Partida Rol por web

El joven dan se quedó sobre el escenario como mandaban los cánones y la compostura. No era de su agrado pero no se le notó en ningún momento.

Tras cada poesía recitada por sus "contrincantes", Giron aplaudió con todos los demás asistentes. Así como también aplaudió cuando dieron por vencedor a khôradur. No le importaba pues para él esto no había sido algo por lo que competir. Pero cuando vio como el lugarteniente comenzó a bailar con la bella Ayla, algo en su interior quiso hacerse con el control y la envidia invadió la mente del joven. Pero nuevamente la autodisciplina venció y el rostro del joven quedó impasible, como de costumbre.

Arkyn sonrió para sí cuando vio que el gigantón se alzaba con el triunfo. Contempló como la gente comenzaba a despejar la zona de baile para permitir a la pareja que se moviera sin dificultad y entonces tuvo una idea.

Si no he podido demostrar mi valía como poeta bien puedo demostrar de lo que soy capaz con mi música.

Aún a sabiendas de que dejaba abandonado al otro músico el bardo se encaminó hacia la zona de baile y en cuanto Khôradur tomó la mano de Ayla para iniciar el baile se dispuso a entrar en acción.

Comenzó tocando unas notas suaves y lentas, dejando que se fueran infiltrando entre la multitud para que prestaran atención al baile. Sonrió a ambos y se dispuso a dar vueltas a su alrededor, lentamente, al estilo de los músicos populares de los grandes festivales de Bree.

Poco a poco comenzó a improvisar según los movimientos de la pareja, acompañándolos en sus giros y adecuando el ritmo a sus pasos. En su mente se formaron dos temas principales. El del corpulento humano estaba formado por acordes graves y de cadencia más lenta. Los de la dama eldar eran algo más agudos y sostenidos, casi como los de un violín. Fusionó ambos mundos, eldar y adan, en una misma melodía, entretejiendo las notas al igual que ellos sus pasos de baile y dejó que la música fluyera...

Norión se acerca lentamente hacia el último orador, el contenido del poema acerca de Metraith atrajo su atención, después de todo había pasado mas de un año allí y algo se le hacía familiar, aunque no podía reconocer al hombre. El tumulto no le permitía escuchar claramente lo que estaban hablando, así que temió intrometerse indebidamente, por lo que fue lo mas ameno posible en su hablar.

- Señores, con su permiso, quería felicitar al orador, su poema me ha parecido elaborado y recitado con emotividad, habla sin duda de uno de los príncipes de nuestro amado reino, que aún late con en nuestros corazones. Mi nombre es Norión, y compartimos dos cosas hasta el momento, el gusto por la poesía y el haber estado en Metraith - dijo a modo introductorio, atento a la reacción de los presentes. 

Metraith. El nombre le trajo muchos recuerdos a Norión. Una aldea en un cruce de caminos, y el año anterior, en un cruce de destinos de lo que quedaba del reino de Cardolan.

Durante gran parte del año 1643 de la Tercera Edad, el anciano príncipe Hallas de Dol Tinare había liderado una coalición de los distintos feudos de Cardolan en una campaña contra el Señor de la Guerra Dagorhir, el semitrol enviado desde Angmar, que se había mostrado esquivo y un gran estratega. Pero su final estaba próximo. Los Señores Aliados, que es como se hacía llamar esa unión, obtuvo la victoria en una sucesión de batallas campales que cerraron el cerco alrededor del refugio de Dagorhir en las tierras altas de Minhiriath. Las noticias de esas batallas llegaban a cuentagotas a Metraith, desde donde partían más y más mercenarios para luchar por las promesas de pago del príncipe Hallas. Esa guerra se había convertido en una obsesión para el príncipe, y aunque logró finalmente la victoria y pudo sujetar la cabeza de su enemigo en sus manos, falleció poco después y con la muerte de Hallas y Dagorhir, se disolvió la alianza y las viejas rencillas regresaron.

Pero aún no había terminado todo. Poco después, Metraith fue el objetivo de una ofensiva tan inesperada como repentina. Un comandante de nombre Hazvadôk había reunido en secreto una gran hueste de entre los supervivientes de los ejércitos de Dagorhir, y quiso reclamar esa ciudad estratética como parte de su campaña por diversos territorios del centro de Cardolan. Se enfrentó a las tropas del príncipe Pelendur y a los Cantoner de Feotar, entre otros. Por otro lado, Hazvadôk había logrado una alianza con la princesa de Dol Caladir, y con apoyos de un barco corsario de Umbar. Fueron precisamente los umbareanos los que lograron entrar primero en la ciudad, atacando por sorpresa, y ocuparon el Palacio Real de Thalion. Luego llegó la hueste de Hazvadôk...

Norión aún recuerda la desesperación y el miedo que sentían los lugareños. Pelendur y las tropas de Tyrn Gorthad se hallaban demasiado lejos para llegar a tiempo. También se daba por imposible la llegada del príncipe desterrado Echorion desde Arthedain. Pero Metraith recibió la ayuda de un grupo de aventureros liderado por una mujer elfa... Norión nunca la vio, pero hablaron de ella mucho después... ¡Y comenzaba a creer que podría tratarse de esta mujer quien ahora bailaba con Khôradur!

La victoria de la Batalla de Metraith levantó la moral de todos, y se unió a las victorias de Pelendur y la llegada de Echorion con sus tropas. El joven príncipe de Girithlin quería iniciar una nueva guerra contra Dol Caladir, y luego seguir de allí a reclamar el trono del principado de Girithlin, donde gobernaba su tío el usurpador. Pero finalmente Pelendur convenció a los presentes que ya se habían librado demasiadas guerras.

La inconmensurable belleza de la música de Arkyn hizo que todos los presentes se quedaran atónitos observando la pista improvisada, donde la Dama y el Lugarteniente se movían al son de las notas del bardo. Unas notas que variaban de tono y de estilo, pero sin perder la fuerza de los primeros acordes. Una melodía a la altura de lo que significaba el momento improvisado. Dos de los fundadores de Sil Auressë, que provenían de mundos completamente diferentes y que el año anterior habían luchado en bandos opuestos en las guerras de Cardolan, ahora bailando juntos. El alma y la Luz que representaba la elfa, y la fortaleza y el honor que portaba el númenoreano. En ese momento, algunos de los presentes vieron un halo de esperanza no sólo para Sil Auressë, sino para toda esa tierra devastada por las guerras mezquinas. En ese momento fugaz pero inolvidable se quedaría para siempre como recuerdo en la mente de ambos gracias al poder de la música. Y todos los presentes sentían que el futuro les pertenecía de nuevo, aunque sólo fuera mientras Arkyn seguía tocando. Incluso la celebración sencilla de la inauguración de la Academia fue vista con nuevos ojos por muchos, ya que quizá fuera el legado que Ayla dejaría atrás.

Girion se encuentra de pie en primera fila en el círculo que se ha formado para permitirles el baile, pero el movimiento y la música impiden que pueda escuchar lo que están diciendo. 

Caäniza se encuentra un poco apartada, descansando y observando a la gente. Prácticamente todos están pendientes de la actuación.

Norión se acerca a Aelloth, que había sido el último en actuar. Junto a él se encuentra el Senescal Curudae, y a unos pasos está el sombrío montaraz Denelloth.

-Bueno Lugarteniente de Sil Aüresse, menos mal que has hecho un buen esfuerzo para que no tenga que bailar conmigo misma, le dice sonriente Ayla a Khôradur. -De todos los aquí presentes con nadie disfrutaría mas de este baile que con vos, que curioso capricho del destino, hace año y medio combatiendo y ahora bailando. Espero que de cara al futuro nos esperen muchos mas bailes.

-La vida da muchas vueltas, contesta Khôradur con la mirada perdida en unos recuerdos que rara vez muestra en público.

-Así es, contesta Aelloth sorprendido ante los modales de Norión. Estaba a punto de decirle algo a Curudae y mirando de reojo al montaraz que no le quitaba el ojo de encima. -Habla de un príncipe desterrado que regresa a sus tierras para reclamar lo que es suyo. Pero antepone el bien común y la paz a sus propios intereses.

Le observa con atención, tratando de recordar si se conocen de algo.

-Creo que no nos conocemos, señor. No estuve mucho tiempo en Metraith, y me acordaría de su rostro seguro. Mi nombre es Aelloth, y estoy al servicio del verdadero príncipe de Girithlin.

Al decir la última frase, se le nota algo aliviado y vuelve a mirar a Denelloth casi desafiante. Es bien sabido que un espía puede recibir la muerte, pero entre los dúnedain se respeta a los emisarios cuando no ocultan a quién sirven.

Aelloth tiene porte militar, aunque con cierta soltura en este tipo de actos sociales. Lleva una sobrevesta de calidad encima de su armadura, y se nota que ha hecho un esfuerzo para mostrar su mejor aspecto.

-¿Y su nombre cuál es? Parece un hombre de fe.  ¿Está al servicio de este ... territorio?

-Saludos, joven.

Caäniza se sorprende al escuchar una voz fuerte, melódica, y extrañamente familiar. Al levantar la cabeza, observa el rostro que debe pertenecer sin duda al padre de Girion.

-Te he visto antes charlando con mi hijo, añade el dúnadan mientras observa el baile. Parece más un comentario a sí mismo, sin esperar respuesta. Sin saber qué más decir.

Apreta con fuerza la mandíbula, tratando de contener una emoción que se está apoderando de él.

-La salud este con vos. contesta con una finura y intentando estar a la altura.

-Com compartimos alguna clase. El tartamudeo de la indecisión, por no saber bien que contestar. Parecía que ni siquiera escuchara lo que le contestare o que le importara tanto como un parpadeo, así que finalmente, hizo lo que ya antes había pensado, y con un par de cosas y una copa llena se alejo un poco para desvanecerse en la salida que daba a los jardines, y en la penumbra, en el umbral de aquel balcón practico uno de sus trucos, para pasar más inadvertida* para luego seguir viendo la fiesta desde otra perspectiva, o quizás escuchar lo que se hablara en aquellos sitios.

Caäniza sale por una rendija entre las lonas de la carpa hasta los jardines del patio del castillo, fuera de la vista de todos. Se concentra durante unos minutos, y se convierte en casi una sombra. En la penumbra de la noche apenas se le ve.

Ahora dentro de la sombra parecía que la calma regresaba a su ser y se paso un buen rato, ¿minutos, horas? quien sabe la dimensión del tiempo se estiraba o encogía a placer. Tuvo así tiempo de meditar de sus cosas.

Norión asintió en silencio, reordenando en su interior los hechos que se iban enlazando en su memoria. Ignoraba porqué el hombre parecía a la defensiva, sospechaba que su visita no había sido casual, ni tampoco que la dama lo haya convocado, ni que hora estuviera dialogando con Curudae.

- Mi nombre es Norión, y ha observado muy bien, señor Aelloth, soy un hombre de fé, a los Valar confié mi vida y a uno de ellos mi mayor devoción, y es a él a quien sirvo. Pero entre los hombres, he vivido en Tyrn Hodhath, quizas la conozca como Tyrn Gorthad, y serví al príncipe Pelendur como el resto de los dúnedain de la zona. La última vez que supe de él fue precisamente en Metriath, donde también fue la primera vez que vi a vuestro príncipe, Echorión. Ambos han traído paz a estas tierras, y se han ganado mi eterno respeto - hace un breve silencio - Claro que mi labor por ese entonces se limitaba a curar heridos y enterrar a los muertos, ahora en estos tiempos colaboro en reconstruir parte del conocimiento perdido en la academia, y adhiero al lema de Sil Auressë y la propuesta de su dama Aylarien. Verá yo creo que la historia es muy importante, y en ellas está la verdad, por mas que en el presente otra realidad intente imponerse y arrebate lo mas preciado que tenemos ...- hasta donde era prudente seguir hablando de estas cosas con testigos? conocía de vista a los dos que lo acompañaban, eran personas renombradas en la aldea, pero nada sabía de su posición frente al hombre de Girithlin - ...creo que ambos compartimos ese punto de vista, verdad?-

-Soy un hombre sencillo, de ideas firmes. Un voto de lealtad rige mis acciones en esta vida. Lealtad a una causa, y a una persona. No me corresponde juzgar los aciertos y los errores de los que empuñaron las armas en el pasado, ni los que lo hacen en estos días. Pero sé que la historia se forja en el campo de batalla. La narran y la moldean como si fuera arcilla aquellos que logran la victoria. La voz de los que derrotados desvanece como la niebla. Nuestra verdad, nuestra causa, la causa de mi señor Echorion, sólo será legítima si obtiene la ansiada victoria. De lo contrario, la mentira que ya ha echado raíces en Minas Girithlin, borrará cualquier rastro de la causa que abanderamos.

Mientras Aelloth habla, Curudae hábilmente se coloca de tal forma que sólo él y Norión escuchan las palabras de Aelloth. Hace un gesto discreto, y el que parece el jefe de guardia da unos pasos hacia ellos. Denelloth sigue estando cerca, pero más pendiente de observar a las personas que hay alrededor.

-Para ser un hombre con las ideas tan claras, optaste por entrar a hurtadillas, bajo el manto de la noche, y sin anunciar ni tu procedencia ni el nombre de tu señor. Una actitud que fácilmente podría ser la de un ... espía.

Curudae le mira de repente a Norión, evaluando al ayudante de Adhellin.

-Mas debo reconocer que el buen Aelloth ha sido valiente tanto en el concurso de poesía, como lo ha sido sobre todo en esta charla amistosa con el maese Norión. Ha hablado con sinceridad y mostrando sus cartas, por lo tanto debo concluir que su actitud anterior se debe a un descuido o desconocimiento de los más básicos modales de un emisario.

Le vuelve a mirar a Aelloth, y los ojos del Senescal se hacen más pequeños cuando le mira fijamente.

-Como podrás observar, hemos logrado reunir en Sil Auressë a grandes sabios de los distintos principados de Cardolan. Personas con vínculos a instituciones importantes. Incluso soberanas de feudos importantes, como la Dama Finduilas. Sil Auressë no tiene interés en las guerras, lo que busca es la paz. Pero en caso de verse amenazado, se defenderá. Y muchos otros lo defenderán.

Dejando unos segundos para fortalecer el sentido de sus palabras, añade: -Ahora el guardia Walec le llevará a un lugar más discreto dentro del castillo, y Denelloth les acompañará, para asegurarnos de que no suceda nada inesperado. En breve hablaremos de nuevo, Aelloth.

Le da una palmada en el hombro a modo de saludo, o señal para el guardia y Denelloth que no tardan en aparecer y acompañar al enviado de Echorion discretamente por una de las salidas laterales.

Curudae se queda a solas con Norión. Echa un vistazo alrededor, calculando quizá el tiempo que necesita para distintos asuntos. Parece manejar el escenario de la fiesta como si de un juego de ajedrez se tratara, moviendo fichas, atendiendo batallas dialécticas, buscando mover las fuerzas de una zona a otra según sus intereses.

No obstante, se detiene unos segundos para charlar con Norión, no sin antes ofrecerle una copa de vino y tomar él otra. -Norión, ¿no es cierto? Sabía de tu llegada a Sil Auressë, y de que estabas ayudando a Adhellin. Pero desconocía tu pasado al servicio de Hir Pelendur de Tyrn Hodhath. Un señor de gran nobleza que sufrió mucho por haberle tocado esta época.

Ofrece su copa para brindar, y añade como quien habla del tiempo... -No conozco mucho de aquel principado que por desgracia ya dejó de existir, pero tengo entendido que los que enterraban a los difuntos tenían una posición digamos privilegiada, de cierto poder y sobre todo prestigio. ¿Me equivoco?

Al parecer las relaciones con el príncipe Echorion no eran las mejores, al menos estaba claro que el príncipe buscaba recuperar lo suyo, pero Sil Auressë no estaba dispuesta a arriesgar la paz por ayudarlo. Observó la dirección en la que llevaban al cautivo, seguramente tendrían otra conversación más privada, de algún modo.

Tomó nota mental sobre las palabras del Senescal, en especial cuando hizo mención de los aliados de la aldea, como la dama Finduilas. Cada vez le era mas notorio que el pequeño pueblo tenía una fuerte influencia, y lejos de estar olvidado, parte de la política del reino caído se discutía en ese lugar. Le sorprendió ese descubrimiento, una respuesta mas a porque Namo lo había llevado hacia allí.

Norión acepta la copa de vino de buena gana - Muchas gracias Senescal, Sil Auressë ha sido muy generosa al recibirme y para mi es un privilegio colaborar con la obra que hoy se levanta, la Academia es un símbolo de prosperidad e inmortalizará este momento. Lo que la Dama Aylarien y usted están haciendo aquí es una verdadera proeza - hizo una pausa y bebió un poco de vino.

- La desaparición de Tyrn Hodhath es un hecho realmente doloroso, la plaga y luego los espectros han cubierto de muerte todo el lugar, y forzó a nuestro príncipe e incluso a mi orden a abandonar el túmulo. Vivimos tiempos difíciles, señor Curudae, el ocaso de un reino, pero a veces la muerte de unos da espacio para que otros nazcan, no hay que perder eso de vista. En cuanto a su pregunta, no todos los que entierran tienen ese privilegio, pero sí los Anamartar, custodios de la justicia y guardianes de los muertos. Como le decía antes al emisario - no encontró mejor modo de nombrar a Aelloth - es importante proteger nuestra historia y nuestro pasado. Puede que antes tuviera grandes privilegios, y tratara con señores y príncipes, pero hoy para mi el privilegio es ser bienvenido en este lugar - lo que decía en parte era cierto, estar en la academia, era un modo de seguir siendo un Anamarta y a la vez formar parte de la nueva historia que se escribía en Cardolan, pero ciertamente no le agradaba ser tratado como un escriba lisiado, era el sacerdote de Namo y uno de los pocos Anamarta con vida que había, pero disimuló su descontento al respecto.