Partida Rol por web

Miércoles, 29 de noviembre de 2000 - 16:01

El coche lo aparcaron cerca de la casa de Lengua-venenosa. Todos sabían en el Clan que la Furia Negra, al ser la encargada de vigilar Riverside, había alquilado un estudio cerca del instituto para ir y venir cuando era necesario. Alecto había dormido allí una noche por necesidad al no tener medios para acercarse al Túmulo. La propia Ismene no lo usaba demasiado, así que se mantenía impersonal. Sin embargo, si había alguna pista de dónde estaba, debía de encontrarse allí.

La puerta se abrió con un Don. Un fuerte olor a rancio les golpeó las narices nada más entrar. Incluso en Homínido, era evidente que las criaturas que habían estado allí dentro no habían sido totalmente humanas. La escueta cocina americana daba a una televisión rota. La cama estaba desecha y en el suelo había restos de sangre roja y negra.

Una de las paredes tenía, como cuatro cuchilladas, marcas de garras que habían fundido la pintura. De los agujeros brotaba un líquido verdinegro que olía a podrido. Un poco más allá había un par de garras incrustadas en el yeso.

En otras circunstancias Donny se hubiera sentido terriblemente incómodo entrando sin permiso en casa de Ismene. O de cualquiera. Sabía muy bien que si alguien pillaba a un chico negro allanando una casa lo más probable era que disparase primero y llamase a la policía después.

Una vez estuvieron dentro, y después de asegurarse de que nada se había quedado atrás para darles una sorpresa, cambió a lupus y empezó a husmear en busca de algún rastro que pudiese ayudarles. Era evidente que habían atacado a las Sirvientes, de modo que o estaban muertas o a punto de morir. No había tiempo que perder.

Alecto se detuvo junto al umbral de la puerta y barrió el piso con la mirada. No parecía el mismo en el que había estado una vez. En el ambiente flotaba la sensación ya casi familiar de los lugares de los que se salía sangrando o algo peor. Dejando escapar el aire que había retenido sin darse cuenta, cerró los ojos y recordó a la Ragabash rubia y a su manada, deseando que aún pudiesen llegar a tiempo. Sin perder un segundo más, empezó a buscar rastros por todo el lugar.

Tras abrir la puerta con relativa facilidad, Viviane se adentró husmeando cautelosamente el escenario intentando darle sentido a lo que allí había pasado. Inspeccionó más de cerca los zarpazos reconociendo la marca de Uñas-de-cristal, pero sin dar con algo realmente significante.

-Esto lo ha hecho la traidora y el resto son dones Danzantes. -Informó volviéndose hacia los suyos-. Todo apesta a Wyrm, no es que se pueda encontrar un rastro muy nítido.

Ashley bufó por tercera vez.

-Todo esto está hecho un Cristo, pero el pasillo estaba bien. Si la han sacado de aquí, no ha sido por este plano. Y dudo que hayan entrado por la puerta. -La Philodox buscó a su alrededor y vio un espejo surcado por varias grietas, pero no roto. Ismene había intentado evitar que les fuese sencillo escapar, pero no lo había logrado-. Sueño, rastrea la Umbra.

Sueño arrugó la nariz nada más entrar en la casa y gruñó sin recordar que no seguía en su forma lupina. Aquel olor le asqueaba y hacía que su rabia fluyera pidiendo sangre. Sus ojos se volvieron completamente blancos tras la orden de Ashley, y el garou movió la cabeza a los lados, estirando el cuello como si intentase oler mejor a su alrededor buscando algún rastro.

-Huelo algo al otro lado... Creo que podemos seguirlos.

-¿Hispo y a la Umbra? -preguntó mirando a Donny, que era el alfa en materia de guerra.

Donny no tenía mucha idea de rastrear. Suponía que eso era tarea de Sueño o Viviane. De todos modos asintió y se alejó un par de pasos para tener sitio suficiente para cambiar.

-Sí. Sueño, pásanos -dijo, y tuvo que dejar de hablar porque su mandíbula se proyectó hacia delante con una serie de desagradables chasquidos y se le empezó a llenar la boca de dientes afilados.

Sueño fue al baño, donde sabía que los humanos tenía espejos de diferentes tamaños, y regresó con uno de mano. Crear un paso una vez tuvo una superficie reflectante no le resultó difícil; se concentró en su reflejo, y en un abrir y cerrar de ojos un tirón los arrastró al otro lado.

-Por aquí -les dijo volviendo a pasar a forma lupina, la que le resultaba más cómoda para esquivar las telas de la tejedora.

La Umbra, al otro lado, presentaba un aspecto parecido. La podredumbre y su hedor aumentaban. Los rastros del combate flotaban en el aire. El sudor, la pestilencia de las garras de la Danzante, la sangre. Casi podían oírse los gritos furiosos de Ismene. Su Rabia aún crepitaba en el aire.

Sueño sabía por dónde ir. Los ecos del pasado los guiaban escaleras abajo, a través de la ciudad y más allá. En forma de Hispo sus garras se clavaban en el asfalto y levantaban una gran nube de polvo. Ni las arañas se detenían a mirar, no se atrevían.

El rastro se volvía reciente. La sangre manchaba el suelo. La correría los había llevado a una de las zonas más antiguas de Naperville, donde las calles eran estrechas y se decía que se pasaba crack. El rastro manchaba de sangre los escalones de piedra que llevaban a una lonja detrás de un edificio de apartamentos sucio y desastrado.

Donny conocía aquella zona, y no le tranquilizaba mucho. La sangre, el olor, la Rabia ahogando el miedo, todo aquello le recordaba a lo que se habían encontrado en aquel sótano el día de la muerte de Tommy. Tenía la terrible sensación de que si entraban en el almacén iban a encontrarse con una escena que iba a impedirles dormir durante mucho tiempo. Pero hubiera preferido cortarse el cuello con su klaive como Fuegofrío antes de volverse atrás.

Se detuvo y se volvió hacia su manada.

-Podríamos volver y decirles a los Ancianos dónde están. Pero las Sirvientes nos necesitan. Y estoy hasta las narices de huir de Uñas-de-cristal. Viviane, si vamos a entrar no podemos ir a lo loco. Echa un vistazo y entérate de a qué nos enfrentamos. Sin tonterías. Que no te vea nadie, y si hay problemas sal pitando. Alecto, haz eso de los pensamientos si puedes, y así nos mantiene informados.

-Sintonizando... y listo -dijo quedamente antes de volverse hacia Viviane-. Mejor que un micro. Si algo va mal, estaremos contigo en un segundo -aseguró con voz firme.

Viviane se estremeció al volver la vista hacia el almacén, un impulso que quedó encubierto bajo el tupido pelaje y la inseguridad que se respiraba en general. Tras una exagerada bocanada, como queriendo ahogar todos los pensamientos, la enorme silueta lobuna se desfiguró hasta volver a ser ella, sosteniendo ya entre los dedos el amuleto de Paso-sin-prisa.

-Más vale que solo sea uno –insistió fijando su objetivo. Y eso fue lo último que escucharon de la Ragabash antes de que sus labios rozasen el amuleto y su imagen se diluyese en el aire.

-¿Alecto...? -Escuchó segundos después, y por un instante eso pareció ser todo-. Una balada de acompañamiento estaría bien ahora mismo... O algo así.

Sueño no podía de dejar de mirar la oscuridad del interior del almacén con el hocico fruncido y los dientes bien visibles. Aquel sitio le asqueaba, y el olor de la sangre le golpeaba repetidamente en el cerebro advirtiéndole del peligro. Esperaba que Viviane volviese pronto con noticias y pudieran entrar dentro o irse del callejón.

-¡Joder, sí! Si podemos pillarla desprevenida y arrancarle la cabeza el Clan nos colmaría de honores -dijo Ashley, con la Rabia y la codicia bailando en la mirada-. Ten cuidado, Viv. No te alejes demasiado.

-Ya pensaremos en los honores cuando llegue la hora de recibirlos -dijo Alecto cruzándose de brazos y viendo en los ojos de Ashley la mirada que conocía bien de su antigua alfa y que solía presagiar que se iba a arrojar cualquier plan por la borda en breve-. Ahora lo importante es no hacer ninguna locura y concentrarse en lo importante. Yo quiero tener los dos brazos para tocar la guitarra en el consejo en el que nos cuelguen las medallas, ¿eh? Que ahora tengo un puesto en la ceremonia -dijo con una sonrisa fugaz, esperando apaciguarla.

Tras un momento de duda, dijo:

"Vale, tú ganas, pero sólo una instrumental, que tienes que concentrarte. Y me avisas cuando veas algo."

Y procedió a anunciar en su cabeza una balada que aparentemente incluiría un solo de guitarra, uno de cuerno de guerra y otro de triángulo, tras lo que empezó a tararear mentalmente, cosa que hasta la fecha no sabía que podía hacer.

Viviane entró en la Penumbra, invisible, como un fantasma. La zona estaba fría y desposeída de luz; la oscuridad se cernía sobre ella en cada esquina, como una trampa lista para saltarle encima.

Bajó por los escalones pegoteados de sangre y llegó a una lonja dividida en tres habitaciones separadas por un pasillo. En el pasillo había dos Perdiciones montando guardia, cuyos efluvios petrolíferos burbujeaban apestosamente.

Ni el hecho de ser invisible, inaudible e inodora, era suficiente para no extremar cautela moviéndose entre el enemigo. Puso especial cuidado en evitar mancharse mientras caminaba, resuelta a acercarse lo máximo posible con tal de localizar a las Sirvientes y hacer un éxito de aquella misión.