Partida Rol por web

El destino aún aguardaba.
La marea estaba cambiando. Maderas rotas,
hombres muertos y derrotados, restos oscuros,
fueron dejados yacer sobre las altas mesetas;
rocas envueltas en rojo emergieron de la niebla.

Cada minuto que pasaba, las sombras se hicieron más alargadas y profundas. Recuerdas de palabras pronunciadas por Khôradur y otros agolpaban ahora en su mente. El enemigo había estado moviéndose, preparándose, y había esperado el momento para lanzar su ataque más devastador.

El momento era el oscurecimiento del mundo. La señal que marcaba la victoria definitiva de la noche sobre el día, y el fin de la esperanza. Pero aún no había llegado. Aún el Sol brillaba, aunque cada vez con menos fuerza. Ragi preparó el último enganche del artilugio, y sacó la yesca para encender el fuego.

Ragi, asustado por las sombras que se cernían sobre todos ellos continúo tratando de encender el fuego que iluminará sus mensajes. Ya nada importaba más que su misión.

Cada pocos golpes de yesca miraba lo que iba sucediendo ante el horizonte. Todo aquello que su vista alcanzase a observar, todo aquello que pudiera ser una información útil para la gente que había decidido dar su vida por protegerles.

Abajo estaban las personas que apreciaba e iba a hacer todo lo posible para mantenerlos a salvo.

Para encender la linterna dentro del cilindro, Ragi tuvo que ponerse de pie y levantar los brazos. Entre golpe y golpe de la yesca, echó un vistazo alrededor. Pudo ver la aldea cubierta por una espectral sombra, y una multitud como hormigas o puntos negros junto a la empalizada. Vio también a los temibles huargos que se movían en manadas. Contó tres grupos de esos depredadores. Ágiles y mortales, parecían disfrutar propagando el terror.

Entonces vio más lejos encima de una pequeña colina cómo llegaban hombres armados.

¡Los mercenarios del campamento de Belegund!

Había una veintena a pie en formación de semicírculo, y detrás iban carromatos y caballos. Estaban esperando la orden para atacar. La señal desde el castillo.

Algunos huargos se acercaban ahora hacia su posición.

Ragi maldijo a cada golpe de yesca. Tenía que encender el artilugio para poder informar de los movimientos de los huargos y llamar a los aliados a las armas. Pero nada de eso podría hacerse sin fuego.

Por un momento maldijo el no haber llevado una antorcha pero, desgraciadamente, no podría haber escalado con ella hasta allí. Tendría que seguir intentándolo así.

Turno C1

Ragi no lograba encender el fuego, pero confiaba en que pronto lo iba a lograr. Vio cómo dos huargos se abalanzaron contra el grupo de Belegund, pero uno de ellos se detuvo de golpe, y se quedó quieto en el suelo. ¡Lo habían matado de un golpe!

Pero a pesar de esa pequeña victoria, había demasiados. Se necesitaba de un ataque coordinado.

Turno C2

Ragi estaba nervioso pero, sin embargo, no iba a ceder. Tenía que avisar a las tropas de lo que estaba sucediendo. Continúo con la yesca y, cuando vio la pequeña llama que acaba de formar, sonrió.

Ahora, con el aparato encendido, podría mandar el mensaje a los ejércitos defensores.

Turno C3

¡Por fin se encendió la llama! Débil primero, pero pronto tomó forma, y ajustando los cristales de los enanos, como por arte de magia, proyectó una luz multiplicada una y otra vez hasta convertirse en un haz de color escogido para la señal.

Ragi lo había logrado, y se preparó para apuntar el artilugio como le había indicado Milriel. Primero rápidamente hacia la aldea, y luego hacia los hombres de Belegund.

Ragi observó el ansiado movimiento de tropas al recibir la señal. Una vez vio que no había más mensajes que mandar decidió bajar a ayudar a su compañera.

Turno C4 y C5

El descenso, sin ayuda y con los nervios en todo su cuerpo no fue sencillo. El viento soplaba con fuerza y las manos del joven temblaban una vez se desvanecía de su cuerpo la adrenalina del combate. Temía que todo acabará en ese momento con una mala caída.

Bajar de la torre resultó mucho más complicado que subir. Además, ya no contaba con la seguridad de la cuerda sujetada por Milriel, aunque otra soga atada en lo alto y alrededor de su cintura le protegía en caso de una caída. Aún así, una caída sería de bastantes metros y luego se iba a golpear duramente contra la pared.

La torre estaba en mal estado, y algunas de las piedras que había usado de apoyo se desprendieron. Ahora Ragi se sujetaba como podía tratando de buscar apoyo para los pies, y una ruta distinta.

Ragi no era capaz de percibir correctamente las piedras que habían quedado sueltas pero en su mente veía el camino claro.

Comenzó a descender sin pensar, como lo haría en cualquier momento menos tenso y sin el temor de un abismo a sus pies o un golpe por quedar colgado de mala manera.

Turno C6

Ragi no encontraba forma de bajar por la ruta que había seguido para subir. Además, la luz algo escasa por el eclipse dificultaba la tarea aún más. Pero se armó de valor, y comenzó a bajar por otro lado, olvidándose de los peligros que conllevaba una posible caída. De todos modos, era posible que ninguno de ellos fuera a ver un nuevo día.

Recordaba su infancia en Tharbad, los juegos en los edificios abandonados, los saltos y las caídas. Nunca había estado en una ruina tan peligrosa como ésta, pero al final la maniobra era la misma. Lo que cambiaba era la consecuencia en caso de fallo. Logró ignorarlo, y sus manos y sus pies se hicieron con este tipo de mampostería. Una vez encontrada la técnica, bajó con una facilidad asombrosa.

Entró en la plataforma, y vio a Milriel tumbada boca arriba, con los pies hacia Ragi. Estaba inmóvil, y había sangre por doquier. Un total de cuatro asquerosos murciélagos se estaban dando un festín con el cuerpo de ella. Dos se encontraban encima de su cabeza, y no dejaban ver el rostro de ella. Otro le mordía la mano, y el último estaba encima del torso de la guerrera. Ninguno de los animales se percató de la entrada de Ragi.

Turno C7

Ragi lamentaba enormemente la muerte de su compañera. Había dado su vida por completar la misión y salvarlo del ataque de esas bestias y su premio era, ahora, servir de alimento para esas alimañas.

Pensó por un momento en ayudarla pero su tez lívida parecía indicar que estaba muerta, no podría hacer nada por ella y acabar con las alimañas sería arriesgado. Buscó en silencio una señal que le indicara que seguía allí... que podía hacer algo por salvarla o una pista, al menos, de si podría vencer a las alimañas y darle una justa venganza, pero no veía nada que pudiera funcionar.

Tendría que abandonar el lugar de la forma más sigilosa posible.

Turno C8

Ragi avanzó con cuidado hasta la parte de la plataforma que daba al andamio que habían usado para subir. Cuando ya casi había llegado, tres de los murciélagos dejaron de picotear el cuerpo sin vida de Milriel y cargaron con furia hacia la posición del joven. No quedaba claro si su intención era empujarlo por el borde o atacarlo sin más. Pero habían saboreado la sangre, y los engendros vampíricos estaban enrabietados.

Turno C8

Cuando vio a los murciélagos girarse hacia él, Ragi corrió hacia el borde para poder bajar lo más rápido posible. No quería, ni podía, quedarse para enfrentarse a ellas.

Debía descender hasta algún lugar en el que las bestias aladas no pudieran alcanzarle.

TURNO C9

Los murciélagos atacaron enrabietados, pero Ragi ya estaba bajando por los andamios y pronto desistieron y dos volvieron a ascender hasta la plataforma. Solamente una de las criaturas seguía molestando al joven mientras trepaba en el interior de la estructura de madera. Cuando llegó al nivel de la planta cuarta, el murciélago le estaba esperando para atacar de nuevo. Pero esta vez, Ragi tenía suelo firme bajo sus pies.

TURNO C9

Ragi atacó al murciélago al llegar abajo para tratar de mantenerlo alejado de él. La bestia le había seguido desde lo alto y debía pagar sus amenazas con la muerte.

TURNO C9

El murciélago atacó, pero Ragi no tuvo demasiados dificultades para repelerlo con la espada. No obstante, siguió atacando.

Turno C10

Ragi continúo con su estrategia de mantener las distancias con el murcielago y lanzar sus ataques de una forma rápida y constante.

Tenía que vencer ese combate por su compañera caída.

Turno C10: Resolución

La lucha seguía, y por fin Ragi logró con algo de fortuna enganchar al veloz murciélago. La espada impactó en las patas de la criatura, y ésta comenzó a revolotear con fuerza para no caerse. Era la oportunidad para Ragi.