Me parece que te vas a encargar de estar con las tropas hermanito- dice Barakta a Molensk mientras camina hacia Iador- tu y yo nos adentraremos en las catacumbas.
- Vamos. - Indico cuando todo parece decidido. Me giro y echo a andar alejándome de ahí y buscando con la mirada cualquier cosa que me parezca una posible entrada a las catacumbas. Es una locura y seguramente acabaremos perdidos, pero no nos queda más remedio que actuar.
Me detengo en seco tras apenas haber dado un par de pasos. Giro sobre mí mismo y miro a mis hermanos mientras me llevo el índice a los labios pidiendo silencio.
Les miro de frente para ver si ellos han oído algo, con la esperanza de que alguno de los dos me señale en una dirección.
Barakta asiente ante el gesto de su hermano. También había escuchado algo, aunque no le dio mayor importancia, pensando que eran sonidos que habría hecho alguno de sus hombres. Pero si Iador lo había escuchado es que entonces había algo en las catacumbas...
- De forma harto teatral, dos figuras aparecen en el campamento de los Basarab, como surgidos de la nada.
- Se trata de un campesino enorme y de poderosa musculatura, y de un noble o hechicero, a juzgar por sus elegantes ropajes.
// Entran en escena: Aldriu, Valdav. - Proceden de: Catacumbas Subterráneas.
Los guardias humanos, los siervos calvos y los prisioneros se quedan todos pasmados ante la repentina aparición.
- Saludos, caballeros Basarab- dijo, haciendo una seña a Aldriu para que callase- servimos al Koldun del Agua Negra,y si no me equivoco, vuestras mercedes han tenido a bien traer un tributo para su persona- se cruzó de brazos, despacio, manteniendo una expresión neutra- Queremos ver a quienes deberán saciar al Amo.
Miro sin sobresaltarme a ambas figuras y estudio con detenimiento cada uno de sus rasgos. No parecen enviados de Durius, y de serlo no estarían aquí ni aparecerían justo ahora y de esa forma.
Alzo la mano izquierda para detener cualquier acción ofensiva por parte de los soldados o mis hermanos y luego hablo con voz profunda y gesto serio.
- Saludos. El tributo está allí. – Digo señalando con la diestra el pozo donde esperan los diecisiete prisioneros vivos y el difunto degollado para llamar la atención del Koldun. Ya era hora de que dieran señales de vida. Espero que esto no se demore pues mis hombres necesitan descansar, y yo tengo mucho que hablar con el Koldun. – Espero que sean del gusto de tu Amo. –
Que quede claro que el Koldun es su Amo, no el mío. De momento no digo nada más y me limito a observar la reacción de los recién llegados.
UNA HORA DESPUES DE MEDIANOCHE, CINCO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.
Al salir noto que además de los caballeros Basarab que me esperaba encontrar tras escuchar las voces hay varios hombres y siervos calvos y desfigurados.
Me alegra haber sido entregado hace tiempo y que el amo me haya perdonado la vida...
Por nada del mundo me gustaría ser una marioneta de esos sujetos, aliados o no recordaba que hacía años yo mismo había sido entregado como un sacrificio, pero mi tamaño y capacidad física me salvaron, ahora a pesar de todo no podía guardar rencor, solo debía obedecer la voluntad del Koldun.
Me quedé quieto y callado ante la señal de Valdav, alegrándome de que fuera él quien hablara, aunque por supuesto mi gesto se mantuvo impasible y frío como el mármol.
Valav observó detenidamente el campamento, fijándose en los soldados, y en los siervos. Era interesante ver hasta qué punto el hombre era capaz de aguantar la tortura y el maltrato. Hasta qué punto el miedo podía hacer mella en los mortales, como ocurría en el caso de aquellos sirvientes calvos.
Miró al infeliz Aldriu y esbozó una media sonrisa, a sabiendas de que podría haber sido él quien acabase de aquella manera. Con paso ceremonioso, se acercó al pozo para examinar a los sujetos, percatándose de que ya uno había sido degollado— ¿Os habéis asegurado de su lozanía? El Amo merece sólo los especímenes más saludables.
Deseo echar un vistazo a los prisioneros para saber qué tipo de mortales son y si están saludables.
Motivo: Percepción
Tirada: 3d10
Resultado: 5, 6, 8
VALDAV:
- Son milicianos, de los que protegían la ciudad.
¿Sólo los especímenes más lozanos? Me aseguro de que Valdav no vea mi cara de estupefacción mientras examina él mismo a los prisioneros. Mis ojos se van por un instante al siervo que acompaña a nuestro visitante. Ese ser que ha permanecido en silencio todo el rato. Al menos sabe su lugar. Finalmente vuelvo a centrarme en los prisioneros.
- No hemos tenido tiempo. Pero para eso estáis vos aquí. Para aseguraros de que al Koldun sólo le llegan los especímenes más saludables. ¿Verdad? – Pregunto procurando que no se note la ironía en mis palabras.
Respiro hondo, debo recordar que necesito a estos patanes para dar con el Koldun, y lo que es peor, que necesito al Koldun para poder vengarnos.
- Decidme cómo podemos ayudaros mis hermanos y yo. Así entregaremos el tributo al Koldun cuanto antes. -
-Por supuesto -asentí al siervo cuando hizo referencia a los "especímenes saludables"-, tal como nuestra familia se ha encargado de proporcionar durante todo este tiempo.
Noté que Iador se iba enfadando, pues conocía a mi hermano y, al igual que él, yo también sabía que no teníamos tiempo para este tipo de memeces. Aun así, intenté suavizar sus palabras. No podíamos permitirnos perder la ayuda del Koldun, no ahora.
-Estos prisioneros no son más que una pequeña muestra de los sacrificios que vuestro señor seguirá recibiendo -volví a hacer incapié en la longevidad de nuestro acuerdo, pues no era el primer tributo que los Basarab ofrecíamos al vampyr-, si nos ayuda en nuestra hora más oscura.
VALDAV:
- Observas a los diecisiete prisioneros vivos.
- Están obviamente aterrorizados y es evidente que acaban de sufrir una tremenda derrota a manos de los Basarab.
- Son ejemplares jóvenes y sanos. Aunque no especialmente fuertes.
DOS HORAS DESPUES DE LA MEDIANOCHE, CINCO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.
- El noble con aspecto de hechicero guarda un tenso silencio...
Valdav dibujó una sonrisa para evitar mostrar una mueca de desagrado. Milicianos. Aquellos tributos no suponían ninguna clase de sacrificio para los Basarab. Y encima utilizaban su gesto como una moneda de cambio y no como algo que debieran hacer. — No necesitamos a esos salvajes transilvanos venidos a menos. Pero no seré yo quien lo juzgue. No, por desgracia esa tarea a mí no me corresponde.
— Iré a avisar al Amo de vuestra presencia. Aldriu, tú quédate aquí. No vaya a suceder que los caballeros precisen decirle algo al Amo y lo recuerden cuando me haya marchado. Es menester que les evitemos la molestia de tener que enviar un soldado en mi busca.
/salgo a las catacumbas
- De algún modo misterioso, Valdav parece desaparecer sin más, tras unas viejas rocas.
// Sale de escena: Valdav. - Sigue en: Catacumbas.