Partida Rol por web

-Bien, bien, ¡me alegro joven Eben! -me giro hacia Denelloth Cerveth y Curudae-, pongámonos en marcha.

Cierto, los Saralainn tenemos buen acero que nuestros herreros se encargan de trabajar, le digo cortés.

Tome, le acerco una de mis hachas, compruébelo por usted mismo.

Curudae, Khôradur, Denelloth, Eben y Ragi salen por la puerta de Cerveth para volver a entrar en el edificio de la Academia por la puerta principal. Los alumnos que les ven se sorprenden un poco ante semejante comitiva, y sonríen o lanzan miradas llenas de preguntas a Eben y Ragi que caminan unos pasos detrás de los otros tres.

Avanzan por el pasillo hasta las salas de la lectura, y junto a la última puerta hay dos guardias equipadas con armas y armadura de los enanos. Al ver al Lugarteniente, se echan a un lado y abren la puerta.

Dentro la sala está despejada, las mesas y sillas han sido apartadas, y las ventanas cerradas. Con las cortinas cerradas, apenas se filtra algo de luz a la sala. En el centro descansa un cofre más pequeño de lo esperado...

El cofre es metálico, y de unas dimensiones de 1,20 metros por medio metro de ancho y alto. La parte superior es plana, y las bisagras, las esquinas y los bordes están reforzados con acero. El símbolo de la fortaleza y la serpiente del Señor de la Guerra Dagorhir está grabado en una chapa metálica que forma parte de los refuerzos. Sin duda el cofre se hizo específicamente para el Señor de la Guerra.

El sargento observó el hacha con interés, observando cómo la luz de la mañana se reflejaba en el acero. -Son armas de gran calidad las que portas, Russef. Y forjadas hace ya un tiempo...

Dio la sensación de que iba a decir algo más, pero en vez de eso le devolvió el hacha. A continuación se quedó mirando a los diez candidatos presentes. Hizo un gesto a los dos nórdicos con sus armas pesadas. Muchos rubios y altos hombres de Rhovanion habían cruzado el Paso Alto para luchar en las guerras de Cardolan, y eran muy cotizados por su fuerza y ferocidad. -El Lugarteniente decidirá si tiene uso para infantería pesada.

-Eärnil, el de las dos armas. Pasa con ellos.

Luego miró al umbareano. -A ti también me imagino que querrá ver en persona, pero primero tendrás que pasar una pruebas más aquí. El de Saralainn, pasas con los otros tres...

- El resto, por parejas... ¡Y con armas de entrenamiento!...

El sargento comenzó a dirigir a los seis restantes, y desde el campo de entrenamiento ya se veía un grupo de cinco subiendo hacia Gaerel. Las pruebas seguían, pero Russef, Eärnil y los dos mercenarios nórdico, armados uno con un espadón y el otro con un hacha enorme, cruzaron el puente de piedra para entrar en el castillo y presentarse ante el Lugarteniente Khôradur.

-Bien, Ragi, comienza a explorar el cofre e intenta abrirlo, - vuelvo hacia los soldados- que alguien me proporcione un escudo. El resto, salir y cerrar la puerta. No entréis bajo ninguna circunstancia hasta que os lo ordene. Si escucháis gritos, Denelloth toma el mando y evacuar la Academia de inmediato.

-'Ahí está otra vez ese cofre.' - piensa Ragi al entrar en la sala. Denelloth ha conseguido ponerle nervioso con todas las precauciones que está tomando, pero el cofre sigue teniendo el mismo aspecto que cuando estaba en el camino, tirado en la tierra. Haberlo visto antes le tranquiliza y le ayuda a alejar de su mente el posible peligro que encierre. -'Solo es un cofre, y he abierto cerraduras más difíciles que esta.' - se dice a si mismo.

Cuando se cierra la puerta, dejándolo sólo en la sala con Khôradur, dice, en lo que espera sea un tono tranquilo: - "Bueno, vamos allá-" - Se acerca a las ventanas y abre las cortinas, asegurándose de tener luz suficiente para ver bien la cerradura. Después se acerca al cofre. Cuando lo vieron en el camino ya tuvo la oportunidad de estudiarlo brevemente, sin ver nada especial, pero vuelve a revisarlo con cuidado, buscando posibles trampas o mecanismos. La cerradura, ... las bisagras, ... las planchas de madera y hierro ... , incluso la chapa metálica con el símbolo de la montaña y la serpiente.

Saca entonces el juego de ganzúas y se dispone a abrir la cerradura. 'Ahora con cuidado...'

Observo como Ragi abre las ventanas, se acerca al cofre, lo examina y procede a abrirlo. Entonces subo el escudo y me quedo a la espera. No puedo evitar que, instintivamente, mi mano se deslice hacia donde suelo llevar colgada mi espada, en busca de su empuñadura (1).

El montaraz mira fijamente a Khôradur tras su última orden, sin hablar, pero es fácil adivinar la sorpresa en su rostro. Respira hondo y se dispone a esperar, a un par de metros de la puerta, mirando el pomo y concentrando sus sentidos en el interior.
 

Yo, como buen pupilo, me quedo a unlado, esperando a ver qué pasa

Ragi estaba de rodillas junto al cofre, y Khôradur unos pasos detrás, escudo en mano y la otra en la empuñadura de su cimitarra¹.

Las manos del joven recorrían con cuidado la superficie del cofre en busca de algo fuera de lo común. Cada bisagra, cada chapa y cada clavo estaba en su sitio, con un acabado de gran calidad que había aguantado el paso del tiempo y los viajes y los golpes. Algo titubeante, se centró en la zona de la cerradura. Giró la tapa metálica que la escondía y con cuidado introdujo su mano para llegar hasta el mecanismo con las ganzúas. Estaba pensado para una llave muy larga...

Ragi continuó trabajando la cerradura, y entonces logró girar la ganzúa a su derecha y escuchó un "clic" que le hizo quedarse quieto y respirar hondo, para luego sonreir de forma involuntaria. Retiró la ganzúa, y se puso de pie, con las rodillas temblando ligeramente.

Eben, Denelloth, Curudae y los dos guardias seguían esperando en el pasillo. Curudae se alejó de la puerta y se acercó a una de las ventanas que daba al patio de armas. -Están entrando los primeros soldados de la Convocatoria que han pasado las pruebas...

No obstante, su mente parecía estar en otro sitio.

Ragi se secó el sudor de las palmas de las manos en la ropa y miró a Khôradur

- Creo que ya está abierta. - le dijo.

-Bien, ¿has detectado algo raro en el cofre?, ¿podemos abrirlo sin temor a encontrarnos con una trampa?, si es así, apártate y acércate a la puerta, yo lo abriré.

Creo que ya está abierta.., pensó el joven, pero algo en su interior le impedía respirar aliviado.

Ragi, las trampas más sofisticadas son las que te hacen pensar que todo va bien, le había dicho Danroth en Tharbad. Lo había aplicado a otro tipo de engaños y trampas, las que uno encuentra en el complejo entramado de los bajos fondos de las grandes ciudades, repletas de espionajes, intrigas y asesinatos. Su mentor y protector le había contado algunas historias de sus aventuras, pero sobre todo le había enseñado a ser precavido.

La cerradura había hecho "clic" al girar a la derecha, pero era un mecanismo sofisticado, pensado para engañar al incauto. ¡Seguro que tenía un mecanismo doble! Un clic para abrir hacia la derecha, y otro clic para desactivar la trampa girando la llave al otro lado. 

Russef y Eärnil cruzaron el umbral para entrar en el patio del castillo de Sil Auressë. Desde fuera las murallas recién construidas de más de seis metros de alto, el portón de entrada y las torres de las esquinas ofrecían un aspecto muy diferente a lo que se veía dentro. Todo estaba repleto de andamios donde los obreros trabajaban a toda prisa. En el centro había una torre de homenaje que se alzaba hacia el cielo, pero estaba básicamente en ruinas excepto las primeras dos plantas. Para apoyar la construcción y poder aprovecharla al máximo, se estaba trabajando en las cuatro torres que soportarían el peso de la estructura central.

La mayoría de los edicios intramuros eran barracones del ejército. También había un establo a la derecha, y al fondo se entreveía un jardín o algo parecido. En el otro lado, se podía ver un gran edificio rectangular de piedra, de una sola planta, y por los jóvenes que había junto a la entrada hablando con personas con aspecto de eruditos, era sin duda el edificio de la Academia. Junto una de las ventanas abiertas de la Academia se veía la figura regordete del Senescal Curudae, observando el patio y a los recién llegados.

Los mercenarios nórdicos miraron a su alrededor, y luego intercambiaron algunas palabras en su idioma.
 

Ragi de retiró de la caja y se dirigió a Khôradur - "Si, creo que... Espera..." - En ese momento le vino a la cabeza uno de los diagramas del libro de cerraduras de la biblioteca: un tipo de cerradura con doble mecanismo, pensado para engañar al incauto. Notó cómo las palmas de las manos volvían a sudarle, mientras recordaba las palabras de su mentor, en Tharbad - 'Ragi, las trampas más sofisticadas son las que te hacen pensar que todo va bien.' -

- "Tengo que comprobar una cosa." - dijo en voz alta pero sin mirar a Khôradur, y se inclinó sobre el cofre. - 'Un click a la izquierda y después otro a la derecha' - pensó, y volvió a introducir con cuidado la ganzúa en la cerradura, esta vez orientándola ligeramente hacia la izquierda ... 

-Tómate tu tiempo, el que sea necesario.

En el cuarto sólo se escuchó la respiración entrecortada de Ragi mientras volvió a introducir la ganzúa en la cerradura. Su frente estaba sudorosa, pero sus manos trabajaron con firmeza. Sin prisas, pero sin dudar. Y se volvió a escuchar un "clic", pero esta vez era el segundo y definitivo. El joven sintió la vibración en el mecanismo de la cerradura. La letal aguja se retraía al perder la tensión del muelle. Respiró hondo y se secó el sudor.

Esta vez sí...

Retiró con cuidado las ganzúas y se puso de pie, las rodillas flaquendo y el corazón entumecido.
 

-¡Buen trabajo Ragi! -digo sonriendo- ahora, salvo que me digas lo contrario, abriré el cofre, retírate hacia la puerta, y si pasa algo...vete sin mirar atrás.

Ragi se retiro del cofre, dejando espacio a Khôradur, pero la curiosidad por lo que había dentro le impulsaba a mantener la vista en la tapa, esperando a que el lugarteniente lo abriera.