Partida Rol por web

Ragi había perdido la noción del tiempo… Agachado, se ocultaba en la pequeña cueva húmeda. Había huido de los huargos a través del terreno difícil, se había tropezado innumerables veces. Sus manos y su cara presentaban magulladuras y heridas abiertas. Le dolían los pies, y le costaba recuperar el aliento. Allí fuera, en la oscuridad de la noche, los huargos y los orcos le perseguían. Era cuestión de tiempo. No podía huir de esos depredadores. Era el fin…

Sus gruñidos y sus aullidos se habían escuchado cerca. Muy cerca. Luego unas voces. Una autoridad, alguien al mando. Luego más ruidos. Y el silencio. Un silencio de horas. Se habían ido. Habían seguido persiguiendo a la niña, a los demás. Tal vez a Eärnil. Ragi se había separado de su compañero, y ahora resultaba imposible alcanzarlo.

Aún quedaban horas para el amanecer. La noche no había terminado aún.

Con lentitud, el joven explorador observó a través de la puerta de la cueva. Esperaba haber despistado a sus perseguidores para poder volver a la ciudad, aunque no sería seguro salir de noche.

Era conocido que los orcos podían ver con la simple luz de las estrellas, sin embargo para él era complicado guiarse con tan poca luz. Tendría que esperar hasta el amanecer, rezando a algún dios en el que no creía para que le diera la ventaja de un buen sol que cegara sus oscuros ojos.

Las noticias de una partida de ese tamaño no eran buenas y tenían que llegar a la ciudad lo antes posible. Además habían hablado de una niña, si la encontraba tendría que llevarla consigo.

-El Amo Gothdush quiere a la niña viva. No puede estar lejos, Raku tenía que haberla traído ya. Buscadla, y traedla.
¡De una pieza!

El eco de las palabras que había escuchado decir antes el enorme Uruk seguían retumbando en la cabeza de Ragi dentro de la cueva. Después había visto como los huargos habían partido al este a toda prisa, alejándose de Ragi. Persiguiendo a la niña y a los que la habían rescatado.

Una niña...

Sintió una fría punzada de dolor en corazón. Un presentimiento, un temor. Ragi tenía a su cargo a la pequeña Sir, una niña inocente con un pasado desconocido. El señor Danroth le había asignado la tarea de protegerla. La Dama Ayla también había estado muy pendiente de la pequeña. Porque tenían miedo de que aquella niña misteriosa podría estar en peligro.

En medio de la oscuridad, escondido de los perseguidores, tratando de recobrar el aliento... Asustado y confundido, la recordaba. A Sir. Su mirada penetrante pero inocente, llena de dudas y preguntas. Y con una sabiduría que no correspondía con su edad. Una persona extraordinariamente compleja y frágil. Deseaba con todo su corazón que no fuera a ella a quien buscaban, a quien perseguían. Pero al mismo tiempo, temía que así era.

Ahora ya nada podía hacer Ragi para protegerla, para salvarla. No podía correr más que los huargos, ni tampoco enfrentarse a ellos si los llegara a alcanzar. Al menos sabía que había sido rescatada, y el enemigo estaba desesperado por darles caza. Así que aún quedaba esperanza.

A pesar de todo lo que estaba sucediendo, Ragi no perdía la esperanza. Su protegida debía estar a salvo, debía ser otra niña a la que perseguían, se mentía a si mismo.

Sería un suicidio salir a oscuras de esa zona, los orcos podrían verle y él no podría acertar el camino de vuelta sin poderse orientar. Estaba atrapado y la angustia se le echaba encima. Trato de recordar en las palabras de su tío una situación similar, pero no encontraba nada que le pudiese preparar para esto. Estaba alejado de la ciudad, de noche y con un grupo de asaltantes que podían ver mejor. No sabía como podía salir de esa sin esperar a la luz del día.

Era difícil saber cuántas horas habían pasado. Para Ragi, era toda una eternidad. La impotencia se había convertido en rabia, luego en desesperación. Pero al final, llegaba el amanecer. Lenta pero inexorable, los primeros rayos de luz cubrieron de un manto luminoso y brillante los alrededores.

Por momentos, los ánimos se Ragi se levantaron. Pero entonces, escuchó algo que le heló el corazón.

BUM... BUM.... BUMBUMBUM.... BUM...BUM....

Tambores. Tambores de guerra. Desde el oeste, desde el desfiladero que había visto al pasar, a unos cien pasos. Y del otro lado, al norte, escuchó el aullido de varios lobos.

"Mierda" pensó el joven al escuchar los tambores. Sus temores se estaban haciendo realidad.

Parecía que el grupo que habían visto antes no eran más que los exploradores, ¡detrás iba un ejercito!. Tendría que darse prisa para salir de allí, no estaría seguro cuando el ejercito avanzará por esa zona y además tenía que avisar a la ciudad.

Con cautela salió de la cueva dispuesto a correr desesperado hacia la ciudad. "Ojala tuviera una montura" pensó al darse cuenta de la distancia que tendría que recorrer a píe. Esperaba que el ejercito fuera más lento que él.

Ragi corría en la penumbra, alejándose de los ruidos que parecían rodearle. A medida de lo posible, se dirigía al este, hacia la aldea. Pero el terreno irregular y los sonidos que escuchaba de distintas direcciones le obligaban cambiar de rumbo con tanta frecuencia que ya no estaba seguro si estaba regresando hacia los enemigos o alejándose de su destino.

Al menos los ruidos de los enemigos se escuchaban cada vez más lejos. Entonces algo captó su atención. Sombras que se movían en el cielo, detrás de Ragi, en dirección al ejército. Decenas de murciélagos de gran tamaño se dirigían al punto de encuentro, hacia el ruido de los tambores que ahora ya era tan solo un eco en la distancia.

Cuando vio los murciélagos, Ragi, se sintió impresionado y atemorizado a partes iguales. Esperaba que esa señal significara que los demonios alados diezmaría a la horda que se aproximaba, sin embargo, algo en su interior le decía que no podía ser tan sencillo.

Siguió caminando, tenía la necesidad de llegar a la ciudad y contar todo lo que había sucedido. Allí le esperaba su protegida y la iba a proteger con su vida si fuera necesario.

Los pasos de Ragi le llevaban hacia el noreste, hacia las tierras más altas de la meseta. Sabía que el castillo estaba más al este, pero no paraba de escuchar ruidos de huargos desde esa dirección, y creyó ver ráfagas de luces blancas y de antorchas. Quería alejarse de todo eso, pero sin perder el rumbo hacia la salvación.

Cuando por fin alcanzó las colinas, ya quedaba menos para que el sol amaneciera desde el este. Ya no sentía un peligro inminente, pero necesitaba buscar un lugar donde descansar un poco. Además, tenía hambre. Tal vez en la mochila había algo...

Cansado del viaje, Ragi deseaba encontrar un lugar donde descansar unos minutos. Las tripas le sonaban y ya no recordaba cuando había sido la última vez que las aplacará con algún alimento. En lo alto de las colinas quizá pudiera ver mejor la situación y encontrar un camino para llegar a la ciudad. Deseaba volver junto a su protegida y alertar a los ciudadanos del peligro que se acercaba, pero no podría hacerlo si moría antes.

Mientras buscaba comida y agua en la mochila y aprovechando el amanecer, observó por donde salía el sol para orientarse mejor. Necesitaba saber hacia donde debía ir antes de continuar su viaje.

Ragi bebió agua y recuperó fuerzas. Cuando por fin amaneció, pudo ver la meseta extenderse hacia el sur y el este. Era más grande de lo que se imaginaba, y la colina del castillo era un punto lejano en el horizonte. Pero al menos lo veía, y su corazón se alegró.

Pero la alegría duró poco. En el oeste, pudo ver manadas de huargos moverse olisqueando el suelo. En el cielo había murcíelagos. Demasiados enemigos se encontraban entre el joven y el castillo. Entonces vio algo en las colinas donde estaba, pero más alto. En un saliente de roca pudo escuchar voces de hombres susurrando. No lograba oír lo que decían, pero eran al menos tres personas. Y relativamente cerca, aunque fuera de la vista.

Ragi estaba desesperado por encontrar un paso para llegar al castillo, sin embargo, el haber encontrado a otros humanos podía ser buena señal. No estaría sólo en el páramo y quizá alguno supiera que hacer. Tenía que volver junto a su protegida lo antes posible.

En cualquier caso, tendría que acercarse con cautela. Podrían ser bandidos y darle problemas. Sigilosamente se acercó para escuchar lo que decían y, si era posible, mirar desde algún escondite lo que hacían allí arriba.

Ragi se acercó con cuidado. Era hábil acechando, y se movía ligero en la penumbra. Vio la silueta de tres hombres que hablaban en susurros. El que parecía el líder, de rasgos y acento que recordaba a los dunlendinos, llevaba armadura y su voz era firme. -Las heridas son graves. No creo que vea otro amanecer...

Detrás de ellos había una entrada a una pequeña cueva. Habían colocado ramas y hojas para tratar de ocultar la entrada, y desde el interior se veía el tenue brillo de las ascuas. Podría haber alguno más. 

Los otros dos hombres asintieron. Uno llevaba un aparatoso vendaje con torniquete en la pierna, y se apoyaba en la pared de roca. El otro llevaba un arco de cazador en la espalda, y contestó al líder: -Varias millas nos separan del castillo. Nos alcanzarían los huargos...

"Por fin, amigos" pensó Ragi escondido, pero no quería salir fuera de momento. Por lo que decían iban también de camino al castillo y tenían a alguien herido a punto de morir. Sabía que él no podía ayudar en eso, así que no era urgente que le vieran. Esperaría mejor a ver sus intenciones. Vivir en las calles le había enseñado a no dejarse fiar por las apariencias y, sobre todo, a no confiar ciegamente en un grupo superior al tuyo.

Procuró resguardarse lo suficiente para no ser visto y esperó observando.

Desde su escondite, Ragi siguió escuchando la conversación. Incluso se atrevió a acercarse un poco más. Y pudo ver el rostro del líder de aquel grupo, y lo reconoció. Era Pinto, uno de los sargentos del ejército de Sil Auressë.
 

-Los huargos se han alejado, comentó el sargento en voz baja. Era de origen dunlendino, y a pesar de su juventud había ascendido rápidamente entre las filas del ejército. Y ahora se encontraba en una situación difícil. -Pero no deben estar lejos, y no podemos alcanzar el castillo con los heridos. ¿Y los fuegos de ese campamento que vimos en el norte?

Ragi se alegró. Había encontrado refuerzos por el camino, aunque parecían estar también en una situación difícil. Desde detrás de su cobertura dijo en voz alta para que lo escucharan - Estáis muy lejos del castillo, ¿quizá necesitéis un brazo más que pueda ayudaros?-

Esperó a que Pinto y sus acompañantes miraran hacía donde él estaba y salió poco a poco. No había llegado hasta tan lejos para ser asaeteado por accidente por dar un susto a sus compañeros.

- Me separé de mi grupo hace tiempo, pero no he podido avanzar demasiado, las huestes están muy activas por donde vine. - Comentó mientras buscaba algún lugar donde sentarse a descansar. - ¿Cuál es vuestra situación?

-¡Ragi!, saludó el sargento sorprendido al ver al joven alumno. -¡Qué alegría! Pensaba no encontrarte con vida. Después del primer ataque de huargos, salimos a explorar esta zona pensando que se trataba de unos pocos. Pero la manada era muy grande, no menos de veinte. Tal vez dos manadas juntas. Nos tendieron una emboscada... Partí con cinco hombres a buscar a dos soldados desaparecidos, y con la esperanza de encontrar tal vez a alguno de tu grupo.

Bajó la mirada, recordando a algunos de los caídos y heridos. Luego preguntó: -¿Tú estás herido? ¿Qué te ha pasado, de dónde vienes?

- No estoy herido. Eärnil, Russef y yo estábamos vigilando un claro esperando obtener información de un grupo de cultores que hacían un rito allí. Cuando estos terminaron su rito Russef los siguió y quedamos solos. Después de varias horas decidimos ir a buscarle y nos encontramos con un grupo de orcos. Quedamos separados, así que decidí volver a la ciudad para dar aviso de lo sucedido. Afortunadamente me muevo con bastante sigilo y no me pudieron localizar. - resumió Ragi para su compañero.

Ahora que había encontrado ayuda estaba más alegre, pero as noticias le parecían tenebrosas.

- ¿Están en la ciudad sobre aviso? ¿Sabes algo de Sir? - preguntó preocupado.

-Vamos dentro, dijo Pinto y le invitó al joven a entrar en el improvisado refugio. Era una cueva de poca profundidad, pero suficiente para tener a salvo a los heridos, y para encender un pequeño fuego. En el fondo de la cueva olía a sangre y a algo peor, y era difícil evitar las arcadas. -El castillo está sobre aviso. Pudimos acercarnos bastante, y vimos una bandera roja en lo alto de la torre. Y vimos también a Khôradur liderar nuestras tropas para hacer frente a los huargos. Salieron para permitir la entrada de un grupo de exploradores. Era nuestra oportunidad para volver, pero una nueva manada se interpuso, y no hubo forma. Nos tuvimos que alejar mucho al norte para despistarlos. No creo que podamos volver por esa ruta me temo.

Respiró hondo. -Cuando partí, hubo noticias de que algunos niños de la Academia habían desaparecido. Cuando vi aquel grupo entrar en castillo, había uno de poca estatura. Creo que era la alumna que cultivaba hierbas en el huerto del castillo¹. Y cargaban en brazos a una niña pequeña. Vi como un lobo le apresó con sus mandíbulas. Estaba malherida... Lo siento, muchacho.