Partida Rol por web

El Soldado despertaba. Su mente vagó
por oscuras deliberaciones profundas y secretas.
Miró desde una ventana de la torre occidental
lúgubre e incierto se abría paso el día;
brillaba una luz gris detrás de compuertas nubosas.
Alrededor de las murallas de piedra el viento corría;
miedoso suspiraba debajo, rompiendo contra las gentes.

Ragi y Milriel dejaron atrás el pabellón y el puesto de mando de Khôradur. Mientras cabalgaban hacia la aldea, podían ver los rostros de multitud de hombres que caminaban en dirección contraria. Eran milicianos. Algunos muy jóvenes, incluso más que Ragi. Otros habían visto muchas primaveras. Y muchas guerras sin duda. No obstante, esta batalla que se avecinaba era diferente. El enemigo no venía a arrasar los campos y a saquear la aldea. El objetivo de la hueste orca era la aniquilación total. Era hacer el mal por el hecho de hacer el mal. Y algo más… Querían a Sir. Por algún motivo que Ragi ni nadie alcanzaba entender, la niña era fundamental para algún plan oscuro. Pudo ver en los rostros el miedo y el temor, pero también la determinación y la voluntad de luchar hasta el final. Estaban dispuestos a dar su vida para proteger sus sueños. Y para proteger a Sir.

El joven recordó las palabras de Danroth en Tharbad cuando éste le encomendó la protección de Sir. No había conocido a la pequeña hasta entonces. Estaba claro que su mentor temía algo, y por eso le mandó con Ragi a Sil Auressë, pensando que aquí, bajo el manto de protección de Ayla, estaría más segura. Pero no estaba a salvor. Se encontraba malherida, y el enemigo ya había llegado. Las instrucciones de Khôradur eran claras… Si sucediera lo peor, había que huir con ella.

Ragi cabalgaba silencioso y taciturno cuando vio la forja de los enanos. -Ahí podrían armar a un ejercito, si fuera necesario- le dijo a su acompañante mientras pasaban cerca de ella. No quería parar, tenía que comprobar que Sir estaba bien antes de nada, pero sabía que darle a Milriel información sobre puntos estratégicos de la ciudad podía ser útil a la larga.

- Los enanos forjan las mejores armas... Creo - dijo un poco dubitativo. Lo cierto es que no lo sabía, él no era un hombre de armas.

-Ciertamente, éste es un lugar de magia... Una aldea fundada por una elfa, y con enanos forjando el hierro, dijo maravillada mientras observaba la forja. No era demasiado grande, y se encontraba junto al río algo apartada de la pequeña aldea.

-Hay mucho de cierto en las leyendas sobre los enanos y su habilidad como herreros y como armeros. Se dice que antes era más habitual verlos por las tierras de los hombres, pero ahora cada vez se recluyen en sus reinos bajo tierra o en las montañas.

Ella detuvo su caballo, dubitativa. -Lord Khôradur dijo que estaban preparando un artilugio para comunicarnos... Milriel llevaba junto a sus alforjas varias palomas mensajeras, pero el artilugio de los enanos podría solucionar el problema de ecomunicación entre el castillo y el puesto de mando. -Creo que podríamos visitar a los enanos ya que estamos cerca. Para preguntar si está listo lo que sea que están haciendo. ¿Cómo lo ves?

- De acuerdo - dijo Ragi no muy convencido. Quería ver a Sir lo antes posible, aunque entendía que si el artefacto estaba listo podrían llevarlo ya hacia el castillo para comunicarse con el resto de tropas. Ganarían un tiempo precioso en ello. - Quizá podamos entregar el artefacto nosotros mismos y acelerar las comunicaciones, pero si no está listo deberemos subir rápido para llevar las palomas. - terminó más convencido mientras dirigía su caballo hacía la forja de los enanos.

Milriel le seguía a Ragi hacia la forja. Era comprensible la ansia del joven de ir a ver a la niña herida. Aunque según les habían informado, no estaba consciente y poco podría hacer el joven dunlendino para ayudar a que se recuperara antes. La curación era un proceso largo e imprevisible, y ahora Milriel quería hacer lo que estaba en su mano para ayudar en la defensa del castillo y de la aldea.

-Tu amiga se pondrá bien, le dijo una vez habían llegado a la forja. Le puso la mano en el hombre del joven y añadió: -Pero tenemos que asegurarnos de que las defensas del castillo aguanten.

La forja era un edificio de piedra de reciente construcción. De su interio se escuchaban golpes y ruidos, y salía humo sin parar de las chimeneas. Por la puerta entreabierta se podía ver el interior oscuro iluminado por el fuglor del metal candente. Se podían ver las siluetas de varios enanos trabajando sin parar en la penumbra.

- De acuerdo - respondió Ragi mientras se dirigía hacia la entrada de la forja. Sabía que no dejaría de pensar en la niña, pero también comprendía la importancia que tenía la información en un momento como ese.

Cuando estuvieron frente a la puerta llamó a la misma para avisar de su llegada. Esperaba que alguien les franqueara el paso o les diera la información sin tener que entrar como ladrones.

Ragi tocó la puerta con cuidado, pero el ruido desde el interior era constante y los enanos no parecían prestarle atención. Empujó la puerta entreabierta para que entrara la luz del día. Vio a cuatro enanos con mayor claridad. Estaban fundiendo hierro y movían cadenas y palancas con extraordinaria coordinación...

Después de salir de la Forja de los enanos, Milriel y Ragi montaron de nuevo y retomaron el rumbo hacia el Castillo de Sil Auressë. Dejaron a su derecha la pequeña aldea, y se prepararon para cruzar el arroyo por el vado señalizado. En lo alto de la meseta se podía ver la forma del castillo. Estaba en obras, que aún distaba de estar terminado. Había multitud de andamios que se asomaban por encima de la muralla exterior, y alrededor de la gran torre de homenaje central que recordaba al esqueleto de algún monstruo de leyenda. Aún así, su emplazamiento en alto, sus gruesas murallas, y su portón reforzado ofrecían una protección mucho mayor que la muralla de madera de la aldea, y desde las saeteras y las almenas de las murallas se podía disparar a los enemigos. 

-Qué extraño que el grueso de la gente se haya quedado abajo, y que hayan optado por hacer frente al enemigo a campo abierto, meditó Milriel mientras dirigía con cuidado su caballo por las someras aguas del vado. El animal estaba bastante nervioso, y a punto estuvo de causarle un disgusto en forma de chapuzón a la guerrera.

-¿Qué te sucede?, preguntó extrañada. El vado no era profundo, y apenas había corriente. -Mejor desmontamos y lo cruzamos andando.

No quería arriesgar que se doblara el tobillo o algo peor ninguno de los dos caballos. -Una vez al otro lado, podemos volver a montar y cabalgar la cuesta hasta el castillo.

Miraba alrededor buscando el origen de un presentimiento que tenía.

- Si, es extraño - afirmó Ragi mientras meditaba las palabras de Milriel. El joven no sabía demasiado de estrategia, pero cuando su acompañante hizo el comentario creyó que tenía bastante razón. - Supongo que habrá algún buen motivo que nos podrán referir en el castillo - terminó más confiado.

Estaba seguro de que habría un buen motivo para ello, pero no podrían saberlo allí. Tendrían que llegar y preguntar.

Agarró fuerte el arnés del caballo y comenzó a atravesar el río, esperando no tener la mala suerte de caerse.

Milriel y Ragi cruzaron el arroyo, aunque no sin dificultad. Los caballos estaban nerviosos, y al final optaron por bajarse de las monturas para ayudarlos a cruzar, mojándose hasta casi la cintura. Después volvieron a montar, y comenzaron el ascenso hacia el castillo. El camino estaba completamente despejado de personas, y pronto vieron el posible motivo.

¡Huargos!

En la distancia, hacia su derecha, había una manada de media docena de esas bestias horribles. Al detectar la presencia de los dos jinetes, comenzaron a avanzar sin miedo hacia el camino y el castillo. Por suerte, se encontraban lejos, y gracias a los caballos no iban a poder darles caza. No obstante, un grupo a pie sería una presa fácil para esos depredadores.

Ragi y Milriel siguieron avanzando y casi estaban ya em el castillo. Los lobos malignos habían desistido perseguirlos más, y cruzaron el puente de piedra hasta llegar al portón que se hallaba cerrado. En lo alto de las murallas podían ver a algunos guardias armados.

Ragi sintió alivio cuando dejaron atrás a los Huargos. Por fin estaban llegando a su destino y podrían descansar un momento y, sobre todo, podría visitar a su protegida.

Saludo a los guardias que vigilaban el castillo esperando que alguno abriera el portón y les permitiera pasar. Tenían muchas cosas pendientes dentro y el tiempo corría.

El portón se abrió para dejarles entrar, y rápidamente lo volvieron a cerrar detrás.

Una vez dentro, Ragi y Milriel pudieron ver el estado precario del castillo. Aún estaba a medio hacer la obra, y además Ragi vio por primera vez los andamios y los soportes sin las lonas que habitualmente los cubrían. Estaba acostumbrado a ver cientos de hombres trabajando de sol a sol en la construcción. Ahora no había nadie golpeando con el martillo ni subiendo piedras ni tirando de las cuerdas de las poleas. Por primera vez, Ragi vio el castillo en silencio a plena luz del día.

Se estaban preparando para lo peor.

Los hombres se centraban ahora en vigilar desde las murallas, y se acumulaban las provisiones en la planta baja de la torre de homenaje (la única terminada) y en la Academia. Eran los dos edificios de piedra que se podían usar como último bastión de la defensa. Si todo fallaba, si Khôradur era derrotado y la hueste oscura llegaba hasta la aldea y la arrasaba... Entonces, aquí se haría la última defensa de Sil Auressë.

El veterano sargento salió de la torre y se acercó a los recién llegados a paso rápido. -¡Ragi! Me alegro de verte, muchacho. No se conocían más que de haber cruzado unas palabras, pero el hombre parecía estar contento de verdad. En los tiempos aciagos, cualquier noticia buena levantaba la moral. Y estaban ansiosos de tener buenas noticias en el castillo.

Gaerel saludó también a Milriel, y mientras los dos desmontaban les iba haciendo algunas preguntas. Luego les invitó a entrar en la Sala de Othrind dentro de la torre para tratar los temas...

Milriel vio cómo los ojos de Ragi se dirigían hacia el edifici de la Academia donde estaban cuidando de su amiga, la niña herida Sir. Le dijo en voz baja mientras Gaerel ya caminaba hacia la torre de homenaje: -Ragi, si quieres pasa a verla. Yo llevaré el artilugio de los enanos para subirlo en lo alto, y le pondré al día al sargento Gaerel de todo. Ve, Ragi. Pero no tardes mucho. Porque creo que eres e único que sabe cómo funciona la linterna...

Ragi asintió agradecido. Sabía que no podría estar mucho tiempo con su protegida, pero necesitaba verla... ver que seguía allí.

Agradeció a Milriel su ayuda y se dispensó ante Gaerel antes de salir disparado hacia la torre donde le aguardaba Sir. Sabía que su acompañante podría responder a todas las preguntas sin problema y, si quedaba alguna pendiente, él estaría de vuelta en seguida con ellos.

Ragi asintió agradecido. Sabía que no podría estar mucho tiempo con su protegida, pero necesitaba verla... ver que seguía allí.

Agradeció a Milriel su ayuda y se dispensó ante Gaerel antes de salir disparado hacia la torre donde le aguardaba Sir. Sabía que su acompañante podría responder a todas las preguntas sin problema y, si quedaba alguna pendiente, él estaría de vuelta en seguida con ellos.

Ragi entró en el edificio de la Academia. Era una estructura de piedra de una sola planta construida siguiendo la estética del propio castillo.  Hace unos meses había sido inaugurado y los alumnos como Ragi habían sido trasladados de una casa de madera a este lugar. Además de la gran sala de estudio, tenía salas de lectura y albergaba la biblioteca.

Lo primero que vio Ragi era que habían bloqueado la entrada por la biblioteca, y habían tapado las ventanas con lamas de madera. Dentro, había hombres armados moviendo los bancos y colocándolos en lugares estratégicos. Ragi se había aburrido a menudo sentado en esos bancos, pero ahora daría cualquier cosa por volver a como eran las cosas antes.

El Gran Aula era ahora una sala de curación. Había tres heridos tumbados en las camillas, pero habían preparado el lugar para albergar a varias decenas de heridos. El Maestro Ionell estaba al mando.

-Ragi, entra, dijo el maestro con voz seria pero visiblemente emocionado por ver al joven. Le puso la mano en el hombro de forma paternal. Habían compartido la preferencia por las excursiones al aire libre fuera de las murallas, y el muchacho de Tharbad con recursos que no encajaba del todo en las aulas de la Academia siempre le había caído bien al veterano maestro que en su juventud había recorrido tierras muy lejanas. –Me alegro de verte. Me imagino que vienes a ver a Sir, ¿no es así? Se encuentra inconsciente, pero su vida no corre peligro en este momento. Ya eso es un logro. Caäniza y yo hemos estado cuidando de ella sin descanso.

Ionell suspiró, y dio algunas indicaciones a una mujer a la que estaba enseñando. Se notaba que se estaban preparando para la llegada de heridos. Se avecinaba una batalla.

-Sir está en la sala al fondo, donde antes teníamos la Sala de Maestros.

Hizo un gesto con la mano para autorizar a Ragi al guardia que vigilaba la puerta. Habían tomado precauciones para proteger la vida de Sir, y estaba siendo vigilada de forma poco disimulada.

-¿Tú estás bien? Nos preocupó mucho cuando no regresaste con los exploradores. ¿Dónde has estado?, preguntó Ionell.