, de forma que cuando se cuenten las historias tu nombre sea realzado. Pues apenas quedan inmortales de los primeros nacidos caminando por esta tierra, y los que quedan, pocos los conocen, pues la fama no es de los que siempre viven, sino de los que perecen. Y eh ahí la grandeza de los hombres. A lo largo de mi vida, he visto dos tipos de hombres, los que viven la historia y los que hacen la historia. ¿Qué quieres ser tú?