Partida Rol por web

-¡No! -dijo retrocediendo, todavía hablando hacia el micrófono inexistente de la muñeca-. ¡Aborten el plan, repito, aborten el plan! ¡Malditos delicuentes lupinos! -dijo agitando un puño hacia el cielo y después lanzándose hacia ella, intentando agarrarla.

La loba retrocedió enseñando los dientes sin lanzar ninguna dentellada. Ya había descubierto lo frágiles que podían ser los homínidos y que tirarlos por agujeros no era buena idea, así que se dejó apresar echándose al suelo y bajando las orejas. Gimoteó suavemente, dándole golpes flojos con la pata delantera.

-¡Sí! ¡Capturada! -Alecto se inclinó hacia ella, poniendo la boca cerca de su oreja con aire conspiratorio-. Giro de trama: No temas, en realidad soy agente doble. Trabajaba para los delincuentes lupinos desde el principio -dijo, y se dejó caer sobre la espalda en el suelo con los brazos abiertos, regocijándose con su éxito inexistente y mirando al cielo-. Nadie se lo esperaba.

Flecha-de-plomo echó la cabeza hacia atrás y emitió varios aullidos cortos, anunciando la victoria ante aquella inesperada alianza. Se echó sobre la Galliard barriendo el suelo con la cola y llenando su cara de lametones. Después se alejó unos pasos y regresó a su forma habitual, rodando por el suelo hasta regresar a su lado.

-Y así es como ganamos a la locura. ¡Bien! -dijo, alzando el puño hacia el cielo.

Alecto dejó la guitarra a un lado para poder tumbarse bien y aprovechó que Viviane se acercaba rodando para  deslizar un brazo por detrás de su cuello y alrededor de los hombros.

-Buen trabajo, agente Flecha-de-Plomo -dijo con voz soñadora, todavía mirando al cielo e intentando encontrar el equilibrio perfecto entre estrujarla contra sí misma y mantener un actitud relajada que no recordara demasiado a tortitas para desayunar.

-No habría sido posible sin tu ayuda, Tres-acordes -respondió en tono grave, como buena comandante.

Bajó el puño y reposó las manos sobre su estómago, mirando en la misma dirección que la Galliard sin hacer alusión alguna al brazo que se había colado tras su cuello. Hacía dos días desde aquello y el tema no se había vuelto a mentar desde el viaje en moto de regreso al Clan, aunque no dejaba de rondar su mente cada cierto tiempo. Entonces se planteó si debía hablar o decir algo más para que la conversación fluyese. Normalmente pasaba ratos largos en silencio con los miembros de su manada, pero le entró la duda pensando si aquello se estaba convirtiendo en un silencio incómodo o no. Prefirió no averiguarlo y poner su mente a trabajar en busca de un tema novedoso.

-¿Qué te parece que mañana caminemos hacia nuestra muerte? -preguntó sin venir a cuento. Alargó los brazos hacia el cielo, estirándose, y los dejó caer como un peso muerto. Encogió el que quedaba entre medio de ambas y la mano del opuesto, casualmente, quedó rozando la de Alecto.

-Bueno, no está tan mal. Un nuevo acto para delincuentes lupinos. ¿Qué será esta vez? ¿Quemaremos sus camas? ¿Robaremos su té? Si tenemos un buen día, a lo mejor nos echan antes de querer matarnos. Bah, los agentes dobles no temen a la muerte -dijo, y bajó un poco la voz antes de añadir-, aunque claro, la última vez era difícil preocuparse. Después de todo, ¿qué más se puede pedir antes de morir?

La ragabash notó cómo se le encendían las mejillas ante el comentario y evitó mover la cara.

-Supongo que... no morir -comentó. Era una buena petición antes de dejar la vida, la verdad. Y además añadió entrecortadamente-. Porque, bueno, si no te mueres se puede volver a desayunar tortitas.

Alecto se quedó en silencio un momento, antes de decir con voz tímida:

-Bueno, visto así... pero quizás alguien pensó que sólo podría... eh, desayunar tortitas una vez... así que se alegró de que la muerte posible llegara después de haber, eeeh, terminado de desayunar -dijo, entrecerrando un poco los ojos sin volverse hacia ella, preguntándose si había llegado demasiado lejos con la metáfora-. Pero, bueno, si... existiera la posibilidad de quizás volver a desayunar tortitas, digamos, en un futuro... desde luego, sería una espléndida motivación para... todo en general -dijo, sintiéndose bastante rara. No dejaba de repetirse todo el día que no quería volver a acostarse con ella, pero al parecer a su boca no le había llegado todavía el aviso, porque allí estaba, soltando esas barbaridades en clave, como si el código fuese muy difícil de descifrar.
 

Viviane alargó el silencio, apretando los labios con fuerza como si temiese que las palabras fuese a brotar sin su consentimiento. Parecía que Alecto tenía su mismo problema, sólo que no se había podido contener. Entonces se dio cuenta de que había dejado de respirar en el momento en que la Galliard había pronunciado volver a desayunar, así que empezó a hacerlo de nuevo pausadamente. Quería hundirse en la hierba, pero el suelo no parecía tener intención de complacerla.

Sin pensarlo demasiado, volvió la cabeza lentamente hacia ella para descubrir que su mejilla estaba más cerca de lo que había imaginado.

-Estaría... bien -musitó, sin saber de dónde había salido aquella voz temblorosa. Y sabiéndose perdedora, estiró los dedos  para rozar el dorso de la mano que se había colado tras su cuello.

Alecto giró la cara cuando notó que Viviane se movía. No estaba donde pensaba que la había dejado. Estaba como... muchísimo más cerca. Tan cerca que apenas un empujoncito habría bastado para que sus narices se tocaran. Cuando sintió los dedos de Viviane rozando su mano, movió el brazo que tenía alrededor de sus hombros para atraerla hacia ella y la besó, algo menos nerviosa que la primera vez, y con más suavidad. El número indeterminado de cervezas la había hecho bastante más efusiva de lo que se sentía ahora.

-Lo siento -murmuró, apartándose apenas un centímetro y casi hablando contra su boca, aunque no lo sentía lo más mínimo-. Tambien tienen que haber escenas con besos en el musical, sino pierdo el público femenino...

Viviane se regocijó al sentir sus labios de nuevo, disfrutando del no sabor a cerveza y la falta de efusividad causada por el exceso de alcohol. No lo echó de menos en absoluto, ni tampoco las dudas que aquella noche la habían asaltado. La charla de Adam le había servido para decidir que no iba a cortarse pudiendo morir al día siguiente.

-¿Romance entre delincuente lupina y la agente doble tras un giro de trama inesperado? Hum... Tiene gancho, tiene gancho -Sintiéndose a salvo al haberse alejado del Clan, rodeó su cintura y le robó otro beso cálido-. Lo veo. ¿Tiene ya canción esa parte?

Alecto sonrió, relajándose. Hasta ese momento no se había dado cuenta de lo tensa que había estado. Se movió un poco para quedar de lado, mirándola:

-No, todavía no -dijo ella adoptando un aire de experta-. Antes tengo que ver la escena entera.

Viviane formó una pinza con el índice y el pulgar y la pasó por sus labios, cerrando una cremallera invisible. Sonrió y volvió a acercar su rostro al suyo para terminar la escena.