Partida Rol por web

El viaje desde Gamuthill a Metraith había ido bien, y en Metraith se habían encontrado con un grupo de personas que se dirigían hacia Sil Auressë por la ruta que llevaba la aldea recién fundada. Se trataba de dos hermanos carpinteros, un primo de ellos y el cuñado que querían aprender el oficio. Les había llegado la noticia de que en Sil Auressë estaban haciendo una gran obra y habían decidido cargar todas sus pertenencias en un carro y partir hacia ese lugar. Sus mujeres e hijos se quedaron en el campamento de Metraith a la espera de noticias. Aceptaron de buen grado que Arkyn y Caäniza les acompañasen.

Después de dos días de viaje, llegaron al mercado de Sil Auressë. Estaba protegida por una empalizada de madera. Había una docena de tiendas recién construidas, y otras que estaban siendo levantadas, rodeando una pequeña plaza cuadrada. Junto a la plaza, había un edificio de piedra de dos alturas. Quizá en su día haya sido una posada de cierto tamaño, pero había sido
reformada, y ahora era conocida como la Casa del Comercio. Dentro, había bastante ajetreo con los preparativos del evento que estaba ya próximo. El encargado de las cosas prácticas era el Chambelán Paddrec, un joven de buenos modales al que parecía faltarle el aire y no paraba de dar instrucciones y moverse de un lado a otro. ¿Tú quién eres? ¿El músico?

-¿Y Gelmir? Bueno, da igual, entonces tú. Espérame aquí en esta salita, en un rato paso y confirmamos todo.

-¿Y ella? ¿También actúa? Paddrec hacía preguntas sin cesar pero sin dejar tiempo para las respuestas. Al mencionarle que Caäniza estaba interesada en estudiar y aprender aquí para potenciar su don, se detuvo. Eso no me corresponde a mí decidirlo. Ven, acompañame. Te llevaré hasta el Maestro Cerveth, el Director de la Academia.

- Espera aquí, le insistió de nuevo a Arkyn, y con una voz mucho más amable y pausada siguió hablándole a Caäniza mientras se disponía a cruzar la plaza con ella hasta uno de los edificios de madera.

El nerviosismo y la celeridad con la que actuaba Paddrec, apabullaron a Caäniza y esta aun así se dejo llevar viendo como su amigo se quedaba atrás en aquel ajetreo, y pese a que Arkyn hizo ademan de acompañarla, una mirada de ella le detuvo, parecía que había llegado el momento de presentar su candidatura, y una mezcla de nervios y emoción le asaltaban, ¿sería lo bastante buena para ingresar en la Academia?,  En un intento de parecer algo más pulcra intento pasar la mano por su pelo para estar lo más adecuadamente presentable, y tiro un poco de sus ropas para que las pinzas se colocaran bien, quería dar una buena impresión al Maestro Cerveth.

Al llegar a Sil Auressë Arkyn dio un silencioso suspiro de alivio. No es que no le gustara caminar, de hecho era un bardo itinerante, pero en los últimos años se había acostumbrado a la vida entre tabernas y posadas, con buena comida, vino caliente y alguna que otra partida de dados.

- Soy Arkyn de Bree - saluda con una leve reverencia al estilo de los músicos. - Gelmir no ha podido venir y me dijo...

Las palabras del bardo van muriendo en sus labios al comprobar que el ajetreado chambelán hace caso omiso de sus explicaciones. Al demandar a Caäniza que le acompañase estuvo a punto de seguirles, pero le detuvo la mirada que ella le devolvió y, con desgana, la dejó ir sola.

Mientras esperaba al chambelán se dedicó a vagabundear por la casa del comercio, sin perder de vista ni alejarse demasiado de la sala principal.

Arkyn caminaba pausadamente por el pasillo de la Casa del Comercio, y se detuvo a observar un cuadro colgado en una posición dominante, al final del mismo. Era un emblema... Un escudo heráldico, pero diferente a los que se solían ver en los reinos dúnadan. Era élfico...

De forma involuntaria, los dedos del bardo tocaron el marco de madera. El escudo de Sil Auressë había sido pintado con maestría, pero no por los elfos. Los Primeros Nacidos únicamente usarían runas, y sin embargo en esta obra la frase en élfico no estaba escrita en runas élficas. "Sikil Kaluva Tielyanna"... Las palabras sonaban melódicas, pero Arkryn desconocía el significado.

- Es muy bonito, ¿no es cierto?, dijo una voz detrás de él. Al girar, vio a un joven con ropa holgada y de tonos oscuros. En su mano llevaba un cuaderno, y en la otra carboncillos para dibujar.

Arkyn se giró al escuchar la voz y asintió.

- Sí, mucho. El bardo dedicó un par de segundos a observar al recién llegado y prosiguió. - No entiendo esta inscripción. ¿Qué es lo que dice? ¿Sabéis leerlo?

El joven avanzó unos pasos más para ponerse junto a Arkyn, y sin apartar la vista del cuadro, le contestó: Sikk-il Kaaluvva Telyaana, no soy erudito de las lenguas élficas antiguas, pero la Dama me contó que significa "La Luz iluminará tu camino". Una luz diferente, más intensa.

Se quedó pensativo, en silencio, recordando alguna cosa de su pasado. Su mano toca un medallón que lleva debajo de la camisa. A pesar de su juventud, llevaba las experiencias de toda una vida a sus espaldas. Entonces, como si se despertara de un sueño, se giró hacia Arkyn.-Pido disculpas sinceras por mis modales, señor. Mi nombre es Adhellin, y os doy la bienvenida a Sil Auressë, aunque no me corresponde a mí extender tales bendiciones. Soy un simple artista que trata de plasmar en un lienzo o donde sea lo que sus ojos ven y siente su corazón.

Adhellin arqueó las cejas y ladeó la cabeza ligeramente para ver mejor la caja que guardaba el laúd del bardo. -Me da que en ese sentido tenemos alguna cosa en común...

- Eso me parece. - Añade el bardo con una sonrisa. - Arkyn el bardo, de Bree. - Se presenta con una ligera inclinación de cabeza.

Arkyn mira a su alrededor y señala el resto del pueblo con la mano.

- ¿Lleváis mucho tiempo aquí? Quizás podríais orientarme un poco, pues acabo de llegar. ¿Cómo van los preparativos de las fiestas?

De vez en cuando, mirando por la ventana podía ver al bardo, pasear por las afueras y conociendo el lugar como un gato recien llegado a una nueva zona, casi olfateando todo rincón.

La reunión estaba seguramente decidiendo el futuro que depararía a la joven y pese a estar con la mente en ello, alguna vez se sorprendía pensando que estaría haciendo su amigo por allí fuera.

-Arkyn de Bree, dijo Adhellin saboreando el nombre. -Me imagino, pues, que habéis acudido para actuar en la fiesta. Estamos trabajando duro para tenerlo todo listo para la ocasión. La fiesta es para celebrar la inauguración de la Academia, que por fin se traslada de la plaza del mercado a ... su sitio definitivo. Será todo un acontecimiento para los de Sil Auressë.

-¿Cuánto tiempo llevo aquí? Llegué el día ... A ver, fue a principios del mes de Gwaeron, es decir, hace un par de meses. Claro que puedo enseñaros el sitio, si me ayudáis con algunas cosas mientras. Me encargo de encuadernar obras y hacer las ilustraciones, cuadros y ese tipo de cosas. Además, me encargan de supervisar o preparar los decorados de las fiestas, y las actuaciones de los artistas, ese tipo de cosas. El Chambelán Paddrec anda muy ajetreado, así que casi que le dejamos seguir con sus quehaceres, y os invito una cerveza en el Salón Común y nos ponemos al día.

El Salón Común no es una taberna al uso, más bien parece construido por los trabajadores y obreros para descansar de sus jornadas. Todo son mesas alargadas con bancos, y la cocina es de acceso libre a los clientes, que solamente abonan los alimentos y las bebidas que se sirven.

Antes de que pueda oponerse Arkyn es arrastrado hasta la Sala común. Al llegar procura buscar un sitio desde el que se pueda ver la Casa de comercio.

Ya lleva ahí mucho tiempo, espero que le vaya bien.

A pesar de estar todo el rato pendiente por si vuelve a aparecer Caäniza, el bardo se esfuerza en seguir la conversación con su interlocutor y no aparentar descortesía.

Una vez que tiene la cerveza frente a él y le pega el primer sorbo, Arkyn comienza a preguntar.

- ¿Y qué tal es la vida aquí? Para un artista, me refiero. - comenta para romper el hielo y poder así ahondar más adelante en lo que le más le interesa, que es la Academia.

La vida aquí... Todo se vive diferente, no sé cómo explicarla. Te atrapa. La Dama Aylarien tiene una visión, no, una certeza de cómo será este sitio algún día. Y nos hace partícipes de esa visión, aunque la realidad aún dista mucho de sus sueños. Aún así, Sil Auressë ofrece muchas cosas. O  pocas, pero importantes.

Adhellin le dio un trago largo a la cerveza, para después enseñar con el dedo hacia la plaza.

-Cada persona de aquí tiene su historia, sus sueños y esperanzas... Amores y desamores. Su vida. Aquí se quiere crear algo distinto, una esperanza en un tiempo en la que todo se vuelve oscuro y todo se derrumba a nuestro alrededor. Pero al final, la gente de aquí no son diferentes a la gente de otros sitios. No se puede cambiar su forma de ser. Siguen teniendo las mismas debilidades y defectos. Lo que les hace diferentes es que comprenden que Sil Auressë no se ha concebido para explotar a esta gente, sino para protegerla. Para permitir que vivan y encuentren su lugar y su forma de contribuir bajo el manto de protección que se les ofrece aquí. Es un bonito sueño, y esperemos que dure mucho tiempo. Para un artista, es un sitio donde sentirse valorado. Nada más, nada menos. Aunque debo reconocer que si no fuera por mi trabajo encuadernando los tomos, no estaría aquí. De hecho, fui descartado en un primer momento para educar en la Academia.

- Vaya - meditó Arkyn. - Parece una idea muy... élfica.

El bardo volvió a tomar un sorbo de su cerveza y continuó.

- ¿Y cómo es eso de que fuiste descartado? Pensaba que admitían a todo el mundo. - Su pensamiento voló junto a Caäniza y  se preguntó si sería admitida y qué haría él si así era.

-Cierto, Arkyn. Hay mucho de élfico en Sil Auressë, no en vano su fundadora es de la raza de los Primeros Nacidos.
Aunque siempre ha vivido entre humanos creo.

De reojo, a través de la ventana, Arkyn vio de pasada a Cäaniza cruzar la plaza junto a Cerveth. Pero luego la perdió de
vista de nuevo.

-Conocí a Ayla, o Dama Aylarien, en Tharbad, cuando ella estuvo buscando personas de confianza para esta empresa, contó Adhellin mientras apuraba la jarra de cerveza. -La Academia era algo fundamental para ella, y en aquel momento tuvo la posibilidad de contratar a dos maestros para impartir clases en ella. Nos presentamos Edrec, Ionell, Cerveth y yo, y al final no me escogió, aunque pocos meses después recibí una carta de su mano para invitarme.

-El número de alumnos viene dado por el número de maestros, está claro. Y a medida que esto crece, se necesitarán más. De momento hay tres educadores, y algunos otros como yo que impartimos materias sueltas. También lo hace Ayla, e incluso el Lugarteniente Khôradur de Umbar. Admiten a todo el mundo en Sil Auressë, pero para poder estudiar en la Academia, hay que pasar una selección. Y poder costearlo.

Dejó la jarra vacía en la mesa, y miró al cielo por la ventana. Debo irme y seguir con el trabajo, pero si me ayudáis con los preparativos, podéis contarme un poco más del estilo de música que tocáis, y podemos preparar las actuaciones del evento. 

- Sí, claro... - contesta el bardo un tanto distraido al ver salir a Caäniza para volver a perderla de vista. - Enseguida te ayudo, pero antes quiero ver si... si el chambelán está buscándome.

Arkyn se excusa mientras se levanta precipitadamente y se asoma al exterior para ver si puede verla o no. También busca con la mirada a Paddrec por si éste le estuviera buscando.

Y al final sigo sin saber qué es lo que enseñan en esta Academia.

Arkyn salió de la taberna a la plaza, y se encontró con la muchedumbre le impidió seguir con la vista a Caäniza. Sí vio al maestro que le había acompañado antes, regresando al edificio de donde había salida con Caäniza. Pero regresaba sin ella.

El Chambelán Paddrec estaba entrando y saliendo mientras explicaba algo a personas del servicio. -Son los cocineros, comentó Adhellin quien había salido detrás del bardo.

-Vamos, tengo mi taller cerca. No te preocupes por Paddrec, me ha encargado la parte artística así que me imagino que eso te incluye, ¿no? En mi taller me queda una cama libre, por si prefieres ahorrarte la posada. Aunque tendrás que compartir cuarto con... bueno, ahora lo conocerás.

Arkyn acompaña a Adhellin mientras sigue mirando hacia la Academia por si vislumbra a Caäniza.

- No quiero molestar - responde educadamente. De todos modos echaré un vistazo al sitio. - ¿Los estudiantes duermen en la Academia? - pregunta dirigiéndose al artista. - También me gustaría saber si es posible entrar en la Academia tanto de profesor como de alumno, sin pagar ni cobrar nada, claro.

-¿Molestia? Molestia ninguna, insisto. Desde que los alumnos se han ido al Castillo, o lo que algún día será el Castillo, mi taller se ha quedado algo vacío. Antes el edificio de madera de la Academia estaba al lado de mi taller, y los alumnos me ayudaban con los trabajos de encuadernación. Ahora, si no fuera por mi nuevo ayudante, estaría perdido.

-Efectivamente, los alumnos duermen en barracones, junto a la Academia. Antes era aquí, en el pueblo. Ahora ya están subiendo las cosas arriba. Creo que echarán de menos la plaza, el mercado, la gente. En lo alto de la colina sólo hay obreros, andamios y las ruinas de un castillo. Pero a la larga será mejor, sin duda. Ah, y en esas ruinas y entre esos andamios, tendrás que deleitar a los poderes de Sil Auressë con tu música, Arkyn, añade sonriente y le da una palmada en el hombro.

- Lo de entrar en la Academia como profesor... No lo sé, además de los educadores que son tres, muchos otros imparten clases sueltas. El lugarteniente Khôradur les enseña tácticas militares, la dama Aylarien también ha impartido clases, sobre todo en privado. De materias que manejan. Y muchos otros. Mi taller de encuadernación también es una especie de clase. ¿Por qué te interesa tanto la Academia? Me refiero... es para personas más ... que no sean tan vi... que no hayan visto tanto mundo como tú.

Los ojos del bardo se ensombrecen durante una fracción de segundo cuando escucha que los alumnos duermen junto a la Academia pero se repone rápidamente. Y cuando Adhellin le pregunta acerca de su interés por el tema consigue mantenerse impasible y sacude su cabeza como si no tuviera importancia.

- Entiendo que la Academia es un lugar de aprendizaje y aunque no lo creas yo considero que siempre hay algo nuevo que aprender. Y que enseñar. Da igual que seas muy joven o muy viejo, siempre se puede ser aprendiz y maestro de algo.

Arkyn acaricia el estuche de su laúd que se encuentra a su espalda.

- Además, me gustaría quedarme un tiempo por aquí después de las fiestas. Si no hay inconveniente, claro - se apresura a decir. - Hace años que vago por los caminos y me apetece quedarme una temporada en un sitio fijo, y qué mejor sitio que este - agrega señalando al pueblo. - Tengo mucho interés en conocer a la dama Aylarien y su proyecto.

-Seguro que te sentirás como en casa en Sil Auressë. A ver si encontramos un momento para que conozcas a la Dama Aylarien. Pasa, entra en mi taller..., dice Adhellin y termina de abrir la puerta y hace una extraña reverencia. Al cruzar el umbral, lo que ve Arkyn son grandes mesas formando una "L" con planos, lienzos e instrumentos de pintura y escritura. Junto a las paredes hay cuatro pupitres inclinados, para escribir en hojas y pergaminos. En el otro lado, una estrecha escalera sube al altillo, donde seguramente estarán las camas para dormir. Al fondo hay una pequeña puerta.

-Una cosa, mi nuevo ayudante..., susurra Adhellin, es un poco ... peculiar. Un buen escriba, de eso no hay duda. Sabe idiomas y escribe con soltura y sin fallos. Estoy entusiasmado de poder contar con su ayuda, es sólo que... no sé... hay algo extraño en él.

Nada más pronunciar esas palabras, se escucha desde el otro lado de la puerta del fondo: -Adhellin, tienes suerte de que estemos en una aldea, de lo contrario, a juzgar por el tiempo que has tardado, pensaría que las celebraciones de mañana serán de lo mas vulgares... La puerta se abrió, y un hombre alto, de treinta y tantos años, de piel pálida y ataviado con una túnica gris se asoma desde el cuarto. -Tranquilo, mañana será un gran día, dijo a Adhellin para llenar el silencio y entonces se percata de la presencia de Arkyn.

-Tranquilo, mañana será un gran... día, Norión termina la frase pero se ha dado cuenta de que no es Adhellin quien ha entrado, sino un hombre desconocido que carga con un estuche. Seguramente un instrumento musical. No es viejo, pero tampoco un joven. Detrás de él puede ver a Adhellin, quien le está invitando a entrar en el taller.