Partida Rol por web

- Sí - respondió el bardo mirando hacia el castillo. - Mañana será la inaguración. Supongo que asistirá todo el pueblo...

Arkyn se detuvo cuando a medio camino Caäniza le agradeció que le hubiera acompañado. No quiso insistir en llegar hasta el castillo y se agachó cuando la chica le abrazó y le besó en la mejilla.

- Buenas noches - susurró.

La vió alejarse con su zurrón al hombro mientras sacaba su pipa y la cargaba con algo de tabaco de La Comarca.

Permaneció fumando aún cuando ella desapareció en el interior del castillo. No supo cuánto tiempo estuvo allí, pensando, abrigado únicamente por su capa y por el calor que notaba en la mejilla.

Y maldijo su suerte y la ironía del destino.

El día siguiente, había que seguir con los preparativos de la fiesta de la Academia. Arkyn y Norión acompañan a Adhellin, y por primera vez, pueden ver el castillo en lo alto de la colina. Cruzan el recién terminado puente de piedra, y a medida que sus pasos se acercan, se ven los enormes andamios y las vigas de madera que apoyan las enormes estructuras que recuerdan fugazmente al esqueleto de alguna criatura mitológica. Literalmente cientos de obreros están trabajando en distintas partes de la obra, aunque estos días previos a la fiesta se han centrado más en colocar carpas y enormes telas para tapar partes de la obra, y para acabar los interiores de los edificios que se van a estrenar.

En medio de todo ese ajetreo, el arquitecto principal Carumirë tiene una tienda en el centro del patio. Su jefe de obra Domar acude a consultarle, y luego sigue dirigiendo los últimos toques de las torres que se han levantado en las cuatro esquinas del castillo para darle forma  a la muralla exterior y soportarla. En el interior, lo único que había era una torre de homenaje en ruinas. Las vigas y los andamios la están soportando, y parece que van a levantar cuatro torres de más altura para darle soporte y al mismo tiempo aprovechar la construcción anterior. Dentro del patio, también se ven máquinas extrañas, y por un sendero se baja a una cantera donde hay más artilugios de construcción.

El objeto de esta pequeña celebración, el nuevo edificio de la Academia, es un edificio de una sola planta, de piedra gruesa y de unos nueve metros de ancho por más de veinte de largo. Adhellin  tiene la responsabilidad de organizar algunos elementos decorativos, y la puesta en escena. –Será un acto sencillo, en un primer momento, en esta parte junto a la Academia, tendremos a los maestros y a los alumnos de la Academia.  Luego aquí sillas y bancos, todo al aire libre. Procuramos que no se vea demasiado el castillo. Se entregan algunos premios, se habla del futuro, de los pasos que está dando la Academia donde aprenden sus hijos… Acudirán algunos invitados ilustres, y muchos padres de los alumnos, los arquitectos. Y claro, los poderes de Sil Auressë: la Dama Aylarien, el Lugarteniente Khôradur y el Senescal Curudae.

El artista saca de una caja de madera con cuidado algunos pergaminos muy decorados, con el escudo de Sil Auressë como sello.

-Al mismo tiempo, habrá una carpa de mayor tamaño al otro lado, donde la fiesta continuará después. Los obreros, carpinteros, trabajadores en general… Todo mucho más informal. La separación no será del agrado de la Dama Ayla, pero así son las órdenes. Arkyn, luego te presento al otro músico Gildurien. Primero actuaréis aquí, en los actos oficiales. Luego más avanzada la noche pasaremos a la otra fiesta.

Adhellin sigue colocando pergaminos encima de una gran mesa de roble.

-En cuanto a ti, Norión, estarás conmigo como ayudante, cerca de los maestros de la Academia.

Hacía tiempo que no estaba en una ceremonia de esas dimensiones, era un festejo importante, y acudiría casi todo el pueblo, en especial la gente mas influyente, por lo que ya pensaba en desempolvar esa destreza con la palabra que alguna vez tuvo entre los Dúnedain y su príncipe. - Adhellin, gracias, permaneceré a tu lado, si necesitas algo solo tienes que decirlo...pero te pediré un favor, me gustaría que me presentes al director de la Academia y a la Dama, ambas personas se han ganado mi respeto por las obras que hablan por sí mismas, si es que no es molestia para vos-

Luego mientras distribuían los lugares que cada uno iba a ocupar, cruzó unas palabras con Arkyn - al parecer te lucirás día y noche, ojalá esta aldea pueda apreciar tu talento- y lo alentó a que deslumbre al público. Se alejo durante unos minutos para cruzar unas palabras con el arquitecto Carumirë en cuanto el trabajo en la obra le diera un respiro.

Más acostumbrado a las multitudes y a las fiestas, Arkyn se encontraba más nervioso por el hecho de conocer a la Dama Aylarien. Hacía mucho tiempo que no veía a nadie de los eldar y no le faltaban ganas de volver a hablar con uno de ellos.

- ¿Puedo ayudaros en algo? - le preguntó a Adhellin mientras le veía ajetreado con los preparativos.

Una cosa es ser invitado a la inaguración y otra es sentarse de brazos cruzados a que te lo den todo hecho.

- Bueno - respondió a las palabras de Norión - yo también espero que todo el mundo pase un buen rato.

-Sí, Arkyn. Sube por aquellas escaleras hasta la muralla, por favor. Espera allí, en un rato te irán lanzando las cuerdas para levantar la tela, creo que las poleas ya están puestas allí. Lleva cuidado, que a veces hay ráfagas de viento allí arriba.

A continuación se queda mirando la pierna de Norión. -Tú me acompañarás a terminar estos diplomas y otras cosas que se entregarán en el acto en un rato, estaré en aquella parte.  

En la primera parte de la celebración, más formal, estarán los alumnos, los padres de los alumnos, los maestros, los arquitectos y algunos invitados ilustres o especiales. La otra parte de la celebración estará separada, y allí festejarán los que han trabajado en la construcción. El resto de los lugareños de la aldea no participarán, y en los preparativos se nota una cierta preocupación por la seguridad en cuanto al primer acto.

Norión se aleja unos pasos por el patio, cruzándose con algunos guardias y personas del servicio. Se queda observando al arquitecto principal mientras éste atiende a distintas personas. Está sentado, con una imagen impecable. Se nota que es un dúnadan, pero además aparente ser bastante joven. Habla con pasión de su trabajo, sobre todo de lo que será el castillo. Por sus comentarios y gestos, da la impresión que el edificio de la Academia y la fiesta son más un precio que debe pagar para poder llevar a cabo la gran obra.

De repente se queda observando a Norión, con cierta indiferencia en sus ojos. Incluso podría estar molesto porque la mirada del sacerdote le ha interrumpido lo que estaba diciendo. Despacha a su ayudante, y se gira hacia Norión. - ¿Deseáis algo de mí?

Arkyn sube por las escaleras que le había indicado Adhellin y llega hasta lo alto de la muralla exterior que da hacia la aldea de Sil Auressë. A sus pies, tiene una caída de más de treinta metros. En cada esquina de la muralla, hay una torre. Las telas que se han extendido entre los andamios tapan parte de las vistas hacia arriba, pero desde la muralla se puede ver bien el estado actual de la gran torre de homenaje. Realmente sólo se han terminado partes de la primera planta. Queda mucho por hacer.

Van a tardar todavía en terminar las cuerdas que le tienen que lanzar, así que el bardo aprovecha para contemplar las vistas y fumar la pipa. Desde su posición privilegiada, ve como Norión se acerca a hablar con el arquitecto. También puede observar como llega con paso firme un hombre bastante corpulento, con algo de sobrepeso, y a su alrededor distintas personas se acercan, reciben órdenes y se van. Entre ellos el Chambelán Paddrec, quien además hace una reverencia. El hombre esconde sus manos en el interior de su capa, y camina en solitario, pensativo. Se para junto al escenario, y luego observa las plantas superiores de la torre de homenaje, aún en construcción. Hace un gesto con el dedo, y un guardia quien también lleva capa se le acerca para recibir algunas instrucciones relativas a la torre de homenaje.

Entonces, Arkyn ve su rostro. De repente, recuerda algo. Una escena de hace un tiempo. Fue en Metraith. Un caza recompensas había capturado a un semiorco que lideraba una unidad de mercenarios. Se pagaba un buen precio por su cabeza, y era un orco. En los tiempos después de la Gran Plaga sucedieron muchas locuras. Un grupo intentó persuadir al cazador de no matarlo. Una multitud se reunió alrededor, porque se decía que aquel cazador ya mayor era una auténtica leyenda. Entre la multitud, se encontraba Arkyn que pasaba por Metraith por casualidad. El grupo que se encaró con el cazador estaba formado por un guerrero dúnadan que llevaba una armadura oscura y portaba una cimitarra, otro dúnadan con una flauta, dos mujeres que se mantuvieron en un segundo plano... Y un hombre regordete que llevaba un peto de cuero que le venía pequeño, y portaba una espada corta. Ese hombre, con algo menos de peso, es el que ahora estaba dando las instrucciones en el patio del castillo. El orco halló su muerte aquel día a pesar de todo, y el destino quiso que aquel hombre cogiera las riendas de la unidad de mercenarios poco después. A partir de allí forjó una cierta fama en Tharbad. Su nombre era ... Curudae.

Arkyn fija la mirada en Curudae para recordar bien su rostro aunque por ahora no tiene intención de hacer nada más al respecto.

Ya llegará el momento de hablar con él y veremos si recuerdo algo más.

Mientras espera a que le pasen las cuerdas continua observando a Curudae, lo que hace, con quién habla y cómo se comporta, mientras le da unas caladas a su pipa.

Norión veía en el joven la arrogancia y la excelencia que caracterizaba a los Dúnedain, y eso le dio gusto, ese muchacho parecía talentoso. Le dió la sensación de haberlo incomodado... pero miró su rodilla un segundo para recordarse lo que es una verdadera incomodidad y luego dió unos pasos hacia él. Decidió hablarle en Sindar, mas apropiado para la circunstancia

- Si, deseaba algo Casumirë... deseaba felicitaros por vuestra labor - inclina levemente su rostro a modo de saludo formal - soy Norión, he llegado a Sil aueressë hace unas semanas para contribuir a la labor de Adhellin... me permite sentarme?- y toma un banco que estaba cerca, hacía ya demasiado tiempo que estaba de pie. Tras un silencio, continúa - Como le decía previamente, es admirable la obra de reconstrucción que ha hecho hasta ahora, es sin duda el edificio mas imponente en varias millas a la redonda, y déjeme decirle, en lo que visto en los últimos años, la corrupción y el caos deterioran todo, y las pocas cosas que se construyen no tienen el buen gusto de los buenos tiempos... su obra, sin embargo, tiene el toque de perfección que hace que de gusto ser un Dúnedain... disculpe si lo he interrumpido, pero no podía permitirme dejar pasar la oportunidad de hacerle saber estas cosas... imagino que no se trata solo de una reconstrucción, a juzgar por las tablas colocadas en esa parte de la torre, da la sensación que su plan es aún mas ambicioso ... - sus ojos tienen un leve brillar cuando mira hacia ese lugar, casi imaginando lo que podría llegar a ser, y asiente aprobando la labor del joven.

Casumirë observa a Norión impasible, con un aire un tanto altivo. Sus ojos claros se fijan en su pierna, luego en su túnica. Hace un leve movimiento con la cabeza para aceptar elegantemente el cumplido sobre la obra, con la naturalidad de alguien acostumbrado a recibir alabanzas de su arte. Porque sin duda se siente un artista.

Al final no puede evitar alzar la vista para ver lo que está viendo Norión: la torre de homenaje elevándose hacia el cielo.

- Desconozco si en este momento se está construyendo algo parecido en toda Cardolan, murmura para sí mismo. Sus rasgos son finos y delicados, casi élficos. Vuelve a mirar a su interlocutor. -Te agradezco las palabras y los halagos. Estoy intentando dar forma a la visión de la Dama Aylarien, y al mismo tiempo puede que su visión sea mi oportunidad de dejar huella. Otros buscan toda una vida una obra, una única obra, para dejar su huella. Yo he tenido la suerte de hallar la mía en la visión de ella, en estos tiempos turbulentos en medio de un reino dúnadan condenado...

Vuelve a observar la torre, y sus ojos están sin duda viendo la visión que mueve toda esta obra. - Una estructura vertical alzándose al cielo, rodeada de torres circulares, muros resplandecientes... Belleza, armonía, respeto, honor y nobleza. Un castillo para hacer justicia a su propietaria. Un castillo que será mi legado.

La mirada penetrante de Casumirë denota convicción. Ilusión. Fuerza. No es la primera vez que Norión observa algo así en la gente de Sil Auressë. La Dama Aylarien, la impulsora de todo esto, debe tener una extraña habilidad de convertir sus sueños en los sueños de los demás. Y un gran poder de convicción, porque Casumirë está algo fuera de lugar en las tierras altas de la decadente Cardolan. Encajaría mejor en alguna corte del Reino del Sur.

Las voces desde el patio reclaman la atención de Arkyn, y le van lanzando las cuerdas para que las ate, y así pueden extender las lonas. En medio del ajetreo, pierde de vista al Senescal y una gran parte del patio ya está tapada por las lonas. Una vez terminado con las cuerdas, aún tiene que esperar a que terminen de fijar los soportes en las murallas, para después usar las poleas para tensar el complejo sistema de cuerdas que en teoría se levantarán para crear una cubierta con forma casi de cúpula.

Así que de nuevo Arkyn tiene tiempo para ver el paisaje. Además de la aldea, se ven los numerosos molinos junto al arroyo, y la forja que dicen que manejan unos enanos de las Colinas de Hierro. De repente, algo capta su atención. Un hombre está de pie, con una pierna apoyada sobre la almena. Está parcialmente tapado por la pared de la torre de esa parte de la muralla, a unos veinte metros. Es Curudae. Se le nota pensativo, mirando al horizonte. En su mano tiene algo, un objeto pequeño que Arkyn no logra ver con claridad. Si algo hay de cierto en lo que Arkyn ha escuchado acerca del Senescal y su habilidad para las intrigas, sus maniobras rara vez son fruto de casualidad. Además, le habrá costado lo suyo subir las escaleras hasta aquí arriba.

Norión había cumplido con su propia voluntad, había felicitado a ese joven por su compromiso y la calidad de su trabajo, admiraba su talento... pero soportar su orgullo estaba mas allá de lo que se había propuesto, y fue claro para él que debía irse. Todo parecía apuntar en la misma dirección... hacia la misteriosa elfa que le estaba dando vida a toda la aldea, y mas lejos aún.

-Veo que sentis una profunda admiración por la dama Noldor, verdad? tu propia obra da testimonio de ello. Yo la vere por primera vez hoy, debo ser de los pocos en este pueblo que no la conocen, que puedes decirme de ella?- Se quedó atento a sus reacciones, le interesaba saber cuanto había de oportunismo y cuanto de sincera adhesión al ideal de la maga. Comenzo a hacer movimientos en el banco como para irse levantando mientras esperaba la respuesta, que intuía sería breve, algo le decía que este hombre prefería mas hablar de él mismo que de los demás.

Arkyn se dedica a contemplar al senescal con disimulo, mirando de cuando en cuando en la misma dirección, por si pudiera vislumbrar aquello que, sea lo que sea, éste está mirando.

Y, en algunos momentos, sus ojos se desvían, impacientes, buscando a otra persona. Alguien mucho más pequeña y menos fuerte que el senescal.

-Uno admira la belleza cuando la reconoce, y la luz cuando le ilumina. La Dama Aylarien tiene esa extraña cualidad. Mas no eres de los pocos que no la conocen, todo lo contrario. Ella a menudo se ausenta, y cuando está aquí prefiere mantenerse en un segundo plano, tratando sólo con sus consejeros directos. En contadas ocasiones, ha pronunciado algún discurso para alentar al pueblo. 

Casumirë se despide con elegancia de Norión, y añade: Ah, por cierto, ella me da que no es de los noldor... Creo que es una avari, aunque tengo mis dudas.

Curudae está observando el horizonte, hacia el este, pensativo. Luego la entrada por el puente. De vez en cuando se gira para comprobar algo de la torre, y luego el patio. Se le nota algo nervioso, pendiente de algún tema relacionado con la seguridad. Está repasando algo, y sus dedos se mueven de una forma que le recuerdan al bardo cómo él suele tocar su laúd invisible. Pero Curudae no está tocando música, está contando algo. Los ojos perspicaces de Arkyn distinguen el objeto que sostiene en la otra mano. Es una ficha blanca de un juego de mesa, quizá de ajedrez.

Arkyn echa vistazos hacia el patio, y hacia el edificio de la Academia. Por si ve a Caäniza, y la ve salir con una mujer y luego la pierde de vista porque le tapan las telas que han estado levantando. No la ve regresar en varias horas.

Finalmente, Curudae se acerca con unos pasos cansados hacia Arkyn. Su ojos están serios, aunque su boca dibuja una sonrisa algo forzada. -Saludos, Arkyn. Me han dicho que has acudido como sustituto del otro músico, Gelmir. Voy a ir directo al grano... ¿Te envía alguien?, pregunta y le mira fijamente al bardo, como si estuviera tratando de cogerlo desprevenido.

Amablemente Norión se despidió del arquitecto - Si algún día quereis sorprender a la dama con un grabado en Quenya, sobre alguno de los arcos del castillo, sabed que con gusto colaboraré con vos, es un arte poco frecuente y en el que tengo años de práctica -  y no exageraba con esas palabras, habían pasado por el centenares de lápidas, especialmente en la época de la gran peste, y sus manos tallaban obituarios sobre mármol con naturalidad.

Regresó dónde estaba Adhellín, y se dispuso a ayudarlo con los diplomas... pronto comenzaría la ceremonia y no quería demorar al pintor.

Disgustado por haber perdido de vista a la chica, el bardo mira hacia el recién llegado y sonríe a su vez.

- Hola - comenta con tono cauteloso, como tanteando el terreno de la futura conversación. - ¿Qué si me envía alguien? - Arkyn parece un poco confuso. - Pues claro, me envía Gelmir, ¿quién si no?

El Senescal le mira como si se tratara de un juego de estrategia, donde cada frase y cada palabra esconde otros significados. -Efectivamente, asiente, "quién si no"... Ésa es una buena pregunta. En el tablero hay muchas facciones, y hay personas que ansían saber lo que sucederá esta noche aquí. Demasiados ojos puestos en un acto que pretende ser una simple celebración de unos jóvenes alumnos y su nueva Academia.

Curudae sonríe, y se encoge de hombros. Algo de la tensión que se notaba en sus hombros se disipa, y se le ve más relajado.

- Hay cosas que uno no puede controlar, me imagino. Se están tomando posiciones en un juego de intrigas y conspiraciones. Sil Auressë está recibiendo más y más visitantes, y no todos los que llegan vienen sin segundas intenciones. Me interesan las tuyas. Porque según mi experiencia, desde el escenario de una taberna, posada, teatro o fiesta, se ven las cosas desde otro punto de vista. Si se sabe mirar, claro...

Curudae está más relajado, pero su mirada penetrante sigue buscando algo en las reacciones de Arkyn.

Norión se despide del arquitecto, y se dirige hacia Adhellin para seguir ayudándole. De camino se cruza con Caäniza, a quien la maestra Edrec está guiando hacia la otra parte del patio de armas.