Partida Rol por web

Al volver hacia tu cuarto, recogiste a Ofelia de donde la habías dejado. La muy glotona se subió a tu cabeza de un salto, pesando un poco más de lo que pesaba cuando la dejaste. Algún bicho habría caído en sus fauces mientras investigabas, seguro. Y debía haberse quedado muy a gusto, porque en cuanto llegaste a la habitación, la araña se subió a su tela y se quedó dormida ipso-facto.

Tu compañero aún no había venido a dormir, pero meterte en la cama a dormir el sueño del justo era una de esas cosas que podías hacer sin esperarle. Así que, tras ponerte el pijam y lavarte los dientes, te dejaste abrazar por morfeo hasta el día siguiente.

Cuando llegaste a la habitación, te encontraste a tu compañero acostado en su cama, durmiendo el sueño del justo. Su familiar estaba durmiendo también, en una cómoda tela de araña ubicada en una esquina del techo.

No tenía sueño, pero no iba a despertar a aki a esta hora, seguro los humanos tenían horarios diferentes y lo respetaba, parecía que iba a ser una larga noche (aunque no tanto como las de su hogar) y a él le quedaba meditar todo lo que pasó en el día. Se acostó en su cama y empezó a observar los símbolos, uno por uno. Todos tenían la misma separación y el mismo grosor, parecía que eran parte de la cama. -El trabajo de pintar con tal exactitud esas runas debió demorar mucho y lo debió de hacer un experto...-

¡Amanece en Midnight Rose! Día 1 de Septiembre, el primer día oficial del curso, ¡lo que significaba que había muchas cosas por hacer! Entre otras levantarse, vestirse y desayunar, pero afortunadamente aún había tiempo antes de que comenzaran las clases. Aparte, los veteranos sabían que siempre el primer día solía ser una lección sencilla, con poca carga lectiva para que alumnos y profesores fueran tomando contacto.

En el tablón de anuncios estaban colocados los horarios de las clases, para que ningún alumno se despistara. Sobre todo cuando tocaba clase con el profesor Witchward, porque como llegaras tarde ya se encargaba él de teleportarte directamente a clase y ponerte un negativo. No sería la primera vez que alguien había tenido que dar la clase con su pijama de gatitos...

Por supuesto, como cada mañana, la cafetería abría sus puertas para cualquier alumno que quisiera tomarse un té y un bollo en vez del porridge del comedor.

La araña seguía durmiendo a pata suelta en su tela. Los rayos del sol aún no habían llegado hasta ella, por lo que hasta que alguien no la despertase (o pasara el suficiente tiempo) Ofelia seguiría soñando con sus montañas de muffins con glaseado de polillas.

Aki se despertó poco después de que el sol hubiera despuntado por detrás del horizonte, se desperezó los miembros y se irguió bostezando en la cama. Aún quedaba sentado en la cama y hizo un repaso mental del día anterior, su primer día en la Academia. Se había hecho un familiar, y, más importante, en este familiar había encontrado a una amiga, aunque no fuera una amistad común, porque los lazos amistosos tenían que tenderse a través de la diferencia entre dos razas. Porque, como también se trataba de su familiar, podía llegar a una conexión hasta intuitiva con Ofelia, lo que erradicaba la diferencia racial y confirmaba una relación aún más estrecha que muchos humanos jamás podrían tener en su amistad.

Por fin, había hecho contacto con algunos de los demás alumnos, sin tener demasiado éxito en su propósito de socializarse con ellos, pero al menos no se había rendido tan fácilmente como acostumbraba hacer en el trato con los demás. Algo era algo. Pero una conexión aún no tenía con nadie de ellos.

Se levantó por fin, si vistió y se aseó, tratando de no hacer el más leve ruido para no despertar a su compañero de cuarto, el elfo de lágrimas de escarcha, quien parecía dormir.

Por fin se puso de pies sobre la silla para poder alcanzar Ofelia alzada cerca del techo en su tela. Le acarició el estómago con el dedo para despertarla. “Ofelia, Ofelia”, le susurró, “quieres seguir durmiendo o quieres acompañarme ya?” No hacía falta sacar la libreta – a Aki le bastaría un movimiento de la carita bonita de la arañita para comprender su respuesta.

Ofelia se revolvió un poco en la tela y alzo los ojos hacia Aki. Se movió para frotar su cabeza con el dedo de Aki y leugo se volvió a quedar dormida como un tronco. Si es que, entre todo lo que había comido ayer y todas las aventuras que vivisteis, algo te decía que no seiba a levantar hasta pasado el mediodía.

Pues, para no quedarme un tronco como Ofelia, ahora me cuido un poco de mi nivel de azúcar sanguino y, en lugar de ir a la Cafetería y henchirme de mufins veganos, me iré al comedor para probar de la oferta más ascética del lugar público en la Academia de la distribución de alimentos…

Se despidió de su araña preferida con otra caricia con el dedo, para luego quitar la habitación yendo en dirección del Comedor para desayunar.

Había meditado toda la noche (que le resulto corta pero interminable) y procesado todo lo que había visto y comprendido, cuando vio que Aki se levantó fingió estar dormido para poder estar solo un rato mas, pues aun no se acostumbraba a estar tanto tiempo con personas y eso le llegaba factura, estaba agotado mentalmente y su garganta había hecho mucho ayer.

Ese ratito que quería tener solo al final se transformo en un corredero de minutos, todavía no asimilaba el paso del tiempo y cuando volvió al presente se dio cuenta de que la clase debía estar por comenzar.

Se duchó y se puso una ropa nueva (aunque igual a la anterior) en el nada de tiempo que le debía quedar según el, se peinó, abrió la puerta y salió cerrándola de un portazo sin querer, iba a ver si aun seguián en el comedor...

Dejando a tus compañeras repartidas entre el jardín y la cafetería, tú subiste a tu habitación. No habías visto a Ofelia en toda la mañana, y la verdad, empezabas a preocuparte un poco. Después de todo, por muy araña que fuera, seguía siendo como un bebé adorable y cariñosito. Y a eso había que sumarle toda la tensión provocada por el soggoth. Si Ofelia se había asustado mucho, podría haberse escondido en un sitio del que no pudiera salir o quizás se había caído al suelo desde su tela o... Mejor no pensarlo, la verdad.

Entraste en el cuarto, encontrándolo vacío. No veías a Arathidas ni a Ofelia por ninguna parte. Eso te extraño, ya que la última vez que viste a la araña, estaba dormida en su tela. Te giraste para mirar por la habitación, buscando a tu pequeña familiar, cuando de repente viste una especie de mancha negra moviéndose rápidamente por el techo y que se abalanzó sobre ti.

Aquella cosa se había subido a tu cara y había empezado a hacer ruiditos de felicidad. No sólo no le había pasado nada malo, sino que la muy pilluela tenía ganas de jugar.

Se acabó subiendo a tu cabeza, donde se frotó cariñosamente contra tu pelo. No te lo decía con palabras, pero estaba claro que te había echado de menos.

“Ofelia! Me alegro verte”, dijo Aki tras haber pasado el pequeño susto por la sorpresa que le dio la arañita. “Lamento no haber venido antes para buscarte. Ha pasado algo bastante interesante...”

Y a continuación le contó a su familiar toda la ocurrencia con el shoggoth. “Comprendes que he estado un poco ocupado… Y tú, ¿cómo vas? Te doy un poco a comer del vaso con los insectos que nos dio el amable bibliotecario?”

La arañita no parecía tener ganas de separarse de tu cabeza, por lo que permaneció allí escuchando atentamente todo lo que le contaste. Cuando acabaste tu relato, la arañita hizo un par de ruiditos y te dio un par de toquecitos con la para en la coronilla. No sabías a ciencia cierta si te estaba diciendo que sí te había entendido, pero al menos te daba esa impresión. Especialmente porque cuando le preguntaste si quería comer, te contestó con el mismo gesto, sólo que más efusivo. ¡Como para no estar contenta, había vuelto su humano favorito y encima le iba a dar de comer! La vida era maravillosa cuando eras una araña familiar adorable.

Aki buscó el envase y lo encontró pronto. Tomó Ofelia de la mano, la acercó el envase y lo abrió. Pero luego desvió la mirada. Aunque su empatia vegana no alcanzaba los insectos, ver a su arañita chula deleitarse muy canivorosamente despiezando le habría dado más que un brinco del corazón.

Esperó poniendo un poco de orden en sus cositas de la escuela, luego se volvió hacia el envase al suponer que el banquete había terminado.

Cerró el envase y colocó Ofelia en su cabeza. “Vamos, Ofelia! Aún queda un misterio por resolver. Tengo que preguntar en secretaría por el horario de la chica esa que vi por la noche.”

Ofelia se lanzó con voracidad a comerseunos cuantos bichitos. ¡Pero qué hambre que entraba cuando te echabas una siesta tan larga!

Con la barrigota llena, la arañita se acomodó en tu cabeza cuando la colocaste ahí, llena y feliz como nunca. ¿Aventura? ¡Ella se iba contigo a donde le dijeras! Así que cuando escuchaste los ruiditos que solía hacer cuando estaba contenta, sabías que te estaba diciendo que adelante con ello. ¡A Secretaría!

Con los datos pertinentes que querias saber, regresaste a la habitación. Al entrar, Ofelia se bajó del hombro en el que iba subida y se fue hasa tu cama dando saltos. Allí empezó a saltar y a disparar telas de araña hacia una mosca que había visto.

De tu compañero aún no sabías nada, pero seguro que estaría ocupado con otras cosas, no era algo que te preocupara en exceso. Lo que sí que te rondaba la cabeza era la identidad de la persona misteriosa. ¡Y cada vez estabas más cerca de averiguarlo!

Aki resopló. Se dejó caer en la silla delante del escritorio. Habían pasado tantas cosas… y apenas había tenido el tiempo para reflexionar, para pararse, para dejar flotar sus pensamientos, lo que solía le gustaba hacer.
Le parecía que en un solo día en la Academia había vivido más que en un mes de su vida anterior – antes de la Academia.
Tal vez tenía este sentimiento porque todavía todo era tan nuevo.

Decidió leer algo para calmarse los nervios. Hesitó entre “Los problemas matemáticos más curiosos del mundo, y su solución”, que había traído de casa, y "Matemática Demente" de Lewis Carroll, que había tomado prestado de la Biblioteca. Finalmente abrió el segundo título… para lo cerró de inmediato. La Biblioteca…
Miró por el tarro con las polillas comelibro. “¿Tienes hambre, Ofelia?”
Primero había que cuidar del familiar. Ofelia ahora era su responsabilidad – tanto como, de cierta forma, él era la responsabilidad de Ofelia.

Para cuando te giraste a preguntar a tu familiar si tenía hambre, la muy pilluela ya había atrapado la mosca y se la estaba llevando a su tela, dejando a su presa bien envuelta en seda allí guardadita. Así que cuando le hiciste la pregunta, la araña hizo un gesto de negación.

De un salto bajó al escritorio, yendo a frotarse cariñosamente contra tu mano. Estaba llena y descansada, ¡ella lo que quería ahora era irse de aventuras contigo! O quedarse en el cuarto cazando más bichos para su despensa, cualquiera de las dos le vendría bien.